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El que espera en el balcón: obra teatral de Grégor Díaz, dramaturgo peruano (texto completo)
Gregor Díaz Celendín, Cajamarca, 1933; Lima 2001+

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San Borja, Lima 41 PERU
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Se inicia como dramaturgo en 1966, año en que escribe Los del 4, que en 1968 gana el 1er. Premio del Concurso de Obras de Teatro organizado por la Sociedad Judía del Perú y además es publicada en la antología "Teatro Selecto Contemporáneo Hispanoamericano" (Madrid, 1971). Fue también publicado en el Perú en 1968 por la Editorial Causachum (La huelga) y por la Editorial Homero, teatro de grillos, en 1976 (Cercados y cercadores) y en 1978 (Cuento del hombre que vendía globos).
Su obra Sitio al sitio fue publicada en Colombia en la Antología Latinoamericana de Teatro Breve Social (1999).
Antes de su muerte, en diciembre del año 2001, escribe In memoriam, una investigación sobre nuestros teatristas fallecidos desde el Siglo XIX hasta hoy.

    Obras y año de estreno (en Lima, salvo indicación):
  • Los del 4 (1968)
  • La huelga (1968)
  • Cercados y cercadores (1971)
  • Cuento del hombre que vendía globos (1975, 1er. Premio del Concurso anual del TUSM)
  • Réquiem para 7 Plagas (1979, 1er. Premio TUSM ese año y Mención Honrosa en el Concurso Hispanoamericano "Andrés Bello" del CELCIT de Venezuela en 1981)
  • Chimbote Mundo (Primer Premio CELCIT Perú ese año) (1981)
EL QUE ESPERA EN EL BALCÓN

EL QUE ESPERA EN EL BALCÓN

 De Grégor Díaz

HABITACIÓN AMPLIA SOBRE LA CUAL ABUNDAN MACETAS EN EL SUELO; SOBRE LOS MUEBLES, COLGADAS, ETC., ETC., EN LAS PAREDES, CUADROS QUE, DE ALGÚN MODO, SEÑALAN AMOR POR LA VIDA.

ESTANTE GRANDE DE LIBROS Y LIBROS –ADEMÁS– POR CUALQUIER PARTE.

Y MUCHA PAZ.

ES LA HABITACIÓN DE UN HOMBRE SOLO QUE NO QUIERE ESTAR SOLO. TODO ESTÁ ARREGLADO PARA DOS PERSONAS Y PARA DOS PERSONAS MÁS, EN EL SUPUESTO DE VISITAS.

EN UN ÁNGULO, DISCRETAMENTE UBICADA, UNA CAMA. SOBRE ELLA, UN MUY LINDO CUBRECAMAS; ES DE ESOS QUE ESCOGERÍA UNA PERSONA QUE NO TUVIERA PROBLEMAS ECONÓMICOS. LOS COLORES CLAROS PERMITEN ENSUCIARSE CON FACILIDAD, PERO ESTA MUY LIMPIO.

ELLA ESTÁ DENTRO DE LA CAMA, ÉL CAMINA LEYENDO UN LIBRO.

DE FONDO, MÚSICA SUAVE: MOZART.

EL.–           (Leyendo mientras camina) “El hombre que diga la verdad sólo será un buen hombre, mas nunca un gran hombre. ¿Conoce usted a un hacedor de religiones que diga: ‘Señores, mi Dios es falso’? Sin embargo, ellos triunfan. Porque ‘la mentira es el pan del pueblo’.” (La mira) Vístete…

ELLA.–      ¿De quién es…?

EL.–           (Sin mayor importancia) “La Conquista de Bizancio”

ELLA.–      ¿De quién es?, pregunté…

EL.–           Vístete…

ELLA.–      El autor…

EL.–           Vargas Vila… (sonríe) “El Satanizado”. Vístete…

ELLA.–      Sí…

EL.–           Sí… no es suficiente…

ELLA.–      ¿Rezo…?

