«No sabemos sobre qué yacía nuestro padre cuando despertó. Movió su brazo derecho, 1uego el izquierdo; su pierna derecha, luego la izquierda. Se puso a pensar qué debía hacer hasta que por fin comenzó a llorar y las lágrimas brotaron de sus ojos y cayeron bajo él. Después de un tiempo bajó la vista y vio algo brillante. Los objetos brillantes eran sus lágrimas, que habían corrido bajo él y formado las aguas que ahora están... El Creador-de-la-Tierra comenzó de nuevo a pensar. Pensó: "Es así, cualquier cosa que desee será tal como lo quiera, así como mis lágrimas se transformaron en mares". Siguió pensando. Deseó la luz y la luz se hizo. Entonces pensó: "Es tal como yo lo supuse: las cosas que yo quiero se transforman en realidad, tal cual lo quise". Nuevamente pensó y deseó la tierra, y la tierra comenzó a existir. El Creador-de-la-Tierra miró la Tierra y le gustó aunque no estaba tranquila... (Después que la Tierra se tranquilizó) pensó de nuevo sobre cómo las cosas llegaban a existir tal como él lo deseaba. Entonces comenzó a hablar. Dijo: "Como las cosas son tal como yo las deseo voy a crear a otro ser como yo". Tomó un poco de tierra y la moldeó a su semejanza. Habló a lo que había formado, pero no le contestó. Lo miró y vio que no tenía mente ni pensamiento. Le hizo una mente. Volvió a hablarle, pero tampoco respondió. Lo miró otra vez y vio que no tenía lengua. Le hizo una lengua. Volvió a hablarle, pero no le respondió. Lo miró otra vez y vio que no tenía alma. Le hizo un alma. Volvió a hablarle y casi pudo hablar. Pero no podía hacerse entender. Entonces, el Creador-de-la-Tierra puso aliento en su boca y le habló, y él contestó.»
Paul Radin, "The Winnebago Indians", en «Thirty-Seventh Annual Reports, Bureau of American Ethnology; Washington, D.C., 1923), págs. 212-3.
En el principio la palabra dio origen al Padre.
Un fantasma, nada más existia en el principio: el Padre tocó una ilusión, asió algo misterioso. Nada existía. Por medio de un sueño, nuestro Padre Nai-mu-ena guardó el espejismo en su cuerpo y meditó largo tiempo y pensó profundamente.
Nada existia, ni siquiera una vara, para sustentar la visión: nuestro Padre ató la ilusión con el hilo de un sueño y la guardó con la ayuda de su aliento. Sondeó para llegar al fondo de la aparición, pero no habia nada. Nada existia.
Entonces e1 Padre investigó de nuevo el fondo del misterio. Ató la vacia ilusión con el hilo del sueño y la impregnó con la sustancia mágica. Entonces, con la ayuda de su sueño la guardó como un jirón de algodón en rama.
Entonces asió el fondo de la visión y pateó sobre él repetidamente, sentándose al final sobre su tierra soñada.
El fantasma de la tierra era suyo ahora, y escupió repetidamente saliva para que creciesen los bosques. Entonces yació sobre la tierra y la cubrió con el techo del Cielo. Como era el amo de la tierra, púso encima el Cielo azul y blanco.
Acto seguido, Rafu-ema, el hombre que posee las narraciones, sentado en la base del Cielo, meditó, y creó esta#historia para que podamos escucharla en adelante en la Tierra.
(Indios Uitoto, Colombia), traducción dc K T. Prcuss, «Dic Religion und Mythologic der Uitoto», en Margot Astruv, «Thc Winged Serpent. An anthology of American Indian Prose and Poetry»; New York, 1948.
De la concepción el crecimiento.
Del crecimiento la ampliación.
De la ampliación el pensamiento.
Del pensamiento la memoria.
De la memoria el deseo.
La palabra se hizo fructífera:
Moró con la tenue luz:
Creó la noche:
La gran noche, la larga noche,
La noche más baja, la noche más alta,
La espesa noche para ser sentida,
La noche para ser tocada, la noche invisible.
La noche que se continúa,
La noche que acaba en la muerte.
