EL QUE ESPERA EN EL BALCÓN
De Grégor Díaz
HABITACIÓN
AMPLIA SOBRE LA CUAL ABUNDAN MACETAS EN EL SUELO; SOBRE LOS MUEBLES, COLGADAS,
ETC., ETC., EN LAS PAREDES, CUADROS QUE, DE ALGÚN MODO, SEÑALAN AMOR POR LA
VIDA.
ESTANTE GRANDE DE LIBROS Y LIBROS –ADEMÁS– POR CUALQUIER
PARTE.
Y MUCHA PAZ.
ES LA HABITACIÓN DE UN HOMBRE SOLO QUE NO QUIERE ESTAR
SOLO. TODO ESTÁ ARREGLADO PARA DOS PERSONAS Y PARA DOS PERSONAS MÁS, EN EL
SUPUESTO DE VISITAS.
EN UN ÁNGULO, DISCRETAMENTE UBICADA, UNA CAMA. SOBRE ELLA,
UN MUY LINDO CUBRECAMAS; ES DE ESOS QUE ESCOGERÍA UNA PERSONA QUE NO TUVIERA
PROBLEMAS ECONÓMICOS. LOS COLORES CLAROS PERMITEN ENSUCIARSE CON FACILIDAD,
PERO ESTA MUY LIMPIO.
ELLA ESTÁ DENTRO DE LA CAMA, ÉL CAMINA LEYENDO UN LIBRO.
DE FONDO, MÚSICA SUAVE: MOZART.
EL.– (Leyendo mientras camina) “El hombre
que diga la verdad sólo será un buen hombre, mas nunca un gran hombre. ¿Conoce
usted a un hacedor de religiones que diga: ‘Señores, mi Dios es falso’? Sin
embargo, ellos triunfan. Porque ‘la mentira es el pan del pueblo’.” (La mira)
Vístete…
ELLA.–
¿De quién es…?
EL.–
(Sin mayor importancia) “La
Conquista de Bizancio”
ELLA.–
¿De quién es?, pregunté…
EL.–
Vístete…
ELLA.–
El autor…
EL.–
Vargas Vila… (sonríe) “El
Satanizado”. Vístete…
ELLA.–
Sí…
EL.–
Sí… no es suficiente…
ELLA.–
¿Rezo…?
EL.–
No gastes saliva. No hay Dios…
ELLA.–
Quizás por eso te quiero tanto…
mucho…
EL.– (Sonriendo)
¡Tanto, mucho…! ¡Mucho, tanto…! ¡Cuántos adverbios…! (Ríe y la mira) Yo te amo.
ELLA.–
Yo no puedo decir lo mismo. Sólo te
quiero.
EL.–
¿Dónde está el límite…?
(Desaparece)
ELLA.–
(Alzando la voz) ¿Límite de qué…?
EL.–
(Desde fuera) Del querer y del
amar…
ELLA.– No
lo sé. Pero, no podrás acusarme de haberte llamado alguna vez “amor”.
(Pensando) Ni siquiera cuando hacemos el amor…
EL.– (Aparece
con dos tazas de café. Le da una a ella y se sienta al borde de la cama)
Gracias.
ELLA.–
¿Tiene azúcar…?
EL.–
Naturalmente. (Mirándola)
Exprimí mi corazón sobre tu taza.
ELLA.–
He repetido sí la palabra ¡Dios!
EL.–
(Riendo) Por molestar, seguro…
ELLA.–
¿Molestar? ¿Por qué…?
EL.–
Porque sabes que soy ateo…
ELLA.– No,
tonto. En esos momentos cierro los ojos y sólo pienso en mi piel…
EL.– (Con amor) Hablas, hablas…
ELLA.– Y
gozo al sentir cómo mis poros se abren y abren y dejan escapar mi sudor hasta
empaparme y empapar la cama…
EL.–
Amén…
ELLA.–
(Riendo) Como una vaca me revuelco
entre las sábanas…
EL.–
¿Con tu marido haces lo mismo…?
ELLA.–
(Seria) No lo menciones…
EL.–
(Sereno) Conmigo no transpiras…
ELLA.– No lo nombres…
EL.–
Loado sea.
ELLA.–
(Serena) No lo amo… No lo amo, es
cierto; pero lo quiero…
EL.–
¡¿Dónde está el límite…?!
