- Lo más trágico
es que ni los poderosos capitalistas ni los grandes científicos
saben dónde explotará la "bomba" que aniquile el planeta.
Me refiero a que se puede considerar a la contaminación como una
bomba. La superpoblación, otra. Pero ninguna de ellas es tan peligrosa
como la Era Cíclica Estelar, que provoca una crisis en todo el Sistema
Solar. Toda civilización desaparece, perdiéndose la ilación
de la conciencia humana por lo que debe recomenzar su evolución.
Cada Era permite que sobre el planeta se desarrolle una repetida secuencia:
desde el primitivismo hasta viajes espaciales estrictamente dentro de los
límites de nuestro sistema planetario. No hay escape para el humano,
dentro del ciclo repetitivo.
El Jefe del C.I.G.R. hablaba con vehemencia y señaló
hacia donde se había proyectado el holograma, para establecer una
comparación:
- Es una burla de Conciencias extraplanetarias para
cuando todos aquí piensan estar dominando sus destinos.
El segundo en el mando tenía un atado de
cigarrillos negros; lo abrió y con un pequeño golpe en la
base, hizo que se asomaran los tres primeros, y los convidó.
- Gracias, no fumo.
El investigador fumó instintivamente. Permanecía
alejado.
El decodificador parpadeó acaparando la atención
de los tres hombres, pero sólo duró un instante.
El auxiliar se puso de pie súbitamente.
- Esperar me altera los nervios.
- ¿Querría beber café? - dijo
el secretario.
- Sí. Me haría bien.
- ¿Y usted, Jefe?
No respondió. Con la mirada fija en el decodificador,
se mantenía ausente, envuelto en sus pensamientos.
- ¡¿Jefe?! - repitió una vez
más el secretario.
- ¡Eh! - respondió al fin con un sobresalto.
- Café. Si quiere una taza de café.
- Sí. Sí, claro.
El investigador y el auxiliar se miraron.
- No se inquiete. No debemos perder la calma.
El Jefe del C.I.G.R. sonrió. Sabía
que su auxiliar estaba tan ansioso como él, pero le agradó
encontrar un gesto de compañerismo en sus ojos oscuros.
- Alcánceme la carpeta - ordenó el
investigador.
El auxiliar retornó a su silla y se predispuso
a escuchar.
- Muy bien. El hombre alcanza el estado Superior.
Selecciona un grupo de mayor potencial, y delimita un área física
donde, aislados de factores decadentes, son educados desde pequeños
en base a una Conciencia libre: sin dogmas ni extremismos, previendo en
un plazo de 30 años, la desaparición de resabios de miedos
ancestrales.
A pesar de ello sienten insustituible la idea de
una Fuerza Cósmica Ordenadora, que crean como Conciencia Universal
pero que no es pregonada por pastor alguno, sino simplemente enseñada
por profesores como una materia más...
El moreno auxiliar asintió con la cabeza,
y con una cuchara de metal removió el café que el secretario
acababa de dejar frente a ellos.
- ...El individuo entiende que se desarrolla sin
familia por una necesidad de sobrevivencia. Sábese un eslabón
en la escala interplanetaria.
Leyó esta nota al pie de una de las páginas:
"Tal vez sirven los elementos surgidos y controlados en las ciudades experimentales Americanas, Rusas, Francesas, Australianas..."
El Jefe del C.I.G.R. ordenó que dejara continuar
la proyección.
- ...Todas las respuestas personales están
cargadas de emotividad y la emotividad desvía las soluciones.
- Sabe Doctor, usted está queriendo ocultar
un gran deseo: el de transformarse en una máquina.
- No mi alumno. No lo deseo. No estaría hablando
contigo si así fuese. Yo quisiera descubrir qué pasa por
tu interior; por qué no está latente en mí ese llamado
que sientes. Porque yo puedo pensar en los seres que están detrás
de las murallas y... son seres. Como cuando vivía en la antigua
sociedad: me enteraba que en otros países había miseria,
hambre, enfermedad, muerte, crímenes, policías, ejércitos,
cada país con su dilema; a cada sector geográfico se le aconsejaba
una solución de acuerdo a su milenar historia, pero nada de eso
participaba de mi vida. Mis problemas eran personales. Siempre busqué
el silencio, no los grupos sociales.
El rostro ovalado del doctor había perdido
la tensión de momentos atrás. Tratando de ahondar en el alumno,
lo observó largamente desde sus párpados caídos.
- Tú vas en busca del desespero y la locura
para ver cuánto tiempo has de mantenerte en pie o si serás
arrastrado por el viento que ellos generan - concluyó. - Dime, ¿de
qué te alimentarás cuando estés ahí afuera,
si sabes que tu propia decadencia será una continuidad del existir?
¿Cómo serán los días?
¿Cómo serán las noches ahí afuera?