De la nada el engendrar:
De la nada el crecimiento:
De la noche la abundancia:
El poder del crecimiento, el aliento vivo
Moró con el espacio vacío,
Creó el firmamento que está sobre nosotros.
La atmósfera que flota sobre la tierra.
El gran firmamento sobre nosotros, el espacio abierto moró con el alba temprana.
Entonces salió de repente la Luna.
La atmósfera moró arriba con el candente cielo.
Entonces salió de repente el Sol.
Fueron lanzados arriba como los principales ojos del cielo.
Entonces el cielo se volvió luz.
El alba temprana, el temprano día.
El mediodía. El resplandor del día desde el cielo.
(Maorí, Nueva Zclanda), «The Ika a Maui: New Zealand and its inhabitants)»; Richard A. Taylor, London, 1870.
En el comienzo, en la oscuridad, sólo había agua. Y Bumba estaba solo.
Un día Bumba estaba con un terrible dolor. Tenía arcadas y se retorcía y vomitó al Sol. Entonces la luz se derramó sobre todas las cosas. El calor del Sol secó las aguas hasta que los negros bordes del mundo comenzaron a verse. Negros bancos de arena y arrecifes podían verse. Pero no había cosas vivientes.
Bumba vomitó la Luna y las estrellas, y entonces la noche también tuvo luz.
Bumba aún tenía dolores. Volvió a retorcerse y surgieron nueve pequeñas criaturas, el leopardo, llamado Koy Bumba, y Pongo Bumba, el águila con cresta; el cocodrilo, Ganda Bumba, y un pequeño pez, llamado Yo; luego, el viejo Kono Bumba, la tortuga, y Tsetsé, el relámpago, veloz, mortal, hermoso como el leopardo, luego la garza blanca, Nyanyi Bumba, y también un escarabajo, y la cabra llamada Budi.
Finalmente nacieron los hombres. Había muchos hombres, pero sólo uno era blanco como Bumba. Se llamaba Loko Yima.
Las mismas criaturas crearon al resto de las criaturas. La garza creó a todas las aves de los aires, excepto el milano. No creó al milano. El cocodrilo hizo a la serpiente y a la iguana. La cabra creó a todas las bestias con cuernos. Yo, el pequeño pez, creó todos los peces de todos los mares y de las aguas. El escarabajo creó a los insectos.
Las serpientes, a su vez, hicieron a los saltamontes, y la iguana a todos los animales sin cuernos.
Entonces los tres hijos de Bumba dijeron que terminarían el mundo. El primero, Nyonye Ngana, hizo a las hormigas blancas. Pero la tarea fue superior a él y murió por eso. Aún así, las hormigas, agradecidas por la vida y el ser, fueron a buscar tierra negra a las profundidades del mundo y cubrieron las áridas arenas para enterrar y rendir honor a su creador.
Chonganda, el segundo hijo, hizo nacer una maravillosa planta viviente de la cual han surgido todos los árboles y hierbas y flores y plantas del mundo. El tercer hijo, Chedi Bumba, quería algo distinto, pero pese a todos sus esfuerzos sólo creó a un ave llamada milano.
De todas las criaturas, Tsetsé, el relámpago, era el único que causaba problemas. Causaba tantos problemas, que Bumba lo persiguió al Cielo. La Humanidad no tuvo fuego hasta que Bumba enseñó a sacarlo de los árboles. «Hay fuego en cada árbol», les dijo, y les enseñó a hacer un utensilio para liberarlo. Algunas veces, hoy en día, Tsetsé salta a la Tierra y la golpea, causando daños.
Cuando por fin el trabajo de creación hubo terminado, Bumba marchó por las pacíficas aldeas y dijo a la gente, «Contemplad estas maravillas. Os pertenecen». Así, de Bumba, el Creador, el Primer Ancestro, nacieron las maravillas que vemos hoy, sostenemos y usamos, y toda la hermandad de bestias y hombres.
Un relato dc 105 boshongo, tribu bantú de Lunda, en María Leach, «The Bcginning)»; New York, 1956, págs. 145-6.
Entonces aún la nada no era, ni 1a existencia. No habia aire, ni los cielos más allá de él.
