Página de los Dramaturgos del Perú

Valsecito del 40: obra teatral de Grégor Díaz, dramaturgo peruano (texto completo)
Gregor Díaz Celendín, Cajamarca, 1933; Lima 2001+

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San Borja, Lima 41 PERU
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Se inicia como dramaturgo en 1966, año en que escribe Los del 4, que en 1968 gana el 1er. Premio del Concurso de Obras de Teatro organizado por la Sociedad Judía del Perú y además es publicada en la antología "Teatro Selecto Contemporáneo Hispanoamericano" (Madrid, 1971). Fue también publicado en el Perú en 1968 por la Editorial Causachum (La huelga) y por la Editorial Homero, teatro de grillos, en 1976 (Cercados y cercadores) y en 1978 (Cuento del hombre que vendía globos).
Su obra Sitio al sitio fue publicada en Colombia en la Antología Latinoamericana de Teatro Breve Social (1999).
Antes de su muerte, en diciembre del año 2001, escribe In memoriam, una investigación sobre nuestros teatristas fallecidos desde el Siglo XIX hasta hoy.

    Obras y año de estreno (en Lima, salvo indicación):
  • Los del 4 (1968)
  • La huelga (1968)
  • Cercados y cercadores (1971)
  • Cuento del hombre que vendía globos (1975, 1er. Premio del Concurso anual del TUSM)
  • Réquiem para 7 Plagas (1979, 1er. Premio TUSM ese año y Mención Honrosa en el Concurso Hispanoamericano "Andrés Bello" del CELCIT de Venezuela en 1981)
  • Chimbote Mundo (Primer Premio CELCIT Perú ese año) (1981)
VALSECITO DEL 40*

VALSECITO DEL 40*

 

De Grégor Díaz

 

Acto único

 

ESTAMOS EN 1940: CUALQUIER BARRIO POPULOSO; SE SUPONE QUE A LA PUERTA DE ALGÚN CALLEJÓN.

SON LAS VEINTIDÓS HORAS DE UNA NOCHE DE LUNA LLENA.

UN CÍRCULO DE LUZ CAE SOBRE EL ESCENARIO VACÍO. A PRIMER PLANO, CORRIENDO HORIZONTALMENTE A LA CORBATA, DIBUJADO CON TIZA, GRÁFICO CORRESPONDIENTE AL JUEGO DE “EL MUNDO”.

 

DE UNA RADIO LLEGA LA VERSIÓN MUSICAL, CANTADA, DE LA CONGA: “UNA, DOS Y TRES”.

 

Una, dos y tres

qué paso más chévere

qué paso más chévere

que el rey, mi conga es…

 

            DESDE FORO, LENTAMENTE, MIDIENDO LA DISTANCIA CON EL TAMAÑO DE SUS PIES, LLEGA JUANA. MUCHACHA DE VEINTIDÓS AÑOS. ES LA TÍPICA “RICURITA” DEL BARRIO. VISTE DE NEGRO. SUS GESTOS, ADEMANES Y MODO DE HABLAR, LA IDENTIFICAN COMO A UNA SIMPLE MUCHACHA, AUNQUE CON BASTANTE MUNDO.

 

            AL LLEGAR A PRIMER PLANO SE DETIENE, MIRA A AMBOS LADOS, TARAREA LA CANCIÓN. TRAE EN LA MANO UNA CAJETILLA DE CIGARROSY FÓSFOROS. JUEGA A “EL MUNDO”. SE INTERRUMPE LA MELODÍAY EL LOCUTOR DE LA EMISORA DA PASO A UN FLASH.

 

LOCUTOR.–  ¡Flash…! La B.B.C. de Londres anunció, en su última emisión que la aviación nazi bombardeó por segunda vez en el día a la Capital del Reyno: las víctimas son numerosas y los daños incalculables. Winston Churchill, en el Parlamento, ratificó su inquebrantable fe en la victoria final. Fue un flash de su emisora predilecta. Más noticias, en cualquier momento. (continúa la música y luego, apagan la radio).

