V - Viento
P - Príncipe
R - Rey
Vj - Vieja
D - Doncella
P1 - Pueblo
1
P2 - Pueblo
2
P3 - Pueblo
3
Entre piedras que se formaron
al acaso, también parecía al acaso una fuente surgir.
El agua era tan cristalina, tan transparente, que
por momentos, como espejos, daba efectos cambiantes.
Me conformé como viento y danzando a su alrededor,
agitaba los cabellos de líquido que se desplazaban, y en tintillantes
notas hacía melodías surgir.
Aquieté la superficie y en su interior pude
ver un pez multicolorido y de desconocida forma, observándome.
Yo, Viento era.
Contornaba la fuente, volvía a llegar, y
él parecía saber por dónde mi Conciencia se desplazaba.
Me detuve. Y como suave brisa, lo invité
a aproximarse a la superficie.
Sus ojos, aparentemente inexpresivos, miraban con
curiosidad profunda.
Mis dedos lo alcanzaban como tenues soplos de la
realidad externa del líquido. El abría su boca queriendo
alimentarse de los impulsos que mi Energía le concedía.
Di otra vuelta recorriendo los límites de
la fuente, y al terminar una curva, me encontré con lo que podía
ser... ¿Cómo lo describiríamos en este plano?...
Un hermoso mancebo. Se sentó en una de las
piedras. Me contempló y dijo:
P - ¿Quién
eres?
¡Me has liberado de una forma tan simple,
permitiendo que yo de nuevo esté a Ser!
Me densifiqué en formas que para él
también fueran agradables y dialogamos:
V- ¿Quién
eres?
P - Un príncipe
que fue encantado.
V - ¿Príncipe?
P - De una Corte
lejana, mas, cercana.
No entiendo lo que ha pasado, porque recuerdo...
recuerdo que cerca de mí el castillo estaba. Y castillo no hay.
Jardines y parques...
Sólo esta extraña fuente...
¿Cuánto tiempo así habré
estado?
Traté de indagar y como respuesta sentía:
"En ti está el pasado. En tu fuerza está guardado."
V - Si miras
con expresión de Amor a todos los campos que te rodean, aquello
que piensas que ha partido, aún existirá.
Es consecuencia y continuidad del encanto.
P - Ah! Yo había
sentido que mis fuerzas estaban de nuevo y con eso todo estaba claro. Pero
no es así.
¿Dónde está el castillo? ¡Ah,
está ahí!
¿Dónde están los que eran mis
criados? En el campo.
¿Los árboles, los pinos, los pájaros
y la bella expresión del sol cruzándose entre las ramas en
reflejos soñados?
¡Sí, todo es realidad!
Estaba en mi interior guardado.
Ahora estoy liberándome de ese fantástico
y triste pasado.
V - ¿Cómo
fue que en pez te habías transformado y que estabas...? ¿Si
yo no llego, por cuánto tiempo así sería?
P - Fue... Fue
una triste historia. Una triste historia como muchas parecidas:
"Un príncipe que se enamora de una doncella distante y cuando
ella llega, en toda la belleza que mostraba, guardaba hechizos que él
desconocía."
Mi padre bien que me alertaba y me decía:
"Hijo, toma cuidado. Tú sabes que los negocios del Reino
exigen sacrificios. Sacrificios por veces pesados".
"Pero, Padre" - decía yo- "Tener que unirme a ella
va a ser tan fácil. Es tan bella, tan bonita, tan excelsa criatura.
Tan, tan fina, tan delicada. ¿Cómo podría negarme?"
Y mi padre replicaba:
"Hijo, si te dejas llevar por lo que ven tus ojos, corres serio
peligro. Tú no debes olvidar que ella viene de Reinos distantes,
de cultura diferente a la nuestra, y se dice que por allá las Hechiceras
abundan.
¿Qué es lo que sabes de ella, si
lo único que conocemos es de estos días que ha pasado en
la corte, nada más?"
"Padre. Es tan dulce, tan suave, tan soñadora."
... ... ...
Y ahora veo lo que mi Padre veía. Yo era joven,
enamorado, virtuoso en cantar con mi lira, canciones a todos los vientos...
¿Pero quién eres tú, que guardas
el poder de restituir lo que soy?
V - YO SOY EL
VIENTO.
COMO VIENTO ME HAS CONOCIDO Y COMO VIENTO ME CONOCERÁS.
Parece que estoy a pasar y al
pasar no veo. Pero cada cosa es marcada con mi expresión y nada
del pasado queda igual.
Como viento puedo filtrarme por las puertas, por
las paredes y hasta por el tiempo. Por eso, cuando vi la fuente, bonita,
pero extraña, diferente de todas las que en mi caminar conocí,
algo me llamó.
Tal vez mi experiencia de andar y andar y andar
y tantas cosas escuchar.
Cuando te concedí el soplo de mi Energía,
entregué las llaves; porque había descubierto que tú
estabas, no en camino cierto y que te habían obligado a una posición
que no era de tu agrado.
¡Pobre Energía! Y ahora, ¿cómo
te sientes?
P - ¿Yo?
Me siento bien.
¡Tanto tiempo! ¿Cuánto tiempo
habrá pasado? Si mal no recuerdo había algo que yo siempre
miraba... Un peñasco. Una piedra... Sí, sí, allá
está, pero... ¡Qué pequeña! ¡Era tan grande...
¿Cómo se puede haber desgastado, quebrado...? ¿Qué
ha pasado?
V - ¿Sabes?
Eso estaba guardado en tu interior y le has dado vida; pero ni las ruinas
existen.
P - ¿Es
todo fantasía?
V - No. Al tú
existir, es todo realidad.
P - Pero si dices
que como viento llegas y como viento no veías y ahora, como dices,
en mi interior estaba y al exterior lo coloco y se manifiesta, ¿es
fruto de mi Conciencia?
V - Sí
y no. Porque en el momento que tú paraste y dejaste de ser un príncipe,
el tiempo paró también en todas las Conciencias de aquellos
que te amaban y el tiempo continuó en las Conciencias de aquellos
que no te amaban.
P - ¿Qué
quieres decir?
V - Quiero decirte
que si caminas en dirección al castillo por los caminos floridos
que tu Conciencia había guardado, por tu caballo, por tus pajes,
por todo aquello de lo que tienes memoria, muchas cosas no encontrarás.
P - ¿Mi
Padre?
V - No sé.
Yo sólo soy el viento.
P - ¿Aquella
que era mi compañera?.
V - Te digo que
sólo soy el viento.
Eh... como viento también tengo que decirte
que pocas veces he usado de mi poder.
¿Por qué no vas hasta el castillo?
Yo te acompaño. Puedo traerte el aroma de
las flores, el perfume que emana del campo, las hojas que al caer formarán
una alfombra en tu camino.
Puedo también golpear o abrir las puertas
del castillo. Puedo entrar cantando por los corredores y avisar, a los
que adentro están, que tú llegas.
¿O quieres la incógnita?
P - Prefiero
la incógnita. Porque si mi compañera aún existe, tentará
nuevamente el hechizo.
He sufrido mucho.
¡Cuánto tiempo! Ahora sí comprendo.
