Balek |
El Destructor |
Antigua divinidad adorada en los desaparecidos reinos de Thros y Skurga,
que sostuvieron una guerra que duró cien años, cuyas causas
ya habían desaparecido de la memoria de los hombres. El conflicto
continuó hasta la caída de ambos reinos, durante el reinado
de Milos de Thros y Thelok de Skurga.
Un día, Thelos de Skurga recibió en su palacio a un extraño visitante, un hechicero llamado Lamrac, que fascinó al rey con sus extrañas estatuas animadas de animales, y sobre todo, al presentarle una enorme efigie con la imagen del mismo monarca, que imitaba sus ademanes y movimientos. Tan entusiasmado estaba Thelos con este presente, que descuidó su estrategia en la guerra; esta situación fue aprovechada por Milos de Skurga, para devastar la ciudad. Thelok, derrotado, presenció cómo su reino era destruido, y cómo Milos y Lamrec festejaban su victoria con un banquete en su propio palacio. |
Encadenado y lleno de ira, Thelos invocó al dios Balek para que
lo ayudara a llevar a cabo su venganza. La enorme estatua con la imagen
del rey cobró vida, animada por el espíritu del dios, y desató
una carnicería que dejó como únicos sobrevivientes
a Thelos y Lamrac. El mago finalmente logró inmovilizar al gigante,
quitando la llave de oro que lo accionaba a través de una cerradura
en su espalda. El Rey Thelos culminó su sangrienta venganza matando
a Lamrac con un golpe de espada.
La estatua poseída por Balek permaneció oculta e inmóvil hasta muchos siglos después, en la Edad Hyboria, cuando una vieja hechicera descendiente de Lamrac, Neja, obtuvo la llave de la aventurera hyrkaniana Red Sonja, apodada la Diablesa con una Espada. Sonja había llegado a la aldea de Khishtam, en Corinthia, poco después de huir del harem del Rey Ghaniff y atravesar el Bosque Negro. Había robado la llave de manos de un ladrón, y al llegar a a aldea, encontró a su amiga de la infancia Katrin, trabajando como camarera en una taberna. La muchacha se aterrorizó cuando Sonja leyó la inscripción de la llave, escrita en una lengua desconocida. Mientras la diablesa saciaba su sed dentro de la taberna, un joven ladronzuelo cojo llamado Dunkin robó su caballo, pero fue fácil para ella alcanzarlo y recuperar su montura. Al volver a la taberna, encontró a todos muertos, y notó que Katrin había dibujado un extraño signo con su propia sangre. |
Sonja se alejó con Dunkin, que la condujo hasta donde se encontraba
la banda de su padre, Gromlic, luchando contra los Pictos, a los que Sonja
ayudó a derrotar. Poco después la diablesa encontró
a todos muertos, incluso el joven Dunkin. Se alejó del lugar, y
cabalgó varios días sin nada que comer ni beber, pues el
agua de todos los ríos había sido envenenada. Finalmente
encontró al mismo ladrón del que había obtenido la
llave, que murió picado por la mortal serpiente coral.
Dunkin, antes de morir, había dicho a Sonja que cerca del lugar habitaba una bruja llamada Neja, que probablemente le pudiera revelar lo que significaba la inscripción de la llave. Sonja la encontró mientras huía de los guardias que la perseguían. La bruja le contó la historia de Balek y su antepasado, le hizo beber un vino drogado, y después de quitarle la llave, la encadenó en la caverna donde treinta años antes había encontrado la estatua. Al introducir la llave en la cerradura, el gigante revivió. Neja, que deseaba vengar a su antepasado, le ordenó matar a Sonja, pero ésta hizo que Balek rompiera sus cadenas, con las que apresó a la hechicera, obligándola a ordenar a Balek que se detuviera. |
Después Balek
siguió a Sonja hasta el borde de un precipicio, al que la hyrkaniana
se arrojó para hacerlo caer, sujetándose de una roca con
las cadenas. Al caer Balek, Neja atacó a Sonja con una espada, mientras
ésta se aferraba al borde del abismo, pero la diablesa le arrojó
su cadena, la apresó de las manos, y la hizo caer.
Balek trepó por el precipicio, y continuó persiguiéndo a Sonja, hasta que ella logró quitarle la llave e inmovilizarlo. Para evitar que volviera a reanimarse, fundió la llave, dándole la forma de un brazalete. |
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