 

POR SEGUNDO PLANO, DERECHA, APARECE LUIS. TIENE, A LO MÁS, VEINTE AÑOS. ES EL CLÁSICO JOVEN CONOCIDO COMO “BUENO, NOBLE HONRADO, TRABAJADOR, ETC.”. ES BIEN PARECIDO, CON RELACIÓN A JUANA ES INGENUO. EN LOS DOS DEBE NOTARSE QUE NO TUVIERON TIEMPO PARA JUGAR, QUE ADQUIRIERON RESPONSABILIDADES DESDE NIÑOS. ÉL AL VER A JUANA, SE SOBREPARA Y, LUEGO, PRUDENTEMENTE, SE LE ACERCA.

 

 

LUIS.–            Buenas noches…

 

JUANA.–        Buenas.

 

LUIS.–            Qué silencio, ¿no?

 

JUANA.–        ¿Te parece?

 

LUIS.–            Luna llena…

 

JUANA.–        Luna llena.

 

LUIS.–            Redonda…

 

JUANA.–        Redonda.

 

LUIS.–            Redonda como una pelota de fútbol número cinco. (Hace como si pateara una pelota) ¡Gooool…!

 

JUANA.–        (Bajo, asintiendo) Gol.

 

LUIS.–            Me hubiera gustado ser futbolista; Jugar como Lolo Fernández o “Chicha Morales”… ¡fútbol macho!

 

JUANA.–        ¿Por qué no lo hiciste…?

 

LUIS.–            (Bromeando) Nunca me compraron zapatos de fútbol…

 

JUANA.–        Ah…

 

LUIS.–            ¿Ha ido al estadio?

 

JUANA.–        No.

 

LUIS.–            Es lindo. Yo soy hincha de Alianza Lima. Cuando juega con la “U”, la popular se viste de gala. ¡Azul y blanco! Cuando sale Alianza Lima, ¡Dios!, vuelan banderas, pancartas, pica-pica, cohetillos, cohetes, cohetones y la barra grita:

 

¡Arriba Alianza…

(Palmeando y guturando) ja, ja, ja…!

 

¡Arriba Alianza…

(Palmeando y guturando) ja, ja, ja…!

 

(hasta cansarse y terminar con el grito:)

 

¡Arriba Alianza…

Campeón…!

 

JUANA.–        (Riendo) Campeón.

 

LUIS.–            ¡El clásico de los clásicos…!

 

JUANA.–        Ah…

 

LUIS.–            Y algo más… (Pensando) Sabe, todos los de la “U” son blancos; negros los nuestros. (Riendo) También cholos, por supuesto. Los blancos a la “U” y negros y cholos a la Alianza. (Ríe) Es gracioso, muchos negros son hinchas de la “U” (Mira a la platea como si lo hiciera con largavistas) ¿Esperando al novio?

 

JUANA.–        Y, ¿si así fuera?

 

LUIS.–            Era una pregunta…

 

JUANA.–        Es una respuesta.

 

LUIS.–            (Animoso) Entonces, ¿no tiene novio?

 

JUANA.–        ¿Te importaría?

 

LUIS.–            ¿Es hincha de Alianza…?

 

JUANA.–        ¿O de la “U”…?

 

LUIS.–            (Con duda, sonriendo) ¿Se quiere reír de mí, no?

 

JUANA.–        Esto es tonto.

 

LUIS.–            ¿Qué es tonto…?

 

JUANA.–        Yo me entiendo.

 

LUIS.–            Yo estoy en la luna.

 

JUANA.–        Redonda como una pelota de fútbol número cinco. (Ríe. Saca un cigarrillo y le entrega la caja de fósforos para que él se lo encienda) ¿Quieres?

 

LUIS.–            No, gracias; no fumo (Le enciende el cigarro y devuelve los fósforos).

