Valera

Valera es un planetoide hueco, descubierto a mediados del siglo XXV por los exilados terrestres que llegaron al sistema Redención huyendo de los Thorbod. De un tamaño algo menor que el de la Luna de la Tierra, su principal particularidad es que está íntegramente compuesto de dedona, el superdenso metal capaz de generar ondas anti-gravitacionales al ser inducido eléctricamente.

Viendo las posibilidades que un mundo así presentaba, en los dos siglos posteriores a su descubrimiento los terrestres, ahora redentores, se esforzaron por hacer habitable su interior: se sintetizaron un millón de kilómetros cúbicos de agua y 200 millones de kilómetros cúbicos de oxígeno y nitrógeno; desde Redención se transportaron 75 billones de metros cúbicos de tierra vegetal para cubrir la superficie interna.

Todo ello, claro, tras tapar cuidadosamente todas las grietas de la superficie, con la excepción de las gigantes compuertas destinadas a dejar entrar y salir las naves espaciales. Con ello, se logró una superficie interna habitable de 28.300.000 km. cuadrados, de los que dos millones estaban cubiertos de agua. El resto se compone de bosques de coníferas y extensas praderas, encargadas de la regeneración de la atmósfera.

La longitud del ecuador interno es de unos 9.500 km. A cada lado se extienden sendas franjas de 2000 km. donde la fuerza de la gravedad es prácticamente de 1 g. y que son las más densamente habitadas. El calor y luz internos son proporcionados por un "sol" artificial, una esfera de 25 km. de diámetro suspendido en el centro geométrico de Valera. Esta lampara emite en un espectro muy similar al Sol terrestre y está alimentada por dos gigantescos reactores nucleares que consumen dedona. El día valerano tiene 14 horas y la noche, 12. Durante los períodos de oscuridad se producen las lluvías.

Para moverse, "Valera" induce eléctricamente su corteza de dedona y se impulsa mediante gigantescos propulsores iónicos. La capital del planetoide está en Nuevo Madrid y en su corazón, la Plaza de España, se alzan los edificios del Generalato y el Almirantazgo. Este último alberga a su vez el colosal Puente de Mando, cerebro de todo el complejo militar que fue el origen y razón del planetoide.

Durante siglos, Valera fue utilizado como autoplaneta militar y arma de combate, bajo la tutela de alguna de las naciones humanas o de todas ellas. En este papel, jugó un papel decisivo en la preponderancia humana sobre los thorbod, nahumitas, ghuros y otras razas. Sin embargo, la dilatación del tiempo en sus viajes hizo que los valeranos se convirtieran, a todos los efectos, en reliquias vivientes para el resto de la humanidad. Finalmente, se constituyó en República independiente, aunque manteniendo estrechos lazos con el resto de la humanidad, e hizo de la exploración del espacio su razón de ser.

Durante siglos, siempre hubo un Aznar sentado en el Puente de Mando y una leyenda se creó al respecto: la de que Valera nunca sería derrotado mientras tal cosa sucediera. El advenimiento de la democracia cambió ciertas cosas, pero la importancia de la familia Aznar nunca ha declinado.

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