VALSECITO DEL 40*
De Grégor Díaz
Acto único
ESTAMOS EN 1940: CUALQUIER BARRIO POPULOSO; SE SUPONE
QUE A LA PUERTA DE ALGÚN CALLEJÓN.
SON
LAS VEINTIDÓS HORAS DE UNA NOCHE DE LUNA LLENA.
UN
CÍRCULO DE LUZ CAE SOBRE EL ESCENARIO VACÍO. A PRIMER PLANO, CORRIENDO
HORIZONTALMENTE A LA CORBATA, DIBUJADO CON TIZA, GRÁFICO CORRESPONDIENTE AL
JUEGO DE “EL MUNDO”.
DE
UNA RADIO LLEGA LA VERSIÓN MUSICAL, CANTADA, DE LA CONGA: “UNA, DOS Y TRES”.
Una, dos y tres
qué paso más chévere
qué paso más chévere
que el rey, mi conga es…
DESDE FORO, LENTAMENTE, MIDIENDO LA DISTANCIA CON EL
TAMAÑO DE SUS PIES, LLEGA JUANA. MUCHACHA DE VEINTIDÓS AÑOS. ES LA TÍPICA
“RICURITA” DEL BARRIO. VISTE DE NEGRO. SUS GESTOS, ADEMANES Y MODO DE HABLAR,
LA IDENTIFICAN COMO A UNA SIMPLE MUCHACHA, AUNQUE CON BASTANTE MUNDO.
AL LLEGAR A PRIMER PLANO SE DETIENE,
MIRA A AMBOS LADOS, TARAREA LA CANCIÓN. TRAE EN LA MANO UNA CAJETILLA DE
CIGARROSY FÓSFOROS. JUEGA A “EL MUNDO”. SE INTERRUMPE LA MELODÍAY EL LOCUTOR DE
LA EMISORA DA PASO A UN FLASH.
LOCUTOR.– ¡Flash…! La B.B.C. de Londres anunció, en su última emisión que la
aviación nazi bombardeó por segunda vez en el día a la Capital del Reyno: las
víctimas son numerosas y los daños incalculables. Winston Churchill, en el
Parlamento, ratificó su inquebrantable fe en la victoria final. Fue un flash de
su emisora predilecta. Más noticias, en cualquier momento. (continúa la música y luego, apagan la radio).
POR
SEGUNDO PLANO, DERECHA, APARECE LUIS. TIENE, A LO MÁS, VEINTE AÑOS. ES EL
CLÁSICO JOVEN CONOCIDO COMO “BUENO, NOBLE HONRADO, TRABAJADOR, ETC.”. ES BIEN
PARECIDO, CON RELACIÓN A JUANA ES INGENUO. EN LOS DOS DEBE NOTARSE QUE NO
TUVIERON TIEMPO PARA JUGAR, QUE ADQUIRIERON RESPONSABILIDADES DESDE NIÑOS. ÉL
AL VER A JUANA, SE SOBREPARA Y, LUEGO, PRUDENTEMENTE, SE LE ACERCA.
LUIS.– Buenas
noches…
JUANA.– Buenas.
LUIS.– Qué
silencio, ¿no?
JUANA.– ¿Te parece?
LUIS.– Luna
llena…
JUANA.– Luna llena.
LUIS.– Redonda…
JUANA.– Redonda.
LUIS.– Redonda
como una pelota de fútbol número cinco. (Hace
como si pateara una pelota) ¡Gooool…!
JUANA.– (Bajo, asintiendo)
Gol.
LUIS.– Me
hubiera gustado ser futbolista; Jugar como Lolo Fernández o “Chicha Morales”…
¡fútbol macho!
JUANA.– ¿Por qué no lo hiciste…?
LUIS.– (Bromeando) Nunca me compraron zapatos de
fútbol…
JUANA.– Ah…
LUIS.– ¿Ha
ido al estadio?
JUANA.– No.
