Moraga

La Curandera de los Bosques

    Después de escapar de la Ciudad Perdida de Buryat, Conan y Erfu, el stygio aprendiz de mago, atravesaban los bosques cercanos a la cuidad de Akkharia, cuando fueron atacados por una banda de asaltantes. Lograron vencerlos, pero Erfu quedó gravemente herido en el hombro por una flecha.

    La herida dejó al pequeño stygio muy debilitado, y éste pidió a Conan que buscara a una Bruja de los Bosques, que sería la única persona capaz de salvarlo con su medicina naturista. Según las leyendas, que Erfu había escuchado de los shamanes de su tribu y llegaban hasta la lejana Cimmeria, para atraer a estas curanderas bastaba quemar el hígado de un venado. Así, Conan cazó uno y realizó la ceremonia.

 
    Llegada la noche, Conan y su acompañante comieron la carne del venado y después se tendieron a descansar. Peru el sueño del cimmerio fue interrimpido por una hermosa mujer de cabellos blancos, que se acercó a ellos acompañada por su pequeño hijo, llamado Naj, que tenía el mismo color de pelo. Era la Bruja de los Bosques Moraga que acudía al llamado.

    La misteriosa mujer hizo hervir el agua de la cantimplora de Conan, mientras el pequeño Naj se internaba en el bosque para buscar las hierbas necesarias para curar al stygio que permanecía inconsciente. Cuando el niño volvió, Conan se dio cuenta de que sus orejas terminaban en punta, y sobre su cabeza tenía dos pequeños cuernos. El niño estaba asustado porque había percibido algo que lo acechaba en el bosque y lo seguía. Pero Moraga no quiso abandonar a Erfu hasta haberlo curado, o haber hecho todo lo posible por él.

 
 
    Moraga relató su historia mientras preparaba la medicina. Ella había sido una joven curandera en su aldea natal, pero por el miedo supersticioso de los aldeanos, un día tuvo que huir para salvar su vida. Mientras corría, cayó al suelo, y cuando sus perseguidores se acercaban con lanzas y palos para matarla, apareció ante ellos una enorme sombra, ante lo cual la joven cerró los ojos para no ver el horror que tenía ante sí. Cuando los abrió, vio a todos los aldeanos muertos a su alrededor, y a un enorme demonio con cuernos parado ante ella, contemplándola con ojos lujuriosos.
 
    Moraga fue violada por la espantosa criatura, y desde entonces su cabello se volvió blanco. De su unión sobrenatural nació Naj. Desde ese día, la curandera había vivido en el bosque acompañada únicamente por su hijo, como una curandera.

    Al finalizar su historia, se alejó con el niño, después de recomendar a Conan que deje reposar a Erfu por lo menos un día más. Cuando el stygio despertó, la aparición de Moraga le parecía un sueño. Pero imprivisamente se escuchó una voz tenebrosa en medio del bosque, y vieron los ojos del demonio que preguntaba por su hijo, rojos y llameantes. Conan le arrojó dos ramas encendidas de su fogata. La criatura se alejó, siguiendo la misma dirección de Moraga y su hijo.

    Conan fue tras el monstruo, llegando hasta un claro donde vio cómo amenazaba a la curandera y a su hijo. Entonces se arrojó contra él, mientras Moraga se defendía con una rama encendida. Pero al atacar al demonio con su espada, el arma del cimmerio se rompió al golpear su piel acorazada. El cimmerio notó que la parte más débil de la criatura era su cara, y centró su ataque en ella. Pero todos sus intentos fueron en vano. Hasta que llegó Erfu, quien arrojó un polvo verde sobre el cuerpo peludo del monstruo, y luego una rama prendida. El negro pelaje del ser comenzó a arder instantáneamente, al entrar en contacto con el extraño polvo. El demonio huyó, y una roca se abrió ante él, abriendo una puerta hacia el infierno del que había surgido. Al desaparecer el monstruo, la roca se selló tras él.

    Erfu decidió quedarse con Moraga y Naj, para ayudarlos a protegerse cuando, al crecer el niño, el demonio volviera por él. La propuesta del stygio fue bien recibida por la curandera y el niño, y Conan se alejó contiunando su camino hacia el norte, y esperando que Naj sepa elegir cuando llegara el momento, entre quedarse con su madre en el mundo de los mortales, o reinar junto con su padre en un infierno demoníaco.

 
 
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