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Clipo
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Asesino El Escritor miró la hoja de papel en blanco que tenía encima, después miró su pluma preferida y luego la iluminación. Siempre odiaba el peso que le otorgaba una hoja en blanco, era como si le hubieran puesto mil y una responsabilidades encima, al mismo tiempo lo adoraba, no podía dejarlo, era como una adicción. Se transformaba cada vez que tenía una hoja de papel en sus manos y que la inspiración hacía su aparición, escuchó la sinfonía nocturna y los árboles danzaron a su ritmo suave moviendo las ramas. Ese ambiente se había vuelto una necesidad, la luz tenue que imitaba malamente la luz de día, la noche afuera reinaba e incitaba a sus hijos nocturnos a hacer un concierto de sonidos extraños y silenciosos, apenas perceptibles. Pero el escritor los escuchaba todos, miraba por la ventana y aspiraba el aire nocturno, frío. Sonreía, se sentía domador de la noche, sentía que podía manejarla con el simple giro de su mente y extrañamente así lo hacía. Por que el era el dueño de su propio mundo en una hoja de papel, por que sucedería tal y como el ordenara. Era un dios. Las escasas estrellas que no dejaban intimidarse por la contaminación le sonreían, parecían susurrarle al oído: “Si... eres un dios, eres el dios de la noche, el escritor de la pluma sagrada, nadie puede interponerse en tu camino, nadie puede detener la visión de nuestros ojos...” El Escritor escribió el título en la hoja en blanco, “Asesino”, sonrió, por fin había logrado su título y ahora necesitaba material, tomó su chamarra y decidió dar un paseo, debía disfrutar de la noche, tenía que dejarse llevar por esa luna apenas visible que le llamaba tan deseosa y urgida como una amante. -o-o- Miró a las prostitutas en línea, cerró los ojos y suspiró, todas se le ofrecían, carne a su disposición por tan sólo unos pesos, soltó una leve carcajada para sorpresa de una tipa que se le acercó, esta le miró despreciativamente y se alejó. El escritor se reía, le agradaban las rameras ya que para él eran la interpretación directa de la vida. Todo mundo se ofrecía por algo... Y lo que menos les costaba ofrecer era el cuerpo. Él era diferente a los demás, el no se ofrecía a cualquiera, el se ofrecía a las estrellas y la luna que le llamaban a escribir noche tras noche acerca de un mundo del cual era el dios. El era muy diferente, recordó el título de su nueva obra, miró a las prostitutas y negó con la cabeza, no podía ofrecerle algo tan vulgar a su nueva obra, no tenía que ser así. Continuó su camino. -o-o- Sentía la adrenalina correr por su cuerpo, la niña que se creía mujer levantó la vista extasiada, el baile, la droga y el alcohol todo corriendo rápidamente por su cuerpo, dándole nueva vida. La primera vez que hacía esto y le encantaba, la liberaba, la ropa parecía apretarle tanto, miró con una sonrisa sensual a su alrededor, tenía que haber alguien quien le enseñara el paso a seguir, las luces la envolvieron y se sintió un ángel, asquerosa ropa... se sentía con ganas de explotar, ya no podía más. Dejó de bailar para la decepción de algunos mirones, se sentó en un lugar cercano dónde había un señor observándola atentamente. Ella le sonrió, ambos creían que era el cosa del destino. “Mi nombre es Diana”, sonrío la niña que se creía mujer. “El mío es Roberto, soy escritor, me parecía haber visto un ángel en la pista” La niña se mordió el labio en señal de coquetería, le atraía el rostro y la expresión sombría del hombre, su porte elegante y su seguridad, creyó estar ante alguien más allá de los demás, éste debía ser el hombre que le enseñara el siguiente paso. “Hoy es mi cumpleaños número... bueno, mejor no te digo, debes tener una idea de mi edad pero te aseguro que no estás en lo correcto... déjame enumerarte lo que he hecho hasta ahora... he venido a un antro, he tomado, me he drogado sólo un poco”, la niña rió, “y lo único que me falta es ser la puta de alguien... ¿Me enseñarás?, un ofrecimiento como este jamás en mil años, créeme” Roberto sonrió y acarició el rostro de Diana, esta lamió la mano de Roberto torpemente, aunque aprendió con unos segundos más de práctica. “¿Quieres ofrecer tu cuerpo por algo más que dinero?, ¿Más qué sexo barato?” Diana asintió adormecida, este hombre no sólo le daría el siguiente paso a seguir, sino que la llevaría más lejos que cualquiera, la haría un verdadero ángel. Tenía ganas ya de quitarse esa maldita ropa, ¡Qué prisión!, se acercó al hombre y le susurró. “Libérame... por favor, libérame... no soporto el calor ni la prisión... ya, por favor ya”, se alejó lentamente y lo miró suplicante. El no podía rechazar esa mirada, tenía que continuar su escrito. -o-o- Esa noche el escritor terminó su obra, encontró un lugar que le pareció sacro, que le pareció adecuado para que la noche atestiguara el sacrificio necesario. A ella no le importó dar su vida para algo más que convertirse en una señorita de mundo, disfrutó cada momento en que el cuchillo del hombre escribió una palabra en su piel tan delicada, blanca y suave. Ella esperaba gritar de dolor y en vez de eso los gemidos de placer surgían como si hubieran estado ahí todo el tiempo, solo que esperando el momento indicado. Ella miró como desangraba palabras, eran rezos a la noche mientras se mordía los labios coquetamente y el orgasmo tensaba todo su cuerpo haciendo de esta noche no sólo su primera noche, si no la única. Diana tenía la certeza de estarse convirtiendo en inmortal, cerró los ojos una vez más y suspiró antes de perderse en un sueño plácido y eterno. Roberto contempló su obra, su escrito, su ofrenda, el sudor cubría su cuerpo, se sentía exhausto por la satisfacción de un trabajo bien hecho. Miró a su alrededor, se tiró y observó la luna. Volteo a ver el cuerpo inerte de la jovencita, se alegró de haberla liberado y de haber cumplido con la promesa que le hizo a las estrellas. Acarició los muslos de la muerta, se veía tan tentadora, tan cubierta de noche, tenía que poseerla, poseerla así. Con la sonrisa de un hombre tranquilo y que ha terminado de vivir, folló a la noche con la pasión de aquél que nunca desea que termine y la determinación de que sea tan intenso como inició. Fest, 16-04-2000
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