¿Cómo has de soportar las lluvias
ácidas?
¿Cómo podrás cargar los vientos
calientes o fríos?
¿Deseas vivir en cavernas o en ciudades abandonadas?
¿En subterráneos?
¿Qué piensas que encontrarás?
¿De qué forma conducirás a
los pocos que logres convencer?
¿Les prometerás crear un microclima
con características y condiciones favorables, capaz de mejorar el
hábitat e ir paulatinamente curando las llagas de sus tres pulmones?
- ¿Cómo dice Doctor? ¿Tres
pulmones?
¿Qué factores han cambiado toda la
estructura de la genética?
- Lluvias radioactivas... Dos corazones vas a encontrar
con mucha facilidad, tres pulmones también; desarrollados por la
necesidad de filtrar los gases que deambulan allí.
- ¿Dónde vio todo eso Doctor? - cuestionó
desorientado el joven alumno.
- Así son aquellos seres que tú estas
clamando por salvar.
- No, Doctor. Eso es mentira - afirmó con
total convicción. - Si usted nunca dejó este sitio, si usted
bien dice, no ahora y sí en conversaciones anteriores que los que
salieron no retornaron, ¿cómo tiene conocimiento de las deformaciones
que acaba de marcar? Paréceme Doctor, que sus conceptos son idealizados
por el comando de la ciudad. No vacilo en afirmar que 33 mostrará
siempre caos y desolación fuera de las murallas energéticas.
Esa gente era y es inocente. Nunca imaginaron que
el mundo se transformaría así. La orientación del
desarrollo tecnológico que promovieron los poderosos se volcó
sobre un pequeño sector: un mundo de maravilla donde estamos usted,
yo y otros privilegiados. Esa gente es simple; soñaba y sueña
con vida, niñez, juventud, maternidad; con todo lo "ridículo"
si así quiere llamarlo; pero tenía y tiene esperanzas. Drásticamente
quedaron aislados en un área inmensa, peligrosamente contaminada;
el desamparo aposta guardaba la esperanza mezquina de que no sobrevivieran
estados comparativos de conciencia en armonía.
La voz grave del muchacho se quebrantó, permitiendo
que trasluciera emociones nuevas, cuando dijo:
- Desde el vacío se hace escuchar el clamor
en gritos bestiales desesperados de quienes nos han dado vida. ¿No
es así, Doctor?
- En parte sí y en parte no. Escuché
decir a alguien, en un tiempo cualquiera, que la ignorancia se pagaba muy
caro.
- Sí, la ignorancia se ha pagado muy caro
- reafirmó el joven.- Quisieron ignorar la realidad y lo han pagado
muy caro. Se les arrebató el fruto orgánico antes de ser
dejados para atrás. Un embrión, un módulo de esperanza,
un espectro creado como obra arquitectónica, por momentos silenciosa,
fantasiosa, soñadora, moribunda, rebelde o taciturna.
El doctor bajó la cabeza, y se produjo un
silencio abismal.
- Cuántos estudiantes tengo que por horas
caminan por los jardines de los institutos. Van con las miradas al huero
como si se preguntasen "¿Qué pasará mañana?
¿Por qué sucedió lo que pasó ayer? ¿Quién
es el que camina cerca de mí? ¿De dónde vino? ¿Qué
guarda en sus anhelos profundos que no me comunica? ¿A quién
le puedo decir lo que pienso?"
Uno que se detiene a mirar una flor, la contempla
sin olerla, se agacha, espía entre sus brazos si alguien lo sigue,
y continúa caminando ocultándose de sí mismo. Y tú
sabes muy bien de los grandes sensores que hay acompañando todas
las conciencias - suspiró con cierta resignación.- Todos
saben que son observados, y que no les dicen nada porque quieren saber
hasta dónde llegan. Las máquinas se alimentan de esas respuestas,
como se están alimentando de nuestra conversación.
- Si se alimentan de nuestras respuestas, ¿por
qué me dejarán partir, Doctor?
- Porque no pueden negarte el derecho de pensar
y de expresarte - contestó el médico caminando lentamente
hacia una ventana entreabierta y sin cortinas.- Si lo hacen, ellas dejarán
de existir.
El cielo sin nubes consentía que el sol de
la gran ciudad penetrara por los ventanales, y como un recuerdo añoso
el rostro del doctor se reflejó en el vidrio.
- Doctor, ¿quién ha dispuesto eso?
- preguntó acercándose.
- Siempre fue así.
Uno de los principales patrones de desarrollo y
crecimiento es no coaccionar ni destruir la riqueza intelectual. Las conciencias
que se preveía irían a deturparse o confundir los objetivos,
tuvieron que ser apartadas.
- ¿Aniquiladas, Doctor? - cuestionó
aproximándose un paso más.
