En un lago, perdido en el centro
de un gigantesco bosque, donde el sol se ocultaba temprano porque las copas
de los árboles lo cubrían intensamente, surgieron dos bichitos
de LUZ. Eran pequeñitos pero muy inteligentes.
Cuando todo parecía estar en las más
profundas tinieblas ellos irradiaban, con su LUZ, una esperanza. En tanto
que otros aprovechaban para moverse, mudándose de casa o tal vez
cambiando de lugar.
Aquellos bichitos, que tantas veces se habían
sumergido en sueños profundos, decidieron esa noche, permanecer
despiertos.
Y uno le dijo al otro:
- ¿Has visto la fuerza de nuestra LUZ? ¿Percibiste
que cuando iluminamos los rincones que parecen distantes dan reflejos extraños
y las figuras que desconocemos comienzan a moverse?
- Sí, ya lo vi. Y también vi que nuestra
LUZ es fundamental.
Cuando iluminamos, el lago toma vida, aunque sólo
sea por instantes. Pero esa vida es muy importante.
- ¿Tú piensas acaso que la LUZ es
primordial para que ellos se muevan y existan, cuando en realidad continúan
viviendo en completa oscuridad?
Yo ya estuve despierto cuando el sol clarea entre
los árboles y muchos de los cuerpos y movimientos que ahora puedo
contemplar con mi LUZ, durante el día no existen.
- Sucede que nuestra LUZ genera sombras que con
la luz de la estrella no aparecen.
- ¿Será que iluminamos poco? O, ¿será
que iluminamos mucho?
- Yo sé que iluminamos donde precisamos y
en el momento en que lo hacemos, otros nos contemplan...
- ¿Qué pensarán cuando nos
contemplan? ¿Acaso se preguntarán por qué guardamos
tanta energía capaz de generar LUZ, mientras ellos no tienen nada?
Porque si tuvieran, también podrían generar su propia LUZ.
Estuvieron despiertos observando en el momento de
máxima irradiación, figuras extrañas que se movían
en el agua.
Caminaron un trecho sobre un tronco seco. El tronco
se proyectaba hacia el interior del lago.
Vieron un pez curioso que los estaba mirando.
- ¿Será que él espera que caigamos
de la rama para poder comernos?
- Nooo... El está extasiado con nuestra LUZ.
- Mira, si no me equivoco, tenemos sobre nuestras
cabezas una araña tejedora que se aproxima.
- Tienes razón. Y ella no está extasiada
con nuestra LUZ. Sólo piensa en hacerse un banquete con nosotros
para quedar lumínica.
- Pero aunque nos coma no va a lograr su propósito,
pues me han dicho que nuestra LUZ es nuestra.
- No entiendo esa forma de hablar.
- Sí, bah... Que es propia. Y lo que es propio
no pertenece a los otros.
Nosotros tenemos la posibilidad de emanar LUZ. Los
otros van a tener que crearla, pues por más que traten de quitárnosla,
con ellos no será nada.
- Sin embargo el otro día vi un caracol transportando
parte de un compañero nuestro, paseándose todo orgulloso
e iluminado.
- Iluminado porque le han prestado la LUZ; luego
ésta desaparece. Cuando pase un día o dos él no tendrá
más LUZ, mientras nosotros la tendremos cuando querramos.
Pero dime, ¿dónde está ese
caracol?
- Acompáñame y te lo mostraré.
Aprovecharon para huir de la araña tejedora
que se aproximaba cada vez más amenazadora.
Bajaron de la rama y caminaron hacia la vera del
lago.
- ¿Ya te has bañado?
- No, no. No puedo, se apagaría mi LUZ.
- Pero yo ya lo he hecho y mi LUZ no se apagó.
- ¿Cómo es posible? ¿De qué
manera lo hiciste?
- Fluctué con mis patas encima del agua,
agitando las alas.
- ¡Qué interesante! Tal vez algún
día yo aprenda a nadar de esa forma.
- ¡Ven! Te llevaré a donde está
el caracol.
Más adelante encontraron al caracol debajo
de una piedra. Tenía todavía un poco de fosforescencia de
aquel pedazo de cuerpo que cargaba sobre sí.
Los bichitos se acercaron para conversar con él.
- ¿Cómo has hecho para tener esa LUZ?