LUIS.– Es
lindo. Yo soy hincha de Alianza Lima. Cuando juega con la “U”, la popular se
viste de gala. ¡Azul y blanco! Cuando sale Alianza Lima, ¡Dios!, vuelan
banderas, pancartas, pica-pica, cohetillos, cohetes, cohetones y la barra
grita:
¡Arriba Alianza…
(Palmeando y
guturando) ja, ja, ja…!
¡Arriba Alianza…
(Palmeando y
guturando) ja, ja, ja…!
(hasta cansarse
y terminar con el grito:)
¡Arriba Alianza…
Campeón…!
JUANA.– (Riendo) Campeón.
LUIS.– ¡El
clásico de los clásicos…!
JUANA.– Ah…
LUIS.– Y
algo más… (Pensando) Sabe, todos los
de la “U” son blancos; negros los nuestros. (Riendo) También cholos, por supuesto. Los blancos a la “U” y negros
y cholos a la Alianza. (Ríe) Es
gracioso, muchos negros son hinchas de la “U” (Mira a la platea como si lo hiciera con largavistas) ¿Esperando al
novio?
JUANA.– Y, ¿si así fuera?
LUIS.– Era
una pregunta…
JUANA.– Es una respuesta.
LUIS.– (Animoso) Entonces, ¿no tiene novio?
JUANA.– ¿Te importaría?
LUIS.– ¿Es
hincha de Alianza…?
JUANA.– ¿O de la “U”…?
LUIS.– (Con duda, sonriendo) ¿Se quiere reír de
mí, no?
JUANA.– Esto es tonto.
LUIS.– ¿Qué
es tonto…?
JUANA.– Yo me entiendo.
LUIS.– Yo
estoy en la luna.
JUANA.– Redonda como una pelota de fútbol número cinco. (Ríe. Saca un cigarrillo y le entrega la caja
de fósforos para que él se lo encienda) ¿Quieres?
LUIS.– No,
gracias; no fumo (Le enciende el cigarro
y devuelve los fósforos).
JUANA.– (Echándole el humo a la
cara) ¿Cuántos años tienes?
LUIS.– ¿Por
no fumar…?
JUANA.– Cuántos años tienes, pregunté…
LUIS.– Se
quiere reír de mí, ¿no?
JUANA.– (Pícara) tu edad…
LUIS.– (Tímido) veinte años…
JUANA.– (Riendo) ¡Vaya que
tardó en confesar su edad el jovencito…
LUIS.– ¿No
me cree, no?
JUANA.– (Jugando, sanamente)
Eres un niño…
LUIS.– (Sorprendido) ¡Oiga…!
JUANA.– (Seria) ¡Sigue… no
te detengas! ¡Grita si te da la gana! No me molesta… hasta creo que sería
mejor…
LUIS.– (Turbado) Este… yo…
JUANA.– (Volviendo al juego
anterior) ¿Te has mirado al espejo, alguna vez…?
LUIS.– (Como una gran salida, para no replicar)
Me lavo la cara todos los días…
JUANA.– (Dulce) Eres un
niño…
LUIS.– ¿Me
quiere enojar…?
JUANA.– (Mirándolo fijamente,
con ternura) Casi una guagua…
LUIS.– (Alzando la voz) ¡Oiga, esto es el colmo,
¿no le parece?!
JUANA.– (Con dominio) Un pichoncito…
LUIS.– (Desarmado) Con veinte años…
JUANA.– (Amorosa) Y con
más, aún… y, no es malo…
LUIS.– (Pícaro) ¡Eso quiere decir, entonces, que
usted es mucho…
JUANA.– (Seria) ¡Vamos…
adelante; por qué te detienes! Termina lo que comienzas…
LUIS.– (Dándose valor) ¡Señorita… mire usted…!
JUANA.– (Serena) Prefiero
que seas grosero a hipócrita…
LUIS.– (Aclarándole) ¿Se da cuenta usted que me
está ofendiendo?
JUANA.– (Natural) ¿Por
decir la verdad?
LUIS.– (Vencido) Bueno… decididamente, esta
noche no es la mía…
JUANA.– La mía, tampoco. Supongo.
