Comentarios a la anécdota
¿Qué es la tristeza? En esta anécdota recuerdo lo que aprendimos del nagual: que sin instalarse definitivamente en la tristeza nadie comprende la alegría. Y le tocó a Marina, la más alegre de todos nosotros, pasar por el trance de sumergirse en la plenitud de la tristeza, ir más allá de su estar triste y meter en su ser la tristeza, para ella la tristeza ya no fue un estado sino una instancia de su ser mismo. Pero tantas cosas no son la tristeza: la autocompasión, la conmiseración, la decepción, las traiciones, la mentira, el dolor. La tristeza es una de las fuuerzas primordiales del universo, tan sustanciales como la materia, la energía, el espacio y el tiempo. Tan sustancial como esas otras fuerzas de naturaleza semejante: el amor, el miedo, la paz, el anhelo de redención, la vitalidad, la esperanza, el odio, la transparencia. El guerrero puede hacer de la tristeza la firmeza que tiene un corazón invencible. La alegría genuina tiene secretas raíces en la tristeza. La infancia de Marina fue miserable, tan atroz que pudo haberla consumido, hacer de ella un ser para siempre deteriorado en sus ganas de vivir. Y yo creo que esa mañana ella despertó con un recuerdo cabal de su infancia, seguramente todo lo que su tonal había escondido en un falso olvido se le vino encima de golpe, y debió haber sufrido una descomposición de su personalidad. En esas horas de encierro, cuando su mirada andaba perdida, Marina murió, se murió de horror y la enterraron años de maltrato y congoja sin fin, se deslizó hacia adentro por una pendiente abrupta y se cayó en sí misma. Y sólo quedó la sinsensación de la nada, el océano primigenio de la tristeza y ella dejó de ser niña y de ser humana, ya todo no tuvo sentido, una irrupción en el cuerpo de su pasado acabó con su pasado y devoró sus ayeres hasta el día en que se gestaba en un vientre y su rudimentario corazón latía por primera vez. Estuvo más sola que nunca en el mundo porque no había mundo, y ella no era un sujeto, era apenas una inquietud que se sacudía en una matriz de silencio y tristeza. De tristeza y no de olvido, de tristeza y no de anhelo rehizo su alma. Tuvo sólo un aliado, un colibrí, que la acompañó libando y revoloteando a su alrededor, mientras Marina se revestía de nuevo intento y crecía en ella la Tonantzin, la madre nahuatl. A su edad, la forma humana no era algo del todo acabado, pero los hechos abominables la habían conducido con precocidad a una madurez inestable y sostenida en la ignorancia del ayer. Pero asistida por su aliado, fue nadie, devoró su pasado, se edificó con ladrillos de tristeza, encendió su nagual que se expresó como la divina Tonantzin y cuando volvió al mundo, a este donde estábamos nosotros, era inhumana y fue desde entonces una alegoría de la tristeza y un catalizador de alegría. Galo
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