V - ¡Vamos,
camina!. O quieres que traiga hasta aquí, aquel que dices era tu
caballo.
P - Sí.
V - Allá
voy.
Enlacé suavemente el corcel y lo traje ante
la presencia del príncipe.
El montó. Montó con toda la fuerza
que guardaba de su juventud preciosa, y al galope fue.
Yo corría entre las flores, danzaba, quería
ver el accionar de las Conciencias humanas.
Me planté sobre el frente del castillo para
verlo pasar por debajo. Adentro tocaron trompetas. ¡Había
vida!
Bajé. Me recliné acariciando suavemente
una columna.
El príncipe desmontó lentamente, caminó
en dirección... eh... a su padre.
El padre lo mira y le dice:
R - No es posible.
¿Tú estás vivo?
P - ¿Por
qué te extrañas, Padre?
R - Pero si te
hemos enterrado.
P - Nooo, habéis
enterrado a cualquier otro. A mí no.
R - ¡Pero
sííí!
Guardias, vengan aquí. ¡Guardias!
El príncipe comenzó a preocuparse.
V - Mira, yo te
aconsejo tomar tu caballo y partir. Parece que las cosas aquí no
vibran para tu lado.
O piensan que eres un fantasma...
P - ¡Escúchame!
Si yo quiero volver es por aquello que era mío, el pasado, lo que
me pertenecía. Regresar a lo que yo puedo idealizar porque conozco...
¿Adónde iría, si fuera de esto,
nada para mí existe?
V - Lo sé.
No debes olvidar que ellos existen porque tú piensas. Has alimentado
el pasado en un tiempo irreal.
P - ¿Qué
quieres decirme?
V - Que tú
eres Señor de todo lo que estás viendo.
Si una flor no te gusta, apágala. Si un paje
es indiscreto, desaparece. Si tu padre te quiere hacer daño, ponlo
de lado.
P - Pero ¿Cómo
puedes orientarme así... Tú...?
V - Yo soy el
viento. Y como viento guardo la memoria de todos los humanos que cerca
de mí pasaron, o me aspiraron y después me exhalaron.
P - ¿Y
si yo te exhalo?
V - Tal vez te
vuelvas de nuevo un pez.
P - Tú
no eres el viento. ¡Tú eres un brujo!
V - Nooo. No
te dejes llevar por la fantasía. Bastante has tenido con la que
era tu compañera.
P - Pero entonces,
¿si yo he aspirado parte de ti y retorné a existir; y con
mi Conciencia proyecto hacia afuera de mí todo lo que yo deseaba
como felicidad, como pasado, como presente, tú ahora me dices que
tengo que aniquilar parte de lo que idealizo porque se vuelve en contra
de mí?
V - No. No se
vuelve en tu contra. Sucede para ellos tú fuiste enterrado. Para
tu compañera estás convertido en un hechizo; pues ella usó
a otro, convirtiéndolo en alguien semejante a ti; y es al que enterraron.
P - ¿Entonces?
V - ¿Por qué no le preguntas a tu Padre si tu compañera aún está en el castillo?
Yo había mirado ya por los corredores y en
un tercer piso vi un rostro inconfundible.
El príncipe, ya montado, dijo:
P - Padre, ¿aquella
que era mi compañera...
¡Dile a tus guardias que se queden quietos
por un momento! ... aún está en el castillo?
El Padre se adelantó dos o tres pasos y trató
de mirar hacia arriba. El príncipe miró en la misma dirección;
entonces encontró los ojos de ella, que muy hipócrita, con
un pañuelo, lo saludaba.
¡Me dio rabia! Le arranqué el pañuelo
de la mano.
"¡Qué torpeza la mía!"
- dijo ella en un tono suave - "Bueno, si él recoge el pañuelo,
pez de nuevo será."
El sintió el impulso. Comenzó a caminar
en dirección al lienzo. Yo lo soplaba, y el pañuelo corría.
El se aproximaba, lo quería agarrar y ... ¡¡fshh, fshh!!
V - ¡No
lo toques!
P - ¡¿Por
qué?!
V - ¡Toma
cuidado! Parece que estás loco. Hablas en voz alta para la nada.
¿Cómo no se van a asustar al verte?
P - Tienes razón...
¿Ellos no te ven a ti?
V - Yo soy el
viento.
P - ¿Dónde
está el pañuelo?
V - Lo he escondido
para que tú no lo veas, porque está hechizado y si lo tocas,
de nuevo te convertirá en pez.
P - ¡Otra
vez!
V - Sí.
P - Pero, ¿no
fuiste tú el que arrancó de su mano el pañuelo?
V - Yo lo hice
para que ella no sea mentirosa... que sólo mueva la mano, sin la
belleza de un pañuelo tan delicado. Pero cuando caía pude
medir la imprudencia de mi acto y me dije:
"Es muy peligroso".
P - Tú
sabes que si no lo recojo perderé la posesión de ella.
V - Y, ¿cuándo
la has poseído?
P - ¡Era
mi compañera!
V - "Era",
has dicho.
Tú, para ella, estás enterrado a cuatro
palmos. ¿Sabes contar?
P - Mh...
V - Mas, en realidad
estabas a medio metro de agua. ¿Sabes el tiempo que estuviste?
P - ¿...?
V - Ella desea
que estés nuevamente hechizado, pues entonces adormecerán
todos y su Energía, libre, puede existir en otros castillos tramando
lo que quiera. Pero si tú retornas como lo has hecho, se verá
obligada a permanecer corredor por corredor, impacientemente como una viuda
desesperada.
P - ¿Qué
es lo que me recomiendas?
V - Súbete
al caballo. Diles que irás a dar una vuelta hasta que se acostumbren
de nuevo a tu presencia. Y cuando veas el camino bien extenso, yo te lo
limpio de piedras, ¡corre, corre, corre hasta que reviente el caballo
si es necesario!, pero no pares.
P - Pero, ¿adónde
voy a ir? Si fuera de aquello que se ve por ahí...
V - Te he dicho
que hables en voz baja; van a pensar que eres extremadamente loco!!!
P - ¿Tú
no eres el viento?
V - Sí.
P - Entonces,
¿por qué no haces que mis palabras no lleguen hasta ellos?
V - Pero te verían
gesticular. ¡¿Qué piensas?!
Ellos están a fin de liquidarte de nuevo.
P - ¿Mi
Padre?
V - Sí,
tu padre también. Porque él piensa que eres un fantasma.
Te enterraron. Te llevaron. Hicieron cuerpo presente.
Etc, etc.
P - Y, ¿cómo
tú sabes todo eso?
V - Mientras
tú consumes el tiempo en un espacio, yo, como viento, puedo estar
en muchos espacios en el mismo tiempo.
Al llegar sentí el impulso de absorber el
vibrar del castillo; atravesé puertas, recorrí las torres
para captar el pensamiento de aquellos que se manifiestan; y si no se manifiestan,
se estaban manifestando de la misma forma que cuando te enterraron; porque
ellos retornaron en el tiempo, en el momento en que tú dejabas de
ser un pez.
¡Vamos! Sube al caballo. ¡Aléjate!
No seas tonto.
El príncipe montó nuevamente.
