Râ Morgana

La Hija de la Hechicería

    Râ Morgana era la hija sagrada de la Suma Sacerdotisa de una orden de mujeres consagradas enteramente a la adoración de sus dioses, que habitaban en un castillo aislado en la cima de una montaña. La Sacerdotisa Suprema tenía el cabello rubio, a diferencia de su hija, que tenía una espléndida cabellera negra, y era llamada simplemente "Madre".

    Un día, las sacerdotisas llevaron a Râ Morgana ante su madre, para que fuera castigada por haber cometido el crimen supremo: había sido sorprendida en brazos de un muchacho. La joven contestó que lo amaba, y que él le había pedido que se fuera con él. "Madre" pidió que la dejaran sola con su hija.

 
    Al quedarse a solas, Râ Morgana escuchó la historia de su nacimiento de los labios de su madre. Veinte años atrás, ésta era una adolescente impetuosa y rebelde a la disciplina impuesta en el templo, pero había sido destinada al sacerdocio total desde su nacimiento, y había aprendido los rituales y la magia.

    Una noche, llegó al castillo un desconocido, que era un poderoso mago de oriente, y acababa de cumplir una misión al sur. La joven, llevada por la curiosidad, exigió que se le permitiera verlo, ya que había sido acogido en el templo. Al ver los ojos crueles y apasionados del mago, se aterrorizó y escapó de su presencia. Pero el hechicero se apareció ante ella, a lomos de un demonio alado, y la secuestró, llevándosela a su morada y encadenándola, planeando violarla más adelante.

 
    La muchacha invocó el Trance de Draga, y envió a su espíritu en busca de ayuda, pero el castillo de la Orden estaba bloqueado para ella, por una barrera espiritual puesta por su secuestrador.Entonces buscó en un joven bárbaro semidesnudo, procedente del norte, que trepaba los riscos cercanos a su prisión. Era Conan, el cimmeriano.

    La forma espiritual de la hermosa joven ofreció a Conan una enorme recompensa en oro si la ayudaba; el impetuoso bárbaro aceptó, siempre y cuando el cuerpo físico de la joven fuera tan hermoso como la aparición que tenía ante sí.

    Al reunirse el espíritu con el cuerpo de la cautiva, el mago se le acercó para acariciarla, pero ella se defendió mordiéndole los labios, y le habló de campeón que vendría a rescatarla. El mago envió a seres monstruosos, uno tras otro, para que impidieran su avance, pero Conan los derrotó a todos, y prosiguió su marcha.

    Mientras tanto, la prisionera se arrancó tres cabellos dorados, y con un encantamiento, los convirtió en una robusta trenza con la que Conan podría trepar los muros de su prisión y liberarla.

    Un último obstáculo se presentó ante el cimmerio: el castillo del mago estaba rodeado por un pozo de agua lleno de lagartos, y el puente estaba alzado. Entonces, el joven arrojó al agua a una de las criaturas que había matado antes, para distraer la atención de los reptiles, que se lanzaron sobre él para devorarlo. Conan aprovechó para atraversar el agua, teniendo que enfrentarse a sólo uno de ellos.

 
    Cuando trepaba por la trenza, el mago le prendió fuego, pero al romperse la cuerda Conan logró asirse a la ventana. El mago arrojó un frasco lleno de una mortal sustancia volátil, pero ésta se desvaneció por un encantamiento de la joven. Luego, el hechicero se rodeó de un muro de cristal, pero Conan lo rompió con su esapada, y finalmente lo mató. Salió del castillo con la muchacha, y ambos se refugiaron en el bosque. El cimmerio encendió una fogata, y cubrió a la joven con la piel de oveja que lo abrigaba. Cuando ella despertó, notó la admiración en los ojos de su salvador, y se arrojó a sus brazos. Pasaron otra noche juntos, y al día siguiente, Conan la acompañó hasta que el templo estuvo a la vista. Ella le pidió que la esperara mientras buscaba la recompensa que le había prometido, para evitar problemas con las sacerdotisas, pero Conan no quiso aceptar nada, diciendo que ya había sido recompensado. Le pidió que abandonara la Orden y se fuera con él, pero la joven se negó, comprendiendo que su relación no podría durar mucho. Volvió al castillo, y no volvió a ver al guerrero nunca más.
 
    La sacerdotisa dijo a sus hermanas de la Orden que ella había vencido sola al hechicero, y finalmente había logrado huir con la ayuda de los dioses. Un mes después, participó una ceremonia en honor a los Dioses de la Fertilidad, cosa que aprovechó para conrtar a sus compañeras que durante la ejecución de los rituales, había tenido visiones de un dios que descendía ante ella para yacer en sus brazos. Las sacerdotisas aceptaron la historia, convencidas de que la niña que nació unos meses después, que sería llamada Râ Morgana, era el fruto de esta unión.

    Terminado el relato, la Sacerdotisa Suprema dio a Râ Morgana su consentimiento para irse con el muchacho que la pretendía, pese a las protestas de las demás.

 
 
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