LUIS.– (Pensando) ¿No le traigo suerte, verdad?
JUANA.– (Extrañada)
¿Suerte? No sé lo que quieres decir. (Sonríe)
Pero me diviertes…
LUIS.– ¿Cómo
los payasos del circo?
JUANA.– Como los payasos del circo. Tú lo has dicho.
LUIS.– (Sin comprender) ¿Esto es sinceridad?
JUANA.– (Susurrando) Síiii…
y, grosería, también…
LUIS.– ¿Por
qué no hablamos de otro tema…?
JUANA.– Yo no elegí este.
LUIS.– Yo
tampoco.
JUANA.– Además, ya me metía a mi cuarto…
LUIS.– ¡Qué
pena…!
JUANA.– Nadie me invitó a conversar a la puerta del callejón.
LUIS.– Bueno…
creo que me voy a tener que ir…
JUANA.– (Enojada) ¡Es
asunto tuyo!
LUIS.– ¡Oiga…!
JUANA.– ¡Vete… ¿qué esperas?!
LUIS.– ¿Qué
daño le he hecho yo…?
JUANA.– Nada. Créeme. (Mirando
a la luna) Luna redonda como una pelota de fútbol número cinco. (Ríe)
LUIS.– No
la comprendo.
JUANA.– Yo tampoco (Dando unos
pasos, tratando de huir de sus pensamientos) Luna que te escondes cuando
más te necesito… luna que apareces cuando menos te espero… (Gira sobre ella restando importancia a sus
palabras) ¡Quién comprende a quién! ¿Por qué te rompes la cabeza…? (A la luna) ¡Cómo saber si la mano que te
estiran no te quitará algo…!
LUIS.– Hay
que tener fe…
JUANA.– ¿Fe?…
LUIS.– Sí…
JUANA.– ¡Ja…! ¿Sabes lo que es perder la fe…?
LUIS.– Sí…
JUANA.– ¿Sabes lo que es perderla a los catorce años…?
LUIS.– Yo
solamente quise decir…
JUANA.– (Como para ella)
Muerta la fe se acabó el orgullo… y muchas otras cosas más. ¡Fe y orgullo…
orgullo y fe…! ¿Quién mató a quién? (Tararea
unas frases de la conga “una, dos, tres”) Pero el muerto existe…
LUIS.– (En voz alta) ¡Diez…!
JUANA.– (Sorprendida)
¿Diez? ¿Qué es diez?…
LUIS.– (Sonriendo) Es un número que repito
cuando no sé qué decir…
JUANA.– (Sin darle importancia)
Ah…
LUIS.– ¿Puedo
hacerle una pregunta…
JUANA.– Claro. Hoy estoy dispuesta a hablar y hablar como si fuera
una loca. (Riendo) Me siento como el
mono del organillero… parece que me hubieran dado cuerda…
LUIS.– (Como si pregonara algún producto) ¡Es
una pregunta interesada…!
JUANA.– (En el mismo tono)
¡Mejor… así sabré tus secretos… (Estira
las manos como se hace para jugar a “calentar manos”) ¿Jugamos a calentar
manos…?
LUIS.– (Poniendo las manos) Sí…
JUANA.– Espera que ponga mis cosas sobre el suelo… (Deja la carterita, los cigarros y fósforos
sobre el suelo) ya… (mientras hablan
juegan a calentar las manos. Ella golpea, variando la intensidad de las
palmadas, en concordancia con sus palabras) pregunta…
LUIS.– (Con naturalidad) Si no me odia… si no me
odia, repito… ¿podría preguntar…? (Se
inhibe) ¡Oh, no… mejor otra vez…!
JUANA.– ¡Vamos…! ¿Por qué te detienes? ¡Pregunta… decídete…!
LUIS.– Si
no me odia…
JUANA.– (Pícara) Te ayudo…
LUIS.– (Suplicante) Sí, por favor…
JUANA.– (Con dulzura) Si te
amo… quieres saber, ¿no? (El, débilmente
afirma con la cabeza. Ella, con dolor) ¡Tonto…! (Riendo sanamente o burlándose de ella misma) ¡Tiene gracia…!