ELLA.–
(Se sienta sobre la cama) Ven…
abrázame… (él lo hace con ternura, tendiéndola sobre sus rodillas) Me agrada tu
cabello oliendo a shampoo…
EL.– (La
besa en la frente) Tú, Velasques, Mozart, Chejov… me acercan a Dios…
ELLA.– (Que
no ha escuchado) Todo terminó tan temprano… casi con “La Luna de Miel”…
(Suspira) ¡Hace tantos años…!
EL.–
Amén.
ELLA.– Sabes… nunca pude superar su engaño. Si me
hubiera sido infiel a los cuatro o cinco años… ¡vaya!… en algo lo hubiera
entendido. (Suspira)
Pero… ocurrió antes del medio
año… (pensando)
Y con mi mejor amiga…
EL.– Bueno… algo es algo ¿no?
ELLA.– ¿Qué…?
EL.– ¿Fue considerado, no…?
ELLA.– No te entiendo…
EL.– Pudo engañarte con “tu peor amiga…”
ELLA.– (Sonríe) Gracias… (Lo mira) Tengo frío…
EL.– Dame tus pies… (Empieza a frotárselos)
ELLA.– (Besándole) Es el padre de mis hijos…
EL.– Tu
piel es suave… (Sonríe) y dulce… (La mira) Sobre tu cuerpo mis manos se curvan
para asirse y recorrerte mejor…
¡Ay
que memoria tiene
mi
cuerpo de tu cuerpo!
¡Ay
que dolor tan gritado
por
mis venas mana!
Porque
mis poros respiran
por
tus poros
y
pulsan tus montes en mi alma (…)
ELLA.– (Lo
besa) Alcánzame el café… (El lo hace, ella bebe) Y lo peor… lo peor es que es
un buen hombre…
EL.– (Bíblico)
“¡Y, por cuanto queja no tengo de ti… hoy mismo estarás en el Reino de los
Cielos!”
ELLA.– Vivimos
juntos… sí. (Triste, encadenada) Como buen europeo que es, desde que nos
casamos, dormimos en camas separadas… (Lo mira) Es mi amigo…
EL.– Yo, también… (Ríe) “Amigo especial”,
como me llamas tú…
ELLA.– Con él no hago el amor…
EL.– (En
broma, dolido) Como cierras los ojos, a lo mejor lo haces, y no te das cuenta…
(Cambia de cinta. Siempre Mozart) ¿No…?
ELLA.– He
intentado rehacer… (Mirándolo) ¡Caramba… a nadie le gusta fracasar… y menos
cuando hay hijos, ¿no?!
EL.– Así será, pues…
ELLA.– Siempre soñé casarme con un hombre hermoso…
EL.– Haces que me sienta un enano…
ELLA.– Quizás éste sea mi castigo, entonces…
(Mirándolo) ¿No, “Ogro”?
EL.– Debe haber luna llena…
ELLA.– ¿Por qué…?
EL.– (Poniendo cara de hombre lobo) ¡Quiero
aullar…!
ELLA.– (Despeinándolo)
Soñé –como toda chica– casarme con un hombre bello… Apágalo, por favor…
EL.– (Bromeando)
¡Y Dios, el Gran Dios, el Dios de dioses, Padre y Señor de señores, hizo el
milagro. (Apaga el tocacassette)
ELLA.– Llegó con su amor para mí, de par en par…
EL.– Cruzó
el Atlántico con su tez blanca, su metro ochenticinco y ojos azules…
ELLA.– Y se casó conmigo…
EL.– (Sarcástico)
Al salir de blanco de la iglesia, como en el cuento de “Las Mil y Una Noches”,
la gente lloró…
ELLA.– (Sonríe) ¿Cómo lo sabes…? Eres brujo…
EL.– La
chica de “La Casa de Muñecas”, con su cónyuge importado, bajó las escaleras del
atrio, sin perder un compás de “La Marcha Nupcial”, que ensayó desde el vientre
de su madre…
ELLA.– Me hieres…
EL.– (Dolido) La olla le dice a la sartén…
ELLA.– No me tiznes… (Ríe) Dame un cigarrillo…
“Ogro”…
EL.– Sabes que no fumo…
ELLA.– Sé que
me amas, y que, en esta casa, nunca falta un cigarrillo para mí…
EL.– (Le alcanza un cigarrillo y lo
enciende) Servido…
ELLA.– (Fumando)
Gracias… (con picardía, imitando a las españolas) Gracias… hacen los monos
(Dulce) Sonríe, Ogro…
EL.– (Con amor)
(…) Norabuena
es la hora que llegas;
Noramala
la que tardas… (…)
ELLA.– Al
verlo a él… desnudo, cuando se bañaba, para mí me decía: ¡Dios, qué hermoso!
