Oliver Robertt
Historias cortas de un mundo corto
 
Juguetes Literarios
 
1993 - 95
 
 

f Puesto de Avanzada c En un lugar que tal vez conocemosS Adivina, adivinador, ¿qué pajarito soy yo? Ä Cuarto de Pensión * Cartas al Amor desconocido é Una ventana en el tiempo ' El ardor del silencio P Buenas Noches, Profesor ³ El Dottor s En la serena calma de tu hablar J Risas lejanas que escuchan mis oídos m En la próxima Luna O Buenas Noches, Profesor - Parte 2 v Los Inmortales Ï Los peldaños fracturados de nuestra Conciencia µ La Represa ì Indiferencia en nuestro existir ÷ No me transfiera sus muletas, aprenda a caminar solo $ Solamente una vez ... A Si vamos a hablar verdades, como máximo dos & Las ilusiones de ayer

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Puesto de Avanzada
 
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Personajes

 

1 : Paisano 1 3 : Paisano 3

2 : Paisano 2 S : Sargento

 

    Un mamado salió de la tienda corriendo con una bota en la mano.
    Y dos paisanos que estaban parados afuera, se dieron vuelta, lo miraron y le dijeron:
    1 - ¿Qué te pasa, che? ¿Quién te corre? ¿Mandinga?
    3 - No! Parió! Tomar caña, en este solazo...
    Realmente mandinga, hasta es mansito ¿sabés?
    2 - ¿Qué te pasó?
    3 - ¡¡Nada, carajo!! Me surgió una expresión bien violenta de lo que é "Nacionalidá" y lo que é "Patria"
    1 - ¡Ah, mierda! ¿No será que va a dar fruto el primer gaucho cazado a lazo?
    2 - ¡¿Qué va a dar?!

    Se aproxima el Sargento:
    S - ¡¿Qué e lo que está pasando aquí, eh?! ¡Tanto grito!
    ¿Qué? ¿Quieren visar a lo indio pa' onde estamo?
    3 - Nah! Nah!
    S - ¿Nah, qué?
    3 - Disculpe, mi Sargento. Es que acabo de descubrir que los alcahuetes no somo nosotro, ni algunos pobretone que se escapan del fortín.
¡No! ¡No, no! ¿Sabe quiéne son lo alcahuete?
    Son los cóndores. Esos hijos de p... que andan volando tan alto. Y cuando cruzan la montaña, del lado de la frontera, para allá ... es como alcahuetan al enemigo.
    S - ¡Callate! ¡Pedazo de animal!
    3 - No. No, no.
    Si yo fuera usted, todo escudito o bandera que apareciera, mandaba a rajar lo cóndore. Porque siempre, fíjese, ellos andan volando allá arriba, en medio de las nube. Tan alcahuetando que é lo que estamo haciendo aquí, para ir a contarle al enemigo.
    S - ¡Callate que te meto un sopapo! Sí. Sí... Ahora te caes, gaucho sotreta!
    3 - ¡No soy sotreta!
    S - ¡So una mierda!
    ¡¡Callate!! Que si llegan a venir los indio, te quiero ver metiendo la patas entre las espina!
    3 - ¡Y ahí, voy a demostrar que soy Macho!
    S - Entonces, ahora vas hasta allá y volvés caminando a pata.
    ¡Sacate la otra bota, hijo é la gran puta, y mostrá que sos Macho!
 
    Y los compañeros que estaban tirados al lado de él, guardaron silencio, se arreglaron el chambergo, y dijeron:
    1 - ¡Puta que lo parió! ¡Cómo hace calor aquí, eh! ¿No é, Sargento?
    S - Sí que hace calor. Mucho calor. Mucha distancia. También mucha soledad.
    ¿Sabe qué está faltando para ese perro ahí? Una buena hembra, que le haga olvidar todas las boludeses que tiene.
    2 - Y hablando de eso, Sargento, ¿cuándo es que vamos pa' la ciudad?
    S - No sé. Dicen que tenemos que seguir espiando a los indios.
    1 - ¿Los indios? Pero si de noche, pasan al lado nuestro. Ni pelota que nos dan. Siguen caminando.
    2 - No nos dan bola ¿O no vio, Sargento?
    S - Nos dejan... Porque saben que somos tan poco, que ni sombra, ni sombra hacemos.
    1 - Sargento. ¿Qué le pasa?
    ¿Hace tiempo que no recibe carta, no?
    S - ¡Callate la boca, que te mando a sacar las botas a vos también, y a caminar arriba espinas!
    2 - No, Sargento. ¿Quiere que le cebemo unos mate?
    S - Sí. ¡Dejame de joder y servime unos mate!
    Haceme humo bajo, porque sino, te cago a palo.
    ¡Porque antes que vea al primer indio cruzando allá, con la lanza en la mano, yo te lanzo ésta que tengo aquí, y te la ensarto por hijo de puta!
    Y vos vas a ser el alcahuete; y no los cóndores de ese zafado de mierda, cazado a lazo. ¡¿Me escuchaste bien?!
    2 - ¡Sí, Sargento!
    1 y 2 - ¡¡¡Vamo a tomar mate!!! Vamo a tomar mate...
 


 
En un lugar
que tal vez conocemos
 
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Personajes

 

T : Tata H1 : Hijo 1
H2 : Hijo 2

 
 

    Muchos paisanos que lloran, parecen tener sentido en su inocencia de pensar; sin ir muy lejos las cosas, sólo viendo lo difícil que es respirar.
    Cantan sus obras tristes desde los primordios. A pesar de las desesperanzas, deben pensar a tiempo, para no quedar tirados en cualquier lugar.
    Arrimados a la gran capital, las cosas son diferentes. La autoridad aparece, y el respeto por la gente.
    Dentro de un gigantesco edificio donde se pierde, este campero descubre que había un número con el cual estaba registrado.
    El mundo sabía que él existía. No era así, tan ignorado.
 

