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Mannaz
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Parar el mundo
Las reafirmaciones del mundo que nos rodea
Borrar la historia personal
Perder la importancia
La muerte como una consejera
Hacerse responsable
Volverse cazador
Ser inaccesible
Romper las rutinas de la vida
La última batalla sobre la tierra
Hacerse accesible al poder
El ánimo de un guerrero
Una batalla de poder
La última parada de un guerrero
La marcha de poder
No-hacer
El anillo de poder
Un adversario que vale la pena
El viaje a Ixtán
El anillo de poder del brujo
Parar el mundo
El viaje a Ixtlán

Regresa
Extractos de "Viaje a Ixtlán", Fondo de Cultura Económica, S.A de C.V 1975
del original: "Journey to Ixtlán", Carlos Castaneda, 1972, Simon & Shuster.
Traducción de Juan Tovar

 
Borrar la historia personal

¿Cómo puede uno dejar su historia personal?
Primero hay que tener el deseo de dejarla. Y luego tiene uno que cortársela armoniosamente, poco a poco.
¿Por qué iba a uno a tener tal deseo? - exclamé.
Yo tenía un apego terriblemente fuerte a mi historia personal. Mis raíces familiares eran hondas. Sentía, con toda honradez, que sin ellas mi vida no tendría continuidad ni propósito.

El hecho que yo sepa si soy yaqui o no, no hace que eso sea historia personal. Sólo se vuelve historia personal cuando alguien más lo sabe. Y te aseguro que nadie lo sabrá nunca de cierto.

Tu padre conoce todo lo tuyo. Así pues, te tiene resuelto por completo. Sabe quién eres y qué haces, y no hay poder sobre la tierra que lo haga cambiar de parecer acerca de ti.
Don Juan dijo que todos cuantos me conocían tenían una idea sobre mí, y que yo alimentaba esa idea con todo cuanto hacía.

Debes renovar tu historia personal contando a tus padres, o a tus parientes y tus amigos todo cuanto haces. En cambio, si no tienes historia personal, no se necesitan explicaciones: nadie se enoja ni se desiluciona con tus actos. Y sobre todo, nadie te amarra con sus pensamientos.

Poco a poco tienes que crear una nieba en tu alrededor; debes borrar todo cuanto te rodea hasta que nada pueda darse por hecho, hasta que nada sea ya cierto. Tu problema es que eres demasiado cierto. Tus empresas son demasiado ciertas; tus humores son demasiado ciertos. No tomes las cosas por hechas. Debes empezar a borrarte.

No importan las mentiras ni las verdades. Las mentiras son mentiras solamente cuando tienes historia personal.
 


 
Perder la importancia

Te tomas demasiado en serio. Te das demasiada importancia. ¡Eso hay que cambiarlo! Te sientes de lo más importante, y eso te da pretexto para molestarte con todo. Eres tan importante que puedes marcharte así nomás si las cosas no salen a tu modo. Sin duda piensas que con eso demuestras tener carácter. ¡Eres débil y arrogante!

La arrogancia es otra cosa que hay que dejar, lo mismo que la historia personal.

Mientras te sientas lo más importante del mundo, no puedes apreciar en verdad el mundo que te rodea. Eres como un caballo con anteojeras: nada más te ves tú mismo, ajeno a todo lo demás.
 


 
La muerte como consejera

La muerte es nuestra eterna compañera - dijo Don Juan con un aire sumamente serio-. Siempre está a nuestra izquierda, a la distancia de un brazo. Te vigilaba cuando tu vigilabas al halcón blanco; te susurró en la oreja y sentiste su frío, como lo sentiste hoy. Siempre te ha estado vigilando. Siempre lo estará hasta el día en que te toque.

¿Cómo puede uno darse tanta importancia sabiendo que la muerte nos está acechando?

Cuando estés impaciente lo que debes hacer es voltear a tu izquierda y pedir consejo a tu muerte. Una inmensa cantidad de mezquindad se pierde con sólo que tu muerte te haga un gesto, o alcances a echarle un vistazo, o nada más con que tengas la sensación de que tu compañera está allí vigilándote.

Cada vez que te sientas, como siempre lo haces, que todo te está saliendo mal y que estás a punto de ser aniquilado, vuélvete hacia tu muerte y pregúntale si es cierto. Tu muerte te dirá que te equivocas; que nada importa en realidad más que su toque. Tu muerte te dirá: "Todavía no te he tocado".
 


 
Hacerse responsable

Cuando un hombre decide hacer algo, debe ir hasta el fin, pero debe aceptar responsabilidad por lo que hace. Haga lo que haga, primero debe saber por qué lo hace, y luego seguir adelante con sus acciones sin tener dudas ni remordimientos acerca de ellas.

Todo cuanto hago es mi decisión y mi responsabilidad. La cosa más simple que haga, llevarte a caminar al desierto, por ejemplo, puede muy bien significar mi muerte. La muerte me acecha. Por eso no tengo lugar para dudas ni remordimientos. Si tengo que morir como resultado de sacarte a caminar, entonces debo morir.

Tú, en cambio, te sientes inmortal, y las decisiones de un inmortal pueden cancelarse o lamentarse o dudarse. En un mundo donde la muerte es el cazador, no hay tiempo para lamentos ni dudas, amigo mío. Sólo hay tiempo para decisiones.

Hacernos responsables de nuestras decisiones significa estar dispuestos a morir por ellas.

No importa cuál sea la decisión. Nada podría ser más ni menos serio que ninguna otra cosa. ¿No ves? En un mundo donde la muerte es el cazador no hay decisiones grandes ni pequeñas. Sólo hay decisiones que hacemos a la vista de nuestra muerte inevitable.
 


 
Volverse cazador

Mientras caminábamos, don Juan me explicó que hallar un sitio "benéfico" o "enemigo" era una importante necesidad para un hombre en el desierto.

Don Juan me describió la técnica, cuyo perfeccionamiento llevaba años; consistía en forzar gradualmente a los ojos a ver por separado la misma imágen. La carencia de conversión en la imágen involucraba una percepción doble del mundo; esta doble percepción, según don Juan, daba a uno la oportinidad de evaluar cambios en el entorno, que los ojos eran por lo común incapaces de percibir.
 

 


 
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