Yo miraba. Acariciaba la columna, tenía sabor
a verde musgo, sabor a viejo.
"¿Cómo puede ser tan viejo si ya
no existe?" - me preguntaba - "¡Qué real parece todo!
Y yo, hasta estoy soplando un pañuelo inexistente.
¿Será que ya hago parte del hechizo?
No quiero quedarme prisionero."
V - ¡Vamos,
súbete al caballo, rápido!
P - Padre, sé
que mi presencia te ha desconcertado y que realmente no llegas a entender
cómo estoy a tu frente...
¡¡¡Dile a tus guardias que se
tranquilicen!!!
Trataré de dar una vuelta. Volveré
mañana de mañana. Tal vez hayas podido dialogar con la que
era mi compañera y todo se aclare.
Cuando el príncipe miró arriba no la
encontró, y sintió escalofrío. Comenzó al trote
a alejarse. Y yo le decía:
V - ¡Más
de prisa, tonto! ¡Más de prisa! Fíjate cómo
están subiendo el puente.
¡Vamos, galopa, que si no saltas no pasarás!
Y galopó, galopó, galopó. Alcé
el caballo para que pasara por el puente en movimiento... y ¡Pack!
¡Tierra firme!
V - ¡Vamos!
¡Corre! Que te va a ayudar el retraso, porque ahora deben bajar el
puente y todo ese tiempo es tuyo. ¡Vamos corre!
Empezó a correr, a correr, a correr, a correr,
a correr, a correr, a correr, a correr, a correr, a correr, a correr...
Cuando paró y miró atrás, dijo:
P - ¡Qué
barbaridad!
Le di aire; bastante aire al caballo para que se
recuperara. Sequé su transpiración.
P - ¡No
entiendo! ¿Mi caballo aguanta todo esto?
¿Dónde quedó el castillo? Y
tú, Viento, ¿dónde estás?
V - Aquí
estoy, seré tu compañero por mucho tiempo.
P - ¿Dónde
estamos?
V - No importa
dónde estás. Estás viendo el mundo del presente, ellos
quedaron en el pasado; no pueden acompañarte porque todo lo que
ves es nuevo para ti. Y al ser nuevo para ti, no existe para ellos.
SI TE ESCONDES EN TODOS LOS RECOVECOS PERTENECIENTES
A TU MUNDO, ESTAS EN EL MUNDO DE ELLOS, Y TE PUEDEN ENCONTRAR.
P - Qué interesante. ¡Qué interesante!
¿Y si sigo, hacia dónde voy?
V - Mira, acabé
de pasar por detrás de aquellas colinas y vi una pequeña
ciudad bonita, bonita, bonita, bonita. Me gustó. Me gustó
de más.
Espero que las temperaturas levanten las camadas de aire y las bajen
y las vuelvan a subir y a bajar y me lleven, como viento, a la ciudad.
¡Vamos, Príncipe, vamos!
Sólo una cosa más.
P - ¿Qué?
V - Tira esa
ropa ridícula.
P - ¿"Ropa
de Príncipe", ridícula?
V - Tira esa
ropa ridícula. Sácatela ya, ¡de prisa!
P - ¡Pero
me voy a quedar desnudo!
V - Es preferible
que estés desnudo... y dices que te asaltaron.
P - Pero, ¿por
qué? ¿No reciben a un Príncipe con dignidad?
V - ¡No,
tonto! El tiempo es otro.
¿Sabes cuánto habías pasado
tú en forma de pez?
P - ¿Cuánto?
V - Asegúrate
al caballo.
P - Ya estoy...
V - 354 años.
P - Pero dime
una cosa; si yo allá era joven y ese era mi mundo, ¿acá
voy a ser viejo, me voy a morir?
V - Nooo, no,
no, no. Si así fuese, ahora estarías encima de un esqueleto
y no de un caballo. Míralo!
P - Ehhh. Está
gordo como siempre.
V - Y tú
también estás fuerte como siempre.
¡Vamos, continúa, no seas tonto!
Aléjate cuanto puedas de esto y ¡nunca!...
Mira bien, ¿eh? Mira bien esos dos árboles.
Esos dos árboles marcan la entrada de lo
que era "tu mundo".
¡NUNCA - ENTRES - POR - ESOS - DOS - ÁRBOLES!
¡Vé a la ciudad! ¡Haz lo que
quieras! Pero cuidado, ¡no retornes hacia esos dos árboles!
Es posible que en un momento yo tenga que partir,
dejarte, continuar... porque el viento es viento.
¡Me voy! Mira, me estoy yendo.
Espero encontrarte en la ciudad ¿Eh? Te encuentro.
Te...
¡Qué pequeño se ha quedado! ¡Qué
chiquitito!
¡Y, y, y! ¡Estas nubes me tenían
que llamar! ¡Y, y, y, nube, nube, nube, nube! No me gustan las nubes.
¡Vamos, Nube! ¿Para dónde vas?
¿A la ciudad?
Claro, vas. Bueno, por lo menos deja que me siente.
Serás mi caballo.
¡De aquí no veo si el Príncipe
llega o no llega!
Bueno, no importa.
Encima de la ciudad, permíteme bajar.
¡Pero no bajes en lluvia, desgracia, que me
mojo todo! ¡Qué frío!
Bueno, por suerte, protegido debajo de un techo.
La nube parece haberse ido. Me tenía rabia. ¿Habrá
limpiado mis pecados? ¿Me habrá lavado?
No sé, ni quiero saber.
¡Chau, Nube!
La ciudad parece vacía. ¡No es posible!
Si yo... ¡Ah, no! Es que llovía, por eso estaban todos escondidos.
Empiezan a salir. ¡Cuánta gente!
Bueno, el Príncipe va a tener suerte cuando
llegue a esta ciudad, porque es bastante vejestoria. No tan moderna como
otras por las cuales pasé. Se va a adaptar en el tiempo de él.
Pero cuando empiece a hablar, va a ser triste.
Y ahí lo veo acercándose.
V - ¡Hola!
P - ¡¿Tú
estás aquí?! ¿Cómo hiciste para llegar?
V - Una nube
me cargó y me descargó.
Dime, ¿estuvo linda la cabalgata? ¡Qué
lindo quedas casi desnudo!
P - No, no, no.
Desnudo, no: "desvestido".
V - Sí,
pero pareces casi desnudo.
P - Y ahora,
¿qué hago?
V - Y bueno,
tienes que entrar en una casa y pedir, aunque sea unas ropas prestadas.
Dirás que te han robado, que tú eres de otra ciudad. De...
¡Qué sé yo cómo se podría llamar!
¿No te acuerdas de alguna ciudad que estuviera
cerca de tu Reino?
P - Sí,
había algunas villas. A ver espera... Villa "Azul Esperanza".
V - Yyy, ¡qué
nombre cretino!
P - Pero así
se llamaba. En aquellos tiempos se usaba todo eso.
V - Para felicidad
de los nuevos deben haberle cambiado el nombre hace mucho. Y si dices eso,
se van a quedar mirándote como si fueras un... No, no, no.
Llega y diles que tú; que tú fuiste
asaltado y que ese caballo también lo tomaste prestado, y que te
concedan unas ropas hasta que puedas trabajar.
P - ¡¿Trabajar?!