    Abstraído por un momento, persiguió una quimera.
    "Tengo que volver a la tierra, trabajar. Después mis hijos continuarán. Y de aquí, quién sabe a qué tiempo, habrá un alambradito, vacas...
    Sentados al atardecer frente al rancho nos dejaremos abrazar por los colores de los cultivos y el lindo perfume de la tierra."

    Regresó de la distancia. Frente a una de las ventanas del gran edificio, superpuso su reflejo a las construcciones ciudadanas.
    Un número lo comprometía.
    Las manos callosas, y el cuchillo limpio.
    H1 - Soy un ciudadano. Me dijeron que a los próximos gobernantes puedo yo hasta elegirlos. ¡Cómo cambian las cosas! Parece mentira...
    T - Eh... Es así hijo.
    Yo me podría haber perdido en las grandes ciudades. ¡Suerte que estuve bien plantao y volví pa' la tierra!
    H1 - Alguien dijo que la tierra es la verdadera Madre.
    T - Me parece... para el que ha hecho bien las cosas.
    Yo no sé si las hice bien. Mejor no podía. Por lo menos es de ustedes lo que comen, lo que usan, lo que gastan. Si más al frente los vientos que vienen de la ciudad, los convidan para allá, yo me quedaré esperando.
    Es poco lo que tenemos. Hay quien no guarda nada. Pero a veces, de tanto haber escuchado, pienso que el que mucho tiene, todo lo pierde. El que poco tiene, nada le alcanza.
    Habrá que filtrarse por la gran manada.
    A través de los años... ¿quién sabe si podemos aumentar estas hectáreas?
    Los años pasan. De chiquilines, ahora ustedes son hombres.
    Y tú, que estás callado, ¿qué piensas?
    H2 - Yo no me quiero ir.
    Tal vez pase mucho tiempo hasta que alguien de nuevo pase por aquí, y viéndome hecho hombre, me recuerde de borrego.
    ¡Qué me inscriban y me den otro numerito más para ser de los que con su voto, hablan!
    T - ¡Callate! ¡No digas así!
    H2 - ¡Cierto, Tata! Acá estamos tranquilos, en calma. Comemos todos los días. Las pocas tierras que tenemos, nos bastan. Y si aparecen extraños por ellas, les podemos decir que se vayan.
    En el pueblo todos parecen enfermos, nerviosos. Mueven coches, camionetas, camiones y maquinaria. Pasan el día corriendo de un lado para el otro, y por más que hablan, no entiendo lo que dicen. Cada veinte palabras, la chequera ocupa un lugar. Eh... ¡cuánta soledad!
    Tata, una cosa que lo va a alegrar: conocí una china.
    T - ¿Ah... Sí? ¿Y quién es ella?
    H2 - La hija del almacenero... ¡trabajador el italiano! También está cansada de la ciudad.
    T - ¿Y... qué fue que le dijiste?
    H2 - Y le dije que... para andar solo por el mundo ahí, tal vez podíamos juntar los trapos; y he pensado por qué no se venía para el rancho.
    Pensé aquí... ¿vio aquellos palos con los que estuve los otros días?
    T - Sí.
    H2 - Es para que si un día se decide pasar por aquí, vé el rancho iniciado.
    T - Je! Yo te veía a vos haciendo un rancho. Pero ni imaginé que al hacerlo ya hubieras pensado que te querías en él meter.
    ¿Y tú, que iniciaste a hablar y ahora te quedas callado?
    H1 - Sí, Tata.
    Por veces soy tosco, más bruto que el arado, y en el medio de la ciudad me siento desencajao.
    Tal vez me gustase montar un puestito a la entrada de la ciudad. Ni muy dentro, ni fuera. Venta de semillas, gallinas, huevos, máquinas, cosas que muchos ahí deben estar precisando. No es que me queje de estar aquí, pero pensé en cambiar un poco las cosas.
    T - Y no es mala idea.
    ¿Por qué mañana no van al banco y ven la posibilidad de que ofrezcan algo por lo nuestro y se instalan el negocio?
    Con sacrificio, como hemos hecho siempre, iremos pagando de a poco.
    Parece que este año vamos a tener una cosechita razonable...
¿Qué pensaría la Vieja si viviese? ¡Una hipoteca!
    H1 - Más de una vez me he preguntado qué diría Mamá, no de la hipoteca, de otras ideas que he tenido por ahí.
    H2 - Es increíble, la Vieja partió pero sigue en nuestros destinos, pesando.
    T - Sí, hijo. A todos nos mantiene unidos, y muchas veces callados.
    H1 - Mañana mismo iremos al banco.
    T - ¡Yo los acompaño!
    No se preparen muy temprano, los bancos abren tarde. Quieren agarrar a la gente un poco cansada.
    H2 - Tata, ¿le gustaría un amargo?
    T - Seguro.
    ¡Linda esta última yerba que nos está llegando!
    H2 - ¿Y por qué no plantamos?
    T - Sí, vamos a tener una yerba de primera.
    H2 - No sé por qué no lo hemos hecho antes.
    H1 - Tal vez, porque no habíamos crecido para saber la importancia de estar juntos, conversando, pensando.
    T - Eh, hijo. Para eso se precisa tiempo, mucha fuerza de voluntad.
    El horizonte del destino no es muy amplio, pero nosotros gozamos de libertad y una simple alegría de existir.
     
 
 



 

 

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