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Los Charlies
hijos de 33 
 
II
 

    - Lo más trágico es que ni los poderosos capitalistas ni los grandes científicos saben dónde explotará la "bomba" que aniquile el planeta. Me refiero a que se puede considerar a la contaminación como una bomba. La superpoblación, otra. Pero ninguna de ellas es tan peligrosa como la Era Cíclica Estelar, que provoca una crisis en todo el Sistema Solar. Toda civilización desaparece, perdiéndose la ilación de la conciencia humana por lo que debe recomenzar su evolución. Cada Era permite que sobre el planeta se desarrolle una repetida secuencia: desde el primitivismo hasta viajes espaciales estrictamente dentro de los límites de nuestro sistema planetario. No hay escape para el humano, dentro del ciclo repetitivo.
    El Jefe del C.I.G.R. hablaba con vehemencia y señaló hacia donde se había proyectado el holograma, para establecer una comparación:
    - Es una burla de Conciencias extraplanetarias para cuando todos aquí piensan estar dominando sus destinos.
    El segundo en el mando tenía un atado de cigarrillos negros; lo abrió y con un pequeño golpe en la base, hizo que se asomaran los tres primeros, y los convidó.
    - Gracias, no fumo.
    El investigador fumó instintivamente. Permanecía alejado.
    El decodificador parpadeó acaparando la atención de los tres hombres, pero sólo duró un instante.
    El auxiliar se puso de pie súbitamente.
    - Esperar me altera los nervios.
    - ¿Querría beber café? - dijo el secretario.
    - Sí. Me haría bien.
    - ¿Y usted, Jefe?
    No respondió. Con la mirada fija en el decodificador, se mantenía ausente, envuelto en sus pensamientos.
    - ¡¿Jefe?! - repitió una vez más el secretario.
    - ¡Eh! - respondió al fin con un sobresalto.
    - Café. Si quiere una taza de café.
    - Sí. Sí, claro.
    El investigador y el auxiliar se miraron.
    - No se inquiete. No debemos perder la calma.
    El Jefe del C.I.G.R. sonrió. Sabía que su auxiliar estaba tan ansioso como él, pero le agradó encontrar un gesto de compañerismo en sus ojos oscuros.
    - Alcánceme la carpeta - ordenó el investigador.
    El auxiliar retornó a su silla y se predispuso a escuchar.
    - Muy bien. El hombre alcanza el estado Superior. Selecciona un grupo de mayor potencial, y delimita un área física donde, aislados de factores decadentes, son educados desde pequeños en base a una Conciencia libre: sin dogmas ni extremismos, previendo en un plazo de 30 años, la desaparición de resabios de miedos ancestrales.
    A pesar de ello sienten insustituible la idea de una Fuerza Cósmica Ordenadora, que crean como Conciencia Universal pero que no es pregonada por pastor alguno, sino simplemente enseñada por profesores como una materia más...
 
    El moreno auxiliar asintió con la cabeza, y con una cuchara de metal removió el café que el secretario acababa de dejar frente a ellos.
    - ...El individuo entiende que se desarrolla sin familia por una necesidad de sobrevivencia. Sábese un eslabón en la escala interplanetaria.
 
    Leyó esta nota al pie de una de las páginas:
 

    "Tal vez sirven los elementos surgidos y controlados en las ciudades experimentales Americanas, Rusas, Francesas, Australianas..."