¿Yo? ¿Un Príncipe?
V - Sí.
En 354 años han cambiado mucho las cosas.
P - ¿Verdad?
V - Sí.
P - ¿Para
mejor o para peor?
V - Para... Para
lo que tú eres, es para peor. Porque ya los príncipes no
cortan nada.
Ahora si tú quieres vivir mejor, puedes vivir
mejor. Pero para eso deberás dejar de lado muchas de las noblezas
que cargas contigo.
P - ¿Noblezas?
V - Sí...
Creer en el Amor; creer en tantas cosas que tú crees...
Mira lo que te pasó por creer en el Amor.
P - No me hagas
recordar. No quiero transportar eso conmigo.
V - Ni puedes,
¡por favor! Pero no te olvides: ¡Nunca pases por esos dos árboles!
Mira, vienen vientos más pesados ahí
atrás y están empujándome.
Siempre hay un fuerte más fuerte que los
fuertes. Ya me empuja.
Yo vuelvo, si puedo, de aquí a poco. Voy
a dar una vuelta por la cuadra. Veré si me escondo y luego vuelvo
por la otra cuadra. A lo mejor paso frente a ti de nuevo.
¡Toma cuidado! Pide ropa. Ropa. Y no te asustes
de la ropa que te van a dar, ¿eh? Son los tiempos nuevos. Me voy...
Y el viento me llevó.
Traté de esconderme. Me sujeté de
una columna; ésta se rajó. Ese viento era muy fuerte. Yo
sabía que me echarían la culpa aunque no me viesen.
Seguí andando. Dos, tres cuadras. Cinco, seis cuadras. Y me
perdí.
V - ¿Adónde
estoy?
Oí una voz ya clásica para mí:
P - Escuche,
resulta que fui asaltado...
V - Es aquí.
Tengo suerte de encontrarlo de nuevo.
Eh! ¿Cómo es? ¿Conseguiste
ropa?
P - ¿Tú
estás aquí?
V - Sí,
llegué.
Mira, ¿te gustan esos pantalones que están
a la derecha?
P - ¿Pantalones?
V - Sí,
para de ser tonto. Acostúmbrate, "pantalones".
Pide un pantalón, una camisa, un cinturón,
un par de zapatos que pueden ser... de cualquier tipo, aunque te duelan,
después los tiras, no importa, pero necesitas un par de zapatos
para poder andar por la calle, así te muestro la ciudad.
Ahí vi una vieja que le dice:
Vj - Sí,
joven. Sí, sí. Ya entiendo el pedido que tú haces.
Pero qué delicado que eres. ¿De dónde has venido?
P - Yo viajo
poco. Y, y, y, me quise separar de mis padres, porque mis padres iban en
una dirección y yo quería ir para otra. Vi esta ciudad tan
bonita... Pero al pasar por unos bosques, como le decía, fui asaltado.
Vj - ¡Asaltado!
Por aquí no hay ladrones. Se conocen todos.
El príncipe me miró buscando una respuesta:
V - Yo no tengo
nada con eso. Dile que sí, que fueron ladrones. Arréglatelas.
No te queda otra. Mentir más, no puedes.
Dile que te preste unos pantalones, que vas a trabajar
en un bar de aquí cerca.
P - ¡¿Bar?!
- dijo el príncipe en voz baja y mordiendo las palabras.
V - ¡No
hables conmigo! ¡La vieja va a pensar que estás loco!
P - Dígame,
Señora, ¿hay algún baarrr para que yo trabaje?
Vj - ¿Tú
en un bar, con esa figura? ¿No quieres trabajar conmigo aquí?
P - ¿Qué
le digo? - me preguntó nuevamente en voz baja, disimulando con la
mano en la boca.
V - No me comprometas.
Para mí puedes quedarte donde quieras. Lo importante es que no vuelvas
a aquellos dos árboles. No te olvides.
Dile que sí.
P - Muy bien,
Señora. Muy bien. Muy bien. Creo que la forma más honesta
de restituirle aquello que usted me pueda conceder ahora, es con mi trabajo.
V - ¡Pero
que rápido que progresas!
P - ¿He
hablado errado?
V - ¡Cállate
la boca!
P - Por favor,
¿dónde puedo colocarme esa ropa? Porque así no puedo
mantenerme...
V - ¡No
muevas las manos así!
P - ... Señora
La vieja se quedaba mirándolo con mucha curiosidad.
El príncipe se llevó la ropa al lugar
que la vieja le había indicado y comenzó a vestirse.
Los pantalones eran grandes, la camisa también.
Por lo menos no andaba con ese pecho tan blanco, desesperante, sin un pelo.
V - Te faltan
unos pelos en el pecho - le dije, mientras le hacía aparecer unos
cuantos.
P - ¡Pero
estoy hecho un mono!
V - Los hombres,
ahora, usan pelo en el pecho. Cuando se abren la camisa así, muestran
que son fuertes.
P - ¡Así
eran los escuderos que yo tenía antes!
V - ¡Pero,
cállate, idiota! ¡Qué escuderos! Han pasado 354 años.
Bueno, ahora ya has conseguido donde trabajar. ¡Comienza!
P - ¿Comenzar
a hacer qué? ¡Yo nunca trabajé!
V - ¡Comienza
a hacer cualquier cosa! Es sólo preguntarle a la vieja lo que tienes
que hacer y comienza a hacer ¡¡lo - que - tie - nes - que -
hacer!! ¡Trabajar dignifica!
P - ¿Por
qué hablas de esa forma?
V - Recordaba
cosas, cosas que escuché al pasar por las ciudades.
Dime, dime una cosa; ¿vas a trabajar o no?
Tienes que pagar la ropa que guardas.
P - Señora,
estoy para servirla.
V - ¡No
hagas ademanes así!
P - ¿Y
cómo debo dirigirme a una Señora?
V - Simplemente
dile "Vieja, estoy pronto"
P - Vieja, estoy
pronto - dijo el príncipe en voz baja y con gran esfuerzo.
Vj - Bueno, ven
aquí muchachote. Ven aquí que te enseñaré lo
que tienes que hacer.
Mira, tienes ese balde, tienes ese paño,
tienes ese palo. Me lavas todo, que hay tanta tierra aquí, que parece
que no se limpia desde hace 354 años.
P - Pero!!! Esta
vieja, ¿será que lee mi pensamiento? ¡354 a... Justo!!!
Podría haber dicho 20, 30, 15, 40. ¿354 años? ¡Qué
absurdo!
V - Vamos, principito,
comienza.
P - Y, ¿cómo
es que se agarra ésto?
V - ¿Qué,
nunca viste a un criado lavar?
P - Allá
se tiraban baldes de agua, para lavar.
V - Y bueno.
Agarra la tinaja y tira agua al piso.
P - ¡Vieja!
¿Dónde hay agua? - con voz bien firme.
Vj - Mira, muchachote.
Allá en el fondo.
El príncipe llegó enfrente de una canilla.
La miró y dijo:
P - Y, ¿dónde
está el agua?
V - Miraaa, Principito,
gira ese trozo que tienes ahí arriba.
Abrió la canilla y cuando
salió el agua exclamó:
P - ¡Brujería
aquí también!