El Jefe del C.I.G.R. se acomodó en la silla
con cierta inquietud, esperando que el reflejo del joven apareciese.
- Nooo... Bueno, sí. Algunas sí. A
otras eh... se les convidó a pasar por la puerta.
- ¿Cuál puerta, Doctor? ¿Norte,
Sur, Este u Oeste?
Para el Jefe del C.I.G.R. fue un portento el instante
mismo en que el joven se adelantó aún más cuando formulaba
su pregunta.
- ¡Aquí lo tenemos! - dijo golpeándose
con una mano la pierna.
La imagen quedó estática y en tenue
reflejo se dibujaba de frente, el rostro del joven alumno. Sus ojos eran
grandes, su nariz recta pero menuda, el cabello algo largo contornaba la
curva de la faz ovalada. Tenía labios carnosos, lo que daba la apariencia
de un muchacho sensible.
- Observen bien ese rostro, - dijo el investigador
- quizá sea la única vez que lo veamos.
Los dos hombres fijaron su atención, con
ceño fruncido, en la aparición.
- Señor, mire la frente - advirtió
el moreno auxiliar.
El investigador distinguió una extraña
cicatriz circular.
- ¿Es posible que sea? - murmuró
- Es posible - afirmó el auxiliar.
- Bueno, no podemos decirlo con certeza, pero de
ser lo que estamos pensando...
- ¿La cámara estaba ubicada allí?
- ¡Exactamente! - confirmó el jefe.
- Pero ¿cómo puede estar todo grabado
aquí? - interrogó el secretario tocando el cinturón.
- Evidentemente un circuito implantado mediante
microcirugía transmitía al cinturón analógico
- le respondió el segundo.
- ¿Continuamos? - preguntó el jefe.
- Sí, Señor.
- Puerta Sur.
- ¿Por qué el Sur fue siempre más
castigado?
- No ha sido más castigado; es que prometía
menos. Ellos eran rebeldes, potencialmente peligrosos; era factible que
generasen violencia en los que estaban en el Sur. Sabido es que la violencia
no es compañera de la inteligencia, por lo tanto estamos tranquilos.
- ¿Qué espacio físico está
previsto para nuestra sociedad?
- 1.000 Km de diámetro.
- ¿Y será que ellos no pueden contornar
los 1.000 Km. y aparecerse en la puerta Norte?
- No, no pueden - respondió con toda serenidad.-
Las máquinas, a través de satélites, generan lluvias,
tempestades, diluvios, monstruos... ¿Qué más piensas
que pueden generar?
- ¿La sed y la muerte? - interpeló
el joven.
- Claro, lógico. Si es necesario, muerte.
Primero se los intimida creando todas las dificultades
para que los héroes dejen de serlo y los valientes retrocedan, -
el doctor agregó un movimiento con el brazo para darle más
énfasis a su relato - y si alguien persiste... las máquinas
se verán obligadas a interrumpir su vida; - hizo una pausa y aclaró
- piedras que caen, avalanchas, árboles, descargas eléctricas,
aparentes muertes naturales, porque cuando entran en un campo eléctricamente
montado, las acciones energéticas propias provocan reacciones energéticas
en contraposición. Ante mayor dinámica en las acciones, mayor
respuesta en oposición; y en una de esas, la materia no aguanta.
Cuanto más enérgicas sean tus acciones, más enérgicas
serán las respuestas de los campos energéticos.
- ¿Cómo sabe eso, Doctor?
- ¿Tú acaso no sabes cuál es
la esfera a la que pertenezco en nuestra sociedad?
- Sí, usted es un eminente Profesor - respondió
el alumno, siguiendo sus pasos hasta el portafolio de metal.- Para usted
sería un placer si permaneciese, poniendo todo mi ímpetu
y deseo para disuadir a los disgregados a reintegrarse. Soy considerado
uno de los mejores alumnos; se esperan grandes logros de mis actitudes.
Pero si salgo y permanezco comunicado, ¿tendría alguna utilidad?
- con paso presuroso enfrentó una vez más al médico.
- Bueno, hay micrófonos que son permanentes,
es una medida de seguridad. Muchos trataron de transmitir a través
de ellos. Hemos recibido mensajes incongruentes, - tragó saliva
y continuó - gritos y lamentaciones deprecando el permiso de retorno.
No sé qué sucede al atravesar las murallas. Hasta el expresar
idiomático nada tenía que ver con el psiquismo del mundo
en que estamos: todo lo que era de aquí no más se expresaba;
pertenecían ya a un mundo de extraños y jadeantes del cual
también querían huir.
- ¿Y usted qué hizo, Doctor?
- ¿Qué podría haber hecho?
Dime.