LUIS.– (Sólo preguntando) ¿Se está burlando de
mí?
JUANA.– (Enojada) ¡Nunca se
te ocurra decir eso…! (Sigue jugando)
LUIS.– (Desconcertado) Yo… yo… bueno… yo sé que
usted es buena, aunque trate de demostrar lo contrario…
JUANA.– (Dejando de jugar. Sin
resentimiento, con naturalidad) Buena, ¿yo? ¿yo? ¿La prostituta…?
LUIS.– (Sorprendido) ¿Cómo…?
JUANA.– (Serena) Lo oí la
otra noche, Luis…
LUIS.– (Desconcertado) Señorita… yo… no sé cómo…
JUANA.– (Con naturalidad,
aplomo) Esa noche no salí a “jironear”, como comentabas con tus amigos. Sí,
Luis… estaba enferma. Y, aunque te parezca mentira o extraño, si quieres, una
prostituta, también puede estar mal de salud. Pero… al cuarto de la del 13,
nadie lleva siquiera una taza de té.
LUIS.– (Turbado) Señorita… yo… oh, créame, por
favor… no era mi intención ofenderla… Lo dije por decir… de hablador…
JUANA.– (Tranquila, sin dolor)
Lo sé, Luis. Pero… ¿Tiene alguna importancia, acaso? Cuando el hambre te obliga
a entregar el cuerpo, no te queda otra cosa que poner la cara dura y callar, no
puedes darte el lujo de ofenderte. Muchas cosas han muerto en mí, Luis. Así
que… no te preocupes…
LUIS.– Lo
dije por decir… sin pensarlo… ¡Quisiera que la tierra me tragara en estos
momentos…!
JUANA.– (Con mucho dominio,
dándole ánimos) ¡Manda al diablo todo! No seas tonto… haz como yo: ¡Ríete
del mundo! No estés triste… de los tristes y de los pobres las gentes huyen
como de la peste, ¡créeme!; que los tristes y los pobres traen mala suerte,
dicen. (Para ella) Además, ya hay
muchos infelices en esta tierra…
LUIS.– Me
siento como decía usted… como un niño y… tengo náuseas y ganas de llorar…
JUANA.– (Que no lo ha escuchado)
Y muchos pobres…
LUIS.– Si
yo pudiera…
JUANA.– (Abstraída) Por una
sonrisa, por un minuto de felicidad, por una mentira, son capaces de vender su
alma al diablo…
LUIS.– (Bajo) Tengo náuseas…
JUANA.– O matar al hermano…
LUIS.– (Suplicante) ¿Me puedes perdonar…?
JUANA.– (Volviendo en ella)
Si nunca me has ofendido. (Sincera)
Además, tienes razón… soy eso: “jironeo”. ¡Cómo me voy a enojar…! ¿Por qué has
dicho la verdad? (Empieza a jugar,
saltando al“mundo”) ¿Juegas a la lotería…?
LUIS.– (Como si recién empezara la conversación)
No…
JUANA.– ¡Treinta mil soles, Luis…! ¡Treinta mil soles! ¿Te das
cuenta…? Yo no tengo suerte… (Se detiene
y señala la parte alta de la platea) ¡Mira la luna…!
LUIS.– (Mirando al mismo punto) Está llena…
JUANA.– Y tan baja que parece que se fuera a caer… ¡Ah…!
LUIS.– ¿Qué
pasa…?
JUANA.– Te imaginas si se cae… Se hundirían todos los barcos que
navegan por el mar…
LUIS.– Quedarían
a oscuras…
JUANA.– Son tan pequeñitos… y tan grande el mar… (Luis es ganado por la risa) ¿Te quieres
reír…?
LUIS.– (Riendo) ¡Pero si hace rato que lo estoy
haciendo…! (Se retuerce)
JUANA.– (Pensando) Dicen
que reír es bueno… que hace bien para la salud. Pero, hay que saber reírse… ¡y
eso es lo que vamos a hacer tú y yo…! (Luis
sigue riéndose) Di puta…
LUIS.– (Cortándose en seco) No. Eso, no.