EL.–           No gastes saliva. No hay Dios…

ELLA.–      Quizás por eso te quiero tanto… mucho…

EL.–           (Sonriendo) ¡Tanto, mucho…! ¡Mucho, tanto…! ¡Cuántos adverbios…! (Ríe y la mira) Yo te amo.

ELLA.–      Yo no puedo decir lo mismo. Sólo te quiero.

EL.–           ¿Dónde está el límite…? (Desaparece)

ELLA.–      (Alzando la voz) ¿Límite de qué…?

EL.–           (Desde fuera) Del querer y del amar…

ELLA.–      No lo sé. Pero, no podrás acusarme de haberte llamado alguna vez “amor”. (Pensando) Ni siquiera cuando hacemos el amor…

EL.–           (Aparece con dos tazas de café. Le da una a ella y se sienta al borde de la cama) Gracias.

ELLA.–      ¿Tiene azúcar…?

EL.–           Naturalmente. (Mirándola) Exprimí mi corazón sobre tu taza.

ELLA.–      He repetido sí la palabra ¡Dios!

EL.–           (Riendo) Por molestar, seguro…

ELLA.–      ¿Molestar? ¿Por qué…?

EL.–           Porque sabes que soy ateo…

ELLA.–      No, tonto. En esos momentos cierro los ojos y sólo pienso en mi piel…

EL.–           (Con amor) Hablas, hablas…

ELLA.–      Y gozo al sentir cómo mis poros se abren y abren y dejan escapar mi sudor hasta empaparme y empapar la cama…

EL.–           Amén…

ELLA.–      (Riendo) Como una vaca me revuelco entre las sábanas…

EL.–           ¿Con tu marido haces lo mismo…?

ELLA.–      (Seria) No lo menciones…

EL.–           (Sereno) Conmigo no transpiras…

ELLA.–      No lo nombres…

EL.–           Loado sea.

ELLA.–      (Serena) No lo amo… No lo amo, es cierto; pero lo quiero…

EL.–           ¡¿Dónde está el límite…?!

ELLA.–      (Se sienta sobre la cama) Ven… abrázame… (él lo hace con ternura, tendiéndola sobre sus rodillas) Me agrada tu cabello oliendo a shampoo…

EL.–           (La besa en la frente) Tú, Velasques, Mozart, Chejov… me acercan a Dios…

ELLA.–      (Que no ha escuchado) Todo terminó tan temprano… casi con “La Luna de Miel”… (Suspira) ¡Hace tantos años…!

EL.–           Amén.

ELLA.–      Sabes… nunca pude superar su engaño. Si me hubiera sido infiel a los cuatro o cinco años… ¡vaya!… en algo lo hubiera entendido. (Suspira)

                   Pero… ocurrió antes del medio año… (pensando)

                   Y con mi mejor amiga…

EL.–           Bueno… algo es algo ¿no?

ELLA.–      ¿Qué…?

EL.–           ¿Fue considerado, no…?

ELLA.–      No te entiendo…

EL.–           Pudo engañarte con “tu peor amiga…”

ELLA.–      (Sonríe) Gracias… (Lo mira) Tengo frío…

EL.–           Dame tus pies… (Empieza a frotárselos)

ELLA.–      (Besándole) Es el padre de mis hijos…

EL.–           Tu piel es suave… (Sonríe) y dulce… (La mira) Sobre tu cuerpo mis manos se curvan para asirse y recorrerte mejor…

¡Ay que memoria tiene

mi cuerpo de tu cuerpo!

¡Ay que dolor tan gritado

por mis venas mana!

Porque mis poros respiran

por tus poros

y pulsan tus montes en mi alma (…)

ELLA.–      (Lo besa) Alcánzame el café… (El lo hace, ella bebe) Y lo peor… lo peor es que es un buen hombre…

EL.–           (Bíblico) “¡Y, por cuanto queja no tengo de ti… hoy mismo estarás en el Reino de los Cielos!”