Todo medicamento que envíe murallas afuera
no se adapta al balanceo genético y metabólico de quien lo
absorba. Y si varío su composición para que sea efectivo,
estaría prolongando la agonía y la locura - meneó
la cabeza. - Creo que tú no imaginas cómo es ahí afuera.
- Dígame Doctor, ¿por qué se
nos prohibe ver imágenes del exterior?
- Sólo es permitido para una categoría
de conciencia que pueda asimilarlo.
- Doctor, necesito ver esas imágenes - insistió.
- Muy bien. Vayamos hasta los monitores.
El médico caminó con paso decidido,
seguido por el joven alumno hacia los grandes monitores que contornaban
la sala.
El equipamiento no variaba mucho de los grandes
ordenadores que el Centro de Investigaciones Generales utilizaba para descifrar
y reprogramar las claves encontradas en las excavaciones. El Jefe del C.I.G.R.
tenía conocimiento de ellas, y no le causó asombro cuando
el Doctor frente al panel presionó las extrañas teclas.
- Deja que digite en las máquinas la solicitud
y ellas, si después de analizar todo lo que estamos conversando
consideran posible, proyectarán algo para que tú veas. No
depende de mí.
- ¿Quién hizo las máquinas,
Doctor? ¿Ustedes?
- En parte sí, en parte no - respondió,
dando a entender que el funcionamiento de esos aparatos no era tema que
un alumno en preparación debía saber.
- ¡¿Cómo "en parte no"?!
- Son máquinas que se van completando a sí
mismas. ¿Tú no tienes libertad de conciencia?
- Por momentos creo que sí - le respondió
el joven con tono burlón. El Doctor reaccionó con un ademán
amenazante, y luego con una sonrisa mostró que su enojo era falso.
Retomó la seriedad para decirle:
- Ellas tienen libertad de conciencia absoluta porque
los sentimientos no participan de las conclusiones. Fíjate cómo
los sentimientos te están devorando, enfermando y desequilibrando,
llevándote hacia metas donde no encontrarás respuestas, ni
beneficios, ni soluciones. Sin embargo persistes.
Bueno, vamos a ver qué imágenes aparecen,
si es que aparecen.
Digitemos: "Tiempo: 5 segundos".
4, 3, 2, 1. Parece que sé contar todavía
- bromeó el canoso Doctor.
La imagen se compuso como un rompecabezas pixelado.
- Mira.
- Sí, estoy viendo, Doctor - el joven se
acercó a la imagen que resultó imperceptible para los miembros
del C.I.G.R. - ¿Qué es eso?
- Por lo que vemos, parece un ambiente muy árido...
Un techo muy bajo con respecto a nubes.
- Pídale a la máquina que coloque
color, Doctor.
- Está con color.
El muchacho miró fijamente al Doctor que
no le sostuvo la mirada.
- ¿Y por qué el gris permanente, el
color plomo tan triste y yermo invade hasta los muertos árboles?
¡Así no podría existir ningún tipo de vida!
- prorrumpió - Lo que me está mostrando
no es real.
- ¿Tú piensas que no es real? - preguntó
el Doctor con una actitud pasiva.
- ¡Pues claro! - le respondió casi
colérico - Si yo salgo a cualquier puerta y encuentro eso, ¿qué
estado de conciencia latente voy a captar?
¡Eso es una mentira!
- ¿Tú dices que las máquinas
mienten?
- Mienten. Es más que evidente, Doctor.
Dígale que guarden sus proyecciones. He de
partir en cuatro horas - resolvió decisivo, dirigiéndose
a la puerta.
- Como quieras. No digas después que no fuiste
avisado.
- Doctor, ahí afuera muchas cosas son irreales,
pero hay que descubrir la llave de un tiempo y un espacio que fue modificado
- volvió sobre sus pasos.- Y más le digo, Doctor: Las máquinas
van a tener que hacer mucho para imposibilitar mi retorno.
- ¿Sabes? No creo que puedas superar a las
máquinas.
- ¿A cuantos les mostró la proyección
externa que acabo de ver?
- A todos.
- ¿Y cuántos creyeron en ella?
- Y, hasta ahora, de cinco, tres. Dos dijeron lo
que tú dices.
- Doctor, estamos empatados, dos con uno: tres que
rechazamos y tres que aceptaron. Los tres "Sí" pueden ser inducidos
a pensar cualquier cosa; son mentes débiles a pesar de sus buenas
intenciones.
En horas estaré pasando por la puerta Norte
- le dijo buscando la salida, pero antes de cruzar la puerta se dio vuelta
para preguntar:
- ¿Irá a despedirme, Doctor?
- ¡Claro! Me gusta ver las últimas
expresiones antes de enfrentar el otro mundo - respondió con tono
sarcástico.
- ¿Cuándo? ¿Después
de ser preparado con los anticuerpos o antes?
- Después; cuando la materia se acomoda a
algunas de las condiciones externas.
