SILOS
POR JOSÉ CARBALLO
Hola amigos, ¿que tal el verano?. Yo muy bien y por eso os escribo estas palabras, para contaros mi experiencia en la marcha de Silos. La verdad es que yo nunca había ido antes a Silos y por eso no puedo comparar con años anteriores, lo único que os puedo decir es que con las ciento ochenta personas, aproximadamente, que éramos, me parecían suficientes.
Salimos el Sábado día 19 después de comer del campamento de Silos, todos juntos con los bultos, hacia donde estaban situados los autobuses, y una vez allí, nos montamos en ellos tal y como nos dividieron en el campamento. Una vez en Burgos nos dirigimos hacia la Iglesia de San Lesmes para que, ya que íbamos a seguir parte del Camino de Santiago, realizar la llamada Liturgia del Peregrino, que no es mas que poder darle un sentido a nuestro caminar. Cuando salimos de la Iglesia nos dejaron una media hora libre, la cual aprovechamos; unos para dar una vuelta por Burgos, otros para ir a tomar algo, y otros como el Padre Roberto y yo, para ir a ver la Catedral, aunque por lo apretado del horario, la vimos muy rápidamente, pero, eso si, fue una visita muy instructiva. Una vez acabada nuestra visita a la Catedral, nos dirigimos todos hacia el aparcamiento de autobuses, con la salvedad de cinco personas, que, al no conocer la ciudad, se perdieron y tuvimos que esperarles durante veinte minutos. Por el camino encontramos una competición de ciclismo, y por ello, cuando llegamos a Castrogeriz, no nos dio tiempo a nada más que a extender las tiendas en el camping, siempre dirigidos por Ana, la responsable de acampada. Acto seguido fuimos a la celebración de la Eucaristía, y después algunos fueron al pueblo a celebrar el fin de las fiestas del pueblo; y otros nos fuimos al campamento a cenar. Mas tarde nos tuvimos que subir al lugar donde estaban nuestras tiendas para la oración de la noche, que era por grupos de origen. Una vez acabada la oración y aunque pareciese temprano, solo las diez y media, nos fuimos a dormir.
Aunque yo no lo creía cuando miré el reloj, nos levantaron a las cinco de la mañana, y para más colmo, como había caído una helada, hacia un frío que se te quitaban las ganas de salir del saco, pero bueno, hice un gran esfuerzo y después de vestirme, salí de la tienda. Después de asearnos, y de desayunar, empezamos a desmontar las tiendas colocando las mochilas según nos decían la gente de tráfico, que eran los organizadores de la marcha. Nos organizaron en dos secciones. Durante la marcha, íbamos siempre en fila de a uno, excepto la gente de tráfico y de sanidad que iban por donde se les necesitaba. Otro aspecto a resaltar de la marcha, es que no podíamos hablar, aunque poca gente lo cumplió, y los de tráfico se hartaron de mandar callar. Después de unas cinco horas de marcha en las que yo no paré de hablar, llegamos al campo de fútbol de Fromista, donde pasaríamos la noche, y una vez allí nos dieron, a los monitores, unas bolsas con pan y chocolate para repartirlas al grupo. Después de un tiempo de relajación, "una media hora", pudimos beber agua, ya que antes no era aconsejable; luego, y siguiendo las órdenes de Ana, nos pusimos a montar las tiendas, aunque con cierta dificultad, por lo duro del suelo. A continuación nos dejaron dos horas libres para bañarnos, cosa que se repetiría todos los días. Al igual que pasaría en Sahagún, disponíamos de piscina, algo que agradeceríamos todos. Mas tarde fuimos a comer. Después de la comida, alrededor de las cuatro menos cuarto, nos reunimos, como haríamos diariamente, todos los monitores, para hablar sobre el desarrollo de la marcha, y sobre el temario que, supuestamente, debíamos desarrollar a continuación con el grupo de reflexión, cosa que, por lo menos en mi grupo, no se cumplió. Después de reunirnos los distintos grupos de reflexión, nos dejaron, como cada día, tiempo libre hasta la celebración de la Eucaristía. Al concluir la celebración, fuimos a cenar, en este caso, a las puertas de la Iglesia. Mas tarde, nos fuimos a dormir.
Todas las mañanas serían iguales a la del primer día, por lo que no volveré a hacer mención de ellas, y pasaré directamente a comentar a partir de la marcha.