V - No. No seas
analfabeto. ¡Adáptate rápido al tiempo! Estás
viviendo un tiempo prestado.
P - ¡Agua!
Llenó la tinaja.
Yo me escondía, me agarraba de cualquier
poste que encontraba porque podía venir viento que me quisiera llevar
y yo ésta no me la quería perder.
Cargó el agua, y mientras caminaba clamaba:
P - ¡Mis
músculos no fueron creados para cargar tinajas con agua y sí
para llevar bellas doncellas de paseo!
Vj - ¿Qué
hablas muchachote?
P - Nada, Vieja,
nada. Estoy cantando, canciones antiguas.
Vj - ¿Te
guztan las canciones antiguas?
P - Sí,
Vieja. Me gustan. Me guzztan.
Voy a largar el agua encima del piso.
Vj - ¡Vas
a inundar mi negocio! ¡Nos vas a ahogar a todos!
P - Si todas
las maderas están casi podridas.
Vj - Se va a
ir todo para abajo, ¿no ves?
P - ¿Y
qué hay abajo? Tierra.
Vj - No, abajo
guardo mercaderías también.
P - Quiere decir
que además de esto, tienes ahí abajo.
Vj - Sí.
P - Y, ¿usted
sola trabaja, Vieja?
Vj - Escucha,
muchachote: Eres además de insolente, rápido en tus expresiones
y estás adquiriendo modales muy groseros.
El príncipe giró sobre sus talones
y me dice:
P - ¿Te
das cuenta? Si me dirijo como Príncipe, tú dices que está
superado. Si trato de ser grosero, a ella no le está gustando. ¡¿Cómo
debo tratarla?!
V - ¡NO
- ha - bles - con - mi - go! Ya te lo he dicho. No - ha - bles - con -
mi - go. La vieja va a pensar que además de grosero, eres loco.
Y ahí se te acabó la oportunidad; no podrás trabajar
más.
P - Tienes razón.
Vj - ¿Qué
hablas tú?
P - ¡Sigo
cantando, Vieja! ¡Sigo cantando!
Con el paño, el palo y un poco de agua, empezó
a refregar el piso, y refregar, y refregar, y refregar. Fue sacando tierra,
y tierra, y tierra, y tierra, y cuando estaba llegando a la puerta, vio
dos piecitos de mujer. Levantó la cabeza y se sentó, ¡Pum!
Miraba a la dama sin moverse.
V - ¿Qué
te ha pasado?
P - Pero, mira
lo que estoy viendo.
V - Sí,
una chica guapa. ¿Cuál es el problema?
P - ¿Guapa?
¡Rebuenaza! ¡¿De dónde salió eso?!
V - De la ciudad,
tonto. Y tú que te querías quedar en el castillo.
Trabaja, que si haces dinero puedes andar por la
calle. Y andando por la calle la vas a pasar bien.
P - Pero, ¡es
claro que sí!
Muy entusiasmado se puso de pie para hablar con la
muchacha:
P - Doncella.
Gentil, delicada y bella.
Maravillosa flor que se desplaza en todas las riquezas
que el viento pueda dar...
¡Dame riquezas, que me faltan! - dirigiéndose
al viento.
Sí, para ti he lavado todo esto. Para que
te sientas caminar sobre el perfume que mis anhelos han derramado.
¿Te ha gustado, bella Doncella?
Ella lo miró fijo para decirle:
D - Estúpido!!
Luego entró en la tienda.
P - ¡En
mis tiempos no se le decía a un Príncipe "estúpido"!
V - ¡Cállate
la boca! - me apresuré a decirle, pero la dama ya lo había
escuchado.
D - ¿Has
dicho "Príncipe", asno?
P - ¡¿Asno,
yo?!
Mira la delicadeza de mi cutis. Mira mis manos y
verás que no están acostumbradas al trabajo. Mira mi pecho,
todo peludo... ¡No!
Mira mi piel, toda, y verás que es la de un mancebo criado en
castillos.
Podré ser ahora plebeyo, porque la circunstancia
así lo manda, pero guardo en mi interior la manera adecuada para
dirigirme y más aún, exijo que cuando se dirijan a mí,
lo hagan también a altura.
D - ¿Eres
actor de teatro?
P - ¿Qué
quieres decirme?
No entiendo lo que esta mujer habla.
V - ¡Cállate
la boca, idiota! Mírala.
Se dio vuelta. La miró. Y al reaccionar, giró
nuevamente hacia mí para decirme con voz alta y firme:
P - ¡No
me llames "Idiota"!
D - Tú,
además de parecer un actor fracasado, podrías vestirte mejor,
por lo menos, para pensar que yo dejaría caer una simple mirada
sobre tu imagen.
P - Eres soberbia
como todas las princesas que he conocido.
Eres altanera, como aquellas que guardan estirpe
y sangre.
¿Cómo te llamas?
D - Al final,
¿quién eres tú? ¿Por qué te diriges
a mí con tanta persistencia?
Yo soy simplemente una mujer, que piensa ser mujer
y nada más. Pero tú estás por adquirir una configuración
fuera de época.
V - Ya te he
dicho que era fuera de época. Abres la boca y sigues siendo burro.
P - Doncella,
creed en mí. Fui, ahora no soy más.
Y si quieres ver comportarse en esta imagen, un
grosero valuarte de esta ciudad... ¡Ya lo tienes! ¡Me estás
cansando, tozuda, cae fuera del camino!
V - Así
me gusta. Verás que la conquistas mejor que con todo ese verseo
anterior.
Mira, mira, mira, ahí viene, ahí viene.
Atraviesa el palo en su camino.
¡¡¡Cataplumba!!! Se fue al piso.
D - Ah! ¡Cómo
eres vil! Porque te he tratado mal, tú me has hecho esa jugarreta.
P - ¡Yo,
no! Eres tú la que no respeta mi espacio. Yo estaba lavando, me
hubieras esquivado.
¿No querías un hombre vulgar como
los que tú conoces? Aquí me tienes.
Hazme el favor de levantarte y caer fuera, tu vestido
está ensuciando mi piso que estaba tan limpio. ¡Fuera!
Vj - ¡Oye,
muchachote! ¿Qué estás haciendo con mis clientes?
P - ¿Yo,
Señora? Perdón, Vieja. Nada.
Vj - ¿Por
qué me llamaste "Señora" antes?
P - Era costumbre
antigua, cuando se tenía cierta edad, llamar a las personas "Señor"
o "Señora".
Vj - Hace tanto
tiempo que no me llaman "Señora"...
P - ¿Y
le gusta que le digan "Señora"?
Vj - Mas es claro.
¿A quién no? A los de mi tiempo les gusta.
A la juventud y a todos estos que están ahora
les parece que ser "Señora" no está correcto.
P - Muy bien
Señora, yo lo considero mejor que llamarla "Vieja".
Vj - Bueno; no
trates mal a mis clientes. Ella es muy buen cliente. Aparte, tiene una
gran cuenta que pagarme y si decide no volver no sabría cómo
hacer para cobrarle.
P - Yo me encargo
de la cobranza, si quiere.
Vj - ¿Tú
podrías hacer eso por mí?