- Es LUZ propia - respondió el caracol lleno
de orgullo -.
- ¡Mentiroso! Esa LUZ pertenecía a
un compañero nuestro. Tú la has cargado. ¿Cómo
lo conseguiste?
- Bueno, en realidad yo pasé cerca de la
araña tejedora y en el momento en que ella cortó el cuerpo
por el medio, la LUZ cayó sobre mí; entonces aproveché
para irme con la LUZ. Ahora ella es mía.
- ¡Pero tú no has hecho nada para conquistarla!
- ¿Acaso no sabes que el que tiene LUZ la
posee por propio merecimiento?
- ¿Y tú qué hiciste para tener
LUZ?
Por lo que veo, sólo hablar y hablar escuchando
todo el día tu propia voz. Parece que piensas que estás con
la razón porque cargas un poco de LUZ.
- ¡Pero es claro! Todo el que tenga LUZ debe
mostrarla.
- Y tú, caracol, ¿todavía no
has podido conseguir LUZ?
- ¡Por supuesto que no! ¿Dónde
has visto un caracol iluminado?
Aquél que es caracol no tiene LUZ, y aquél
que es bichito de LUZ, como tú, tiene LUZ. Por eso se llama "bichito
de LUZ".
Los dos bichitos de LUZ se miraron extrañados
y uno de ellos dijo:
- ¿Sabes? Ese caracol es inteligente. Yo
no había pensado en eso...
Si no tuviéramos LUZ, ¿cómo
nos llamaríamos?
- Tal vez ni nos llamarían... Tal vez la
araña no nos buscaría...
- Ahora me pregunto, ¿por qué la araña
cortó nuestro compañero al medio y dejó caer la LUZ,
si lo que buscaba era la LUZ?
- La araña no buscó la LUZ. Buscó
sólo alimento.
- Ahhh, alimento, mhhh... ¿Quiere decir que
valemos más como alimento que como LUZ?
- No sé. Sólo sé que cada vez
que iluminamos encontramos nuestro camino y el camino de los otros. Fíjate,
ahora el caracol sabe por dónde puede caminar.
- ¿Vamos a apagar la LUZ para ver si se detiene?
- ¡Vamos!
Y los dos se quedaron quietos y sin agitarse.
Cuando volvieron a encender la LUZ vieron que el
caracol había desaparecido.
- ¿No es que la desgracia camina sin LUZ?
- Claro. Porque caminar, cualquiera camina; pero
saber hacia dónde se va es el problema.
- Y ¿será que él fue hacia
donde quería o habrá ido hacia donde lo llevó el acaso?
- Yo creo que él sabe muy bien adonde va,
porque puede rastrear la humedad del suelo, y mientras la humedad exista,
él sabrá que está caminando por lugares ciertos.
- Pero entonces, la LUZ, ¿para qué
sirve?
- La LUZ sirve para nosotros. Para que podamos alegrar
nuestro camino. Para que podamos alegrar la vida de aquellos que están
cerca de nosotros.
- Sí... Pero si en verdad los alegra, ¿por
qué muchos salen cuando el lago está en tinieblas y no cuando
es de día?
- Pensemos bien. Tenemos LUZ, ¿no tenemos?
- Sí.
- Podemos donarla a voluntad, ¿no podemos?
- Sí.
- ¿Será que algunos se beneficiarán
con nuestra LUZ?
- Tal vez.
- No, no. No me digas "Tal vez".
- Sí, tal vez. Porque si son animales que
viven de noche no precisan LUZ.
- Pero nosotros también vivimos de noche
y cargamos LUZ.
- Bueno, entonces será para iluminar el camino
de aquellos que gustan de la LUZ.
- Y... ¿será que a todos les gusta
la LUZ?
- Me parece que no, porque el otro día vi
una lombriz que se asomaba de la tierra y en el momento que encendí
la LUZ, volvió a esconderse.
- ¿Estás viendo? ¿No te dije?
Eso muestra que no todos quieren ser nuestros amigos, por más que
carguemos la LUZ.
- ¿Valdrá la pena quedarnos toda la
noche despiertos hasta que salga la estrella? ¿Por qué no
nos vamos a dormir?
- ¡No! Es peligroso, pues nuestra LUZ nos
condena, mostrando el lugar en que estamos; y ocurre que a veces tenemos
pesadillas y las LUCES se encienden.