 

JUANA.–        (Echándole el humo a la cara) ¿Cuántos años tienes?

 

LUIS.–            ¿Por no fumar…?

 

JUANA.–        Cuántos años tienes, pregunté…

 

LUIS.–            Se quiere reír de mí, ¿no?

 

JUANA.–        (Pícara) tu edad…

 

LUIS.–            (Tímido) veinte años…

 

JUANA.–        (Riendo) ¡Vaya que tardó en confesar su edad el jovencito…

 

LUIS.–            ¿No me cree, no?

 

JUANA.–        (Jugando, sanamente) Eres un niño…

 

LUIS.–            (Sorprendido) ¡Oiga…!

 

JUANA.–        (Seria) ¡Sigue… no te detengas! ¡Grita si te da la gana! No me molesta… hasta creo que sería mejor…

 

LUIS.–            (Turbado) Este… yo…

 

JUANA.–        (Volviendo al juego anterior) ¿Te has mirado al espejo, alguna vez…?

 

LUIS.–            (Como una gran salida, para no replicar) Me lavo la cara todos los días…

 

JUANA.–        (Dulce) Eres un niño…

 

LUIS.–            ¿Me quiere enojar…?

 

JUANA.–        (Mirándolo fijamente, con ternura) Casi una guagua…

 

LUIS.–            (Alzando la voz) ¡Oiga, esto es el colmo, ¿no le parece?!

 

JUANA.–        (Con dominio) Un pichoncito…

 

LUIS.–            (Desarmado) Con veinte años…

 

JUANA.–        (Amorosa) Y con más, aún… y, no es malo…

 

LUIS.–            (Pícaro) ¡Eso quiere decir, entonces, que usted es mucho…

 

JUANA.–        (Seria) ¡Vamos… adelante; por qué te detienes! Termina lo que comienzas…

 

LUIS.–            (Dándose valor) ¡Señorita… mire usted…!

 

JUANA.–        (Serena) Prefiero que seas grosero a hipócrita…

 

LUIS.–            (Aclarándole) ¿Se da cuenta usted que me está ofendiendo?

 

JUANA.–        (Natural) ¿Por decir la verdad?

 

LUIS.–            (Vencido) Bueno… decididamente, esta noche no es la mía…

 

JUANA.–        La mía, tampoco. Supongo.

 

LUIS.–            (Pensando) ¿No le traigo suerte, verdad?

 

JUANA.–        (Extrañada) ¿Suerte? No sé lo que quieres decir. (Sonríe) Pero me diviertes…

 

LUIS.–            ¿Cómo los payasos del circo?

 

JUANA.–        Como los payasos del circo. Tú lo has dicho.

 

LUIS.–            (Sin comprender) ¿Esto es sinceridad?

 

JUANA.–        (Susurrando) Síiii… y, grosería, también…

 

LUIS.–            ¿Por qué no hablamos de otro tema…?

 

JUANA.–        Yo no elegí este.

 

LUIS.–            Yo tampoco.

 

JUANA.–        Además, ya me metía a mi cuarto…

 

LUIS.–            ¡Qué pena…!

 

JUANA.–        Nadie me invitó a conversar a la puerta del callejón.

 

LUIS.–            Bueno… creo que me voy a tener que ir…

 

JUANA.–        (Enojada) ¡Es asunto tuyo!

 

LUIS.–            ¡Oiga…!

 

JUANA.–        ¡Vete… ¿qué esperas?!

 

LUIS.–            ¿Qué daño le he hecho yo…?

 

JUANA.–        Nada. Créeme. (Mirando a la luna) Luna redonda como una pelota de fútbol número cinco. (Ríe)

 

LUIS.–            No la comprendo.