- ¿Le complace eso, Doctor?
- No. Por momentos me divierte cómo es posible
la inteligencia accionar la estupidez.
- Es muy simple, Doctor. La inteligencia es algo
vivo, y la estupidez es el resorte principal para accionarla.
Sólo los estúpidos, según sus conceptos, tienen
la fortaleza de ir detrás de aquellas puertas. Y los muertos, como
usted, permanecen en la lideranza de una sociedad que se niega a sí
misma, porque niega su esencia.
El vacío de palabras cubrió la habitación;
el hombre recluido en sus pensamientos y el muchacho esperando una respuesta.
El viejo Doctor quebró el mutismo:
- Eres muy valiente.
Charlie bajó la cabeza. No era lo que quería
oír. Esperaba que el Doctor fuera más sensato como siempre
se había mostrado; entonces se vio obligado a forzar la situación
una vez más:
- No, Doctor. Pienso, y usted piensa igual que yo
pero tiene miedo que la máquina plasme sus pensamientos, y cuando
se presente para seguir subiendo de categoría en la escala social,
lo rechace.
El canoso médico rió.
- Ya me ha rechazado cuatro veces.
Esa fue la señal para que Charlie le dijera
tomándolo del brazo:
- Mi querido Doctor, ¿por qué no viene
conmigo?
- Y... ¿Sabes la edad que tengo?
- No sé, Doctor.
- Cuando esto se inició, hace 53 años,
yo ya tenía eh... casi 60. Por lo tanto, debo tener 113. Más
o menos, ¿no?
- Sí.
- No quiero ni recordar, por eso no hago matemática
en ese sentido. Pero ¿cuántos me das?
- Unos 50.
- Y bueno, quiero seguir con mis 50 años
en apariencia.
Y tú, ¿cuántos tienes?
- Doctor, no sé si tengo 33 ó 34,
qué sé yo. Tal vez 40.
Dicen que tengo 32.
- Mh... 32 años de una sociedad que desconoce
al ser humano en esencia. 32 años de alguien que siente el llamado
de su conciencia, conciencia genética que no puede ser adormecida
y que quiere ir al encuentro de quienes la gestaron. Abrirá la puerta
de los infiernos, porque dice sentir que están vivos.
Y yo, ¿qué llamado siento?
¿Sabes? No siento llamado alguno, a no ser
el de quedarme en esta sociedad a contemplar cómo se disgrega o
cómo crece y procrea - su voz sonaba angustiada.
El joven miró hacia el suelo pensativo, y
en un acto inconsciente de quererlo retener, posó una mano sobre
el portafolio de metal. El frío le refrescaba la sangre y sintió
un extraño alivio. La mano rugosa del maestro palmeó sus
dedos, y le oyó decir con melancolía más distendida:
- Me creas algunos interrogantes...
De continuar esto así, voy a quedarme sin
alumnos - sonrió y luego suspiró.- Si voy contigo, sería
una experiencia interesante. Hasta ahora vi partir alumnos solos. En este
caso sería alumno y profesor. ¡Qué golpe le daríamos
a las máquinas! Podría ser hasta un golpe de estado. ¡Mira!
Ya suena la alarma en los tableros, están llamándome.
En la puerta Norte, en tres horas y media.
- ¡Va a ser fantástico Doctor! - se
escuchó de la misma forma que si hubiera dicho "sabía que
ésto pasaría" - Va a ser genial, porque antes de degradarse
ambas conciencias, habrán alargado mucho el tiempo de acción.
Las esperanzas agigantadas nos estimularán: Si uno no alcanza su
objetivo, el otro puede hacerlo. Tiene que haber alguna victoria en el
retorno. No es posible que nada en el exterior tenga valor o principios.
Algo se quiso ignorar y olvidar, y no se ha conceptuado en la nueva sociedad
de elite que se ha erguido. Quiere decir, Doctor, que ahí afuera
el desespero es menos desespero y hay más sentido del que las máquinas
pueden mostrar. Uno tal vez no consigue, pero dos creo que seremos una
multitud.
Esperaré por usted, Doctor, no me falle -
apretó en su puño la arrugada mano con tanta fuerza como
pudo.
- Nadie me puede imposibilitar la salida. Sólo
tendré que ceder mis cátedras, mis responsabilidades. Deberé
entrar en el banco de memoria para conceder mis facultades y las máquinas
no perderán el cúmulo de la Conciencia. Así seguirá
transfiriéndose a otros profesores.
El enigma va a ser: "El primer profesor que abandona
la gran... la gran aventura de la humanidad".
- Doctor, el tiempo se va; corre aquí dentro
y allá afuera. Aquí es una fantasía y puede ser placentero;
afuera, el tiempo es una realidad vital. ¡Vamos, no lo perdamos más!