ELLA.–      Vivimos juntos… sí. (Triste, encadenada) Como buen europeo que es, desde que nos casamos, dormimos en camas separadas… (Lo mira) Es mi amigo…

EL.–           Yo, también… (Ríe) “Amigo especial”, como me llamas tú…

ELLA.–      Con él no hago el amor…

EL.–           (En broma, dolido) Como cierras los ojos, a lo mejor lo haces, y no te das cuenta… (Cambia de cinta. Siempre Mozart) ¿No…?

ELLA.–      He intentado rehacer… (Mirándolo) ¡Caramba… a nadie le gusta fracasar… y menos cuando hay hijos, ¿no?!

EL.–           Así será, pues…

ELLA.–      Siempre soñé casarme con un hombre hermoso…

EL.–           Haces que me sienta un enano…

ELLA.–      Quizás éste sea mi castigo, entonces… (Mirándolo) ¿No, “Ogro”?

EL.–           Debe haber luna llena…

ELLA.–      ¿Por qué…?

EL.–           (Poniendo cara de hombre lobo) ¡Quiero aullar…!

ELLA.–      (Despeinándolo) Soñé –como toda chica– casarme con un hombre bello… Apágalo, por favor…

EL.–           (Bromeando) ¡Y Dios, el Gran Dios, el Dios de dioses, Padre y Señor de señores, hizo el milagro. (Apaga el tocacassette)

ELLA.–      Llegó con su amor para mí, de par en par…

EL.–           Cruzó el Atlántico con su tez blanca, su metro ochenticinco y ojos azules…

ELLA.–      Y se casó conmigo…

EL.–           (Sarcástico) Al salir de blanco de la iglesia, como en el cuento de “Las Mil y Una Noches”, la gente lloró…

ELLA.–      (Sonríe) ¿Cómo lo sabes…? Eres brujo…

EL.–           La chica de “La Casa de Muñecas”, con su cónyuge importado, bajó las escaleras del atrio, sin perder un compás de “La Marcha Nupcial”, que ensayó desde el vientre de su madre…

ELLA.–      Me hieres…

EL.–           (Dolido) La olla le dice a la sartén…

ELLA.–      No me tiznes… (Ríe) Dame un cigarrillo… “Ogro”…

EL.–           Sabes que no fumo…

ELLA.–      Sé que me amas, y que, en esta casa, nunca falta un cigarrillo para mí…

EL.–           (Le alcanza un cigarrillo y lo enciende) Servido…

ELLA.–      (Fumando) Gracias… (con picardía, imitando a las españolas) Gracias… hacen los monos

                   (Dulce) Sonríe, Ogro…

EL.–           (Con amor)

                   (…) Norabuena

                   es la hora que llegas;

                   Noramala

                   la que tardas… (…)

ELLA.–      Al verlo a él… desnudo, cuando se bañaba, para mí me decía: ¡Dios, qué hermoso!

EL.–           (Irónico) Debió ser maravillosa la “Luna de Miel”

ELLA.–      Ninguna luna de miel es maravillosa…

EL.–           ¡Ah…!

ELLA.–      ¡Sí…! ¡Ah, ah, ah…!

EL.–           Perdóname… Cuando me case lo sabré…

ELLA.–      (Riendo) ¡Otra vez…! ¿Después de cuántos divorcios…?

EL.–           (Señalando al techo) Pregúntale a El…

ELLA.–      Tonto. (Remedándolo)  

“Ogro bueno

es la hora que llegas;

Ogro malo

la que tardas…”

(Mientras lo despeina) Y… cuando ese hombre ha sido tu primera experiencia, todo te parece bien… “Así será, pues”, te respondes…

EL.–           Me gustaría criar un gorrión…

ELLA.–      Al salir de la iglesia hay tantas cosas nuevas para ti…

EL.–           Y sembrar geranios…

ELLA.–      ¡Por fin roto el cordón umbilical!

EL.–           El mundo debería estar lleno de gorriones y geranios…

ELLA.–      ¡Adiós el “vuelve temprano”, “no salgas con ése”, “Piensa, piensa, piensa! “…

EL.–           Gorriones y geranios… (Riendo) Siempre lo he dicho… y escrito.