Retirado de
Elemento analógico
120 - 180 - C 374 115.721
 
    Se sintió más aliviado luego de esa breve reseña. La síntesis resultó tan útil para él, que aclaraba sus ideas, como para los jóvenes, que se enteraban someramente del contenido de los antiguos documentos.
    - Todo bajo control ¿cierto? - dijo el auxiliar con ironía.
    - ...Sin duda habrán dicho "¡Qué inteligentes fueron los actuales gobernantes en separarnos de aquellos que cierto es, nos dieron vida!" - agregó en tono burlón el secretario.
    - "Pero iremos hasta la frontera de nuestra ciudad, donde colocaremos florcitas en homenaje a los que quedaron afuera sin la protección de la nueva civilización" - secundó el auxiliar.
    - "Sé que debo mi vida a alguien que quedó detrás de aquel campo energético que nadie puede atravesar. Allí todo es descampado, soledad y desespero. Dicen que hay nómadas que de noche aúllan como lobos. Han querido invadirnos pero cuando chocan contra las campanas energéticas son destruidos, se pulverizan. No los vemos gracias a la niebla artificial de 500 metros de altura."
    El jefe sonrió para quebrar su tristeza.
    El decodificador se detuvo en la clave. El secretario anotó rápidamente el código en un papel.
    De pronto una voz de grave resonancia llenó la habitación y se compuso el holograma. En primer plano, el rostro de un hombre mayor. El cabello canoso con profundas entradas y la frente marcada por tres líneas transversales, le daban el toque de madurez a la faz ovalada de nariz prominente. Gesticulaba como si discutiera un tema bastante delicado con el dueño del cinturón. Éste bajó la cabeza, haciendo que el resto del cuerpo de aquel hombre se viera hasta sus pies. Cuando se apartó caminando hacia atrás pudieron ver su entorno.
    - Detenga la cinta un momento - ordenó el Jefe del C.I.G.R.
    Su secretario oprimió la pausa y todo quedó congelado, como imágenes inmóviles de un cuadro futurista.
    - Observen la habitación - dijo el investigador.
    El lugar parecía un gran salón de estudios. Los muebles, de formas simples y lineales, lucían la gama del blanco y celeste pastel. Por los años que tenía el cinturón analógico, el jefe había pensado que encontraría algo más rudimentario y se sorprendió de su propia falta de imaginación. Quiso ver más.
    - Como elemento de análisis social, he estado en los compartimentos de salida. Hay cuatro en toda la ciudad, uno hacia cada punto cardinal. Eso me hace recordar a un dogma vigente hasta hace 53 años, que difundía cuatro evangelios porque cuatro eran los puntos cardinales. ¡Qué interesante! No hemos acompañado dogma pero decidieron que haya cuatro puertas, porque también cuatro son los puntos cardinales.
    - También fue dicho que los puntos cardinales cambiaron.
    La voz del dueño del cinturón se escuchó por primera vez: joven, impulsiva, e igualmente grave, produciendo un impacto en los tres hombres que observaban.
    - ¿Es él? - preguntó el auxiliar.
    - Creo que sí - respondió su jefe.
    - ¡Cuántas cosas son simbólicas para poder tener conciencia de una sociedad que apagó todo su pasado! - continuó el hombre.
    - Si así fuera, ¿adónde van ellos cuando quieren salir?
    - Recientemente se despidió un alumno que desde hace tiempo me hablaba de una fuerza interna que lo impelía. No pude convencerlo de que no nos dejara. A pesar de lo que habló conmigo no pude entender la naturaleza de esa fuerza ni el destino de su partida.
    - Mire usted, Doctor: - interrumpió - Los llamados energéticos son tan fuertes que nos intriga su procedencia y deseamos ir a su encuentro.
    Sé que alguien que me generó, me gestó o preparó parte de lo que soy, está ahí afuera, y no en la puerta Sur, Este u Oeste, y sí en la Puerta Norte.
    Yo sé que está en la Puerta Norte. Siento su llamado, y es "él", no "ella". Es "él". Tal vez no logre identificarlo.
    - Mi joven alumno, sus poderes psíquicos sabe que han sido desarrollados. El mundo que se le fue brindado le da esas condiciones. Ser extrasensorial no tiene nada de fantástico y de salir por esas puertas...
    Algunas decenas han salido. No sé para qué van si saben que prácticamente no queda nada; o lo que queda es tan poco... Si volvieran con alguna respuesta serviría para nosotros descubrir algo, que tal vez de aquí a 1.000 o 2.000 años se pudiera expresar como una perturbación. Pero sabe cuáles son las leyes de la nueva sociedad; nadie puede retornar. No les interesa. Porque aunque usted regrese con sabiduría, sano, psíquicamente equilibrado, todo lo que pueda traer no son más que aflicciones condenadas intencional y definitivamente al olvido, para que no puedan influenciarnos absolutamente en las presentes motivaciones. Las actuales decisiones no reciben influencias foráneas; son de la índole y condiciones que estamos preparados a enfrentar.
    Hemos trabajado en esta sociedad para que sea ideal, con las características que guardaba eh... eh... la esencia humana.
    - Doctor, lo sé - afirmó el joven reteniendo su impaciencia. - Sería como aquél que quiere renunciar al equilibrio de un paraíso. Pero dígame cómo puedo considerar a nuestra sociedad perfecta, si trata de apagar la esencia de su origen. Sería negarse.
    ¿Cómo puedo vivir tranquilamente un paraíso, cuando aquellos que físicamente se concedieron están con sus llamados ahí afuera?
    El llamado no suena a reproche. Es como si me dijeran: "Si tienes conocimiento de un mundo mejor, hijo tráenos las posibilidades de esquivar tantas dificultades que nos rodean".
    El rostro del médico empalideció, frunció la frente como si la mirada del joven e inquisidor alumno lo estuviera acorralando.
    - Dígame Doctor, ¿antiguamente los hombres de ciencia entraban a los territorios de aquellos continentes donde estaban expuestos a la aventura, para civilizar los pueblos, llevar la medicina, la cultura, los credos?
    - Sí. Los frutos que dieron no eran nada valiosos, pero se hacía - respondió el hombre, queriendo negar el rumbo irremediable que tomaba la conversación.
    - ¿Y eso no era humanidad, Doctor?
    - Era un concepto de benevolencia - le respondió haciendo un amplio gesto con las manos.- No puedo decir que no sea humanitario. Era una forma de ser humano.
    - Y dígame Doctor, el impulso que tengo ahora, ¿tengo que adormecerlo o debo seguir alimentándolo?
    - Eres muy inteligente, uno de los mejores alumnos que tengo. Si yo te dijera que debes adormecerlo, estaría negando toda la estructura que hemos creado, demostrando que fabricamos, no seres humanos ni una civilización mejor, y sí egocéntricos perdidos que por sobrevivir, condenaron a la destrucción al resto de la población. Y si te incentivo a salir e ir en busca de ese solariego llamado, tal vez la experiencia que se tentó comienza a dar sus primeros pasos con sentido no esperado. Y dichos primeros expresares quizá no sean de mantenerte junto a otros creando más hijos perfectos aquí adentro, y sí pudiendo revertir la situación para que vuelvan junto a aquellos omitidos.
    Lúcido, extraño y preclaro alumno: Cuando tú intentes erigir ese grupo étnico perdido en el viento, en el espacio, sobreviviendo en contrapuestas condiciones, se cubran como se cubran o habiten en donde quieran, se alimenten de la forma que puedan, ¿qué serás tú para ellos? ¿Un rey? ¿Un ministro? ¿Un pastor? ¿Un ángel caído del cielo?  ¿En qué te transformarás?
    ¿Qué hará tu ego para poder sustentarte de pie, sabiendo de dónde vienes y consciente de los peldaños que has bajado para ser igual a... a lo que encontrarás? - El médico se acercó y lo tomó por los hombros.- Aquí tú cuentas con un bienestar asegurado, con todos los adelantos de la medicina, de la ciencia; allá no tienes nada, vivirás de tus recuerdos.