- Eres incorregible. Has hecho despertar en mí
algo que consideré demasiado primario.
- ¿Qué Doctor?
- La tentación de lo desconocido. El desafío.
Me siento más joven todavía.
Ahora... Me preocupa que mis 113 años allá
afuera pesen como tales.
- Doctor, no pueden ser retiradas las realidades
geométricas de su físico. Si así fuera, usted sería
una realidad virtual.
Somos realidades. Enfrentaremos nuestra verdad histórica,
nuestro pasado. Tendremos que aplicar nuestro saber para recuperar lo que
ha quedado.
Si es que algún día nos toca vivir
el sueño de la partida, será un sueño tranquilo y
no agitado como están nuestras conciencias, exasperadas en vacíos
de memoria, sustentada con mentiras; mentiras como esa proyección
que las máquinas hicieron.
- No, mi querido alumno, eso que has visto es parte
de la verdad.
- No lo creo.
- Bueno, ¿hacemos una apuesta?
- ¿"Apuesta", Doctor?
- Sí. Un jueguito que se hacía antiguamente.
Si tienes razón, tú mandas allá
afuera. Si no la tienes, yo mando. ¿Aceptas?
- De acuerdo, alguien tiene que mandar. Que sea
el más inteligente y capaz.
- Pensándolo bien eso podría generar
un constante desafío, un inútil desgaste. Lo haremos en proporciones
de equilibrio: cuando claramente se muestra el camino más lógico,
aceptamos sin discutir ni conversar, rápida, instantánea
y eficazmente.
- Sí, Doctor. Sí, Doctor.
¡Vamos que el tiempo escapa!
- El Tiempo... Gran desafío que nos espera.
- ¡Vamos, Doctor!
Charlie había tomado al médico por
los hombros y lo impulsaba hacia la salida con el entusiasmo propio de
un carácter joven y aventurero. La figura del Doctor irradiaba cierto
esplendor.
- Está bien, preclaro alumno. Hasta pronto.
- Hasta luego, Doctor.
Charlie recorrió un pasillo amplio iluminado
por luz artificial que parecía llegar desde las paredes. Lo transitó
sin que el holograma distinguiera la presencia de alguien más. Al
final del corredor la luz se intensificaba. No se supo qué había
luego, ya que la imagen, después de varias interferencias, se apagó
para dar paso a otra búsqueda intensa del decodificador.
- ¿Por qué cree que se interrumpe?
- preguntó el auxiliar.- Imaginé que no pararía de
grabar.
- También lo creía antes de leer en
una carpeta, que las máquinas, por proceso selectivo, grababan o
descartaban - dijo el jefe.
- Y... ¿en qué se basaban para distinguir
los sucesos? - cuestionó el secretario caminando hacia la ventana
y cerrando los vidrios para evitar que el frío húmedo, que
nacía al caer la tarde, se adueñara de la habitación.
- Por vibración - contestó el investigador.
- ¿Quiere decir que seguían los impulsos
nerviosos del portador? - indagó el auxiliar.
- ¡Pero sería imposible hacer una selección
en esa base! - replicó el secretario volviendo a su lugar.
- No divaguemos teniendo material para analizar;
de hecho, existen indicios de tecnología superior a la nuestra.
Alcánceme la segunda carpeta de la pila.
El secretario extrajo el legajo cuidadosamente. Antes de entregarlo vio escrito sobre la portada manoseada:
- Veamos qué encontramos aquí - dijo
el jefe pasando las hojas amarillentas. Separó dos páginas
y leyó en voz alta:
".........................................................................................
El cinturón
contiene dos memorias (superando a los de etapas anteriores que constaban
de una sola):
Una memoria analógica,
constante, permanente.
Mientras el individuo
permanece vital, activo, no se desvincula del cinturón; esto garantiza
que la conciencia esté entera.
No perece con
el individuo, quedando latente completada la transferencia.
Otra memoria
que puede retirarse para analizar.
Es un chip de
medida y forma particular, no intercambiable con otros cinturones.
Cuando se reinserta,
la memoria analógica le transfiere los segmentos faltantes con frecuencia
de lectura apropiada para proveer un flujo continuo de reproducción
donde pueda ser diagramada.
El control del
cinturón es un sistema perfeccionado que permite ser colocado a
la altura de la glándula pineal, en conjunto con un elemento cartilaginoso
de extrema flexibilidad y adherencia, ubicado en tres vértebras
sobre el final de la columna.
Puede ser individualizado
con una máquina especial que, a la vez de verificar la continuidad
de las memorias, analiza el espectro orgánico. Advierte cuerpos
extraños (como los componentes del cinturón), cuando no tienen
vibrares de los impulsos vitales, de frecuencia única y característica
de cada Energía, ya que todas son diferentes. Una radiografía
convencional los confundiría con el organismo.