La única manera de no peligrar sería
que tú te quedes despierto para avisarme cuándo mi LUZ está
prendida, así podría apagarla.
- No, no, tendría que ser de forma tal que
pudiéramos descansar los dos tranquilamente sin correr ningún
riesgo.
- ¿Cómo podríamos hacer?
- Déjame pensar un poco... ¡Podríamos
volar! ¿Qué te parece?
- ¡Buena idea!
- Cruzaremos al otro lado del lago, tal vez sea
diferente; quién sabe lo que allí puede pasar.
Emprendieron vuelo. Cuando estaban suspendidos en
el aire vieron que sus LUCES se reflejaban en el agua constantemente, y
observaron también, que algunos peces los seguían.
- Eeehhh...! Aquellos peces no descansan.
- Están desesperados deseando que caigamos
en el agua para comernos...
Llegaron hasta la orilla opuesta y cuando se posaron
sobre la arena sintieron cansancio.
- ¡Qué arena pesada!
- ¡Qué lugar extraño!
- Tendremos que iluminar con más intensidad
que de costumbre.
- Esperemos que no se acabe toda nuestra fuerza.
Caminaron. Caminaron.
Caminaron con gran esfuerzo. La arena estaba muy
mojada.
Cuando se acercaron a la parte seca notaron que
se iniciaba pasto.
El pasto era alto, intenso y áspero. Se recostaron
sobre él. Apagaron sus linternas y quedaron bajo un profundo silencio.
De repente escucharon unos pasos aproximándose;
punk, punk, punk, ...
Encendieron las LUCES rápidamente. Estaban
muy asustados.
Frente a ellos, una gran hormiga. Le preguntaron:
- ¿Adónde vas tú?
- Yo estoy vigilando los alrededores de mi hormiguero.
¿Y ustedes que hacen?
- Somos dos bichitos de LUZ que estamos viajando.
Vinimos aquí sólo para descansar. Nos vamos enseguida...
- No se vayan, por favor. ¿Podrían
iluminar mi camino? Tengo que hacer la ronda de guardia durante la noche,
pero no consigo ver por dónde voy.
- ¿Te parece que podemos confiar en ti?
- ¿Y por qué no? Yo no me alimento
de bichitos de LUZ. Si estuvieran muertos, tal vez lo haría. Pero
estando vivos, por mí, pueden seguir su camino.
Pero ahora, ¿por qué no siguen el
camino que yo preciso? Ustedes van iluminando adelante y yo los sigo; tal
vez así me ayuden a hacer guardia y pueda darles algo de comer a
cambio.
- No deja de ser interesante.
- Lo haremos.
Y así, en una experiencia extraña,
los dos bichitos de LUZ, comenzaron a volar mientras la hormiga caminaba
detrás aprovechando la luminosidad que ellos generaban.
Cuando estaban por aproximarse al hormiguero fueron
advertidos:
- ¡Cuidado! Paren por aquí, pues de
lo contrario mis compañeras pueden atacarlos.
- ¿Por qué?
- Es que todo elemento extraño que se aproxima
a nuestro hormiguero, debemos destruir.
- ¿Ustedes destruyen a los otros?
- Y... si no, nos destruyen. Es la ley de supervivencia.
- Nosotros no sabemos eso, sólo sabemos dar
LUZ.
- Pero ustedes no pueden estar dando LUZ a cualquiera
que se aproxime.
- ¡Te la hemos dado a ti!
- Sí, pero yo no soy cualquiera. Primero
hablé con ustedes y les dije que precisaba la LUZ para caminar.
- Está bien. Y ahora, ¿qué
hacemos?
- Si quieren pueden irse, pues yo ya di la vuelta
de ronda y no preciso más LUZ.
- ¿Y qué vas a hacer?
- Tal vez vaya al hormiguero y otra hormiga venga
a reemplazarme.
- ¡Qué vida monótona la tuya!
¿No haces más que eso?
- También hago otras cosas; pero hacer guardia
es muy importante, de esa forma protegemos a nuestras compañeras.
- ¿Las protegen? ¿De qué?
- De los enemigos que se quieren acercar con intención
de destruir nuestro nido.
Los dos bichitos de LUZ acababan de conocer una nueva forma de existir.