¿Qué lo cubria? ¿Dónde estaba? ¿Quién lo cuidaba? ¿Habia entonces aguas cósmicas, en las profundidades inmensurables?
Entonces no existian ni la muerte ni la inmortalidad, ni la antorcha de la noche y del dia.
El Uno respiraba sin viento y sosteniéndose-a-si-mismo. Estaba ese Uno y no habia otro.
En el principio habia sólo oscuridad envuelta en oscuridad. Todo esto era sólo agua no-iluminada.
Ese Uno que cobró existencia, circundado de nada, surgió al fin, nacido del poder del calor.
En el comienzo el deseo descendió sobre eso csa era la semilla primordial, nacida de la mente.
Los sabios que han buscado en su corazón con sabiduria saben lo que es, es vinculo con lo que no es.
Y han extendido su cuerda a través del vacio, y saben lo que está arriba, y lo que está abajo.
El poder seminal hizo fértiles a fuerzas poderosas. Abajo estaba el poder y sobre él el impulso.
Pero, después de todo, quién sabe, quién puede decir, ¿cuándo todo comenzó y cómo ocurrió la creación?
Los dioses mismos son posteriores a la creación, asi que, ¿quién sabe en verdad cuándo todo surgió?
Cuando la creación tuvo su origen, él, ya sea que la haya creado o no, él, que controla todo desde el alto cielo, él sabe, o quizá ni aun él lo sepa.
Del «Rig Veda», X, 129. Traducido por A. L. Basham, en «The Wonder that was India» Londrcs, 1954, págs. 247-8.
El Señor de Todo, después de haber cobrado existencia dice: yo soy quien cobró existencia como Khepri (es decir, E1-Que-Llega-a-Ser). Cuando cobré existencia, todos los seres cobraron existencia, y todos los seres cobraron existencia después que yo llegué a ser. Numerosos son los que llegaron a existir, los que salieron de mi boca, antes de que existiera el Cielo, antes de que existiera la Tierra, antes que los gusanos, que las serpientes fueran creados en este lugar. Yo, estando cansado, fui ligado a ellos en el Abismo acuoso. No tenía lugar para pararme. Pensé en mi corazón, planeé dentro de mí, hice toda forma de ser, solo, antes de que expulsara de dentro de mí a Shu, antes de que escupiera a Tefnut, antes de que llegara a ser ningún otro que hubiera dentro de mí. Entonces planeé en mi propio corazón, y muchas formas de seres cobraron existencia con formas de niños, como las formas de sus niños. Yo concebí, por mi mano, yo me uní por mi mano, yo los dejé salir de mi propia boca. Expulsé a Shu, escupí a Tefnut. Fue mi padre el Abismo acuoso, que los hizo correr, y mi ojo los siguió (?) mientras se alejaban de mí. Luego de haber llegado a ser un dios, había (ahora) tres ojos en mí. Cuando llegué a existir en esta tierra, Shu y Tefnut se alegraron en el Abismo acuoso en el que estaban. Entonces trajeron con ellos mi ojo. Luego que hube reunido mis miembros, lloré sobre ellos y los hombres cobraron existencia de mis lágrimas salidas de mis ojos.
Entonces ella (el ojo), se enfadó. Luego de que hubo retornado encontró que había ubicado a otro en su lugar, que había sido reemplazada por el Brillante. Entonces encontró un lugar más alto para ella en mi frente, y cuando ella empezó a gobernar sobre toda la tierra su furia cayó sobre la floreciente (?) y yo reemplacé lo que había arrasado. Salí de la floreciente (?), y creé todas las víboras, y todo llegó a ser con ellas. Shu y Tefnut produjeron a Geb y Nut; Geb y Nut produjeron de un solo cuerpo a Osiris, el Horus Sin Ojos, Set, Isis y Nephthys, uno tras otro, entre ellos. Sus hijos son numerosos en esta tierra.
«El Libro de Apofis Triunfante». Traducción y notas de Alexander Piankoff, en «The Shrines of Tut-ankh-amon»; New York, 1955, pág. 24.
