Majaderías Colegiales

De Cómo Me Convertí En Un Majadero


Empezaba el 2ºCurso de B.U.P. en el I.B. Ramón Llull, y rápidamente me fijé en la extrañeza de los dos individuos que se sentaron el primer día en mi misma fila, pero al otro lado del pasillo. Eran bastante peculiares. La cabeza de Chompe sobresalía tras la esbelta figura de Campy. No tardé en confraternizar con ellos, y poco a poco fue pasando aquel curso.

No hubo ningún acontecimiento especial referente al tema que nos ocupa, pero aquel año la semilla ya estaba plantada. Sin saberlo yo me iba a convertir el año siguiente en uno de los majaderos, pues latente en mi interior estaba el embrión que despertaría tras el verano.

Y llegó Octubre, y con él el nuevo curso. 3º de B.U.P. Coincidí de nuevo con Chompe y Campy, pero también tuve como compañeros aquel año a tres individuos que marcarían mi paso por el instituto. Eran Javier Escrivá, "el mono", Antonio Reyes, y la estrella invitada, el incombustible, el siempre presente en nuestras pesadillas….. ¡¡ Jesús !!, el eterno majadero, el hombre del velo pálido.

Yo no lo sabía, pero Chompe y Campy ya eran majaderos hacía tiempo, ya conocían a los antes mencionados, y por esta vía me introduje en el grupo. Me senté aquel año en la segunda fila de la ventana, junto al mono. Enseguida empezamos a hablar de música y comprobar que nuestros gustos eran afines. Nos movía el Rockabilly español de los 80, y sobre todo Loquillo. Yo incluso me peinaba con tupé ( qué lejos de en lo que me he convertido hasta la actualidad ).

Fue pasando el curso, y amplié mi vocabulario con nuevos términos como Jumpitos y Rótex, términos que tanto nos gustaba poner en práctica. Incluso cayó algún que otro bautizo. Y hacia Pascua llegó una de las fechas claves en nuestra existencia. Uno de esos acontecimientos que tanto unen como el Viaje de Fin de Curso. El destino era Mallorca. Los viajantes éramos Reyes, El mono, Chompe, Fechús y yo. Dos habitaciones para cinco majaderos. Pero esta historia me la reservo para un posterior ensayo, ya que merece un título propio, y ya he explicado cómo me convertí en un majadero.

Rebollín 1998




[ Volver a Historias De Una Cuchara ]
1