    - No sé, Doctor - dudó el joven. - Sólo sé que al continuar, permanezco en un paraíso soñado, pero no es una realidad. ¡Sé que tengo algo que hacer! ¡Algo que hacer! Algo en que la inteligencia con que se me ha dotado me permita actuar, planificar, recogiendo esas pobres víctimas que quedan, de la incomprensión, de la intolerancia.
    - No me digas que somos intolerantes - replicó el viejo.
    - Sí, Doctor. Hemos sido todos intolerantes, egocéntricos camuflados.
    - No. No hemos sido egocéntricos.
    - Sí, Doctor. Mientras detrás de aquellas murallas energéticas, haya un Ser vivo al que se le es negado el derecho de sobrevivir dignamente, somos egocéntricos. Quisimos eliminarlos definitivamente, para que no nos señalen los fracasos que cargamos.
    Un reflejo del blanco piso acaparó el plano cuando el joven alumno bajó la cabeza.
    - Posees la inteligencia, - agregó el hombre a modo de reflexión - pero leí cierta vez que la inteligencia no acompañaba a la sabiduría. No eres sabio. ¿Cuántos como tú o próximos a lo que tú eres, se están proyectando en este nuevo arquetipo social, étnico? ¿Cuántos precisan respuestas, muchas de las que tú ya tienes? ¿No serías más útil aquí, donde la conciencia es activa, que allá afuera donde todo está más que moribundo, más que muerto, porque han perdido la conciencia del Ser, del Estar? Para ellos no existe escalón alguno.
    El doctor se le aproximó y volvió a tomarlo de los hombros, al tiempo que agregó:
    - Dime, ¿por qué no te quedas?
    - No, Doctor.- Con un suave movimiento se corrió hacia un lado, obligando al hombre a soltarlo.- Son resoluciones tomadas por aquellos que determinan los destinos. Lo que yo represento surge, no puede ser controlado. Si yo me quedase contaminaría Conciencias, se me responsabilizaría de estimular la perturbación colectiva. Usted sabe que esas puertas están abiertas para drenar conciencias como la mía. Es preferible que se pierdan criaturas como yo, a tenerlas aquí adentro como potenciales polvorines.
    - ¿Por qué no te quedas? - insistió con la voz tomada - Te ofrezco un lugar social más amplio del que tienes, una actividad más importante cerca de los gobernantes actuales.
    Seguramente el joven esbozó una sonrisa, porque el rostro ovalado de aquel hombre se iluminó con otra.
    - No, Doctor. No busco esas respuestas. Quiero saber por qué la humanidad se degradó y hasta dónde llegan sus sombrías fuerzas. Quiero probar si soy capaz de sustentarme de pie sin ser arrastrado aunque todo a mi alrededor esté cayendo.
    El médico hizo una exclamación, tratando de extinguir la seguridad de su alumno. Luego dijo levantando la voz:
    - Es interesante, crees que encontrarás una Energía parecida a la tuya. Tiempo atrás, por la puerta Norte salió alguien diciéndome no las mismas palabras, pero semejantes...
    - ¿Doctor? - indagó el joven suavemente.
    - ¿Si? - le respondió aún alterado.
    - El pensar, ¿es un castigo?
    - Puede ser.
    Las palabras del alumno lo sacudían por dentro y el semblante reflejaba perfectamente su sentimiento, e inevitablemente la conversación volvía al rumbo que él trataba de eludir.
    - He considerado que quien no piensa se enferma, se corroe por dentro. Y antagónicamente, pensar en exceso recalienta los circuitos.
    Hay que usar la prudencia. Con la prudencia se puede accionar la conciencia y entonces el pensar es como un medicamento, es salud.
    Pero mi querido y virtuoso alumno, cuanto más expongas tu inteligencia en un lugar donde no encuentres las condiciones para que ella pueda ser aplicada, más frustraciones esconderás. ¿Qué harás entonces?
    - Doctor, si usted tiene un medicamento que es inyectable y le falta la jeringa, ¿qué haría?
    - Haría un corte, dejaría manar sangre y tiraría encima el medicamento; supongo que el flujo sanguíneo algo arrastraría. O se lo doy a beber.
    - Pero si usted se lo da de beber, el organismo no lo acepta como medicamento. Si el medicamento no es aceptado quiere decir que yo estaría con una medicina errada. Esos serían los inconvenientes que usted me propone, Doctor. Soy yo el que tendría que cambiar la forma de pensar y de accionar. Y si soy inteligente no me será tan difícil encontrar los escalones primarios de la Conciencia.
    - Dime alumno, ¿tú eres egocéntrico?
    - Usted me está confundiendo, Doctor.
    - No. Hago la pregunta para que tú mismo te la hagas.- Se aproximó, y con tono autoritario le preguntó: - ¿Qué estás buscando? ¿Salir donde ciegos, mudos, paralíticos, forman enjambres como de un gigantesco manicomio? - meneó la cabeza reiteradas veces - Te van a atacar. No querrán admitirte. Dirán que fuiste mandado para hacer experiencias con ellos. Será notoria la diferencia. Van a decir: "Otro más que vino. Vienen de a poco. Nos están minando. No coman lo que él dice. Sigamos preparando los alimentos como siempre; de aquí a poco no nos van a dejar comer aquellos pescados, como no nos van a dejar comer nuestros pastos.
    ¿Qué quiere cada uno que sale de la ciudad maldita?
    ¿Quieren destruirnos más?
    Recuerden el accionar del último que por aquí pasó, se ha llevado cuántos de nosotros para formar una colonia más distante.
    ¿Para qué? ¿Por qué? Si la única esperanza que nos queda es estar cerca y ver si podemos atravesar esas puertas, penetrar en la gran ciudad donde todos los dolores se acaban, donde dicen que la vida es eterna, donde no hay enfermedades."
    El joven sintió una alerta, y no dudó en preguntar:
    - ¿Cómo sabe eso, Doctor? ¿Quién se lo contó?
    - Nadie, preclaro alumno - contestó el médico sintiéndose descubierto.- Es sólo colocar micrófonos tirados en el piso.
    - ¿Y quién llevó los micrófonos a esos lugares, Doctor?
    Ahora el hombre trataba de escapar a la respuesta dándole la espalda al joven. Éste fue a su encuentro poniéndose de frente, exigiéndole con su presencia una explicación más amplia.
    - Aquellos que salen de la forma que tú deseas hacerlo - respondió acorralado el canoso doctor.- Se los obliga a llevar micrófonos para que podamos acompañar sus experiencias y estudiar la manera de desvanecer esa estúpida idea de ir a ayudar a una humanidad perdida.
    El alumno dejó sonar una carcajada antes de agregar:
    -Doctor, ¿qué le pasa? ¿Está demasiado viejo?
    Usted se queda en la puerta de salida no para estudiarnos, sino para crear coraje e ir también.
    - No, mi estupidez no llega a tal grado.
    He sido siempre científico de laboratorio, he pesquisado constantemente con neuronas. Y no será éste, el momento en que erradique las pocas que me quedan, por una idea fantástica y absurda, que ni cuando tenía todas mis neuronas funcionando, alimenté.- El hombre tratando de disimular su nerviosismo, guardaba ciertos libros en su maletín de ligero metal.- ¡Bien que podría haberme quedado del lado de afuera! No va a ser ahora que quiera retirarme de nuestra genial sociedad.
    - ¡Vamos, Doctor! Está hablando con sarcasmo - le dijo su alumno, mientras se aproximaba a él, recogía un libro y se lo entregaba.
    - ¿A lo de "genial" te refieres? - el viejo recibió lo que su alumno le entregaba, y sin mirar siquiera, lo introdujo en el maletín.
    - Nooo. Tal vez sí. Pero no - respondió serenamente.
    Por un momento el médico retuvo su alteración, hizo un silencio y luego suspiró profundamente llevándose una mano a la marcada frente.
    - Soy responsable en parte de lo que se ha creado.
Partículas mías junto a las de otros, conformaron los conceptos de base. Después, las máquinas definieron lo que había que hacer, y cómo hacerlo. Y ejecutamos lo que las máquinas disponen... No son temperamentales, no cambian de rumbo. Se alimentan sólo de datos, y las respuestas son dadas en forma impersonal. Todas las respuestas personales están cargadas de emotividad y la emotividad desvía las soluciones.
 