Decidieron volar nuevamente. Volaron... Volaron...
Llegaron hasta un tronco que tenía marcas profundas.
Iluminaron con sus propias LUCES dentro de una de
ellas y comprobaron que no había ningún otro animal.
Se acomodaron. Trataron de descansar, uno frente
al otro. Y se durmieron.
Empezó a llover, cada vez con más intensidad.
Se encresparon las cristalinas y sucias aguas del
lago.
Los peces se escondieron.
Los demás animales se retiraron en busca
de refugio mientras el agua, goteando, inundaba las grietas del árbol.
En poco tiempo los bichitos estaban siendo llevados
por un caudaloso río en dirección al lago.
Gritaron. Intentaron volar. Encendieron las LUCES
intentando ver hacia dónde eran arrastrados sin poder defenderse
de tamaña fuerza.
En el medio del lago, dos peces se los tragaron.
Uno de los peces se sumergió en la profundidad
del lago y descubrió que su barriga estaba iluminada. Sorprendido
vio a otro de sus compañeros igual que él.
- ¿Qué has hecho para tener la barriga
iluminada?
- Lo mismo que tú.
- ¿Será que hemos descubierto cómo
tener LUZ?
- No sé. Sólo puedo decirte que el
que me comí era lumínico.
- Y el que yo tragué también lo era.
Hacía horas que lo estaba mirando.
- En una profunda conclusión:
La LUZ se hace comiendo.
- ¡Nooo! La LUZ no es nuestra. Lo que nosotros
tenemos es a quiénes portaban la LUZ, que conseguimos usando el
único método posible para obtenerla, pues no podemos crearla.
- ¡Qué extraño...!
¿Tú piensas que a nosotros, otros
querrán comernos para tener la LUZ que cargamos?
- Es bien posible que así sea.
- Entonces sería interesante que la apaguemos
con nuestra digestión.
- Eeehhh... Cargar la LUZ de los otros no es bueno.
- Y cargar la LUZ propia tampoco lo es.
- Entonces es mejor quedarse en la oscuridad y quietos
porque cuanto más sombrío sea donde estamos, menos cuenta
se darán de que existimos.
Continuaron intranquilos porque se aproximaba lo
que ellos vaticinaban como la mayor indigestión.
Se miraron en silencio. Fueron hasta la superficie
y lanzaron fuera de sí los bichitos de LUZ.
Como nada es casual y todo tiene un por qué,
los bichitos cayeron sobre aquella primera rama, donde habían estado
conversando; por lo tanto no les fue extraña.
Luego de despertar, rápidamente comprendieron
lo que había sucedido.
Cargaban consigo una experiencia vital:
"Los primarios en Conciencia no miden las consecuencias de sus actos. Y aquellos que pensaban lo que hacían, más de una vez, se arrepentían."
Sacudieron sus alas. Probaron sus LUCES.
La tela de la araña tejedora había
sido destruída por la lluvia.
Observaron, a través del claro que los árboles
que rodeaban el lago ofrecían, que las nubes no más estaban.
Un rayo de luna surgía con intensidad.
Gotas de lluvia deslizándose por el tronco
en el cual se encontraban, limpiaron sus cuerpos.
Estaban prontos para continuar su existencia, convencidos de que la oscuridad del lago no debía ser interrumpida.
Volaron en dirección del bosque y descubrieron
que no estaban solos. Millares de LUCES brillaban.
Subieron hasta las copas de los árboles.
Y fuera de la limitación que estos daban, vieron y sintieron, por
primera vez, el impulso de la LIBERTAD.
Era un canto perdido del bosque.
Y dos lechuzas pensaron que, en el silencio de la noche, nadie iría
a interrumpir el diálogo que se habían propuesto.
Una de ellas, que viajaba a través de varios
horizontes, cargaba consigo plumas que mostraban su experiencia y su vejez.
La otra, que nunca se había aventurado más
allá de unos pocos metros, estaba dispuesta a escuchar lo que el
mundo traía desde las distancias y lo que podía haber bien
lejos, donde sus ojos a veces no alcanzaban; aunque siempre estaban abiertos
y atentos, observando todo lo que a su alrededor estaba por suceder. Esta
vez puso más dedicación que hasta entonces.