El día 20, caminamos desde Fromista a Carrión de los Condes, un total de 19 kilómetros. Esta marcha, por ser más corta que la del día anterior, se presumía que iba a ser menos pesada, aunque luego no fue así, debido al ritmo que implantaron los de tráfico. Por lo demás, toda la marcha fue un continuo acelerar y frenar, y al final de la misma, provocó grandes quejas por parte de los chicos. Todo esto desembocó en que la marcha del día siguiente fuera mucho mas lenta que lo programado. Cuando llegamos a Carrión, paramos en un parque por el que pasaba un río, que luego utilizaríamos para bañarnos; además había una pista de volley playa, pista que usamos después del bocadillo. Después de jugar un rato, fuimos a meter las mochilas en una pista cubierta que nos dejaron para pasar la noche, en la cual, había también baños y duchas.
Lo único que cabe mencionar de toda la tarde, ya que en cuanto a actividades fue igual al día anterior, es que en el tiempo libre que tuvimos antes de la celebración de la Eucaristía, me fui con el P. Roberto y el P. Jorge a ver el famoso Pantocrator, y después, a preparar la celebración, que sería presidida por el P. Jorge. La gracia del día, corrió a cargo de unos chicos del pueblo, que, una vez nos hubimos acostado todos, se pusieron a dar golpes a las puertas del pabellón, cosa que nos despertó a todos.
El día 21 amaneció algo frío y cubierto, menos mal que mas tarde se despejó. Esta marcha se presentaba algo incierta en cuanto al ritmo que llevaríamos, debido a la experiencia del día anterior. Por lo demás sabíamos que era la marcha más corta, solo 17 kilómetros, y que íbamos desde Carrión hasta Calzadilla de la Cueza. La marcha resultó muy amena, no solo por el ritmo que llevábamos, sino porque no vimos el pueblo hasta estar a dos pasos de él, aspecto que ayuda mucho moralmente. En mi grupo solo se observaron dos bajas respecto del día anterior; todos los demás, aunque algunos con vendaje, acabaron la marcha. La verdad es que llegamos muy temprano a Calzadilla, tanto que muchos de nosotros aprovechamos para estar más de dos horas sentados y hablando, y aunque pidieron voluntarios para limpiar una acequia y la nave donde pasaríamos la noche, la mayoría no nos movimos del sitio. Utilizamos una caseta cercana de enfermería donde se metió a todos los lisiados, es decir, a todos aquellos que por unas razones u otras, o no comenzaron la marcha, o la tuvieron que abandonar una vez comenzada. Durante la comida, como no podían salir de la caseta, les llevamos la comida y todo lo necesario para comer. En este día hubo dos celebraciones de la Eucaristía; una en la caseta, para los "lisiados", y otra en la Iglesia del pueblo. Como anécdota se puede contar que los de la caseta se encontraron un pajarito al que pusieron por nombre lisi, en honor a su club. Por la noche los chicos y chicas de Madrid nos deleitaron con una gran actuación que no pudieron hacer en el campamento de Silos.
La mañana del día 22 transcurrió con toda normalidad aunque en la fila de la marcha ya se notaban algunas bajas importantes. Hoy la marcha iba desde Calzadilla de la Cueza hasta Sahagún de los Condes, y se componía de unos 24 km. Mi grupo iba el último de la segunda sección, zona que era muy temida por todos por los acelerones y frenazos tan fuertes que se daban en esa zona, menos mal que como estuve casi toda la marcha ayudando a una chica casi no estuve en la fila. El comienzo de la marcha fue normal, pero al poco rato ya había dos personas que necesitaban ayuda para continuar, por lo que yo me quedé con una de ellas. Poco a poco nos fuimos distanciando de la fila hasta que los perdimos de vista. Por el camino nos encontramos con otras personas con problemas, por lo que seguimos con ellos. Después de estar andando una hora, mas o menos, dos de las personas que iban mal dijeron que ya no podían mas y que se quedaban a esperar a que pasase el coche de sanidad para que les llevara. A partir de ahí comencé a caminar a un ritmo muy rápido, puesto que quería alcanzar a la fila. Por el camino encontré a dos chicas de mi grupo que se habían quedado algo rezagadas. Al poco rato, y junto con Andrés, de Alcalá, pillamos al grupo, no sin antes pegarnos una carrerita para pillarles. A partir de ahí la marcha volvió a su monotonía de días anteriores, por lo que me entretuve haciendo un ramillete de flores por el camino. Cuando ya estábamos muy cerca de Sahagún, otro chico se empezó a quedar para atrás, y yo me quede para hacerle compañía. Por el pueblo nos encontramos con varias personas que nos demostraron la hospitalidad de todos los pueblos por los que pasamos. Antes de llegar al camping encontramos a un chico que se había quedado de señal para indicar el camino, y como le veía algo cansado me quedé yo en su lugar. Al poco rato apareció Isabel, una chica de mi grupo, que