    - ¡Alto! ¡Detenga eso un momento! - el Jefe del C.I.G.R. saltó de su silla poniéndose de pie.- ¿Escuchó eso? ¿Lo escuchó con atención? - preguntó a su auxiliar.
    Los dos hombres se miraron y el moreno sonrió diciendo "Sí" con la cabeza, en tanto que el secretario, sosteniendo la imagen inmóvil del doctor, contemplaba a uno y otro expectante.
    - Póngalo de nuevo - ordenó el investigador.
    El menudo muchacho hizo retroceder la imagen como si fuera una cinta de video, y los hombres vieron volver el tiempo capturado en ese holograma al momento en el que se producía una extraña revelación para sus conciencias.
     ...los conceptos de base. Después, las máquinas definieron lo que había que hacer, y cómo hacerlo. Y ejecutamos lo que las máquinas disponen... No son temperamentales, no cambian de rumbo. Se alimentan sólo de datos, y las respuestas son dadas en forma impersonal... - repitió el médico.

    El Jefe del C.I.G.R. ordenó que dejara continuar la proyección.
 
    - ...Todas las respuestas personales están cargadas de emotividad y la emotividad desvía las soluciones.
    - Sabe Doctor, usted está queriendo ocultar un gran deseo: el de transformarse en una máquina.
    - No mi alumno. No lo deseo. No estaría hablando contigo si así fuese. Yo quisiera descubrir qué pasa por tu interior; por qué no está latente en mí ese llamado que sientes. Porque yo puedo pensar en los seres que están detrás de las murallas y... son seres. Como cuando vivía en la antigua sociedad: me enteraba que en otros países había miseria, hambre, enfermedad, muerte, crímenes, policías, ejércitos, cada país con su dilema; a cada sector geográfico se le aconsejaba una solución de acuerdo a su milenar historia, pero nada de eso participaba de mi vida. Mis problemas eran personales. Siempre busqué el silencio, no los grupos sociales.
    El rostro ovalado del doctor había perdido la tensión de momentos atrás. Tratando de ahondar en el alumno, lo observó largamente desde sus párpados caídos.
    - Tú vas en busca del desespero y la locura para ver cuánto tiempo has de mantenerte en pie o si serás arrastrado por el viento que ellos generan - concluyó. - Dime, ¿de qué te alimentarás cuando estés ahí afuera, si sabes que tu propia decadencia será una continuidad del existir?
    ¿Cómo serán los días? ¿Cómo serán las noches ahí afuera?
    ¿Cómo has de soportar las lluvias ácidas?
    ¿Cómo podrás cargar los vientos calientes o fríos?
    ¿Deseas vivir en cavernas o en ciudades abandonadas?
    ¿En subterráneos?
    ¿Qué piensas que encontrarás?
    ¿De qué forma conducirás a los pocos que logres convencer?
    ¿Les prometerás crear un microclima con características y condiciones favorables, capaz de mejorar el hábitat e ir paulatinamente curando las llagas de sus tres pulmones?
    - ¿Cómo dice Doctor? ¿Tres pulmones?
    ¿Qué factores han cambiado toda la estructura de la genética?
    - Lluvias radioactivas... Dos corazones vas a encontrar con mucha facilidad, tres pulmones también; desarrollados por la necesidad de filtrar los gases que deambulan allí.
    - ¿Dónde vio todo eso Doctor? - cuestionó desorientado el joven alumno.
    - Así son aquellos seres que tú estas clamando por salvar.
    - No, Doctor. Eso es mentira - afirmó con total convicción. - Si usted nunca dejó este sitio, si usted bien dice, no ahora y sí en conversaciones anteriores que los que salieron no retornaron, ¿cómo tiene conocimiento de las deformaciones que acaba de marcar? Paréceme Doctor, que sus conceptos son idealizados por el comando de la ciudad. No vacilo en afirmar que 33 mostrará siempre caos y desolación fuera de las murallas energéticas.
    Esa gente era y es inocente. Nunca imaginaron que el mundo se transformaría así. La orientación del desarrollo tecnológico que promovieron los poderosos se volcó sobre un pequeño sector: un mundo de maravilla donde estamos usted, yo y otros privilegiados. Esa gente es simple; soñaba y sueña con vida, niñez, juventud, maternidad; con todo lo "ridículo" si así quiere llamarlo; pero tenía y tiene esperanzas. Drásticamente quedaron aislados en un área inmensa, peligrosamente contaminada; el desamparo aposta guardaba la esperanza mezquina de que no sobrevivieran estados comparativos de conciencia en armonía.
    La voz grave del muchacho se quebrantó, permitiendo que trasluciera emociones nuevas, cuando dijo:
    - Desde el vacío se hace escuchar el clamor en gritos bestiales desesperados de quienes nos han dado vida. ¿No es así, Doctor?
    - En parte sí y en parte no. Escuché decir a alguien, en un tiempo cualquiera, que la ignorancia se pagaba muy caro.
    - Sí, la ignorancia se ha pagado muy caro - reafirmó el joven.- Quisieron ignorar la realidad y lo han pagado muy caro. Se les arrebató el fruto orgánico antes de ser dejados para atrás. Un embrión, un módulo de esperanza, un espectro creado como obra arquitectónica, por momentos silenciosa, fantasiosa, soñadora, moribunda, rebelde o taciturna.
    El doctor bajó la cabeza, y se produjo un silencio abismal.
    - Cuántos estudiantes tengo que por horas caminan por los jardines de los institutos. Van con las miradas al huero como si se preguntasen "¿Qué pasará mañana? ¿Por qué sucedió lo que pasó ayer? ¿Quién es el que camina cerca de mí? ¿De dónde vino? ¿Qué guarda en sus anhelos profundos que no me comunica? ¿A quién le puedo decir lo que pienso?"
    Uno que se detiene a mirar una flor, la contempla sin olerla, se agacha, espía entre sus brazos si alguien lo sigue, y continúa caminando ocultándose de sí mismo. Y tú sabes muy bien de los grandes sensores que hay acompañando todas las conciencias - suspiró con cierta resignación.- Todos saben que son observados, y que no les dicen nada porque quieren saber hasta dónde llegan. Las máquinas se alimentan de esas respuestas, como se están alimentando de nuestra conversación.
    - Si se alimentan de nuestras respuestas, ¿por qué me dejarán partir, Doctor?
    - Porque no pueden negarte el derecho de pensar y de expresarte - contestó el médico caminando lentamente hacia una ventana entreabierta y sin cortinas.- Si lo hacen, ellas dejarán de existir.
    El cielo sin nubes consentía que el sol de la gran ciudad penetrara por los ventanales, y como un recuerdo añoso el rostro del doctor se reflejó en el vidrio.
    - Doctor, ¿quién ha dispuesto eso? - preguntó acercándose.
    - Siempre fue así.
    Uno de los principales patrones de desarrollo y crecimiento es no coaccionar ni destruir la riqueza intelectual. Las conciencias que se preveía irían a deturparse o confundir los objetivos, tuvieron que ser apartadas.
    - ¿Aniquiladas, Doctor? - cuestionó aproximándose un paso más.
 
    El Jefe del C.I.G.R. se acomodó en la silla con cierta inquietud, esperando que el reflejo del joven apareciese.
 
    - Nooo... Bueno, sí. Algunas sí. A otras eh... se les convidó a pasar por la puerta.
    - ¿Cuál puerta, Doctor? ¿Norte, Sur, Este u Oeste?
 
    Para el Jefe del C.I.G.R. fue un portento el instante mismo en que el joven se adelantó aún más cuando formulaba su pregunta.
    - ¡Aquí lo tenemos! - dijo golpeándose con una mano la pierna.
    La imagen quedó estática y en tenue reflejo se dibujaba de frente, el rostro del joven alumno. Sus ojos eran grandes, su nariz recta pero menuda, el cabello algo largo contornaba la curva de la faz ovalada. Tenía labios carnosos, lo que daba la apariencia de un muchacho sensible.
    - Observen bien ese rostro, - dijo el investigador - quizá sea la única vez que lo veamos.
    Los dos hombres fijaron su atención, con ceño fruncido, en la aparición.
    - Señor, mire la frente - advirtió el moreno auxiliar.
    El investigador distinguió una extraña cicatriz circular.
    - ¿Es posible que sea? - murmuró
    - Es posible - afirmó el auxiliar.
    - Bueno, no podemos decirlo con certeza, pero de ser lo que estamos pensando...
    - ¿La cámara estaba ubicada allí?
    - ¡Exactamente! - confirmó el jefe.
    - Pero ¿cómo puede estar todo grabado aquí? - interrogó el secretario tocando el cinturón.
    - Evidentemente un circuito implantado mediante microcirugía transmitía al cinturón analógico - le respondió el segundo.
    - ¿Continuamos? - preguntó el jefe.
    - Sí, Señor.
 
