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>>Voces, por ElAstuto
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Voces Ella espera junto al teléfono la voz que por fin ha de traer algo de paz a sus deseos rezagados y ya añejos. Él ha pensado mucho más de dos veces el hacer esa llamada porque sabe que tal vez estaría mal arrepentirse de haberse arrepentido de no haberla hecho antes. El otro espera.
Ella
no sabe si la voz precisa sonará en el momento precioso dado que su
suerte le ha traído muchas distintas al día y algunas son muy
insistentes. Él hubiera querido decirlo todo antes de sentir la frustración
que ahora sufre como si fuera la primera vez que le pasa algo semejante.
El otro escribe.
Ella
siente que le hace falta un amor carnal y profundo como la cama que tuvo
debajo durante casi un mes y que ahora abandona por curiosear con una
persona nueva. Él elabora un plan para no quedar mal parado después de
largar el hola cómo estás qué tal te ha ido te sigo queriendo. El otro
va.
Ella
por fin abandona el aire viciado de blanco y amarillo y lo cambia por el
que está viciado de ozono y risas fáciles provocadas por el nuevo y
gracioso tipo que es dueño de una de las voces telefónicas más
cotidianas. Él ha prometido volver a llamar y casi al mismo tiempo decide
postergar su discurso para tal vez rematarlo con algo así como sé que
tampoco me olvidas. El otro descansa. Ella regresa casi de buen humor y piensa que tal vez valga la pena conservar al tipo nuevo por si algo falla o algo se ofrece en algún momento. Él no ha olvidado la promesa que acaba de hacer aunque su atención se va dispersando en cosas que se supone que son más importantes. El otro habla.
Ella
nota que una de las voces se va haciendo más insistente aún y aunque al
principio lo creyó útil para agradecer la misiva poco después comenzó
a invadirla un raro aburrimiento. Él va sintiendo que cada vez tiene que
hacer un mayor esfuerzo para no olvidar la llamada que tiene que hacer a
pesar de que antes no pensaba en otra cosa. El otro prepara.
Ella
se da cuenta de que llama mucho el que no interesa tanto como el que no
llama para nada. Él aún oye hablar de la persona que se supone que
espera su voz pero ésta se sigue fugando en otras obligaciones similares
pero con personas muy diferentes. El otro decide.
Ella
se sorprende por la sorprendente forma en que una declaración de amor
sorpresivamente anticuada ha llegado por sorpresa de una voz demasiado
conocida como para sorprenderla más de lo normal. Él ve que la llamada
comienza a perder sentido y que aunque la haga nada podrá ser muy
diferente. El otro escucha.
Ella
cree que lo mejor era negarse porque no valía la pena herir ni engañarse
como lo hacía al pensar que algún día regresarían esas mismas palabras
pero en la voz adecuada y no en esa que era la menos indicada para el caso.
Él piensa que tal vez haya que olvidar el asunto aunque las palabras
escogidas pudieran haber sido eficaces. El otro llora.
Ella
se repite la misma idea cada minuto como si cada minuto fuera una idea
distinta y la idea es que su espera terminará en ese minuto. Él
definitivamente no puede recordar a alguien con el nombre de la que
siempre espera su voz pues está conociendo a mucha gente con las mismas
cualidades o al menos eso parece. El otro la sigue amando porque de la
amistad al amor hay sólo un paso y ya lo había dado desde varias horas
atrás.
Y
es que el otro soy yo.
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