se quedó conmigo hasta que aparecieron los últimos de la marcha, con los que terminamos la marcha cantando con el coche de sanidad. Una vez llegamos al camping ya todos habían comido y estaban bajando las mochilas del camión. Una vez más, y después de descansar un poco, tuvimos que volver a montar las tiendas tal y como nos iba diciendo Ana. En el tiempo libre aprovechamos para ir a la piscina y allí pasó de todo: desde hacer un amago por tirar al mismísimo socorrista, hasta el intento de tirar al P. Roberto, pasando por tirar a varias chicas vestidas al agua con la toalla encima; algunos como yo , y por "miedo" a que nos cogieran y nos tiraran, pusimos tierra de por medio y nos fuimos al camping parar prepararnos para comer. Esta última comida fue la mejor de todas, parecía que nos conociésemos desde hace muchos años: la conversación no paro ni un momento, y por supuesto, acabamos tirándonos agua. Después de esta maravillosa comida, y de limpiar algunos cacharros de la cocina, tuvimos la última reunión de monitores, cosa de la que yo me alegré, pues estaba algo cansado de ellas. Más tarde nos reunimos con los grupos para hacer balance del encuentro, aunque lo único que, aparte de dedicarnos a escribir las direcciones, hicimos, fue algunas fotos. Cuando estábamos casi acabando de recoger las direcciones empezó a llover, algo que no cesó hasta que, después de haber estado un buen rato en un bar, nos tuvimos que ir a la Iglesia para la celebración de la Eucaristía. Tal y como hicimos otros días, nos dieron la cena por grupos de reflexión y en bolsas, y cenamos a las puertas de la Iglesia. Después de haberle cantado el feliz cumpleaños a David, un chico de mi grupo, bajamos casi todo mi grupo al camping para que, una vez tomado un vaso de leche y un par de bollos, dirigirnos a los sacos, aunque por lo especial de la noche el ir a dormir se retrasó un poco.
Cuando nos les levantaron por la mañana, ya sentía que no iba a ser una mañana como las demás, pues era la última: la última vez que nos despertábamos todos juntos, la última en que tomábamos todos juntos el desayuno, ... ,en definitiva, la última mañana juntos. Sin variar mucho nuestra dinámica matinal, y una vez desmontadas las tiendas, llevamos los bultos a lo autocares, según era el autocar que luego, desde León nos llevaría a nuestros lugares de origen. Luego nos montamos en ellos, pues la marcha de hoy no la comenzábamos en Sahagún si no en Mansilla de las Mulas; por lo tanto, cuando llegamos todos a Mansilla y habiendo realizado la oración de la mañana, comenzamos la marcha. Esta marcha tenia un sentido especial: era la última; y por ello todos querían hacerla, incluso gente de mi grupo que no hizo la del día anterior por no estar en condiciones, quisieron hacer esta última marcha, y lo mas importante, no les importaba cuanto tiempo le dedicasen, lo importante era acabarla. Esto es un aspecto importante que debo destacar de mi grupo, aunque en otros grupos también se dieron casos similares. Cuando llegamos a León parecía que estábamos de fiesta, o mejor aún, parecía que habíamos ganado una competición importantísima: Nos dábamos abrazos, algunos incluso llorando; aunque esta alegría tardo algo en ser completa ya que hubo gente que se perdió por el camino, pero ,eso si, cuando los vimos aparecer volvió a crecer la fiesta: habíamos acabado todo el grupo la marcha. Después de haber comido algo, que bien merecido lo teníamos, fuimos hacia la Catedral, algunos con más dificultad que otros, para celebrar la Eucaristía final, y por esta razón decidimos sentarnos todo el grupo juntos. Una vez acabamos la celebración apareció algo inevitable en estos momentos: las lágrimas, pero estas lágrimas representaban la alegría de haber conocido y de haber compartido tantas cosas, algunas buenas y otras no tanto, y de verse ahora en la obligación de tener que despedirse, quien sabe por cuanto tiempo. Este momento se hizo todavía mas fuerte durante la comida, ya que ahí fue hay cuando empezaron a llamar a la gente cuyo autobús se marchaba; parecía que el tiempo se había parado para todos, la despedida se hacia eterna. Una vez monte en el autocar me di cuenta de que se acabo el encuentro, pero había comenzado algo que nunca acaba: la amistad.
Por último quiero agradecer a toda la gente de todos los pueblos por los que pasamos, para que mantengan esa hospitalidad con todos los caminantes que pasan por sus tierras; también agradecer a toda la gente de sanidad su esfuerzo por que todos pudiésemos acabar las marchas; y sobre todo, y ya algo mas personal, dar las gracias a mi grupo de reflexión por toda la alegría demostrada en estos días, por su compañerismo, y sobre todo por toda la amistad demostrada desde el primer día en el campamento de Silos: GRACIAS POR TODO, AQUI TENEIS UN AMIGO PA" LO QUE HAGA FALTA.
PEPE.