    - Puerta Sur.
    - ¿Por qué el Sur fue siempre más castigado?
    - No ha sido más castigado; es que prometía menos. Ellos eran rebeldes, potencialmente peligrosos; era factible que generasen violencia en los que estaban en el Sur. Sabido es que la violencia no es compañera de la inteligencia, por lo tanto estamos tranquilos.
    - ¿Qué espacio físico está previsto para nuestra sociedad?
    - 1.000 Km de diámetro.
    - ¿Y será que ellos no pueden contornar los 1.000 Km. y aparecerse en la puerta Norte?
    - No, no pueden - respondió con toda serenidad.- Las máquinas, a través de satélites, generan lluvias, tempestades, diluvios, monstruos... ¿Qué más piensas que pueden generar?
    - ¿La sed y la muerte? - interpeló el joven.
    - Claro, lógico. Si es necesario, muerte.
    Primero se los intimida creando todas las dificultades para que los héroes dejen de serlo y los valientes retrocedan, - el doctor agregó un movimiento con el brazo para darle más énfasis a su relato - y si alguien persiste... las máquinas se verán obligadas a interrumpir su vida; - hizo una pausa y aclaró - piedras que caen, avalanchas, árboles, descargas eléctricas, aparentes muertes naturales, porque cuando entran en un campo eléctricamente montado, las acciones energéticas propias provocan reacciones energéticas en contraposición. Ante mayor dinámica en las acciones, mayor respuesta en oposición; y en una de esas, la materia no aguanta. Cuanto más enérgicas sean tus acciones, más enérgicas serán las respuestas de los campos energéticos.
    - ¿Cómo sabe eso, Doctor?
    - ¿Tú acaso no sabes cuál es la esfera a la que pertenezco en nuestra sociedad?
    - Sí, usted es un eminente Profesor - respondió el alumno, siguiendo sus pasos hasta el portafolio de metal.- Para usted sería un placer si permaneciese, poniendo todo mi ímpetu y deseo para disuadir a los disgregados a reintegrarse. Soy considerado uno de los mejores alumnos; se esperan grandes logros de mis actitudes. Pero si salgo y permanezco comunicado, ¿tendría alguna utilidad? - con paso presuroso enfrentó una vez más al médico.
    - Bueno, hay micrófonos que son permanentes, es una medida de seguridad. Muchos trataron de transmitir a través de ellos. Hemos recibido mensajes incongruentes, - tragó saliva y continuó - gritos y lamentaciones deprecando el permiso de retorno. No sé qué sucede al atravesar las murallas. Hasta el expresar idiomático nada tenía que ver con el psiquismo del mundo en que estamos: todo lo que era de aquí no más se expresaba; pertenecían ya a un mundo de extraños y jadeantes del cual también querían huir.
    - ¿Y usted qué hizo, Doctor?
    - ¿Qué podría haber hecho? Dime.
    Todo medicamento que envíe murallas afuera no se adapta al balanceo genético y metabólico de quien lo absorba. Y si varío su composición para que sea efectivo, estaría prolongando la agonía y la locura - meneó la cabeza. - Creo que tú no imaginas cómo es ahí afuera.
    - Dígame Doctor, ¿por qué se nos prohibe ver imágenes del exterior?
    - Sólo es permitido para una categoría de conciencia que pueda asimilarlo.
    - Doctor, necesito ver esas imágenes - insistió.
    - Muy bien. Vayamos hasta los monitores.
    El médico caminó con paso decidido, seguido por el joven alumno hacia los grandes monitores que contornaban la sala.
    El equipamiento no variaba mucho de los grandes ordenadores que el Centro de Investigaciones Generales utilizaba para descifrar y reprogramar las claves encontradas en las excavaciones. El Jefe del C.I.G.R. tenía conocimiento de ellas, y no le causó asombro cuando el Doctor frente al panel presionó las extrañas teclas.
    - Deja que digite en las máquinas la solicitud y ellas, si después de analizar todo lo que estamos conversando consideran posible, proyectarán algo para que tú veas. No depende de mí.
    - ¿Quién hizo las máquinas, Doctor? ¿Ustedes?
    - En parte sí, en parte no - respondió, dando a entender que el funcionamiento de esos aparatos no era tema que un alumno en preparación debía saber.
    - ¡¿Cómo "en parte no"?!
    - Son máquinas que se van completando a sí mismas. ¿Tú no tienes libertad de conciencia?
    - Por momentos creo que sí - le respondió el joven con tono burlón. El Doctor reaccionó con un ademán amenazante, y luego con una sonrisa mostró que su enojo era falso. Retomó la seriedad para decirle:
    - Ellas tienen libertad de conciencia absoluta porque los sentimientos no participan de las conclusiones. Fíjate cómo los sentimientos te están devorando, enfermando y desequilibrando, llevándote hacia metas donde no encontrarás respuestas, ni beneficios, ni soluciones. Sin embargo persistes.
    Bueno, vamos a ver qué imágenes aparecen, si es que aparecen.
    Digitemos: "Tiempo: 5 segundos".
    4, 3, 2, 1. Parece que sé contar todavía - bromeó el canoso Doctor.
    La imagen se compuso como un rompecabezas pixelado.
    - Mira.
    - Sí, estoy viendo, Doctor - el joven se acercó a la imagen que resultó imperceptible para los miembros del C.I.G.R. - ¿Qué es eso?
    - Por lo que vemos, parece un ambiente muy árido... Un techo muy bajo con respecto a nubes.
    - Pídale a la máquina que coloque color, Doctor.
    - Está con color.
    El muchacho miró fijamente al Doctor que no le sostuvo la mirada.
    - ¿Y por qué el gris permanente, el color plomo tan triste y yermo invade hasta los muertos árboles? ¡Así no podría existir ningún tipo de vida!
    - prorrumpió - Lo que me está mostrando no es real.
    - ¿Tú piensas que no es real? - preguntó el Doctor con una actitud pasiva.
    - ¡Pues claro! - le respondió casi colérico - Si yo salgo a cualquier puerta y encuentro eso, ¿qué estado de conciencia latente voy a captar?
¡Eso es una mentira!
    - ¿Tú dices que las máquinas mienten?
    - Mienten. Es más que evidente, Doctor.
    Dígale que guarden sus proyecciones. He de partir en cuatro horas - resolvió decisivo, dirigiéndose a la puerta.
    - Como quieras. No digas después que no fuiste avisado.
    - Doctor, ahí afuera muchas cosas son irreales, pero hay que descubrir la llave de un tiempo y un espacio que fue modificado - volvió sobre sus pasos.- Y más le digo, Doctor: Las máquinas van a tener que hacer mucho para imposibilitar mi retorno.
    - ¿Sabes? No creo que puedas superar a las máquinas.
    - ¿A cuantos les mostró la proyección externa que acabo de ver?
    - A todos.
    - ¿Y cuántos creyeron en ella?
    - Y, hasta ahora, de cinco, tres. Dos dijeron lo que tú dices.
    - Doctor, estamos empatados, dos con uno: tres que rechazamos y tres que aceptaron. Los tres "Sí" pueden ser inducidos a pensar cualquier cosa; son mentes débiles a pesar de sus buenas intenciones.
    En horas estaré pasando por la puerta Norte - le dijo buscando la salida, pero antes de cruzar la puerta se dio vuelta para preguntar:
    - ¿Irá a despedirme, Doctor?
    - ¡Claro! Me gusta ver las últimas expresiones antes de enfrentar el otro mundo - respondió con tono sarcástico.
    - ¿Cuándo? ¿Después de ser preparado con los anticuerpos o antes?
    - Después; cuando la materia se acomoda a algunas de las condiciones externas.
    - ¿Le complace eso, Doctor?
    - No. Por momentos me divierte cómo es posible la inteligencia accionar la estupidez.