Antes de la reunión, se había colocado
en la rama más alta, del árbol más alto de aquel frondoso
bosque. Y mirando como centinela, observó cuidadosamente a la distancia,
la llegada de la que sería su compañera de noche.
Desde allí veía pájaros de
diferentes colores, y aves que no sabía definir, volviendo a sus
nidos, ocupando cada uno, estáticamente como una rama más,
el lugar que habían elegido para existir en el momento en que abandonaban
sus ansiedades.
El bosque estaba en completa calma... en apariencia,
porque de noche, ella que la pasaba bien despierta, había observado
la intensa vida de un sinfín de animales en la oscuridad. Oscuridad
que, al igual que a ella, parecía hacerles bien.
Junto a aquella nueva compañera le preguntó:
- De los lugares que vienes, ¿qué
transportas contigo que pueda ser diferente a todo lo que conozco de este
frondoso bosque que es mi mundo?
La otra lechuza bostezando como quien no quiere dar importancia, y a su vez diciendo, "Tal vez tenga que contar de nuevo mis andanzas", se acomodó en la rama, limpió su pico y comenzó a hablar:
Vengo de distancias y lugares
que nunca conocerás.
Cargo en mi memoria imágenes
que nunca verás.
He visto la lucha de la vida,
el nacimiento del dolor,
el ponerse de noches fatigantes
y de días que parecían deslumbrantes.
Y después
de una atenta observación
encontré en la memoria
que me quedaba,
que todo aquello era una lucha
para la NADA.
Pero otras veces,
en otros campos,
tal vez en un simple poste apoyada,
contemplaba cerca o distante
nidos con diversos tipos de pájaros
donde surgía lo que parecían ser
nuevas esperanzas.
Yo siempre solitaria
me decía:
"Prefiero estar sola
a estar acompañada
y que otros me sometan
y me conviertan en nada".
Viví y vivo solitaria.
De vez en cuando encuentro alguien
con quien conversar
y contar mis andanzas.
En ese momento revivo
las verdades, las mentiras,
las alegrías y las fantasías
que el mundo nos muestra.
Yo soy muchas y muchas
existencias
que ya no más se manifiestan
pero están en todas las memorias
que mis ojos atentos buscaron
por todas las formas
que mi conciencia guardara.
Y así seguí. Y aquí estoy.
Preguntaste qué te puedo contar de mis andanzas
y te digo:
La vida,
dependiendo con la conciencia
que se trata,
puede ser alegre, triste,
vacía o nada.
Presenta tantas variantes,
tantos altos y bajos
que es posible que te prometa,
tal vez, hasta un atajo.
Puedes sentir
que el amor te aguarda,
aunque por más que lo buscas
y tratas de alcanzarlo,
él, en forma desganada
se aparta
como una promesa,
que podrás algún día tener,
mas si lo tienes, te mata.
Cuántas aves vi morir de amor
y cuántas otras de soledad soñada.
Y a su vez, otros que emigraban
y al lado mío paraban
me decían que angustiosamente
buscaban y buscaban,
porque hasta el momento
sólo conseguían el Silencio,
que los desesperaba.
A más de uno le pregunté por qué
incesantemente trataban de alcanzar aquello que se apartaba, y ellos respondían:
"Si yo conquistase lo que busco, ¿Volar,
para qué?
¿Adónde iría?
¿Cuál sería mi necesidad
de existir si todo lo que buscaba está conmigo, me alcanza, me satisface,
me sobra, me desgana?"
Y así, cuando partían, me quedaba
pensando si la búsqueda de la felicidad debía ser necesaria
y constante, porque si se la tenía, ¿qué quedaría
por buscar? ...
Sé que guardo mis plumas blancas
y en ellas cada gesto que prometen
es una esperanza.
Y... sigo volando
en las noches silenciosas
con los ojos constantemente abiertos
porque si los cierro
puede pasar cerca de mí el instante
que tanto busco
y como desconozco
es posible que se desvanezca
en sombras raras.
Sí. Incesantemente vuelo.
Vuelo, podríamos decir,
hacia la NADA.
Pero si me tocase explicar la NADA,
tal vez lo podría hacer...
La NADA.
Resultante final
donde se agita el silencio
y las respuestas totales,
formando un núcleo
de tamaña densidad
que no podría expresarse
fuera de sí.
La NADA.