P - Claro. Dígame
dónde vive, e iré a cobrarle.
Vj - Mira, vive
en esta dirección.
P - ¿Dónde
guardo este papel? - me preguntó.
V - En el bolsillo,
idiota!
P - ¿Qué
es "bolsillo"?
V - En el pantalón,
tienes unos rasgos a los lados. Colócalo ahí.
Vj - ¿Qué
te pasa muchachote?
P - Nada Señora.
No lo encuentro. Ah! sí, lo encontré.
V - Muy bien.
P - ¿Y
no se cae?
V - No.
P - Bueno Señora,
entonces, después de mi trabajo iré a cuidar de esa deuda.
Vj - Muy bien.
Y siguió lavando.
P - ¡Qué
cosas extrañas pasan en estos tiempos!
V - Aprende a
hablar diferente.
P - ¡¡¡¿Cómo
quieres tú que hable? ¿Quieres que hable así?!!!
V - Eso mismo.
Ya te vas colocando a altura de la ciudad. Ves que no deja de ser interesante.
P - Señora,
voy a salir. Ya terminé la faena de hoy.
Vj - ¿Muchacho?
P - ¿Sí?
Vj - ¿"Faena"?
P - Eran palabras
antiguas. Yo he leído mucho. Me quedaron muchas cosas... ¿No
se acuerda que hoy le dije que cantaba canciones antiguas, también?
Vj - ¿Puedes
cantar para mí?
P - Eh... en
un momento. Primero debo buscar dónde dormir.
¡Hasta pronto!
Ya en la calle me dice:
P - Y, ¿dónde
quedará ese lugar?
V - Búscala
en el bolsillo, primero.
P -¡Qué
escritura extraña! Yo mal sé leer.
V - Pero, ¡¿un
príncipe que no sabe leer?!
P - Yo sabía
cantar solamente. Cantaba y cantaba el día entero. Mi Padre quería
que estudiara, pero yo me negaba.
Y ahora, ¿qué haré?
V - Habrá
que preguntarle a cualquiera que pase, dónde queda esa calle.
P - Ahí
viene una persona.
Ohhh!!!
P1 - ¿Sí,
joven?
P - Decime dónde
queda ésto.
P1 - Discúlpeme,
joven, ¿yo lo conozco a usted?
P - No. Por suerte,
no.
P1 - Yo tampoco
lo conozco a usted. Precisamente, por eso, debería dirigirse con
más respeto. Yo no le he dado la amistad ni el derecho para tratarme
de esa forma.
P - Te das cuenta
que no funciona lo que me dices - protesta.
V - No - ha -
bles - con - mi - go.
P - Bahhh!!!
Siguió caminando hasta encontrar otra persona
para informarse:
P - Señor,
por favor.
P2 - ¿Qué
es lo que querés, vos?
P - Parece que
no acierto, ¿eh?
V - Ahora trátalo
como al otro Señor.
P - Mirá:
Decime dónde está esta dirección.
P2 - Si me hubieras
preguntado dos botellas antes, yo te lo decía. Pero ahora... lo
lamento.
Continuó caminando.
P - Parece que
está difícil encontrar la dirección.
V - Veré
si yo, como viento, tengo más posibilidades que tú.
¿Qué te has quedado mirando?
P - ¡Es
ella!
V - Pues claro
que es ella. ¡Avanza!
Se acercó decidido, pero al tenerla cerca
no consiguió hablar, así que en sus intentos por pronunciar
palabra logró llamar su atención:
D - ¿Tú
de nuevo? Pensé que no te atreverías a hablar conmigo.
P - No, es que...
eh... eh... En verdad que yo... ¿Podemos empezar a hablar de nuevo?
D - Yo pensé
que tu ropa era de trabajo. ¿No tienes otra?
P - Y... ¿Qué
le digo?
Yo no soy de esta ciudad. Me asaltaron fuera del
bosque.
D - Y ¡qué
cuento tonto que me haces! Podrías haber pensado en algo más
original.
Más bien di que eres un atorrante, que no
quieres hacer nada y por eso no tienes ropa para ponerte.
P - Bueno, aunque
me estés insultando, por lo menos estamos conversando.
Detente, no te vayas. Alguien me dio tu dirección.
Mira.
D - Sí,
también conozco la letra. Es de la vieja.
P - Escúchame;
yo se la pedí porque sentí la necesidad de venir a pedirte
disculpas y reconocer que toda la grosería del comportamiento imperante
se había manifestado.
D - ¿Quién
eres al final, eh? ¿Qué quieres de mí?
P - ¡Quiero
prender, para siempre, el candor de tu belleza, la alegría de tus
ojos...
D - ¡Cállate!
Pareces un texto de teatro vulgar.
P - Pero en mis
tiempos no era vulgar.
V - ¡No
hables conmigo!
P - ¿Cómo
te he de hablar cosas bonitas? ¡Dímelo!
D - Primero baja
esos brazos. Tienes maneras que te asemejan a un afeminado.
P - ¡¿Afeminado,
yo?!
D - Ahora, sí.
Pero ese "yo" no suena bonito.
¡Hazme el favor! Si quieres seguir conversando
conmigo, adquiere todos los modales necesarios.
P - Espera.
D - Espero.
P - ¿Qué
le digo?
V - Ve despacito.
No hables ni fuerte, ni bajo. Ni grosero, ni absurdamente delicado. Sé...
sé como con 354 años más.
P - Pero voy
a estar tan viejo que no me voy a aguantar.
V - No. En las
modificaciones del tiempo, quiero decir.
P - Yo tengo
que hablar muchas cosas contigo, porque no entiendo...
V - Ya te he
dicho que no hables conmigo. Mírala a la cara, que está estirando
el cuello para ver con quién hablas.
D - ¿Qué
estabas haciendo?
P - ¿Yo,
qué estaba haciendo? Ensayando una forma de hablar para conseguir
llegar hasta ti, sin ofenderte.
Siéntate, aprovecha eso que está ahí.
Concédeme un poco de tiempo. Tal vez yo pueda
contarte una historia.
No lo podía creer, pero ella se sentó.
V - No es fea
tampoco. Háblale, vamos.
Siéntate como hacías antiguamente;
una pierna caída, la otra flexionada. Tienes una pajilla cerca,
recógela, llévala a tu boca y mastícala suavemente.
Gírala entre tus dientes y dile:
"Si te cuento la verdad, no vas a creer en mí".
P - Si te cuento
la verdad no vas a creer en mí.
V - "¿Tienes
tiempo para escucharme?"
P - ¿Tienes
tiempo para escucharme?
D - Sí.
Estás un poco menos sospechoso que antes.
V - Eso!
P - Eso!
V - "Yo vengo
de familia adinerada.
Espera, espera, no te rías de mí."
P - Yo vengo
de familia adinerada, espera, espera, no te rías de mí.
V - Ah!
P - Ah!
V - Nooo.
P - Nooo.
V - ¡Cállate!
P - ¡Cállate!
D - ¿Con
quién hablas?
P - No, no, no,
no. Es mi Conciencia que rebota con todas sus ideas en un fervor incontrolable
y debo decirle "¡Cállate! ¡Cállate!" porque
si yo te contara lo que sé, entonces no podrías creer en
mí y te desesperarías y te irías corriendo, y... y...