    - Es muy simple, Doctor. La inteligencia es algo vivo, y la estupidez es el resorte principal para accionarla.
Sólo los estúpidos, según sus conceptos, tienen la fortaleza de ir detrás de aquellas puertas. Y los muertos, como usted, permanecen en la lideranza de una sociedad que se niega a sí misma, porque niega su esencia.
    El vacío de palabras cubrió la habitación; el hombre recluido en sus pensamientos y el muchacho esperando una respuesta. El viejo Doctor quebró el mutismo:
    - Eres muy valiente.
    Charlie bajó la cabeza. No era lo que quería oír. Esperaba que el Doctor fuera más sensato como siempre se había mostrado; entonces se vio obligado a forzar la situación una vez más:
    - No, Doctor. Pienso, y usted piensa igual que yo pero tiene miedo que la máquina plasme sus pensamientos, y cuando se presente para seguir subiendo de categoría en la escala social, lo rechace.
    El canoso médico rió.
    - Ya me ha rechazado cuatro veces.
    Esa fue la señal para que Charlie le dijera tomándolo del brazo:
    - Mi querido Doctor, ¿por qué no viene conmigo?
    - Y... ¿Sabes la edad que tengo?
    - No sé, Doctor.
    - Cuando esto se inició, hace 53 años, yo ya tenía eh... casi 60. Por lo tanto, debo tener 113. Más o menos, ¿no?
    - Sí.
    - No quiero ni recordar, por eso no hago matemática en ese sentido. Pero ¿cuántos me das?
    - Unos 50.
    - Y bueno, quiero seguir con mis 50 años en apariencia.
    Y tú, ¿cuántos tienes?
    - Doctor, no sé si tengo 33 ó 34, qué sé yo. Tal vez 40.
    Dicen que tengo 32.
    - Mh... 32 años de una sociedad que desconoce al ser humano en esencia. 32 años de alguien que siente el llamado de su conciencia, conciencia genética que no puede ser adormecida y que quiere ir al encuentro de quienes la gestaron. Abrirá la puerta de los infiernos, porque dice sentir que están vivos.
    Y yo, ¿qué llamado siento?
    ¿Sabes? No siento llamado alguno, a no ser el de quedarme en esta sociedad a contemplar cómo se disgrega o cómo crece y procrea - su voz sonaba angustiada.
    El joven miró hacia el suelo pensativo, y en un acto inconsciente de quererlo retener, posó una mano sobre el portafolio de metal. El frío le refrescaba la sangre y sintió un extraño alivio. La mano rugosa del maestro palmeó sus dedos, y le oyó decir con melancolía más distendida:
    - Me creas algunos interrogantes...
    De continuar esto así, voy a quedarme sin alumnos - sonrió y luego suspiró.- Si voy contigo, sería una experiencia interesante. Hasta ahora vi partir alumnos solos. En este caso sería alumno y profesor. ¡Qué golpe le daríamos a las máquinas! Podría ser hasta un golpe de estado. ¡Mira! Ya suena la alarma en los tableros, están llamándome.
    En la puerta Norte, en tres horas y media.
    - ¡Va a ser fantástico Doctor! - se escuchó de la misma forma que si hubiera dicho "sabía que ésto pasaría" - Va a ser genial, porque antes de degradarse ambas conciencias, habrán alargado mucho el tiempo de acción. Las esperanzas agigantadas nos estimularán: Si uno no alcanza su objetivo, el otro puede hacerlo. Tiene que haber alguna victoria en el retorno. No es posible que nada en el exterior tenga valor o principios. Algo se quiso ignorar y olvidar, y no se ha conceptuado en la nueva sociedad de elite que se ha erguido. Quiere decir, Doctor, que ahí afuera el desespero es menos desespero y hay más sentido del que las máquinas pueden mostrar. Uno tal vez no consigue, pero dos creo que seremos una multitud.
    Esperaré por usted, Doctor, no me falle - apretó en su puño la arrugada mano con tanta fuerza como pudo.
    - Nadie me puede imposibilitar la salida. Sólo tendré que ceder mis cátedras, mis responsabilidades. Deberé entrar en el banco de memoria para conceder mis facultades y las máquinas no perderán el cúmulo de la Conciencia. Así seguirá transfiriéndose a otros profesores.
    El enigma va a ser: "El primer profesor que abandona la gran... la gran aventura de la humanidad".
    - Doctor, el tiempo se va; corre aquí dentro y allá afuera. Aquí es una fantasía y puede ser placentero; afuera, el tiempo es una realidad vital. ¡Vamos, no lo perdamos más!
    - Eres incorregible. Has hecho despertar en mí algo que consideré demasiado primario.
    - ¿Qué Doctor?
    - La tentación de lo desconocido. El desafío. Me siento más joven todavía.
    Ahora... Me preocupa que mis 113 años allá afuera pesen como tales.
    - Doctor, no pueden ser retiradas las realidades geométricas de su físico. Si así fuera, usted sería una realidad virtual.
    Somos realidades. Enfrentaremos nuestra verdad histórica, nuestro pasado. Tendremos que aplicar nuestro saber para recuperar lo que ha quedado.
    Si es que algún día nos toca vivir el sueño de la partida, será un sueño tranquilo y no agitado como están nuestras conciencias, exasperadas en vacíos de memoria, sustentada con mentiras; mentiras como esa proyección que las máquinas hicieron.
    - No, mi querido alumno, eso que has visto es parte de la verdad.
    - No lo creo.
    - Bueno, ¿hacemos una apuesta?
    - ¿"Apuesta", Doctor?
    - Sí. Un jueguito que se hacía antiguamente.
    Si tienes razón, tú mandas allá afuera. Si no la tienes, yo mando. ¿Aceptas?
    - De acuerdo, alguien tiene que mandar. Que sea el más inteligente y capaz.
    - Pensándolo bien eso podría generar un constante desafío, un inútil desgaste. Lo haremos en proporciones de equilibrio: cuando claramente se muestra el camino más lógico, aceptamos sin discutir ni conversar, rápida, instantánea y eficazmente.
    - Sí, Doctor. Sí, Doctor.
    ¡Vamos que el tiempo escapa!
    - El Tiempo... Gran desafío que nos espera.
    - ¡Vamos, Doctor!
    Charlie había tomado al médico por los hombros y lo impulsaba hacia la salida con el entusiasmo propio de un carácter joven y aventurero. La figura del Doctor irradiaba cierto esplendor.
    - Está bien, preclaro alumno. Hasta pronto.
    - Hasta luego, Doctor.
    Charlie recorrió un pasillo amplio iluminado por luz artificial que parecía llegar desde las paredes. Lo transitó sin que el holograma distinguiera la presencia de alguien más. Al final del corredor la luz se intensificaba. No se supo qué había luego, ya que la imagen, después de varias interferencias, se apagó para dar paso a otra búsqueda intensa del decodificador.
    - ¿Por qué cree que se interrumpe? - preguntó el auxiliar.- Imaginé que no pararía de grabar.
    - También lo creía antes de leer en una carpeta, que las máquinas, por proceso selectivo, grababan o descartaban - dijo el jefe.
    - Y... ¿en qué se basaban para distinguir los sucesos? - cuestionó el secretario caminando hacia la ventana y cerrando los vidrios para evitar que el frío húmedo, que nacía al caer la tarde, se adueñara de la habitación.
    - Por vibración - contestó el investigador.
    - ¿Quiere decir que seguían los impulsos nerviosos del portador? - indagó el auxiliar.
    - ¡Pero sería imposible hacer una selección en esa base! - replicó el secretario volviendo a su lugar.
    - No divaguemos teniendo material para analizar; de hecho, existen indicios de tecnología superior a la nuestra. Alcánceme la segunda carpeta de la pila.