En el principio Eurinomo, la Diosa de Todas las Cosas, surgió desnuda del Caos, pero no encontró nada sólido en que apoyar los pies, y en consecuencia separó el mar del firmamento y danzó solitaria sobre sus olas. Danzó hacia el sur, y el viento puesto en movimiento tras ella pareció algo nuevo y aparte con lo que se podía comenzar una obra de creación. Se tio la vuelta y se apoderó de ese viento norte, lo frotó entre sus manos y he aquí que surgió la gran serpiente Ofión. Eurinomo bailó para calentarse, cada vez más agitadamente, hasta que Ofión se sintió lujurioso, se enroscó alrededor de los miembros divinos y se ayuntó con la diosa. Ahora bien, el Viento Norte, llamado también Bóreas, fertiliza; por ello las yeguas vuelven con frecuencia sus cuartos traseros al viento y paren potros sin ayuda de un semental. Del mismo modo Eurinomo tuvo un hijo.
Luego asumió la forma de una paloma aclocada en las olas, y a su debido tiempo puso el Huevo Universal. Por su mandato, Ofión se enroscó siete veces alrededor de ese huevo, hasta que se empolló y dividió en dos. De él salieron todas las cosas que existen, sus hijos: el sol, la luna, los planetas, las estrellas, la tierra con sus montañas y ríos, sus árboles, hierbas y criaturas vivientes.
Eurinomo y Ofión establecieron su residencia en el monte Olimpo, donde él irritó a la diosa pretendiendo que era el autor del Universo. Inmediatamente ella le machacó la cabeza con su talón, le arrancó los dientes de un puntapié y lo desterró a las oscuras cavernas situadas bajo la tierra.
A continuación la diosa creó las siete potencias planetarias y puso una Titana y un Titán en cada una: Theia e Hiperión para el Sol; Febe y Atlas para la Luna; Dione y Crios para el planeta Marte; Metis y Ceos para el planeta Mercurio; Temis y Eurimedonte para el planeta Júpiter; Tetis y Océano para Venus; Rea y Cronos para el planeta Saturno. Pero el primer hombre fue Pelasgo, progenitor de los pelasgos; surgió del suelo de Arcadia, seguido por algunos otros, a los que enseñó a construir chozas, alimentarse con bellotas y coser túnicas de piel de cerdo como las que la gente lleva todavía en Eubea y Fócida.
Robert Graves, "El mito pelasgo de la creación" (1.1-1.2) en «Greek Myths», pág. 27.
Dijo el ángel de la faz a Moisés, por orden del Señor:
&emdash;Escribe toda la narración de la creación: cómo en seis días terminó el Senor Dios toda su obra y lo que había creado, cómo descansó el día séptimo, santificándolo por toda la eternidad y estableciéndolo como señal te toda su obra.
En el primer dia creó el cielo superior, la tierra, las aguas, todos los espiritus que ante él sirven, los ángeles de la faz, los ángeles santos, los del viento de fuego, los ángeles de la atmósfera respirable, los ángeles del viento de niebla, de tiniebla, granizo, nieve y escarcha, los ángeles del trueno y los relámpagos, los ángeles de los vientos de hielo y calor, de invierno, primavera, verano y otono, y todos los vientos de la obra de cielos y tierra, los abismos, la tiniebla (el atardecer y la noche), la luz, la aurora y el crepúsculo, que él preparó con la sabiduria de su corazón. Entonces vimos su obra, y lo bendijimos y alabamos en su presencia a causa de toda ella, pues habia hecho siete grandes obras en el primer dia.
En el segundo dia hizo el firmamento entre aguas, dividiéndose éstas en aquel día: la mitad subió a lo alto, y la otra mitad descendió bajo el firmamento, sobre la superficie de la tierra. Sólo esta obra hizo en el segundo dia.
En el tercer dia dijo a las aguas:
&emdash;Trasládense de la superficie de toda la Tierra a un lugar, y muéstrese la tierra firme.
Asi lo hicieron, tal como les ordenó. Se retiraron de la faz de la tierra a un lugar, fuera de este firmamento, de modo que apareció la tierra firme. En aquel dia creó todos los mares en cada lugar de confluencia, todos los rios y cursos de agua en los montes y en toda la Tierra, todos los estanques y todo el rocio, las semillas para la siembra y todo lo que germina, los árboles frutales, los bosques y el Jardin del Edén de las delicias y todo: estas cuatro grandes obras hizo en el dia tercero.