 

JUANA.–        Yo tampoco (Dando unos pasos, tratando de huir de sus pensamientos) Luna que te escondes cuando más te necesito… luna que apareces cuando menos te espero… (Gira sobre ella restando importancia a sus palabras) ¡Quién comprende a quién! ¿Por qué te rompes la cabeza…? (A la luna) ¡Cómo saber si la mano que te estiran no te quitará algo…!

 

LUIS.–            Hay que tener fe…

 

JUANA.–        ¿Fe?…

 

LUIS.–            Sí…

 

JUANA.–        ¡Ja…! ¿Sabes lo que es perder la fe…?

 

LUIS.–            Sí…

 

JUANA.–        ¿Sabes lo que es perderla a los catorce años…?

 

LUIS.–            Yo solamente quise decir…

 

JUANA.–        (Como para ella) Muerta la fe se acabó el orgullo… y muchas otras cosas más. ¡Fe y orgullo… orgullo y fe…! ¿Quién mató a quién? (Tararea unas frases de la conga “una, dos, tres”) Pero el muerto existe…

 

LUIS.–            (En voz alta) ¡Diez…!

 

JUANA.–        (Sorprendida) ¿Diez? ¿Qué es diez?…

 

LUIS.–            (Sonriendo) Es un número que repito cuando no sé qué decir…

 

JUANA.–        (Sin darle importancia) Ah…

 

LUIS.–            ¿Puedo hacerle una pregunta…

 

JUANA.–        Claro. Hoy estoy dispuesta a hablar y hablar como si fuera una loca. (Riendo) Me siento como el mono del organillero… parece que me hubieran dado cuerda…

 

LUIS.–            (Como si pregonara algún producto) ¡Es una pregunta interesada…!

 

JUANA.–        (En el mismo tono) ¡Mejor… así sabré tus secretos… (Estira las manos como se hace para jugar a “calentar manos”) ¿Jugamos a calentar manos…?

 

LUIS.–            (Poniendo las manos) Sí…

 

JUANA.–        Espera que ponga mis cosas sobre el suelo… (Deja la carterita, los cigarros y fósforos sobre el suelo) ya… (mientras hablan juegan a calentar las manos. Ella golpea, variando la intensidad de las palmadas, en concordancia con sus palabras) pregunta…

 

LUIS.–            (Con naturalidad) Si no me odia… si no me odia, repito… ¿podría preguntar…? (Se inhibe) ¡Oh, no… mejor otra vez…!

 

JUANA.–        ¡Vamos…! ¿Por qué te detienes? ¡Pregunta… decídete…!

 

LUIS.–            Si no me odia…

 

JUANA.–        (Pícara) Te ayudo…

 

LUIS.–            (Suplicante) Sí, por favor…

 

JUANA.–        (Con dulzura) Si te amo… quieres saber, ¿no? (El, débilmente afirma con la cabeza. Ella, con dolor) ¡Tonto…! (Riendo sanamente o burlándose de ella misma) ¡Tiene gracia…!

 

LUIS.–            (Sólo preguntando) ¿Se está burlando de mí?

 

JUANA.–        (Enojada) ¡Nunca se te ocurra decir eso…! (Sigue jugando)

 

LUIS.–            (Desconcertado) Yo… yo… bueno… yo sé que usted es buena, aunque trate de demostrar lo contrario…

 

JUANA.–        (Dejando de jugar. Sin resentimiento, con naturalidad) Buena, ¿yo? ¿yo? ¿La prostituta…?

 

LUIS.–            (Sorprendido) ¿Cómo…?

 

JUANA.–        (Serena) Lo oí la otra noche, Luis…

 

LUIS.–            (Desconcertado) Señorita… yo… no sé cómo…

 

JUANA.–        (Con naturalidad, aplomo) Esa noche no salí a “jironear”, como comentabas con tus amigos. Sí, Luis… estaba enferma. Y, aunque te parezca mentira o extraño, si quieres, una prostituta, también puede estar mal de salud. Pero… al cuarto de la del 13, nadie lleva siquiera una taza de té.