ELLA.–      Y, con la partida de casados, tienes autorización para fornicar cuando y donde quieras, con la complacencia de tus padres, que poco les falta para aplaudir cuando sales del dormitorio. ¡Ah… y el beneplácito de tus familiares y vecinos que con donosura te preguntan: ¿Cuándo viene el heredero?”

EL.–           Sólo un pedazo de miga del pan que te sobra y un poco de agua, te piden…

ELLA.–      Todo es tan difícil y sencillo. Simplemente tienes que aceptar la regla de tus mayores…

EL.–           (Burlándose de él mismo) Me estoy excitando. La “adultez” me ha dado por excitarme cuando dicen tonterías…

ELLA.–      No sabes mentir. (Tierna) Te conozco. Sólo la dulzura del amor te puede excitar. Una palabra… una mirada… una mano sobre ti…

EL.–           (Riendo) ¡Entonces… estoy loco!

ELLA.–      ¡No, no, no…! Sería una estafa. (Riendo) Moriría.

     No habrías sido consciente del amor que me dabas, y que, aunque aún no puedo corresponder como quisiera, me hizo vivir… (Triste) Todo sería vulgar (Llora tenuemente)

EL.–           ¿Vulgar…? ¿Vulgar el amigo especial?

ELLA.–      ¿Cómo es el verso de aquel poeta que vivía en el manicomio, le dieron de alta y, al poco rato, él solo, regresó…

EL.–           “Tuve miedo y me regresé a la locura”

ELLA.–      (Meditando) Sí… los cuerdos asustamos. ¡La jungla es el mundo de los cuerdos! Somos malos de toda maldad, como dices tú…

EL.–           Hay más cordura en la locura que en la cordura misma. (Ríe) ¡Soy producto de la locura! ¡La locura misma! ¡La locura es la razón de mi razón! ¡Y, junto con ella cruzo el túnel batiendo mis brazos sin hallar la mano amiga que, mis manos, con locura, esperan! ¡Bendita sea la locura y benditos los locos, por siempre, jamás! (Ríe)

ELLA.–      Estás triste…

EL.–           Ya no quieres hablar de ti…

ELLA.–      Tú hablas de mí…

EL.–           Es verdad. Aún conservo el juicio, amor.

ELLA.–      Siempre, después de hacer el amor, dices cosas bonitas…

EL.–           No lo hemos hecho. Sólo soy “amigo especial”.

ELLA.–      Malo.

EL.–           ¿Malo?

ELLA.–      Me duele que sufras por mí…

EL.–           Empiezas mal, nuevamente…

ELLA.–      ¿Mal…? ¿Qué…?

EL.–           Nadie sufre por los demás. Te duele –¡si te duele!– por ti misma.

ELLA.–      No te entiendo.

EL.–           Eres cristiana.

ELLA.–      Y, eso… ¿qué tiene que ver?

EL.–           No quieres cargar sobre tu conciencia, nada que la enturbie…

ELLA.–      Te pones difícil.

EL.–           Siempre he dicho que, bueno es aquel que no tiene coraje para ser malo…

ELLA.–      (Sonriendo) Entonces… no me equivoco al calificarte de malo… (Riendo) Cobarde…

EL.–           No soy malo.

ELLA.–      (Riendo) Bueno… eres “bueno”…

EL.–           Ni lo uno ni lo otro. Y malo y bueno a la vez. (Ríe) Depende del viento… (Aclarando) viento del alma (Ríe) Nadie es bueno ni malo en absoluto. Ya lo dijo Gracián, “Don Baltazar”: No todas las cosas que hagamos las haremos bien, ni todo lo que hagamos, ha de contentar a todos.

 

ELLA.–      ¡Ah…!

EL.–           Ser bueno es tan malo como ser bueno.

ELLA.–      Escopeta de dos cañones ¿no? Di…

EL.–           ¿Sí…?