JUANA.– Es fácil (Le hace
cosquillas) ¡Como la otra noche! (Luis,
sin contener la risa) ¡Puta, puta, gran puta…! (Riéndose, le hace cosquillas)
LUIS.– (Desde el suelo, serenándose) Está bien,
está bien, está bien. Espere un momento, déjeme respirar…
JUANA.– (Débil) Por favor…
LUIS.– (Con temor, sin quitarle la vista) Está
bien, está bien… ji–ro–near.
JUANA.– (Detenida, tratando de
entender) Bien, muy bien… “ji–ro–near”… (Triste) Ahora que te escucho… recién me
doy cuenta que es lo mismo… pero, más gentil. (Le besa la frente) Gracias…
LUIS.– ¿Por
qué está seria…?
JUANA.– ¡Quiero beber…!
LUIS.– No
va a trabajar… es de noche…
JUANA.– (Como si nada hubiera
pasado, serena, segura de sí, natural) No. Hoy, no. Ni por todo el oro del
mundo trabajaría hoy. (Molesta) Es
mejor que te vayas… tu madre no tarda en llegar. La vi salir temprano.
LUIS.– (Con intención) No va a regresar…
JUANA.– ¿Está de fiesta…?
LUIS.– (Riendo) No. Mi tía va a dar a luz. Mi
mamá la atiende…
JUANA.– ¡Ah… es partera…!
LUIS.– También…
JUANA.– (Sin dramas) No
creo que la necesite nunca. Hace frío…
LUIS.– Yo
siento calor…
JUANA.– (Riendo) ¿Conociste
a la “Poja poja”?
LUIS.– No.
JUANA.– La “poja poja”… doña Crisálida… la partera del barrio. (Teatralmente) ¡La que trajo al mundo a
todos los chicos del Barrio de La Esperanza…!
LUIS.– (Riendo) No…
JUANA.– Era provinciana, de la sierra… ¡muy motoza para hablar…! (Riendo) Cuando atendía un parto, muy
seria le decía a la parturienta (Imitando
a la serrana) “Poja, poja… y agárrate del catre; poja poja… y agárrate del
catre… “Nadie la conoció por su nombre… Cuando una señora empezaba con los
dolores, los muchachos salían corriendo a buscar a la “Poja poja”. Pobrecita… (Se persigna) Que descanse en paz…
LUIS.– (Repitiendo) La Poja poja…
JUANA.– (Abstraída) El
Barrio de La Esperanza…
LUIS.– Que
descanse en paz… (Salta, jugando, dentro
del gráfico del “mundo”)
JUANA.– Hace más de una hora que estamos hablando y nada hemos dicho…
LUIS.– Cierto…
JUANA.– ¿Sabes lo que es el amor…? (Alertándolo para la respuesta) ¡Cuidado que vas a pisar raya…!
LUIS.– (Se detiene) ¡Diez…!
JUANA.– (Riendo) No sabes
qué contestar… ¿verdad? (Al ver la verdad
candorosa en Luis) Yo, tampoco… (Mirando
a la luna, con cólera) ¡Diez, diez, diez…!
LUIS.– No…
no me parece absurdo… ocurre que nunca se me ocurrió hacerme esa pregunta…
JUANA.– ¡Olvídalo…!
LUIS.– Ahora
no es fácil…
JUANA.– (Restando importancia)
Como muchas otras cosas de la vida… alguna vez la sabremos… (Riendo) Quizás… con un poco de suerte…
LUIS.– (Como canillita) ¡La de hoy… Lima y
Callao, treinta mil soles…!
JUANA.– Compremos juntos un “guachito”…
LUIS.– (Galante) Bonito vestido…
JUANA.– Gracias…
LUIS.– ¿Va
a alguna fiesta…?
JUANA.– Ya fui temprano…
LUIS.– ¡Ah,
carambas…!