 

LUIS.–            (Turbado) Señorita… yo… oh, créame, por favor… no era mi intención ofenderla… Lo dije por decir… de hablador…

 

JUANA.–        (Tranquila, sin dolor) Lo sé, Luis. Pero… ¿Tiene alguna importancia, acaso? Cuando el hambre te obliga a entregar el cuerpo, no te queda otra cosa que poner la cara dura y callar, no puedes darte el lujo de ofenderte. Muchas cosas han muerto en mí, Luis. Así que… no te preocupes…

 

LUIS.–            Lo dije por decir… sin pensarlo… ¡Quisiera que la tierra me tragara en estos momentos…!

 

JUANA.–        (Con mucho dominio, dándole ánimos) ¡Manda al diablo todo! No seas tonto… haz como yo: ¡Ríete del mundo! No estés triste… de los tristes y de los pobres las gentes huyen como de la peste, ¡créeme!; que los tristes y los pobres traen mala suerte, dicen. (Para ella) Además, ya hay muchos infelices en esta tierra…

 

LUIS.–            Me siento como decía usted… como un niño y… tengo náuseas y ganas de llorar…

 

JUANA.–        (Que no lo ha escuchado) Y muchos pobres…

 

LUIS.–            Si yo pudiera…

 

JUANA.–        (Abstraída) Por una sonrisa, por un minuto de felicidad, por una mentira, son capaces de vender su alma al diablo…

 

LUIS.–            (Bajo) Tengo náuseas…

 

JUANA.–        O matar al hermano…

 

LUIS.–            (Suplicante) ¿Me puedes perdonar…?

 

JUANA.–        (Volviendo en ella) Si nunca me has ofendido. (Sincera) Además, tienes razón… soy eso: “jironeo”. ¡Cómo me voy a enojar…! ¿Por qué has dicho la verdad? (Empieza a jugar, saltando al“mundo”) ¿Juegas a la lotería…?

 

LUIS.–            (Como si recién empezara la conversación) No…

 

JUANA.–        ¡Treinta mil soles, Luis…! ¡Treinta mil soles! ¿Te das cuenta…? Yo no tengo suerte… (Se detiene y señala la parte alta de la platea) ¡Mira la luna…!

 

LUIS.–            (Mirando al mismo punto) Está llena…

 

JUANA.–        Y tan baja que parece que se fuera a caer… ¡Ah…!

 

LUIS.–            ¿Qué pasa…?

 

JUANA.–        Te imaginas si se cae… Se hundirían todos los barcos que navegan por el mar…

 

LUIS.–            Quedarían a oscuras…

 

JUANA.–        Son tan pequeñitos… y tan grande el mar… (Luis es ganado por la risa) ¿Te quieres reír…?

 

LUIS.–            (Riendo) ¡Pero si hace rato que lo estoy haciendo…! (Se retuerce) 

 

JUANA.–        (Pensando) Dicen que reír es bueno… que hace bien para la salud. Pero, hay que saber reírse… ¡y eso es lo que vamos a hacer tú y yo…! (Luis sigue riéndose) Di puta…

 

LUIS.–            (Cortándose en seco) No. Eso, no.

 

JUANA.–        Es fácil (Le hace cosquillas) ¡Como la otra noche! (Luis, sin contener la risa) ¡Puta, puta, gran puta…! (Riéndose, le hace cosquillas)

 

LUIS.–            (Desde el suelo, serenándose) Está bien, está bien, está bien. Espere un momento, déjeme respirar…

 

JUANA.–        (Débil) Por favor…

 

LUIS.–            (Con temor, sin quitarle la vista) Está bien, está bien… ji–ro–near.

 

JUANA.–        (Detenida, tratando de entender) Bien, muy bien… “ji–ro–near”… (Triste) Ahora que te escucho… recién me doy cuenta que es lo mismo… pero, más gentil. (Le besa la frente) Gracias…

 

LUIS.–            ¿Por qué está seria…?