ELLA.–      Responde, Ogro…

EL.–           (Ríe) Sí… “Todo es tan difícil y tan sencillo. Simplemente hay que aceptar las reglas de tus mayores…”

ELLA.–      (Sonriendo) Tienes buena memoria (Ordenando) ¡Pásame la bata…!

EL.–           (En payaso) ¡Encantado… “Greta Garbo”…!

ELLA.–      (Riendo) ¡Tonto…!

EL.–           (Dándole la bata) ¿Te marchas…?

ELLA.–      Sí… (Riendo) Al baño… me pilo… (Desaparece)

EL.–           (Hablándole a Dios) ¡Juegas con uno, ¿no?!

ELLA.–      ¿Qué dices…?

EL.–           Hablaba con tu jefe…

ELLA.–      Yo no tengo jefes…

EL.–           “Alá”, “Jehová”, “Jesús”, “Buda”… o como quieras llamarlo…

ELLA.–      (Apareciendo) ¿Religioso, no…? (Lo mira y besa) Me confundes.

EL.–           Te confundes…

ELLA.–      Gozas enredando… (Oliéndole las manos) ¡Qué rica colonia!

EL.–           Tú no oyes…

ELLA.–      ¡Qué desperdicio usar el discernimiento como enredadera…!

EL.–           (Con amor) ¡Tontita… sabes que te amo!

ELLA.–      Dedícate a los crucigramas… (Lo despeina)

EL.–           Que te amo, dije… (Apenado) y tú… ignoras que me amas. Y, lo que consideras desamor –¡qué pena!– es tu verdad.

ELLA.–      (Amorosa) Doctor Seguín… ¿cree usted que alguna vez encuentre el amor…?

EL.–           (Triste) Vienes a mí… haces el amor… y luego, “con generosidad”, me regalas el magro título de “amigo especial”… (Triste) como si fueras una cualquiera… y yo… un Don Nadie.

ELLA.–      (Escapando a sus pensamientos) La inteligencia te ha hecho penetrar en lo más profundo de mi corazón y descubrir lo que yo, dueña de ese corazón, no he encontrado: “que te amo”. (Ríe).

EL.–           (Natural) Ríete. Uno es libre de expresar sus sentimientos… y hacerlo en la magnitud que apetezca. Te dije: “Tú no oyes” y no me oíste. Sólo escuchas lo que quieres escuchar. Y, mucho de lo que escuchas no te pertenece.

ELLA.–      (En española) “Gracias… hacen los monos”

EL.–           Después de todo, y con todo, y a pesar de todo, crees no amarme “¡Quiero que seas  mi amigo y no mi amante!”, exclamas…

ELLA.–      No has mentido…

EL.–           No podrás acusarme que alguna vez te haya pedido que lo fueras.

ELLA.–      Eso se llama “despecho”

EL.–           (Meditando) Si oyeras…

ELLA.–      (Mirándolo) Cuando eres tú, es decir, un ser sencillo, adquieres un encanto especial (Sincera, pidiéndole) No te afees, ¿quieres, Ogro…?

EL.–           “Amante” es una palabra prostituida… dista kilómetros de su significado original… “Tu amador, dije, siempre. Soñé con serlo, ¡Ser tu amador? Eso sí es verdad… verdad de toda verdad…

ELLA.–      Supones saberlo todo, ¿no? ¿Por qué no te pones en la otra orilla…?

EL.–           ¡Siempre estoy en la orilla ajena! Y tan lejos, ¡Dios mío!, que, en oportunidades, no sé cómo volver a mí.

ELLA.–      Escondes una pena antigua…

EL.–           Cuando nos queda tan poco –y nunca se sabe cuándo es tan poco–… ese “tan poco”, efímero, incierto, tan “sin medida”, reparas que has vivido la vida caminando por la trocha equivocada. Y que, si optaras por retroceder, al descaminar, descaminando no alcanzarías llegar a tiempo al punto de partida…

ELLA.–      ¡Linda conversación…! (triste) Tú ya no quieres que vuelva, ¿no…?