EL.– (Irónico) Debió ser maravillosa la
“Luna de Miel”
ELLA.– Ninguna luna de miel es maravillosa…
EL.– ¡Ah…!
ELLA.– ¡Sí…! ¡Ah, ah, ah…!
EL.– Perdóname… Cuando me case lo sabré…
ELLA.– (Riendo) ¡Otra vez…! ¿Después de cuántos
divorcios…?
EL.– (Señalando al techo) Pregúntale a El…
ELLA.– Tonto. (Remedándolo)
“Ogro
bueno
es
la hora que llegas;
Ogro
malo
la
que tardas…”
(Mientras
lo despeina) Y… cuando ese hombre ha sido tu primera experiencia, todo te
parece bien… “Así será, pues”, te respondes…
EL.– Me gustaría criar un gorrión…
ELLA.– Al salir de la iglesia hay tantas cosas
nuevas para ti…
EL.– Y sembrar geranios…
ELLA.– ¡Por fin roto el cordón umbilical!
EL.– El mundo debería estar lleno de
gorriones y geranios…
ELLA.– ¡Adiós
el “vuelve temprano”, “no salgas con ése”, “Piensa, piensa, piensa! “…
EL.– Gorriones y geranios… (Riendo) Siempre
lo he dicho… y escrito.
ELLA.– Y, con
la partida de casados, tienes autorización para fornicar cuando y donde
quieras, con la complacencia de tus padres, que poco les falta para aplaudir
cuando sales del dormitorio. ¡Ah… y el beneplácito de tus familiares y vecinos
que con donosura te preguntan: ¿Cuándo viene el heredero?”
EL.– Sólo
un pedazo de miga del pan que te sobra y un poco de agua, te piden…
ELLA.– Todo
es tan difícil y sencillo. Simplemente tienes que aceptar la regla de tus
mayores…
EL.– (Burlándose
de él mismo) Me estoy excitando. La “adultez” me ha dado por excitarme cuando
dicen tonterías…
ELLA.– No
sabes mentir. (Tierna) Te conozco. Sólo la dulzura del amor te puede excitar.
Una palabra… una mirada… una mano sobre ti…
EL.– (Riendo) ¡Entonces… estoy loco!
ELLA.– ¡No, no, no…! Sería una estafa. (Riendo)
Moriría.
No habrías sido consciente del amor que me
dabas, y que, aunque aún no puedo corresponder como quisiera, me hizo vivir…
(Triste) Todo sería vulgar (Llora tenuemente)
EL.– ¿Vulgar…? ¿Vulgar el amigo especial?
ELLA.–
¿Cómo es el verso de aquel poeta que
vivía en el manicomio, le dieron de alta y, al poco rato, él solo, regresó…
EL.– “Tuve miedo y me regresé a la locura”
ELLA.– (Meditando)
Sí… los cuerdos asustamos. ¡La jungla es el mundo de los cuerdos! Somos malos
de toda maldad, como dices tú…
EL.– Hay
más cordura en la locura que en la cordura misma. (Ríe) ¡Soy producto de la
locura! ¡La locura misma! ¡La locura es la razón de mi razón! ¡Y, junto con
ella cruzo el túnel batiendo mis brazos sin hallar la mano amiga que, mis
manos, con locura, esperan! ¡Bendita sea la locura y benditos los locos, por
siempre, jamás! (Ríe)
ELLA.– Estás triste…
EL.– Ya no quieres hablar de ti…
ELLA.– Tú hablas de mí…
EL.– Es verdad. Aún conservo el juicio,
amor.
ELLA.– Siempre, después de hacer el amor, dices
cosas bonitas…
EL.– No lo hemos hecho. Sólo soy “amigo
especial”.
ELLA.– Malo.
EL.– ¿Malo?
ELLA.– Me duele que sufras por mí…
EL.– Empiezas mal, nuevamente…
ELLA.– ¿Mal…? ¿Qué…?
EL.– Nadie sufre por los demás. Te duele
–¡si te duele!– por ti misma.