 

JUANA.–        ¡Quiero beber…!

 

LUIS.–            No va a trabajar… es de noche…

 

JUANA.–        (Como si nada hubiera pasado, serena, segura de sí, natural) No. Hoy, no. Ni por todo el oro del mundo trabajaría hoy. (Molesta) Es mejor que te vayas… tu madre no tarda en llegar. La vi salir temprano.

 

LUIS.–            (Con intención) No va a regresar…

 

JUANA.–        ¿Está de fiesta…?

 

LUIS.–            (Riendo) No. Mi tía va a dar a luz. Mi mamá la atiende…

 

JUANA.–        ¡Ah… es partera…!

 

LUIS.–            También…

 

JUANA.–        (Sin dramas) No creo que la necesite nunca. Hace frío…

 

LUIS.–            Yo siento calor…

 

JUANA.–        (Riendo) ¿Conociste a la “Poja poja”?

 

LUIS.–            No.

 

JUANA.–        La “poja poja”… doña Crisálida… la partera del barrio. (Teatralmente) ¡La que trajo al mundo a todos los chicos del Barrio de La Esperanza…!

 

LUIS.–            (Riendo) No…

 

JUANA.–        Era provinciana, de la sierra… ¡muy motoza para hablar…! (Riendo) Cuando atendía un parto, muy seria le decía a la parturienta (Imitando a la serrana) “Poja, poja… y agárrate del catre; poja poja… y agárrate del catre… “Nadie la conoció por su nombre… Cuando una señora empezaba con los dolores, los muchachos salían corriendo a buscar a la “Poja poja”. Pobrecita… (Se persigna) Que descanse en paz…

 

LUIS.–            (Repitiendo) La Poja poja…

 

JUANA.–        (Abstraída) El Barrio de La Esperanza…

 

LUIS.–            Que descanse en paz… (Salta, jugando, dentro del gráfico del “mundo”)

 

JUANA.–        Hace más de una hora que estamos hablando y nada hemos dicho…

 

LUIS.–            Cierto…

 

JUANA.–        ¿Sabes lo que es el amor…? (Alertándolo para la respuesta) ¡Cuidado que vas a pisar raya…!

 

LUIS.–            (Se detiene) ¡Diez…!

 

JUANA.–        (Riendo) No sabes qué contestar… ¿verdad? (Al ver la verdad candorosa en Luis) Yo, tampoco… (Mirando a la luna, con cólera) ¡Diez, diez, diez…!

 

LUIS.–            No… no me parece absurdo… ocurre que nunca se me ocurrió hacerme esa pregunta…

 

JUANA.–        ¡Olvídalo…!

 

LUIS.–            Ahora no es fácil…

 

JUANA.–        (Restando importancia) Como muchas otras cosas de la vida… alguna vez la sabremos… (Riendo) Quizás… con un poco de suerte…

 

LUIS.–            (Como canillita) ¡La de hoy… Lima y Callao, treinta mil soles…!

 

JUANA.–        Compremos juntos un “guachito”…

 

LUIS.–            (Galante) Bonito vestido…

 

JUANA.–        Gracias…

 

LUIS.–            ¿Va a alguna fiesta…?

 

JUANA.–        Ya fui temprano…

 

LUIS.–            ¡Ah, carambas…!

 

JUANA.–        Era de muertos.

 

LUIS.–            Lo siento.

 

JUANA.–        Nuevamente, gracias…

 

LUIS.–            ¿Entierro…?

 

JUANA.–        (Sin dramas) No. Hoy es cumpleaños de mi madre. Hace diez años que murió. (Ríe)

 

LUIS.–            ¿De qué se ríe?

 

JUANA.–        Estoy pensando que si tu madre te viera conversando conmigo, te jalaría las orejas. ¡Jesús…! (Riendo) ¡la Biblia en tierra!