JUANA.– Era de muertos.
LUIS.– Lo
siento.
JUANA.– Nuevamente, gracias…
LUIS.– ¿Entierro…?
JUANA.– (Sin dramas) No.
Hoy es cumpleaños de mi madre. Hace diez años que murió. (Ríe)
LUIS.– ¿De
qué se ríe?
JUANA.– Estoy pensando que si tu madre te viera conversando conmigo,
te jalaría las orejas. ¡Jesús…! (Riendo)
¡la Biblia en tierra!
LUIS.– (Riendo) Sí… tiene razón. Me jalaría las
orejas. Pero… le juro que, por más fuerte que fuera el dolor no me quejaría…
JUANA.– Te creo. (Tiernamente)
Esta noche me has hecho más daño del que te imaginas…
LUIS.– (Que no comprende) Pero, hoy no vendrá…
JUANA.– (Fuerte) ¡Quiero
beber! ¡Emborracharme! (Riendo)
Perder los sentidos, como dicen los borrachos…
LUIS.– ¡Hazlo!
JUANA.– (Suplicante) ¿Me
acompañarías?
LUIS.– (Turbado) Este… yo…
JUANA.– ¡Anda… hazlo…!
LUIS.– Me
da vergüenza decirlo pero… no me queda otra cosa que hablar la verdad…
JUANA.– Di…
LUIS.– No
tengo plata…
JUANA.– (Feliz, como una niña)
No te preocupes. (Toma su cartera y la
abre) Mira… yo tengo plata…
LUIS.– (Como un niño) ¡Oh, eres millonaria…!
JUANA.– (Enternecida, lo
despeina) Tonto… ¡tontito…! (Implorando)
¿Me acompañas?
LUIS.– (Decidido) ¡Con mucho gusto, señorita…!
JUANA.– (Contenta)
¡Gracias…! Así me gusta…
LUIS.– (En galán de cine antiguo, se agacha y hace
como si arrancara una flor) Señorita… esto es un geranio, no le voy a mentir;
entre gitanos no se adivina la suerte. Ahora, sírvase tener la amabilidad de
recibírmelo como si fuera un clavel. (Volviendo
en él) ¿No el costará mucho imaginárselo, verdad?
JUANA.– (Riendo) No. Si
hemos aprendido a llenar el estómago con la imaginación, bien podemos convertir
un geranio imaginario en un clavel de verdad, ¿no? (Ríe)
LUIS.– (Ríe. En galán) ¡Esto es un clavel…
recuérdelo! Y no me interrumpa, por favor. Sírvase ahora tener la gentileza de
recibírmelo y colocárselo sobre el cabello. Quiero que esté usted más bonita
que la gitana de la buena suerte. ¡Es una orden!
JUANA.– (Siguiendo el juego)
Que yo gustosa acepto, caballero… (Hace
como si se colocara la flor) ¿Me queda bien?
LUIS.– Bien
es poco, gitanita… ¡Insuperable!
JUANA.– Muy amable de su parte, señor… (Luis ríe) ¿De qué te ríes…?
LUIS.– (Riendo) Estoy hablando como Rodolfo
Valentino, en una de sus películas…
JUANA.– (Riendo) Sí… en “El
hijo del Sheik” (Imitando a Valentino)
Señorita… es usted como un oasis para mí… sus ojos… ¡Oh, nunca he visto
diamantes más grandes! ¡Su piel tiene el calor del desierto…! (Ríen los dos)
LUIS.– ¡Sí,
sí… así es…! Pero, ahora, dejemos que Valentino descanse en paz y, ¡Volvamos a
lo nuestro! (En galán) Sírvase darme
el brazo y salir conmigo caminando lentamente, como si en estos momentos
estuvieran tocando la Marcha Nupcial…
JUANA.– ¡Payaso…!
LUIS.– ¡Y…
es mejor reír que llorar, ¿no? Además, para algo servimos los payasos…
JUANA.– Gracias…
LUIS.– Dé
un paso hacia delante… así… (Tararea la
marcha nupcial) ¡Tarará, tarará, tara…! (Ella se suelta bruscamente) sigamos, por favor…
JUANA.– (Retrocediendo)
¡No, no puedo…!