EL.–           Si prosigues por el sendero de los demás, a cambio de una furtiva ilusión, de un átomo de ilusión, de una migaja, deberás permitirle a los demás que te partan el corazón.

ELLA.–      Gracias… ¿Qué tal pareja somos?

EL.–           Lo dices por molestar…

ELLA.–      ¡Jesús…! ¡Caramba…! (Ríe) ¡Oh, Ogro…!

EL.–           Sabes que no creo en esa palabra. Lo he expresado siempre.

ELLA.–      No te conviene… (Ríe) ¿Verdad “Ogro”? (Lo besa)

EL.–           Es la más arbitraria que conozco… ¡Ja!… “pareja” (Ella se ríe) Es la imposición caprichosa del gusto de los demás, sobre una persona. ¿No has escuchado a las viejas…? (imitándolas)

                   –¡Ay, qué bonitos son… “hacen pareja”!

–¡Qué linda “pareja”… son blancos!

                   –¡Bella “pareja”… sí, señor, parecen extranjeros!

                   (Bromeando) ¡Que se casen! ¡Que se casen! ¡Que se casen!

ELLA.–      (Riendo) ¡Ahora sí me has hecho reír de verdad…!

EL.–           De lo que se desprende que, forman pareja: sordo con sorda, ciego con ciega; cristianos con cristianas y… ricos…

ELLA.–      (Ríe) Ahora que te escucho… sospecho que, los grandes libros se escribieron sobre una cama… (Sincera) Nunca podrán acusarnos que somos pareja los dos ¿no? (Ríe)

EL.–           (Burlón) ¡Oh, Dios…!

ELLA.–      (Riendo) ¡Vaya, quién nombra a Dios…!

EL.–           No te equivoques. Dicen que, en un rincón del corazón de Dios, hay un lugarcito para los ateos, como yo…

ELLA.–      (Resuelta) Acabemos de una vez…

EL.–           Yo te amo.

ELLA.–      Te quiero mucho. Esta es una verdad irrefutable.

EL.–           “Las cosas bellas de la vida… o nunca llegan o llegan tarde”

ELLA.–      Te quiero mucho, pero no como tú lo deseas…

EL.–           Desgraciado no es el que desconoció el amor; sino, aquél que, estando cerca, no pudo alcanzarlo…

ELLA.–      Tú me reclamas como “amante”

EL.–           (Irónico) Ahora y en la hora de nuestra muerte, amén.

ELLA.–      Yo imploro tu amistad… ¡Quiero que seas mi amigo!

EL.–           ¡Amigo “especial”, ¿no?!

ELLA.–      Hacemos el amor porque no quiero perderte…

EL.–           (Sacudiéndola por los hombros) ¿Dónde está el límite?

ELLA.–      ¡Suéltame… me haces daño!

EL.–           ¿Te acuestas con todos tus amigos…?

ELLA.–      ¡No! Tú eres especial…

EL.–           ¿Fornicas con todos tus amigos “especiales”?

ELLA.–      ¡No!

EL.–           ¿No gozas conmigo cuando haces el amor…?

ELLA.–      ¡Sí…!

EL.–           ¿No tienes necesidad de venir a esta casa, a la casa de un hombre solo, y estar conmigo…?

ELLA.–      ¡Sí…! (Pausa) Tú me escuchas… (Llorando) Y quiero que me hagas cariño, mucho cariño. Me agradan tus manos sobre mi cuerpo y tus besos… Pero, tú te excitas…

EL.–           ¡Oh, Dios…! ¡Pero… ¿no eres tú quien me dice: “Tómame, tómame toda. Penétrame…?!”

ELLA.–      ¡Sí. Soy de carne y hueso… Pero, tú eres libre de decir: ¡No…! ¡No quiero!

EL.–           (Ríe y luego serio) ¡Vístete… Es tarde…!