ELLA.– No te entiendo.
EL.– Eres cristiana.
ELLA.– Y, eso… ¿qué tiene que ver?
EL.– No quieres cargar sobre tu conciencia,
nada que la enturbie…
ELLA.– Te pones difícil.
EL.– Siempre
he dicho que, bueno es aquel que no tiene coraje para ser malo…
ELLA.– (Sonriendo)
Entonces… no me equivoco al calificarte de malo… (Riendo) Cobarde…
EL.– No soy malo.
ELLA.– (Riendo) Bueno… eres “bueno”…
EL.– Ni
lo uno ni lo otro. Y malo y bueno a la vez. (Ríe) Depende del viento…
(Aclarando) viento del alma (Ríe) Nadie es bueno ni malo en absoluto. Ya lo
dijo Gracián, “Don Baltazar”: No todas las cosas que hagamos las haremos bien,
ni todo lo que hagamos, ha de contentar a todos.
ELLA.– ¡Ah…!
EL.– Ser bueno es tan malo como ser bueno.
ELLA.– Escopeta de dos cañones ¿no? Di…
EL.– ¿Sí…?
ELLA.– Responde, Ogro…
EL.– (Ríe)
Sí… “Todo es tan difícil y tan sencillo. Simplemente hay que aceptar las reglas
de tus mayores…”
ELLA.– (Sonriendo) Tienes buena memoria
(Ordenando) ¡Pásame la bata…!
EL.– (En payaso) ¡Encantado… “Greta
Garbo”…!
ELLA.– (Riendo) ¡Tonto…!
EL.– (Dándole la bata) ¿Te marchas…?
ELLA.– Sí… (Riendo) Al baño… me pilo… (Desaparece)
EL.– (Hablándole a Dios) ¡Juegas con uno,
¿no?!
ELLA.– ¿Qué dices…?
EL.– Hablaba con tu jefe…
ELLA.– Yo no tengo jefes…
EL.– “Alá”, “Jehová”, “Jesús”, “Buda”… o
como quieras llamarlo…
ELLA.– (Apareciendo) ¿Religioso, no…? (Lo mira y
besa) Me confundes.
EL.– Te confundes…
ELLA.– Gozas enredando… (Oliéndole las manos) ¡Qué
rica colonia!
EL.– Tú no oyes…
ELLA.– ¡Qué desperdicio usar el discernimiento
como enredadera…!
EL.– (Con amor) ¡Tontita… sabes que te amo!
ELLA.– Dedícate a los crucigramas… (Lo despeina)
EL.– Que
te amo, dije… (Apenado) y tú… ignoras que me amas. Y, lo que consideras desamor
–¡qué pena!– es tu verdad.
ELLA.– (Amorosa)
Doctor Seguín… ¿cree usted que alguna vez encuentre el amor…?
EL.– (Triste)
Vienes a mí… haces el amor… y luego, “con generosidad”, me regalas el magro
título de “amigo especial”… (Triste) como si fueras una cualquiera… y yo… un
Don Nadie.
ELLA.– (Escapando
a sus pensamientos) La inteligencia te ha hecho penetrar en lo más profundo de
mi corazón y descubrir lo que yo, dueña de ese corazón, no he encontrado: “que
te amo”. (Ríe).
EL.– (Natural)
Ríete. Uno es libre de expresar sus sentimientos… y hacerlo en la magnitud que
apetezca. Te dije: “Tú no oyes” y no me oíste. Sólo escuchas lo que quieres
escuchar. Y, mucho de lo que escuchas no te pertenece.
ELLA.– (En española) “Gracias… hacen los monos”
EL.– Después
de todo, y con todo, y a pesar de todo, crees no amarme “¡Quiero que seas mi amigo y no mi amante!”, exclamas…
ELLA.– No has mentido…
EL.– No podrás acusarme que alguna vez te
haya pedido que lo fueras.
ELLA.– Eso se llama “despecho”
EL.– (Meditando) Si oyeras…
ELLA.– (Mirándolo)
Cuando eres tú, es decir, un ser sencillo, adquieres un encanto especial
(Sincera, pidiéndole) No te afees, ¿quieres, Ogro…?