    El secretario extrajo el legajo cuidadosamente. Antes de entregarlo vio escrito sobre la portada manoseada:

 
"Cinturones Analógicos - Algunas explicaciones"
 

    - Veamos qué encontramos aquí - dijo el jefe pasando las hojas amarillentas. Separó dos páginas y leyó en voz alta:
 
    ".........................................................................................

    El cinturón contiene dos memorias (superando a los de etapas anteriores que constaban de una sola):
 Una memoria analógica, constante, permanente.
    Mientras el individuo permanece vital, activo, no se desvincula del cinturón; esto garantiza que la conciencia esté entera.
    No perece con el individuo, quedando latente completada la transferencia.
    Otra memoria que puede retirarse para analizar.
    Es un chip de medida y forma particular, no intercambiable con otros cinturones.
    Cuando se reinserta, la memoria analógica le transfiere los segmentos faltantes con frecuencia de lectura apropiada para proveer un flujo continuo de reproducción donde pueda ser diagramada.

    El control del cinturón es un sistema perfeccionado que permite ser colocado a la altura de la glándula pineal, en conjunto con un elemento cartilaginoso de extrema flexibilidad y adherencia, ubicado en tres vértebras sobre el final de la columna.
    Puede ser individualizado con una máquina especial que, a la vez de verificar la continuidad de las memorias, analiza el espectro orgánico. Advierte cuerpos extraños (como los componentes del cinturón), cuando no tienen vibrares de los impulsos vitales, de frecuencia única y característica de cada Energía, ya que todas son diferentes. Una radiografía convencional los confundiría con el organismo.
    Los impulsos vitales anexan al organismo los procesos de continuación metabólica y evolutiva de la Energía que lo acompaña; pero un cinturón analógico es una combinación de accesorios artificiales conferidos al nacer.
    En los ciudadanos, la posición de los cinturones varía según la generación de estos aparatos. Deben portarlo porque universalmente es la prueba definitiva de la pertenencia a tal ciudad, a tal sistema 33; ya que las estructuras visibles son factibles de ser imitadas.
    Las antiguas huellas digitales no pueden ser repetidas; cada una de ellas es la emanación directa de las vibraciones de la Energía, determinando exclusividad; pero en los tiempos que corren estas impresiones pueden borrarse y volver a graficarse para perjudicar o dificultar los sistemas de análisis operativos de la seguridad. Un individuo que no tenga control (en este caso: cinturón analógico), no pertenece a sistemas comunales conocidos. Y una vez adultos, no pueden ser intervenidos para incrustárselos.
    Es muy difícil introducir espías, como también colocar variantes de continuidad evolutiva. Resulta enrevesado perturbar sistemas de control, pues trabajan por continuidad numérica y ésta no puede estar interrumpida.
    Si una criatura cesa su estado vital, el cinturón analógico lanza una frecuencia que se anexa a censores captadores de señales. Son codificadas y transferidas en mayor volumen de altas frecuencias al espacio. Donde esté la fuente creadora de aquel cinturón (de aquel individuo), acusa el fin del proceso activo. Los accionares que se perpetúen en las diversas partes de los cuadrantes seguirán siendo visados y verificados."
    Como medida de seguridad para no perder las circunstancias hasta entonces ignoradas, se recoge el cinturón del portador cuando éste muere.
    Si lo que encontrasen no fuera útil para la continuidad en el momento en que volviese a los estados normales de acción, la velocidad de conciencia inadecuada, lo dejan adormeciendo, guardándolo para etapas posteriores, como medida de seguridad. Se define por la programación analizada de cada uno, que se lleva en la computadora general, que va a dar las alarmas o la aprobación del individuo, que está pronto para las circunstancias para las cuales había sido elaborado.
 
    El jefe del C.I.G.R. dejó de leer en voz alta para continuar un poco más en silencio, aunque no demoró en agregar:
    - Escuchen esto:
 
    "... quizá deba verse como una computadora que estaba ahí adentro, que cuando se le pedía información entregaba cosas misteriosas.
    Muchas veces grababa sonidos como forma de expresión. Los sonidos tenían diversas fracciones y códigos, y quien estaba a cierta altura de conciencia y análisis tenía decodificadores.
    Accionándolos, soltaban frecuencias que trataban de absorber, anexadas de acuerdo a la latitud en que pertenecían en esas memorias; automáticamente se descifraban en imágenes. Las imágenes, colocadas a un transportador especial, se codificaban en un sistema de figuras tridimensionales, conformándose ya como sutiles ideas, no como hechos narrables o descripciones de pensamientos."
 
    Es todo - indicó el investigador.- Nos ayuda a entender un poco más.
    No hubo diálogo al respecto. Los tres hombres se encontraron retenidos por sus mentes, en pensamientos profundos.
 
    - ¿Alguien tiene hambre? - preguntó el auxiliar repentinamente, quebrando el silencio y quitando el papel plateado de uno de los sandwiches que habían quedado en la mesa desde temprano.
    - No - respondió el jefe y se puso rápidamente de pie - Discúlpenme un momento.
    El secretario reinscribió las claves en orden sobre un nuevo papel, mientras el auxiliar devoraba casi sin respirar.
    - Mhh... Qué prolijo - comentó el segundo mirando las anotaciones en rojo y sin parar de comer.- Cuando trabajaba en las excavaciones mandé cientos de requisiciones pidiendo un secretario como tú... Pero jamás me lo mandaron.
    - Es que algunos no nacen con suerte.

 

SUMATORIA DE CONCIENCIA EN PARALELO
 
CAPITULO I

    Cerró el libro.
    El tren lo mecía lentamente haciéndole sentir la fatiga del día. A esa hora él retornaba a su casa, fuera de la gran ciudad, después de estar toda la jornada en la oficina, excepto los noventa minutos que le otorgaban para almorzar.
    Como era habitual, los pasillos del vagón estaban abarrotados cuando subió, y colándose entre la gente pudo acercarse a los asientos.
    Después de la tercera estación, una señora gorda se puso de pie, y a su alrededor, sus adversarios, como fieras de caza, se aprontaban para ser el próximo ocupante del sitio. Con gran habilidad aprovechó el momento mismo en que la mujer pisó a su oponente, para deslizarse por la cuerina marrón del sillón. Se acomodó con una disimulada sonrisa triunfadora, aflojó la corbata, y abrió el portafolios sobre sus piernas para extraer un libro.
    Desde entonces leyó 58 páginas sin detenerse, acompañado de los ronquidos que salían de la gran bocaza del hombre sudoroso junto a él, y las miradas agresivas de los vencidos.
    Ahora estaba fatigado. Cerró el libro y bajó también sus párpados, porque en ese sacudir del tren dormitó.
    No llegaba a soñar, era un lujo que no se permitía de camino a casa, pero sí revivía en su cabeza los sucesos del día con rostros y voces. Recordaba al rubio bigotudo que tiene el escritorio a su derecha, cómo sonreía y se hacía el gracioso, posando de la manera que seguramente practicó frente al espejo, cuando la nueva secretaria de recepción entraba al despacho con sus piernas contorneadas y la minifalda reducida.
    Después, cuando la jovencita se retiraba, el rostro rosado y los bigotes emparejados adquirían esa expresión rancia; la cara del mundo que siente por dentro y por fuera.
    Veía en su mente al flaco canoso sentado detrás de él, cuando hablaba del documental que por casualidad vio en la T.V. acerca de la falta de alimento en el mundo y la niñez desnutrida. Y repasaba también, el debate sangriento que se estableció cuando el gordo, que goza del privilegio de estar sentado al lado de la ventana, hizo un comentario indiferente:
    - ¿Quién lo lamenta? Mueren tantos por tantas cosas durante el día.
    - ¿Acaso sabés cuantos murieron de hambre hoy? - dijo el flaco enrojecido de bronca - ¿Te importa saberlo?. ¡Claro! Como vos vivís acá, y estás gordo como un cerdo...
    Él tuvo que intervenir para que ambos se calmaran.
    Otra estación. De repente el hombre sudoroso despertó y se puso de pie, causándole un sobresalto.
    - ¿Dónde estoy? ¿Qué estación es?
    El le indicó el lugar donde se encontraban detenidos, cuando el tren comenzó a moverse nuevamente.
    - ¡Oh! - dijo el hombre tomándose la cabeza - Me tenía que bajar en la anterior y me quedé dormido. Ahora tendré que volver.
    Se sentó, cerró los ojos quedándose pasmado otra vez. Los pasillos ya vacíos. Faltaba poco para que el tren finalizara el recorrido; él debía bajar una estación antes.
    No quiso cometer el mismo error de su vecino de asiento, por lo tanto se incorporó en el sillón y ajustó la corbata. Miró a su alrededor papeles en el piso, latas de gaseosas, paredes pintadas con aerosol y la gente que transitaba de vagón en vagón dejando las puertas a su suerte, golpeándose con el vaivén del tren.
    - Somos una republiqueta de porquería - pensó - Todo lo que vemos lo tenemos que destruir, porque no hay cultura, ni respeto.
    Prefirió no angustiarse más, después de todo él ya estaba acostumbrado a viajar así, y retomó el libro.
    Ojeó las páginas sin leer. Rememoró ese mediodía, cuando aprovechó la hora del almuerzo para salir a comprar algo, no sabía qué, pero quiso pensar que se lo merecía, recorrió las casas de discos y libros que se extienden por la gran avenida, cercana a su trabajo.
    Entró en un local y se dijo:
    - Sí, eso es. Compraré un cassette de buena música, algo que hace mucho no escucho.
    Buscó entre los expuestos, pero no había nada de su agrado, hasta que por fin una muchacha de largo cabello oscuro se le acercó.
    - ¿En que puedo ayudarlo?
    - Sí, por favor - pidió él - ¿Tendría algo de Sibelius?
    - ¿De quién? - preguntó la joven, con una expresión fantasmal sobre su rostro.
    - Sibelius - repitió él - Es un compositor de música clásica - le explicó suavemente.
    - ¡Ah! - exclamó ella - Sí, venga por acá.
    Lo condujo hasta la sección que decía "Clásicos", y entre los exhibidores preguntó:
    - ¿Con C o con S?
    - ¿Cómo? - inquirió confundido.
    - El nombre - repitió ella - ¿va con C o con S?
    - Con S - le respondió acudiendo a la paciencia.
    - ¿Y lo toca él?
    Eso fue suficiente. Le dijo que dejara, que no compraría nada.
    - Disculpe, - se justificó ella - es que yo de clásico no sé mucho...
Luego caminó por la vereda, sintiéndose descorazonado.- Tal vez un libro... - se consoló, y entró a una gran librería en la que él mismo podría elegir qué llevar. En ese lugar dio con el libro que ahora tenía en sus manos, y satisfecho de haber tomado la decisión de comprarlo, pasó la palma en la unión de las páginas y continuó leyendo.