 

LUIS.–            (Riendo) Sí… tiene razón. Me jalaría las orejas. Pero… le juro que, por más fuerte que fuera el dolor no me quejaría…

 

JUANA.–        Te creo. (Tiernamente) Esta noche me has hecho más daño del que te imaginas…

 

LUIS.–            (Que no comprende) Pero, hoy no vendrá…

 

JUANA.–        (Fuerte) ¡Quiero beber! ¡Emborracharme! (Riendo) Perder los sentidos, como dicen los borrachos…

 

LUIS.–            ¡Hazlo!

 

JUANA.–        (Suplicante) ¿Me acompañarías?

 

LUIS.–            (Turbado) Este… yo…

 

JUANA.–        ¡Anda… hazlo…!

 

LUIS.–            Me da vergüenza decirlo pero… no me queda otra cosa que hablar la verdad…

 

JUANA.–        Di…

 

LUIS.–            No tengo plata…

 

JUANA.–        (Feliz, como una niña) No te preocupes. (Toma su cartera y la abre) Mira… yo tengo plata…

 

LUIS.–            (Como un niño) ¡Oh, eres millonaria…!

 

JUANA.–        (Enternecida, lo despeina) Tonto… ¡tontito…! (Implorando) ¿Me acompañas?

 

LUIS.–            (Decidido) ¡Con mucho gusto, señorita…!

 

JUANA.–        (Contenta) ¡Gracias…! Así me gusta…

 

LUIS.–            (En galán de cine antiguo, se agacha y hace como si arrancara una flor) Señorita… esto es un geranio, no le voy a mentir; entre gitanos no se adivina la suerte. Ahora, sírvase tener la amabilidad de recibírmelo como si fuera un clavel. (Volviendo en él) ¿No el costará mucho imaginárselo, verdad?

 

JUANA.–        (Riendo) No. Si hemos aprendido a llenar el estómago con la imaginación, bien podemos convertir un geranio imaginario en un clavel de verdad, ¿no? (Ríe)

 

LUIS.–            (Ríe. En galán) ¡Esto es un clavel… recuérdelo! Y no me interrumpa, por favor. Sírvase ahora tener la gentileza de recibírmelo y colocárselo sobre el cabello. Quiero que esté usted más bonita que la gitana de la buena suerte. ¡Es una orden!

 

JUANA.–        (Siguiendo el juego) Que yo gustosa acepto, caballero… (Hace como si se colocara la flor) ¿Me queda bien?

 

LUIS.–            Bien es poco, gitanita… ¡Insuperable!

 

JUANA.–        Muy amable de su parte, señor… (Luis ríe) ¿De qué te ríes…?

 

LUIS.–            (Riendo) Estoy hablando como Rodolfo Valentino, en una de sus películas…

 

JUANA.–        (Riendo) Sí… en “El hijo del Sheik” (Imitando a Valentino) Señorita… es usted como un oasis para mí… sus ojos… ¡Oh, nunca he visto diamantes más grandes! ¡Su piel tiene el calor del desierto…! (Ríen los dos)

 

LUIS.–            ¡Sí, sí… así es…! Pero, ahora, dejemos que Valentino descanse en paz y, ¡Volvamos a lo nuestro! (En galán) Sírvase darme el brazo y salir conmigo caminando lentamente, como si en estos momentos estuvieran tocando la Marcha Nupcial…

 

JUANA.–        ¡Payaso…!

 

LUIS.–            ¡Y… es mejor reír que llorar, ¿no? Además, para algo servimos los payasos…

 

JUANA.–        Gracias…

 

LUIS.–            Dé un paso hacia delante… así… (Tararea la marcha nupcial) ¡Tarará, tarará, tara…! (Ella se suelta bruscamente) sigamos, por favor…

 

JUANA.–        (Retrocediendo) ¡No, no puedo…!

 

LUIS.–            Juana…

 

JUANA.–        ¡No puedo…!