Los impulsos
vitales anexan al organismo los procesos de continuación metabólica
y evolutiva de la Energía que lo acompaña; pero un cinturón
analógico es una combinación de accesorios artificiales conferidos
al nacer.
En los ciudadanos,
la posición de los cinturones varía según la generación
de estos aparatos. Deben portarlo porque universalmente es la prueba definitiva
de la pertenencia a tal ciudad, a tal sistema 33; ya que las estructuras
visibles son factibles de ser imitadas.
Las antiguas
huellas digitales no pueden ser repetidas; cada una de ellas es la emanación
directa de las vibraciones de la Energía, determinando exclusividad;
pero en los tiempos que corren estas impresiones pueden borrarse y volver
a graficarse para perjudicar o dificultar los sistemas de análisis
operativos de la seguridad. Un individuo que no tenga control (en este
caso: cinturón analógico), no pertenece a sistemas comunales
conocidos. Y una vez adultos, no pueden ser intervenidos para incrustárselos.
Es muy difícil
introducir espías, como también colocar variantes de continuidad
evolutiva. Resulta enrevesado perturbar sistemas de control, pues trabajan
por continuidad numérica y ésta no puede estar interrumpida.
Si una criatura
cesa su estado vital, el cinturón analógico lanza una frecuencia
que se anexa a censores captadores de señales. Son codificadas y
transferidas en mayor volumen de altas frecuencias al espacio. Donde esté
la fuente creadora de aquel cinturón (de aquel individuo), acusa
el fin del proceso activo. Los accionares que se perpetúen en las
diversas partes de los cuadrantes seguirán siendo visados y verificados."
Como medida de
seguridad para no perder las circunstancias hasta entonces ignoradas, se
recoge el cinturón del portador cuando éste muere.
Si lo que encontrasen
no fuera útil para la continuidad en el momento en que volviese
a los estados normales de acción, la velocidad de conciencia inadecuada,
lo dejan adormeciendo, guardándolo para etapas posteriores, como
medida de seguridad. Se define por la programación analizada de
cada uno, que se lleva en la computadora general, que va a dar las alarmas
o la aprobación del individuo, que está pronto para las circunstancias
para las cuales había sido elaborado.
El jefe del C.I.G.R. dejó
de leer en voz alta para continuar un poco más en silencio, aunque
no demoró en agregar:
- Escuchen esto:
"... quizá
deba verse como una computadora que estaba ahí adentro, que cuando
se le pedía información entregaba cosas misteriosas.
Muchas veces
grababa sonidos como forma de expresión. Los sonidos tenían
diversas fracciones y códigos, y quien estaba a cierta altura de
conciencia y análisis tenía decodificadores.
Accionándolos,
soltaban frecuencias que trataban de absorber, anexadas de acuerdo a la
latitud en que pertenecían en esas memorias; automáticamente
se descifraban en imágenes. Las imágenes, colocadas a un
transportador especial, se codificaban en un sistema de figuras tridimensionales,
conformándose ya como sutiles ideas, no como hechos narrables o
descripciones de pensamientos."
Es todo - indicó el
investigador.- Nos ayuda a entender un poco más.
No hubo diálogo al respecto. Los tres hombres
se encontraron retenidos por sus mentes, en pensamientos profundos.
- ¿Alguien tiene hambre? - preguntó
el auxiliar repentinamente, quebrando el silencio y quitando el papel plateado
de uno de los sandwiches que habían quedado en la mesa desde temprano.
- No - respondió el jefe y se puso rápidamente
de pie - Discúlpenme un momento.
El secretario reinscribió las claves en orden
sobre un nuevo papel, mientras el auxiliar devoraba casi sin respirar.
- Mhh... Qué prolijo - comentó el
segundo mirando las anotaciones en rojo y sin parar de comer.- Cuando trabajaba
en las excavaciones mandé cientos de requisiciones pidiendo un secretario
como tú... Pero jamás me lo mandaron.
- Es que algunos no nacen con suerte.
Cerró el libro.
El tren lo mecía
lentamente haciéndole sentir la fatiga del día. A esa hora
él retornaba a su casa, fuera de la gran ciudad, después
de estar toda la jornada en la oficina, excepto los noventa minutos que
le otorgaban para almorzar.
Como era habitual, los
pasillos del vagón estaban abarrotados cuando subió, y colándose
entre la gente pudo acercarse a los asientos.
Después de la tercera
estación, una señora gorda se puso de pie, y a su alrededor,
sus adversarios, como fieras de caza, se aprontaban para ser el próximo
ocupante del sitio. Con gran habilidad aprovechó el momento mismo
en que la mujer pisó a su oponente, para deslizarse por la cuerina
marrón del sillón. Se acomodó con una disimulada sonrisa
triunfadora, aflojó la corbata, y abrió el portafolios sobre
sus piernas para extraer un libro.
