Rastor Melphorr

El aristócrata antropófago

 
    Sorprendido por una fuerte tormenta en las desoladas tierras del Reino Frontera, Conan buscó refugio en el Castillo del Conde Tarcas Melphorr, que lo acogió hospitalariamente. Pero antes, al llamar a la puerta, alguien le arrojó una daga con una nota que decía una sola palabra: "¡Vete!".

    Mientras Conan cenaba con sus anfitriones Torcas y su esposa Lady Melanie, se enteró de que el noble era un aventurero y viajero, y había recorrido una buena parte del continente Hyborio, llegando hasta las costas de la jungla. Actualmente, Torcas y Melanie vivían solos en el castillo.

    Por la noche, se oían gritos inhumanos en la mansión, pero Conan no los escuchó por su pesado sueño, resultante del cansancio. Improvisamente, la base de la cama donde descansaba el bárbaro se abrió, haciéndolo caer por una pendiente de piedra, hasta las catacumbas.

 
Allí encontró a una monstruosa criatura encadenada, contra la que tuvo que luchar armado sólo con una estalactita que había arrancado al caer. La criatura estuvo a punto de devorar al bárbaro, pero finalmente éste logró zafarse de su abrazo y ahorcarlo con el extremo suelo de la cadena que tenía atada al cuello.

    Sin embargo, Conna no pudo salir de las catacumbas porque estaban cerradas por una fuerte reja metálica que fue incapaz de romper.  El bárbaro se apoyó en ella y retomó su sueño.

 
    Al amanecer, el Conde Tarcas entró, y al ver que la criatura estaba muerta, se abalanzó contra el cimmeriano, armado con una daga. Conan se defendió, matándolo con su propia arma. En ese momento, entró Lady Melanie, con una expresión de alivio al ver muertos a su esposo y a monstruo.

    La aristócrata reveló a Conan que ella había sido quien le arrojó la nota de advertencia cuando llegó, para salvarlo. Años atrás, Tarcas y su hermano Rastor habían viajado a una selva inexplorada, en busca de aventuras. Llegaron hasta una aldea en la que los nativos los acogieron, informándoles que las tierras adyacentes eran ricas en piedras preciosas. Los hermanos sacaron muchas gemas de las minas, pero Rastor cayó víctima de una extraña fiebre. El Shaman de la aldea trató de curarlo, pero su magia y su ciencia fueron inútiles. Tarcas partió a seguir buscando piedras preciosas, dejando a su hermano al cuidado de la hija del shaman. Una tarde, el enfermo se levantó de la cama y estanguló a la joven, enloquecido. Los aldeanos lo perdonaron, pero no el shaman, que impuso una maldición sobre él.

 
    En el viaje de regreso al Reino Frontera, Tarcas notó un extraño cambio en su hermano, que comenzó a comer carne cruda, e incluso un día lo sorprendió devorando un ave que había cazado, con plumas y todo. De vuelta al castillo, Rastor empezó a atacar a todos los animales que encontraba, para devorarlos, hasta que Tarcas se vio forzado a encerrarlo en las catacumbas del castillo. Un día, Rastor atacó al sirviente que le llevaba los alimentos, y Tarcas comprendió que debía encadenarlo.

    Posteriormente, en una noche oscura, Tarcas y Melanie escucharon un grito desgarrador procedente de las catacumbas. Cuando el noble fue a investigar, encontró que su hermano, ahora transformado en una criatura sub-humana, había matado al sirviente y lo estaba devorando. A partir de esa noche, fue sacrificando a los sirvientes uno a uno para que le sirvieran de alimento a su hermano, que sólo podía sostenerse con carne humana. Tal había sido la maldición del shaman.

    Cuando el castillo se quedó sin sirvientes, Tarcas comenzó a secuestrar a los habitantes de los pueblos vecinos, y finalmente a atraer a los viajeros, invitándolos a pasar la noche en su morada, como había hecho con Conan.

    Terminado el relato de Lady Melanie, Conan siguió su camino hacia el sur, invitando a la mujer a unírsele, pero ella se negó, decidiendo quedarse al menos hasta haber sepultado a su esposo y su cuñado.

 
 
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