 

LUIS.–            ¡Vamos, vamos…! ¡Ánimos, Juana! (Riendo) Siempre hay que terminar lo que se empieza, ¿no?

 

JUANA.–        (Desorientada) … es tarde… me tengo que ir…

 

LUIS.–            Juana…

 

JUANA.–        (Sincera) Tengo miedo…

 

LUIS.–            ¡Un paso más…! ¡Hay que decidirse…!

 

JUANA.–        No puedo; me duelen las piernas…

 

LUIS.–            ¡Quien no se atreve no cruza el río…!

 

JUANA.–        Tienes que perdonarme, no puedo… ¡Es imposible!

 

LUIS.–            ¡No te vayas… no me dejes solo…!

 

JUANA.–        (Corriendo a foro) ¡Perdóname, no puedo…! ¡No puedo! ¡Nunca aprendí a jugar…! (Desaparece) 

 

LUIS.–            (Bajo) Juana… (Queda de espaldas al público. De la radio, llega, fuerte, la conga “una, dos y tres”, cantada)

 

Una, dos y tres…

qué paso más chévere

qué paso más chévere…

que el rey mi conga es…

 

(Se corta bruscamente la música. Luis, lentamente, da vuelta y se dirige a la corbata)

Nuestras calles eran de tierra. De adobe, quincha y barro los pequeños cuartos del callejón. Los techos de madera no sabían qué hacer; si quedarse prendidos o caerse sobre nuestras cabezas. Éramos católicos por necesidad. Las vírgenes del Carmen, de las Mercedes, Santa Rosa, Fray Martín, El Corazón de Jesús y tantos otros reyes y santos del cielo, recorrían bulliciosos y engalanados las largas calles de nuestros barrios, como políticos en campaña electoral. Los niños, detenidos, sin zapatos, con la vieja y eterna pelota de trapo en las manos, miraban el desfile. Las niñas, paliditas, paradas a las puertas de los callejones, con sus trajes altos, prematuramente mostraban las curvaturas de sus débiles piernas.

 

JUANA.–        (Ingresa por el lado derecho vestida de rojo y se junta con Luis en el centro del escenario) El tiempo no tenía apuros entonces, y la vida transcurría como si no pasara nada.

 

LUIS.–            Nuestros padres se fueron para no volver…

 

JUANA.–        O, definitivamente…

 

LUIS.–            Algo ocurrió de la noche a la mañana y, sin darnos cuenta:

 

JUANA.–        Nos pusimos pálidos e inoportunamente se endurecieron nuestros ojos…

 

LUIS.–            Fruncimos el entrecejo y, en definitiva, se colgaron tristemente nuestros labios… Los burros y gallinazos desaparecieron de la ciudad…

 

JUANA.–        El tranvía dejó de correr…

 

LUIS.–            La cometa azul que se cimbraba en el azul del cielo: buques, pavas, estrellas, barriles, rompió el hilo, y, de un tirón, nos abrió los ojos…

 

JUANA.–        Arrancaron los árboles de los parques e hicieron avenidas…

 

LUIS.–            Las Madres Selvas que colgaban de las paredes y techos de las casas desaparecieron…

 

JUANA.–        Los jazmines dejaron de perfumar…

 

LUIS.–            Y, pese a todo, cuando volvemos la vista atrás, como la paloma blanca que se alza y asciende revoloteando desde el sombrero sin fondo del prestidigitador, con un suspiro gritamos:

 

LOS DOS.–   (A coro) ¡Qué tiempo más chévere…!

 

(Quedan congelados, en pose de fotografía antigua–postal, mientras se escucha, en forma brillante, la conga “una, dos y tres”)

 

Una, dos y tres,

qué paso más chévere

qué paso más chévere

que el rey, mi conga es…

 

 

 

 

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Telón lento

 

 

 

 

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*  Mención Honrosa del Concurso de Obras de corto reparto de El Teatro Universitario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1976.

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