¿Será que puedo contarte?
D - Mira que
eres payaso, ¿eh?
P - No soy payaso.
Trato de ser agradable para que tú, tú, tú puedas
comprender en el lío en que estoy.
¿Te gusta así?
V - ¡No
hables conmigo! ¡Adelante! Ya encontraste la llave. Vamos.
P - Mira, resulta
que soy de familia adinerada, fíjate en mis manos, mira, mira. Ves
que es una piel suave, delicada, no tiene callos, no tiene marcas.
Lo que pasa es que dejé de estudiar y mi
Padre me ha expulsado y cuando venía caminando por el bosque, me
asaltaron y me robaron todas las ropas y me he quedado, así como
ves y... le tuve que pedir a... la Vieja, como tú dices, unas ropas
para, para por lo menos no estar desnudo. Llegué desnudo. ¿No
viste mi caballo ahí afuera?
D - ¿Tu
caballo?
P - Eh, eh...
V - Dile que
era una bicicleta.
P - La bicicleta.
D -¿La
bicicleta? Pero si no hay ninguna bicicleta aquí.
¿Te la han robado, entonces?
P - No sé.
Ya no me interesa nada.
Lo único que me importa es que tú
creas en lo que te estoy diciendo.
¿Bicicleta?
V - ¡No
hables conmigo!
P - Ay...
D - ¡Si
continúas hablándome de esa forma inconexa, me levanto, me
retiro y nunca más, te prometo, volveré a dirigirte la palabra!
P - Espera, por
favor. Espera. Dame 30 segundos. ¿30 segundos?
D - Está
bien, empiezo a controlar.
P - ¿Qué
es lo que tienes en la mano?
D - Un reloj.
P - Déjame
verlo. ¡Qué bonito!
D - ¿Nunca
viste un reloj de mujer?
P - ¿Eh?
Sí, sí, pero no tan bonito como es....
D - ¡Suelta
mi mano! Lo que querías era tocar mis manos.
P - No, no, no,
no, no. ¿30 segundos a partir de ahora?
¿Qué es lo que hago? Mi caballo no
está más. Tú dices "bicicleta". ¿Qué
es eso?
V - No interesa,
ya, ni la bicicleta ni el caballo.
Trata de hablar con ella para conseguir dónde
dormir.
P - Es verdad,
sino voy a tener que dormir en la calle. ¡Qué barbaridad!
No había pensado en eso.
V - Para mí,
como viento, que duermo en los aleros y en cualquier lugar, de noche y
de día, eso no tiene importancia. Pero tú, con esa ropa,
vas a tener mucho frío.
P - ¿Pasaron
los 30 segundos?
D - Sí,
un poquito más. Pero no importa. Ya me estoy desesperando. ¿Quién
dices que eres?
P - Soy de una
familia adinerada. Pero por no querer hacer lo que mis padres querían
me lancé al mundo y aquí estoy.
En verdad soy un inservible. No sé hacer
nada. Estoy acostumbrado a tener pajes, criados...
D - "¿Pajes?"
P - ¿Cómo
se dice?
V - Empleadas
domésticas.
P - ¿Empleadas
domésticas?
V - No mires
hacia aquí.
D - ¿Qué
haces? ¿Por qué cuando hablas conmigo te das vuelta a cada
rato?
¿Adónde miras, eh?
P - No, no te
inquietes, es parte de mi nerviosismo. No ves que estoy moviéndome
de un lado a otro, porque me aflige no poder conseguir la forma de expresar
toda mi angustia y mi desesperación.
Quiero que me orientes. ¿Dónde podría
dormir esta noche? No conozco a nadie en la ciudad.
La única persona que he conocido eres tú.
¿Cómo se me fue a ocurrir colocarte
aquel palo y hacerte caer? Yo no sé cómo hice todas esas
cosas.
Creo que agitaste mi rabia , mi ira, y me sentí
ofendido, y... y... y...
V - Mira, mira,
mira... ¡No me mires a mí! Mírala, está comenzando
a ceder. Se volvió a sentar. Ya no te mira con odio. Fíjate,
fíjate, fíjate.
P - Eh...
D - ¿"Eh",
qué?
P - Nada, nada,
nada.
V - Fíjate,
fíjate, fíjate. Y hasta es bien parecida. ¿No la consideras
bonita?
P - Ya te he
dicho lo que considero.
¿Estás pensando en algún lugar
donde pueda pasar la noche?
D - Sí.
Eres estúpido, grosero... Pero en realidad tus manos delicadas muestran
que eres de familia... Déjame verlas más de cerca.
P - Mira, mira,
mira.
D - ¡Qué
piel suave! Parece que tus venas fueran azules.
P - Es que soy
un príncipe de sangre azul.
D - ¡Cállate!
¡Para de fantasías y de teatro!
V - No seas tonto.
Si le dices dos veces eso, va a salir corriendo.
P - Je, je. Era
una broma.
Eh. Sí, está un poco azul. Voy a ver
si la hago más roja.
Mira, mira mis dedos, no tienen durezas.
¡Pobres, mis manos! ¡Cómo duelen!
Nunca antes hice un trabajo como el de recién.
¿Ya has pensado en algún lugar para
mí?
D - Sí,
te llevaré a mi casa.
P - ¿A
tu casa?
D - Sí,
te llevaré a mi casa y tal vez mi padre pueda concederte algún
lugar.
Sabes dónde yo vivo. Tienes la dirección.
P - Pero no sé
moverme. ¿Esto no es una ciudad?
D - Sí,
es una ciudad.
P - Y... la calle
en que tú vives, ¿dónde queda?
D - La cuarta.
P - Ah, la cuarta.
D - La cuarta,
sí.
P - ¿Yo
podría seguirte de lejos, aunque sea?
D - No, porque
ya te han visto hablando mucho conmigo, y no quedaría bien.
Yo me voy sola y tú vas después. Cuando
llegues le habré hablado a mi padre y todo será más
fácil.
P - Viento, ¿qué
hago?
V - Mira, "la
cuarta". Yo tampoco entiendo... La primera, la segunda, la tercera, la
cuarta... ¿No había una canción que tú cantabas
que decía "La primera, la segunda, la tercera, la cuartaaa..."?
P - Sí.
V - ¡Y
entonces canta, idiota!
P - La primera,
la segunda, la tercera, la cuartaaa...
D - ¿Qué
es lo que haces?
P - Nada. Estoy
cantando.
Está bien, puedes irte.
¡Espera! ¿Cuál es tu nombre?
No me lo has dicho.
D - Constanza.
P - Constanz.
Consstaunzz. Consstaunzz.
Está bien, Constanz.
¿Qué significa "Coonnsstaunzz"?
V - Yo soy el
viento. Bastante que te he vuelto a la normalidad. ¡Qué normalidad!
Y yo, saber idiomas, no quiero ni saber. "Constanz",
"Constanz" para mí es... un absurdo.
P - Constanz.
Constanz. La Cuarta.
¡A ver, buen hombre!
P3 - Sí,
muchachote. ¿Qué quieres?
P - ¿Dónde
queda esto?
P3 - Mira; primera,
segunda, tercera; la cuarta.