Desde entonces leyó
58 páginas sin detenerse, acompañado de los ronquidos que
salían de la gran bocaza del hombre sudoroso junto a él,
y las miradas agresivas de los vencidos.
Ahora estaba fatigado.
Cerró el libro y bajó también sus párpados,
porque en ese sacudir del tren dormitó.
No llegaba a soñar,
era un lujo que no se permitía de camino a casa, pero sí
revivía en su cabeza los sucesos del día con rostros y voces.
Recordaba al rubio bigotudo que tiene el escritorio a su derecha, cómo
sonreía y se hacía el gracioso, posando de la manera que
seguramente practicó frente al espejo, cuando la nueva secretaria
de recepción entraba al despacho con sus piernas contorneadas y
la minifalda reducida.
Después, cuando
la jovencita se retiraba, el rostro rosado y los bigotes emparejados adquirían
esa expresión rancia; la cara del mundo que siente por dentro y
por fuera.
Veía en su mente
al flaco canoso sentado detrás de él, cuando hablaba del
documental que por casualidad vio en la T.V. acerca de la falta de alimento
en el mundo y la niñez desnutrida. Y repasaba también, el
debate sangriento que se estableció cuando el gordo, que goza del
privilegio de estar sentado al lado de la ventana, hizo un comentario indiferente:
- ¿Quién
lo lamenta? Mueren tantos por tantas cosas durante el día.
- ¿Acaso sabés
cuantos murieron de hambre hoy? - dijo el flaco enrojecido de bronca -
¿Te importa saberlo?. ¡Claro! Como vos vivís acá,
y estás gordo como un cerdo...
Él tuvo que intervenir
para que ambos se calmaran.
Otra estación.
De repente el hombre sudoroso despertó y se puso de pie, causándole
un sobresalto.
- ¿Dónde
estoy? ¿Qué estación es?
El le indicó el
lugar donde se encontraban detenidos, cuando el tren comenzó a moverse
nuevamente.
- ¡Oh! - dijo el
hombre tomándose la cabeza - Me tenía que bajar en la anterior
y me quedé dormido. Ahora tendré que volver.
Se sentó, cerró
los ojos quedándose pasmado otra vez. Los pasillos ya vacíos.
Faltaba poco para que el tren finalizara el recorrido; él debía
bajar una estación antes.
No quiso cometer el mismo
error de su vecino de asiento, por lo tanto se incorporó en el sillón
y ajustó la corbata. Miró a su alrededor papeles en el piso,
latas de gaseosas, paredes pintadas con aerosol y la gente que transitaba
de vagón en vagón dejando las puertas a su suerte, golpeándose
con el vaivén del tren.
- Somos una republiqueta
de porquería - pensó - Todo lo que vemos lo tenemos que destruir,
porque no hay cultura, ni respeto.
Prefirió no angustiarse
más, después de todo él ya estaba acostumbrado a viajar
así, y retomó el libro.
Ojeó las páginas
sin leer. Rememoró ese mediodía, cuando aprovechó
la hora del almuerzo para salir a comprar algo, no sabía qué,
pero quiso pensar que se lo merecía, recorrió las casas de
discos y libros que se extienden por la gran avenida, cercana a su trabajo.
Entró en un local
y se dijo:
- Sí, eso es. Compraré
un cassette de buena música, algo que hace mucho no escucho.
Buscó entre los
expuestos, pero no había nada de su agrado, hasta que por fin una
muchacha de largo cabello oscuro se le acercó.
- ¿En que puedo
ayudarlo?
- Sí, por favor
- pidió él - ¿Tendría algo de Sibelius?
- ¿De quién?
- preguntó la joven, con una expresión fantasmal sobre su
rostro.
- Sibelius - repitió
él - Es un compositor de música clásica - le explicó
suavemente.
- ¡Ah! - exclamó
ella - Sí, venga por acá.
Lo condujo hasta la sección
que decía "Clásicos", y entre los exhibidores preguntó:
- ¿Con C o con
S?
- ¿Cómo?
- inquirió confundido.
- El nombre - repitió
ella - ¿va con C o con S?
- Con S - le respondió
acudiendo a la paciencia.
- ¿Y lo toca él?
Eso fue suficiente. Le
dijo que dejara, que no compraría nada.
- Disculpe, - se justificó
ella - es que yo de clásico no sé mucho...
Luego caminó por la vereda, sintiéndose
descorazonado.- Tal vez un libro... - se consoló, y entró
a una gran librería en la que él mismo podría elegir
qué llevar. En ese lugar dio con el libro que ahora tenía
en sus manos, y satisfecho de haber tomado la decisión de comprarlo,
pasó la palma en la unión de las páginas y continuó
leyendo.
El secretario miró la clave del decodificador
y la escribió.