EL.–
“Amante” es una palabra prostituida… dista kilómetros de su significado
original… “Tu amador, dije, siempre. Soñé con serlo, ¡Ser tu amador? Eso sí es
verdad… verdad de toda verdad…
ELLA.– Supones
saberlo todo, ¿no? ¿Por qué no te pones en la otra orilla…?
EL.– ¡Siempre
estoy en la orilla ajena! Y tan lejos, ¡Dios mío!, que, en oportunidades, no sé
cómo volver a mí.
ELLA.– Escondes una pena antigua…
EL.– Cuando
nos queda tan poco –y nunca se sabe cuándo es tan poco–… ese “tan poco”,
efímero, incierto, tan “sin medida”, reparas que has vivido la vida caminando
por la trocha equivocada. Y que, si optaras por retroceder, al descaminar,
descaminando no alcanzarías llegar a tiempo al punto de partida…
ELLA.– ¡Linda conversación…! (triste) Tú ya no
quieres que vuelva, ¿no…?
EL.– Si
prosigues por el sendero de los demás, a cambio de una furtiva ilusión, de un
átomo de ilusión, de una migaja, deberás permitirle a los demás que te partan
el corazón.
ELLA.– Gracias… ¿Qué tal pareja somos?
EL.– Lo dices por molestar…
ELLA.– ¡Jesús…! ¡Caramba…! (Ríe) ¡Oh, Ogro…!
EL.– Sabes que no creo en esa palabra. Lo
he expresado siempre.
ELLA.– No te conviene… (Ríe) ¿Verdad “Ogro”? (Lo
besa)
EL.– Es
la más arbitraria que conozco… ¡Ja!… “pareja” (Ella se ríe) Es la imposición
caprichosa del gusto de los demás, sobre una persona. ¿No has escuchado a las
viejas…? (imitándolas)
–¡Ay, qué bonitos son… “hacen
pareja”!
–¡Qué
linda “pareja”… son blancos!
–¡Bella “pareja”… sí, señor,
parecen extranjeros!
(Bromeando) ¡Que se casen!
¡Que se casen! ¡Que se casen!
ELLA.– (Riendo) ¡Ahora sí me has hecho reír de
verdad…!
EL.– De
lo que se desprende que, forman pareja: sordo con sorda, ciego con ciega;
cristianos con cristianas y… ricos…
ELLA.– (Ríe)
Ahora que te escucho… sospecho que, los grandes libros se escribieron sobre una
cama… (Sincera) Nunca podrán acusarnos que somos pareja los dos ¿no? (Ríe)
EL.– (Burlón) ¡Oh, Dios…!
ELLA.– (Riendo) ¡Vaya, quién nombra a Dios…!
EL.– No
te equivoques. Dicen que, en un rincón del corazón de Dios, hay un lugarcito
para los ateos, como yo…
ELLA.– (Resuelta) Acabemos de una vez…
EL.– Yo te amo.
ELLA.– Te
quiero mucho. Esta es una verdad irrefutable.
EL.– “Las cosas bellas de la vida… o nunca
llegan o llegan tarde”
ELLA.– Te quiero mucho, pero no como tú lo deseas…
EL.– Desgraciado
no es el que desconoció el amor; sino, aquél que, estando cerca, no pudo
alcanzarlo…
ELLA.– Tú me reclamas como “amante”
EL.– (Irónico) Ahora y en la hora de
nuestra muerte, amén.
ELLA.– Yo imploro tu amistad… ¡Quiero que seas mi
amigo!
EL.– ¡Amigo “especial”, ¿no?!
ELLA.– Hacemos el amor porque no quiero perderte…
EL.– (Sacudiéndola por los hombros) ¿Dónde
está el límite?
ELLA.– ¡Suéltame… me haces daño!
EL.– ¿Te acuestas con todos tus amigos…?
ELLA.– ¡No! Tú eres especial…
EL.– ¿Fornicas con todos tus amigos
“especiales”?
ELLA.– ¡No!
EL.– ¿No gozas conmigo cuando haces el
amor…?
ELLA.– ¡Sí…!
EL.– ¿No
tienes necesidad de venir a esta casa, a la casa de un hombre solo, y estar
conmigo…?
ELLA.– ¡Sí…!
(Pausa) Tú me escuchas… (Llorando) Y quiero que me hagas cariño, mucho cariño.
Me agradan tus manos sobre mi cuerpo y tus besos… Pero, tú te excitas…
EL.– ¡Oh,
Dios…! ¡Pero… ¿no eres tú quien me dice: “Tómame, tómame toda. Penétrame…?!”
