Comentarios a la anécdota
Nunca supimos qué fue de nuestra Lupe, en ese tejido de noticias y especulaciones que dan textura al tonal de nuestros tiempos la explicación más probable apunta a que desapareció, tal vez secuestrada por algún desgraciado. No hubo despojos arrojados a la playa y aunque fragmentos de una fotografía de ella todavía desluce alguna que otra mísera pared en las callejuelas de Coquimbo, no se recibió ningún testimonio de que alguien la viera. ¿Valen las explicaciones mágicas en plena catástrofe? Hubo disputas en el seno de nuestro grupo de brujos, porque algunos se refugiaron en explicaciones fantásticas como vía de consuelo rápido, otros dejaron de lado cualquier irracionalidad y se esmeraron en todas las direcciones usuales: policía, medios de comunicación, abogados. Yo alternaba entre ambas posturas, porque recordaba ese ensueño con Lupe, porque creía (o quería creer) que es posible que habiten nuestro mundo seres no humanos con apariencia humana. Supongamos, sólo eso pretende la anécdota, tan sólo supongamos que Lupe era una sirena. Un ser diferente a nosotros, que nadie sabe por qué razón, ignoraba su origen y había perdido la memoria. Una posición del punto de encaje en la región de emanaciones conocida como "banda humana" que adquirió por hábito le impidió devolver su ser y su percepción implicada al ser que era. Nunca estuvo del todo cómoda con su apariencia, daba siempre la sensación de estar mal disfrazada. Y por momentos, su voz emitía sonidos imposibles de reproducir por cualquier garganta humana. Yo digo que era una sirena porque es un modo de atribuirle algo conocido a algo que parece querer escaparse de cualquier cosa conocida. No obstante tantas conjeturas, lo cierto es que Lupe se fue y he querido pensar siempre que se debió a que no era de este mundo. Pero no es éste el tema principal de la anécdota, sino más bien intentar reflejar el lenguaje por imágenes que emplean los brujos cuando se comunican en el ensueño. Es la poesía misma, toda sintaxis sencillamente desaparece y la única estructura válida que subyace en las frases es la semántica múltiple, la referencia inductiva a mundos diferentes de significado que se tocan en una palabra y luego divergen en metáforas y nuevos mundos de significado. Los chamanes entendían la intencionalidad en el sentido de poder creativo que llena los agujeros de la percepción, invocando representaciones y recreando el ser de las cosas por evocación y reminiscencia. En el ensueño, esta intencionalidad no tiene como condicionante los parámetros de una descripción usual del mundo, y en el diálogo que se da ensoñando, se potencia en abstracción. ¿Por qué? Todo lenguaje presupone referencias a cosas sobre las cuales los interlocutores ya previamente han establecido acuerdos. Pero el acuerdo en la percepción de un ensueño está siempre elaborándose y parece haber acontecido apenas unos instantes antes de que una palabra exija de los acuerdos referencias pretéritas para consensuar un entendimiento. De modo que los guerreros que hablan entre sí en un ensueño se ven obligados a referirse las cosas en términos de alta abstracción, términos que aluden a muy pocas cosas en realidad, y todas relacionadas con la energía, el ser, la consciencia y el tiempo. A su vez, la intencionalidad que se hereda de nuestro manejo convencional de palabras equipara nociones abstractas con imágenes muy concretas que irrumpen en medio del discurso. De modo que el diálogo es una composición sinfónica de metáforas, referencias explícitas a cosas metafísicas y recuerdos subjetivos implícitos en las palabras utilizadas, todo esto en un clima de consenso relativo, supeditado al poder de cada cual. Un ejemplo muy insignificante de estos asombrosos mecanismos cognitivos se da en el diálogo con Lupe; temo que no cabe en lo tonal la esencia misma de lo que nos dijimos, pero mi desesperación exigió límites, mi hacer y deshacer de posibles diálogos llegó a un acabose y debí contentarme con la menos errónea de las descripciones literarias. Galo
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