ELLA.–      Ahora te enojas…

EL.–           Aún es tiempo para que seas un grato recuerdo para mí…

ELLA.–      Tu egoísmo no te permite ver la verdad…

EL.–           (Gritando) ¡Si no viera la verdad sería feliz…! ¿Entiendes?

ELLA.–      Yo, de aquí, debo regresar a mi casa…

EL.–           ¡Dios…!

ELLA.–      A los míos… Y, cuando me reciben…

EL.–           Vístete…

ELLA.–      Cuando me reciben, agacho la cabeza… Juro que nuca más he de regresar a ti…

EL.–           (Canta “Teresa” canción infantil)

– Teresa, tiende la mesa

– Señora tengo pereza…

ELLA.–      Pero… después pienso en ti… (lo mira) sé que sufres por mí… y vuelvo a tus brazos, a tus besos, a tu cuerpo.

EL.–           (Fraseando)

– Con quién se la quitaremos…

(Resuelto) Ganas, amor… Vístete. Se te hace tarde.

ELLA.–      (Al comprender) ¿Amigos o amantes? ¿No…?

EL.–           Sospecho que muchas personas murieron sin saber que se amaban…

ELLA.–      Sin alternativas…

EL.–           ¡Tan poco se le pide a la vida…!

ELLA.–      (Recitando)

Llamé al cielo y no me oyó

y sus puertas me cierra,

de mis pasos en la tierra

responda el cielo, y no yo.

¿Lo dije bien…? (Amorosa) ¡El Don Juan Eterno!, como lo llamas tú… (Despeinándolo) He hablado por ti…

EL.–           (Fuerte, como si hablara para un gran público) ¡¿Hay alguien allí que quiere andar conmigo un trecho del camino…?!

ELLA.–      (Para ella) ¡Qué hago, Señor!

EL.–           ¡Ofrezco no hablar si mi voz le aburre; descoserme la boca si desea que hable…!

ELLA.–      (Tomándolo por la espalda) ¡Te estás haciendo daño…!

EL.–           Puedo amenguar su dolor y colmarla en el ocio; hacerme payaso si está triste; arrullarla en el frío. ¡Pido para mí menos de la mitad de lo que doy…!

ELLA.–      Tú piensas… allí está tu error… Estoy en tu orilla…

EL.–           Si después de unas leguas de andar juntos, estima que debe cambiar de compañero o de ruta, juro no hacer problemas, dar las gracias… y, desaparecer…

ELLA.–      Leí que Napoleón, para su retirada de Rusia, usó a sus soldados muertos como puente para cruzar los ríos…

EL.–           Bienaventurados los asaltantes de caminos, porque de ellos será el Reino de los Cielos…

ELLA.–      No me has entendido. Si te digo que no me beses… no me besas. Date vuelta. Me quiero vestir…

EL.–           Yo sí pierdo al perderte a ti… No me has entendido.

ELLA.–      Mejor apaga la luz. Aunque parezca ridículo, tengo vergüenza.

EL.–           (Apaga la luz) Sólo yo y mi espíritu sabemos la dimensión del dolor…

ELLA.–      Si prendieras la luz, te darías cuenta que estoy llorando…

EL.–           Debes irte. (Ella enciende un cigarrilllo) No puedes destruir en mí, el amor que para ti, con tu ausencia y presencia, construí… Te amo. Esta es una verdad irrefutable, como dices tú…

ELLA.–      (Débil, entrecortando las palabras, en española) Gracias… hacen los monos…

EL.–           He construido una endeble ilusión sobre una falsa verdad. Y, la hice tan verdad, que yo mismo me he perdido…

ELLA.–      Se apagó… dame fósforos…

EL.–           (Le enciende. Por segundos se ve los rostros de ellos) Ya no me perturbarán los motores de los autos. Ya no saldré al balcón –¡con mi mejor sonrisa!– para ver si la que llega eres tú.

La gente al verme, ya no dirá:

“Ese es el hombre que espera en el balcón”

 

 

 

Telón

 

1988–julio

San Borja/Perú

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