III
      El sonido agudo del decodificador aproximándose al final de la búsqueda fue el anuncio para que el Jefe del C.I.G.R. entrara en la oficina abruptamente y se sentara, mientras terminaba de ajustarse el cinturón.
    - ¿Es la primera señal? - preguntó.
    - Sí, Señor - respondió su secretario.
    - Haga que revisen esos baños: pierden las canillas y hay humedad por todos lados - el secretario lo anotó en su agenda electrónica.- Nos dieron un edificio de porquería.
    - En 1.967 se vivía bien aquí - comentó el segundo.
    - Han pasado 32 años, no se olvide...
    - ¡Vamos de nuevo! - el rostro moreno se iluminó de un extraño matiz e hizo que el Jefe del C.I.G.R. girara la cabeza hacia la zona de proyección.
    Charlie estaba en un corredor claroscuro. Caminaba nerviosamente de un lado a otro, controlando en su muñeca un complejo reloj.
    - No es posible. Cinco minutos para la hora marcada y no llega.
    Dijo al aire:
    - ¿Qué máquina le mintió diciéndole que era usted libre, Doctor?
    Sus pasos se hacían cada vez más largos y bruscos. De pronto se detuvo mirando hacia una entrada de vidrio que llegaba desde un salón pequeño y blanco.
    -¡Vamos, Doctor! Sus conceptos se niegan a permanecer, y quien en disgusto está debe apartarse o será aniquilado.
    Que no tenga que aparecer entre la niebla como una fantasía creada para satisfacer las necesidades, y sí el deseo real y verdadero, liberto. Usted está pidiendo partir.
    Una figura familiar se diferenció entre el salón y el corredor. El joven se concentró en la imagen. Corrió a su encuentro.
    - ¿Qué pasó? - le preguntó.
    - Nada. Querían hacerme un lavado cerebral. Temor de que me llevara algunas riquezas que las máquinas no hubiesen podido almacenar.
    - Doctor, ¿está diciendo...
    - Sí, estoy diciendo que "hace mucho tiempo", desde el primer estudiante que se marchó, mis firmezas del mundo ideal comenzaron a decaer. Yo le decía al corazón de 33 de no detenerme en las anteriores oportunidades. Ahora me responde: "El discípulo seleccionado está por partir. Puedes acompañarlo. El Nuevo Tiempo como Final, se aproxima. Aguardaré latente."
    El segundo y su jefe se miraron impensadamente.
    - ¿Quiere que detenga la proyección? - dijo el secretario.
    El Jefe del C.I.G.R. le dio a entender que no.
    - ¡Ah! ¿Por eso fabricó esa imagen apática? Fue usted.
    - No. Esa fue la máquina, aunque debo reconocer que no le pedí alguna de las mejores áreas geográficas sino la peor.
    - Doctor, no haga trampa conmigo.
    - Yo no hago trampa, ni la he de hacer... Quería ver qué había quedado de virtud en ti; si eras inteligente, fanático, estúpido, burro, sabio, o un fiasco.
    - Doctor, hace tiempo que me conoce.
    - Sí, pero te conocía como a varios de aquellos que caminan arrastrándose pensativos y nunca se deciden tomar alguna de las puertas. Les tengo rabia, fastidio.
    - ¿Recuerda cuántas veces usted me insinuó salir?
    - ¿¡Yo!? ¡Ninguna! - exclamó llevándose una mano al pecho.
    - ¿Cómo que no? Una vez, analizando las crisis sociales, dijo que todos los elementos habían sido seleccionados genéticamente, alimentados para una nueva sociedad, dejando al margen a los que habían sido naturalmente fecundados, emanados sanos y biológicamente en equilibrio. Equilibrio éste, con elasticidades previstas a través de exhaustivos análisis de los diferentes cuadros étnicos.
    ¿Por qué no fue contemplada una sociedad inferior a ésta, integrada por individuos un poco contaminados, pero con el derecho por lo menos, de no ser olvidados como el resto? ¡Dígame por qué!
    - No habían condiciones económicas, físicas, técnicas. ¡Eran otros tiempos!
    Así mismo, hoy tenemos restricciones. Tú conoces el esfuerzo energético que ha demandado ampliar toda esta gran área geográfica: desde 500 Km para 1.000 Km de diámetro.
    - ¡Vamos! ¿Y los frutos, Doctor? ¿Qué está generando todo eso?
    - Hay 67 % de disconformes. Quiere decir que nos quedan 33 % de "muertos". Estos son datos reales; las máquinas los presentan a quienes están en cierta categoría.
    - ¿Quiénes componen ese 33 % de muertos?
    - Inútiles, beneficiados directos, elementos de comando como yo. Es obvio que hemos creado la "República perfecta".
    - ¿"República", Doctor? ¿Qué es eso? - inquirió riente - Emplea términos anticuados.
    - ¿Sabes por qué dije "República"? Porque la genética es anticuada. Quisimos crear Conciencias nuevas con embriones primitivos. Sabemos, más que nunca, que todo se transmuta, nada puede ser suprimido.
    Fíjate: Sientes el llamado de tus antepasados y toda la existencia en equilibrio sucumbe ante su fuerza, no te puede retener. Y me arrastras a mí también, como un viejo estúpido típico de laboratorio. Pensar en esta experiencia, me carcome por dentro. ¿Qué estará pasando ahí afuera realmente?
    - Ya es la hora, Doctor.
    Los dos caminaron por ese opaco túnel, hasta desembocar en un área cercada y claramente preparada como centro de salida.
Cinturón Analógico
1 - (3 - 0039 - 21)
Programación 120 - 99
 

    El secretario miró la clave del decodificador y la escribió.
 

(continuará)
 

 
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