Desde
no lejos de la ciudad de Neuquén, un día partió hacia
Capilla del monte llevado por su madre. Quería conocer el cerro
Uritorco "sí o sí". Con diez años en aquel febrero
de 1992, dentro de lo poco comunicativo que era, se la pasaba hablando
de "cosas extrañas, fantasiosas", y dibujando naves y seres extraterrestres.
Decía haber venido de otro planeta a traer "el rayo del amor".
Fue visto por aquellas noches
haciendo señas con una mano en dirección a algún lugar
del cielo, donde resultó haber un objeto luminoso que, con pulsaciones,
parecía responder a las señales que él le hacía.
También fue visto proyectando una extraña luz a través
de un cristal de cuarzo.
Antes del viaje, los médicos,
considerando que el niño sufría de algún problema
glandular que le ocasionaba su "autismo", habían recomendado iniciarle
un tratamiento con drogas. Pero justo el Comandante Clomro andaba por Capilla
del Monte en esos días, tuvo una charla de café con el chico
y la madre, le dijo a ella que no se preocupe, que esto no era un caso
anormal, sino que hay otros así (nombró a Flavio Cabobianco)
y que hasta él mismo había venido también a tomar
un cuerpo. La señora ignoraba todas estas cosas. Pasó días
charlando con una amiga que acompañaba a Clomro, que se encargó
de terminar de hacerle ver estas realidades. A la vuelta, no sometió
a Marcos a ningún tratamiento. Él creció normalmente
y, ya en su adolescencia, ha dejado de hablar de los ovnis; es un muchacho
"normal", cuya personalidad ha cambiado para una mayor comunicación
con los demás.