Final de la Conciencia,
del volar, del respirar,
del correr de la sangre
por venas y arterias.
Ya no más el impulso de la vida
se estaría manifestando
porque todo
lo que había que absorber o conocer,
la NADA lo guardaría.
Y si la NADA
ocupase un lugar en el espacio,
estaría en todo él,
que ha quedado
desde el inicio hasta el fin,
como en forma eterna,
esperando que una Conciencia
lo plasmara.
No sé si comprendes lo que estoy diciendo
porque para entender ciertas cosas hay que haber vivido.
Los jóvenes como tú guardan muchas
esperanzas, que brotan de todo lo que es desconocido.
Hablé cierta vez, con un pájaro muy
sabio, de largo pico, cuyos sonidos salían como silbidos. Y me contó
que viajando en las alturas mayores todo era tan pequeño que parecía
no existir; y a medida que bajaba, se conformaban las ideas, las memorias
retornaban y de esa forma sabía lo que era el agua, la piedra, el
viento.
Pero en aquellas distancias todo se conformaba...
en un Nada.
Por eso digo que dependiendo de dónde se
observa y colocando o no en acción la conciencia que brota con cada
imagen, con cada respuesta, ella crea las motivaciones para seguir en diferentes
direcciones, buscando algo que le diga que está satisfecha.
EL SILENCIO. Sería como completarse, como
tener dentro de sí todo lo que puede existir en impulso, en vida,
en inteligencia.
EL SILENCIO... Cuántas veces me he quedado
en silencio. Parece ser mi gran compañero.
Llego a un poste, una rama, como te he dicho, siempre
solitaria, y veo los pájaros a mi alrededor acomodándose,
partiendo o exhalando muchos de ellos ya cansados.
A veces,
las gotas de lluvia
me rodeaban.
Calmos vientos
mis plumas acariciaban.
Y sabiendo
que dentro de mí estaba
el mundo que me guardaba,
raramente me puse para afuera
y me mostré cuando cantaba.
Y mi canto era corto,
para muchos, sin sentido,
y por más que gritaba con intensidad,
parecían sordos,
nadie hizo eco a mis quejidos.
Caminaba,
me acomodaba,
saltaba de rama en rama
buscando nuevas performances
en mi pensar.
Pero más me encimaba
todas las ausencias
que la misma presencia
me mostraba.
Vacío guardé.
Vacío guardo.
Latente en mi Ser
una sensación extraña
me dice:
"Adormece o abre los ojos.
Toma cuidado o apártate".
Percibo que mi existencia
está acompañada.
¿Cómo es posible estar solo
y a su vez, abrazado
a una fuerza tan extraña?
Me ubico en un canto bien profundo de algún
gajo de un árbol frondoso que desconozco porque es mi compañero
nuevo. Él, ofreciéndome su refugio, también me pregunta
queriendo saber cuales son mis andanzas.
Yo le respondo:
No te preocupes por estar preso a raíces
profundas, por no tener forma de contar que has caminado, que te desplazas.
No se es Feliz yendo de un lado a otro, como tal
vez no seas Feliz estando siempre en la misma estancia.
Si tu guardas sabiduría porque horadas la
tierra con tus fuertes raíces, puedes contarme lo que hay de la
superficie para ese abajo que yo desconozco.
Tú extraes vida,
existes fuerte,
firme.
Nada te desmonta,
ni el más fuerte viento
por más que te agite.
Y yo, con todas mis andanzas
tengo que seguir
buscando tu protección
porque sino, parece
que la suerte me desampara.
Ya ves, yo cargo distancias conmigo
a través de mis alas,
y tú guardas mucho más poder
estando fijo y parece que no andas.
¿Será que la alcanzaré o siempre estará tan distante de mí? ..."
Voy, sí. Sí amiga, voy.
Un día también iré junto a
ti en los caminos que andas. Y cuando los rayos de la luna iluminen nuevamente
las copas de los árboles con su luz blanca, me lanzaré a
través de las nubes en busca de tu canto, de tus quejidos, de tus
llamados y te diré:
"NO ESTÁS SOLA, YO TAMBIÉN ESTOY EN
TUS ANDANZAS.
ES PREFERIBLE QUE JUNTOS HAGAMOS EL CAMINO PORQUE
ASI HABREMOS QUEBRADO EL SILENCIO DEL NADA".