P - Ah, muchas
gracias.
¡Ya descubrí el sistema! Es como tocar
el tambor.
V - ¿Descubriste
el sistema?
Yo que soy el viento no lo conseguí. ¿Cómo
pudiste, tú?
P - Mira, vamos
a caminar.
¿Ves ésto? - me dijo, señalándome
un cruce de calles - Se acabó. ¿No se acabó?
V - Sí.
P - ¡Primera!
Sigue caminando. ¿No se acabó?
¡Segunda!
¿No se acabó?
V - Sí.
P - ¡Tercera!
¿No se acabó ésta, también?
¡Cuarta!
¡Estamos en la cuarta!
V - ¡Te
estás volviendo inteligente!
¡Sigue al frente que la muchacha es tuya!
P - ¡¿Dónde
estarán mis caballos, para los relucientes cascos brillar al sol
y llegar victorioso, con mi capa, mi escudo, mi lanza y mi espada?!
V - ¡Cállate!
No hables así en el medio de la calle, que te encierran.
P - ¿Qué,
no se puede ni hablar?
V - En estos
tiempos no. Quien habla sigue mal camino.
Ve silencioso.
P - Y yo con
esta ropa. ¡Qué barbaridad!
V - No importa.
Queda poco de la historia. ¡Vamos!
Encontramos una casa con una placa en la puerta
donde leí "Constanz"
V - Eso lo sé
leer yo.
P - ¿Tú,
Viento, sabes leer?
V - A veces me
interesa leer las cosas del camino.
Uno, si sabe leer, dos no se pierden.
P - Tiempo.
V - ¿Eh?
P - ¿Estás
triste?
V - Yo no soy
Tiempo, soy Viento.
P - Ah! Sí.
Pero, ¿el Viento no carga el Tiempo?
V - A veces.
Hay tiempos que quedan para atrás y otros
vientos, cargan el tiempo hacia el futuro.
Mira, tú estás en el futuro. ¡Aprovéchalo!
El príncipe se paró junto a la verja
y golpeó las manos.
P - ¿Es
así que se hace?
V - Sí,
pero con más firmeza, hombre. Parece que te vas a desmuñecar.
Batió palmas nuevamente.
V - Así
es grosero. Cruza las palmas.
Hizo un nuevo intento.
V - Ahora está
mejor. Esa es una expresión propia por la cultura que dices llevar.
P - Pero...
V - Shhh. Ahí
llega Constanz.
D - Oh! Has llegado.
Pasa, pasa, mi padre está esperando.
¡Abre la traba de la puerta y ven!
El príncipe buscó con la mirada, la
traba, y al no encontrarla me pregunta:
P - ¿Qué
hago, la salto?
V - No, no. Hay
una traba. Una... ¡Una traba!... ¡¿No sabes lo que es
una traba?!
P - ¡Yo
nunca vi una puerta como ésta, desgraciado!
Todo lo hacían para mí. Yo lo único
que hacía era pasar.
Tomó envión y saltó.
D - ¡Pero
qué ágil eres!
P - Preferí
saltar para mostrarte mi fortaleza y la alegría que tengo de conocerte.
D - ¡Vamos
payaso! Entra que mi padre quiere hablar contigo.
V - Espera, espera.
Yo no puedo entrar en la casa.
P - ¿Por
qué no puedes?
V - Yo soy viento,
y como viento quiero la libertad.
Las casas me ofuscan, me oprimen, me dan tristeza,
me siento enclaustrado. Y tal vez un día prendan un leño
fogoso y deba irme como humo, todo contaminado... ¡No, no, no quiero,
no!
Espera, espera, desde aquí partiré.
Y si quiere el destino que nos volvamos a encontrar, vendré a esta
ciudad para ver lo que ha pasado contigo. ¿Que te parece?
P - No te vayas,
Viento. Has sido tanto para mí. Me has dado vida. Me has dado un
nuevo mundo.
V - Y tienes,
de nuevo, tu amor en el presente. A ver si lo conquistas. ¡Vamos!
Parece que ha pasado a gustar de ti.
Tienes que conquistarlo al Viejo. No tienes que
ser atorrante, ni muy hablador con modales. Tienes que tratar de ser un
poco más normal.
P - Y, ¿qué
es ser normal?
D - ¡Vamos!
¿Vienes o no vienes?
P - Sí,
espera. Espera un momento por favor.
Espera, espera. Dame esos 30 segundos que de nuevo
los preciso, por favor.
D - Está
bien: 29, 28, ...
P - ¡Vamos!
¡Qué cuenta! ¡Qué cuenta! No sé cuánto
falta, pero yo sé que debe ser poco. ¡Vamos!
V - Me voy. Yo
vuelvo a verte.
Haré fuerza para que los vientos giren y
tal vez en nubes etéreas, blancas o de cualquier color, o en el
medio de un arco iris, me acercaré de nuevo a la ciudad y te veré.
Quiero, sí, ver.
Pero hazme un favor.
P - ¿Cuál?
V - No te cargues
de hijos.
P - ¿Yo,
hijos?
V - Vamos, vamos,
si parece que ella estaba esperando algo como lo que tú eres.
Sé prudente. Si el padre te ofrece empleo,
acéptalo. Parece que tiene campo.
Yo me quedo aquí, del lado de afuera de la
verja. Y ya nos volveremos a encontrar. Haré todo lo posible para
que eso suceda.
P - Viento...
V - ¿Qué?
P - Fuiste un
amigo para mí.
V - ¡Bah!
Para de ser tonto Príncipe.
¿Cómo te llamas?
P - Si te digo
mi nombre te vas a reír.
V - No.
P - Filipito.
V - ¿Filipito?
¡Por favor! Cámbiate el nombre, urgente.
P - Y, ¿cómo
me llamarías? ¿Cómo me llamarías?
V - Puede ser
Carlos, Juan, Pedro no sé...
P - Dime un nombre
cualquiera.
V - Mira, ¿sabes
que aquí son todos Catalanes?
P - ¿Qué
son los Catalanes?
V - Aquellos
que hoy existen, después de lo que ustedes eran.
P - Entonces,
¿cómo me llamo?
V - Dile que
te llamas Jorge Iturralde.
P - ¿Jorge
Iturralde? ¡Qué nombre!
Bueno, está bien.
Hasta luego, Viento.
V - ¡Hasta
luego, Jorge!
P - ¡Hasta
breve... Viento!
D - ... ¡Y
cero! ¿Vienes o no vienes?
Mira que ya he dilatado tres veces esos 30 segundos
tuyos. ¡Vamos! Sino mi padre se va a impacientar.
P - Está
bien... Está bien... ¡¡Está muy bien Connsstaunzz!!
Y, empezó a caminar...
Yo me quedé en la verja, apoyado. Acariciaba
los palotes con una música suave. Ellos vibraban. Cada madera tenía
un sonido.
Jorge le tendió el brazo, y ella, jugando,
se lo tomó. Juntos entraron a la casa.
V - ¡Hasta
luego, Jorge! Tal vez algún día... Algún día,
tal vez...
Me alejé hacia arriba para no perderme entre las calles y poder delimitar dónde podría encontrarlo, si conseguía volver...