LUIS.– Juana…
JUANA.– ¡No puedo…!
LUIS.– ¡Vamos,
vamos…! ¡Ánimos, Juana! (Riendo)
Siempre hay que terminar lo que se empieza, ¿no?
JUANA.– (Desorientada) … es
tarde… me tengo que ir…
LUIS.– Juana…
JUANA.– (Sincera) Tengo
miedo…
LUIS.– ¡Un
paso más…! ¡Hay que decidirse…!
JUANA.– No puedo; me duelen las piernas…
LUIS.– ¡Quien
no se atreve no cruza el río…!
JUANA.– Tienes que perdonarme, no puedo… ¡Es imposible!
LUIS.– ¡No
te vayas… no me dejes solo…!
JUANA.– (Corriendo a foro)
¡Perdóname, no puedo…! ¡No puedo! ¡Nunca aprendí a jugar…! (Desaparece)
LUIS.– (Bajo) Juana… (Queda de espaldas al público. De la radio, llega, fuerte, la conga
“una, dos y tres”, cantada)
Una, dos y tres…
qué paso más chévere
qué paso más chévere…
que el rey mi conga es…
(Se corta
bruscamente la música. Luis, lentamente, da vuelta y se dirige a la corbata)
Nuestras calles eran
de tierra. De adobe, quincha y barro los pequeños cuartos del callejón. Los
techos de madera no sabían qué hacer; si quedarse prendidos o caerse sobre
nuestras cabezas. Éramos católicos por necesidad. Las vírgenes del Carmen, de
las Mercedes, Santa Rosa, Fray Martín, El Corazón de Jesús y tantos otros reyes
y santos del cielo, recorrían bulliciosos y engalanados las largas calles de
nuestros barrios, como políticos en campaña electoral. Los niños, detenidos,
sin zapatos, con la vieja y eterna pelota de trapo en las manos, miraban el
desfile. Las niñas, paliditas, paradas a las puertas de los callejones, con sus
trajes altos, prematuramente mostraban las curvaturas de sus débiles piernas.
JUANA.– (Ingresa por el lado
derecho vestida de rojo y se junta con Luis en el centro del escenario) El
tiempo no tenía apuros entonces, y la vida transcurría como si no pasara nada.
LUIS.– Nuestros
padres se fueron para no volver…
JUANA.– O, definitivamente…
LUIS.– Algo
ocurrió de la noche a la mañana y, sin darnos cuenta:
JUANA.– Nos pusimos pálidos e inoportunamente se endurecieron
nuestros ojos…
LUIS.– Fruncimos
el entrecejo y, en definitiva, se colgaron tristemente nuestros labios… Los
burros y gallinazos desaparecieron de la ciudad…
JUANA.– El tranvía dejó de correr…
LUIS.– La
cometa azul que se cimbraba en el azul del cielo: buques, pavas, estrellas,
barriles, rompió el hilo, y, de un tirón, nos abrió los ojos…
JUANA.– Arrancaron los árboles de los parques e hicieron avenidas…
LUIS.– Las
Madres Selvas que colgaban de las paredes y techos de las casas desaparecieron…
JUANA.– Los jazmines dejaron de perfumar…
LUIS.– Y,
pese a todo, cuando volvemos la vista atrás, como la paloma blanca que se alza
y asciende revoloteando desde el sombrero sin fondo del prestidigitador, con un
suspiro gritamos:
LOS DOS.– (A coro) ¡Qué tiempo más
chévere…!
(Quedan
congelados, en pose de fotografía antigua–postal, mientras se escucha, en forma
brillante, la conga “una, dos y tres”)
Una, dos y
tres,
qué paso más
chévere
qué paso más
chévere
que el rey,
mi conga es…
–––––––––
Telón
lento
––––––––––
* Mención
Honrosa del Concurso de Obras de corto reparto de El Teatro Universitario de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1976.