ELLA.– ¡Sí.
Soy de carne y hueso… Pero, tú eres libre de decir: ¡No…! ¡No quiero!
EL.– (Ríe y luego serio) ¡Vístete… Es
tarde…!
ELLA.– Ahora te enojas…
EL.– Aún es tiempo para que seas un grato
recuerdo para mí…
ELLA.– Tu egoísmo no te permite ver la verdad…
EL.– (Gritando) ¡Si no viera la verdad
sería feliz…! ¿Entiendes?
ELLA.– Yo, de aquí, debo regresar a mi casa…
EL.– ¡Dios…!
ELLA.– A los míos… Y, cuando me reciben…
EL.– Vístete…
ELLA.– Cuando
me reciben, agacho la cabeza… Juro que nuca más he de regresar a ti…
EL.– (Canta “Teresa” canción infantil)
–
Teresa, tiende la mesa
–
Señora tengo pereza…
ELLA.– Pero…
después pienso en ti… (lo mira) sé que sufres por mí… y vuelvo a tus brazos, a
tus besos, a tu cuerpo.
EL.– (Fraseando)
–
Con quién se la quitaremos…
(Resuelto)
Ganas, amor… Vístete. Se te hace tarde.
ELLA.– (Al comprender) ¿Amigos o amantes? ¿No…?
EL.– Sospecho
que muchas personas murieron sin saber que se amaban…
ELLA.– Sin alternativas…
EL.– ¡Tan poco se le pide a la vida…!
ELLA.– (Recitando)
Llamé al cielo y
no me oyó
y
sus puertas me cierra,
de
mis pasos en la tierra
responda
el cielo, y no yo.
¿Lo
dije bien…? (Amorosa) ¡El Don Juan Eterno!, como lo llamas tú… (Despeinándolo)
He hablado por ti…
EL.– (Fuerte,
como si hablara para un gran público) ¡¿Hay alguien allí que quiere andar
conmigo un trecho del camino…?!
ELLA.– (Para ella) ¡Qué hago, Señor!
EL.– ¡Ofrezco
no hablar si mi voz le aburre; descoserme la boca si desea que hable…!
ELLA.– (Tomándolo por la espalda) ¡Te estás haciendo
daño…!
EL.–
Puedo amenguar su dolor y
colmarla en el ocio; hacerme payaso si está triste; arrullarla en el frío.
¡Pido para mí menos de la mitad de lo que doy…!
ELLA.– Tú piensas… allí está tu error… Estoy en tu
orilla…
EL.– Si
después de unas leguas de andar juntos, estima que debe cambiar de compañero o
de ruta, juro no hacer problemas, dar las gracias… y, desaparecer…
ELLA.– Leí
que Napoleón, para su retirada de Rusia, usó a sus soldados muertos como puente
para cruzar los ríos…
EL.– Bienaventurados
los asaltantes de caminos, porque de ellos será el Reino de los Cielos…
ELLA.– No me
has entendido. Si te digo que no me beses… no me besas. Date vuelta. Me quiero
vestir…
EL.– Yo sí pierdo al perderte a ti… No me
has entendido.
ELLA.– Mejor apaga la luz. Aunque parezca
ridículo, tengo vergüenza.
EL.– (Apaga
la luz) Sólo yo y mi espíritu sabemos la dimensión del dolor…
ELLA.– Si prendieras la luz, te darías cuenta que
estoy llorando…
EL.– Debes
irte. (Ella enciende un cigarrilllo) No puedes destruir en mí, el amor que para
ti, con tu ausencia y presencia, construí… Te amo. Esta es una verdad
irrefutable, como dices tú…
ELLA.– (Débil,
entrecortando las palabras, en española) Gracias… hacen los monos…
EL.– He
construido una endeble ilusión sobre una falsa verdad. Y, la hice tan verdad,
que yo mismo me he perdido…
ELLA.– Se apagó… dame fósforos…
EL.– (Le
enciende. Por segundos se ve los rostros de ellos) Ya no me perturbarán los
motores de los autos. Ya no saldré al balcón –¡con mi mejor sonrisa!– para ver
si la que llega eres tú.
La
gente al verme, ya no dirá:
“Ese es el hombre
que espera en el balcón”
Telón
1988–julio
San
Borja/Perú