En el cuarto dia hizo el Sol, la Luna y las estrellas. Los colocó en la bóveda celeste para que iluminaran toda la Tierra, gobernaran el dia y la noche, y separaran la tiniebla y 1a luz. El Senor puso el Sol sobre la Tierra como gran señal de dias, semanas, meses, festividades, años, septenarios, jubileos y todas las estaciones. Separa la luz de la tiniebla y es la salud por la que prospera cuanto germina y crece sobre la Tierra. Estas tres especies hizo en el dia cuarto.
En el dia quinto creó los grandes cetáceos en los abismos acuáticos, pues estos fueron los primeros seres carnales hechos por sus manos, los peces y cuanto se mueve en el agua y todo lo que vuela: las aves y todas sus especies. El Sol salió sobre ellos para su salud y sobre cuanto habia en la Tierra, cuanto de ella germinaba, todos los árboles frutales y todo ser carnal. Estas tres especies hizo el quinto dia.
El dia sexto hizo todas las bestias terrestres, todos los animales y reptiles y, después de todo esto, hizo al Hombre. Varón y mujer los hizo, dándoles poder sobre cuanto hay en la tierra y en los mares, sobre lo- volátiles, sobre toda bestia, animal y reptil: sobre toda la tierra y sobre todos estos les dio poter. Estas cuatro especies hizo en el dia sexto, alcanzando un total de veintidós especies. Acabó su obra el dia sexto, todo lo que hay en los Cielos y la Tierra, en los mares y los abismos, en la luz y la tiniebla y en todo.
«Libro de los jubileos», edición dirigida por A. Diez Macho, en «apócrifos del Antiguo Testamcnto», Madrid, 1983, tomo II, pags. 84-86.
En el comienzo hubo una explosión. No una explosión como las que conocemos en la Tierra, que parten de un centro definido y se expanden hasta abarcar una parte más o menos grande del aire circundante, sino una explosión que se produjo simultáneamente en todas partes, llenando todo el espacio desde el comienzo y en la que toda partícula de materia se alejó rápidamente de toda otra partícula. «Todo el espacio», en este contexto, puede significar, o bien la totalidad de un Universo infinito, o bien la totalidad de un Universo finito que se curva sobre sí mismo como la superficie de una esfera. Ninguna de estas posibilidades es fácil de comprender, pero esto no será un obstáculo para nosotros; en d Universo primitivo, importa poco que el espacio sea finito o infinito.
Al cabo de un centésimo de segundo aproximadamente, que es el momento más primitivo del que podemos hablar con cierta seguridad, la temperatura del Universo fue de unos cien mil millones (1011) de grados centígrados. Se trata de un calor mucho mayor aún que el de la estrella más caliente, tan grande en verdad que no pueden mantenerse unidos los componentes de la materia ordinaria: moléculas, átomos o siquiera núcleos de átomos. En cambio, la materia separada en esta explosión consistía en diversos tipos de las llamadas partículas elementales, que son el objeto de estudio de la moderna física nuclear de altas energías.
(...) Estas partículas&emdash;electrones, positrones, neutrinos y fotones eran creadas continuamente a partir de la energía pura, y después de una corta vida eran aniquiladas nuevamente. Su número, por lo tanto, no estaba prefijado, sino que lo determinaba el balance entre los procesos de creación y de aniquilamiento. De este balance, podemos inferir que la densidad de esta sopa cósmica a una temperatura de cien mil millones de grados era unos cuatro mil millones (4 x 109) de veces mayor que ha del agua. Hubo también una pequeña contaminación de partículas más pesadas, protones y neutrones, que en el mundo actual son los constituyentes de los núcleos atómicos. (Los protones tienen carga posiffva; los neutrones son un poco más pesados y eléctricamente neutros.) Las proporciones eran, más o menos, de un protón y un neutrón por cada mil millones de electrones, positrones, neutrinos, fotones. Este número&emdash;mil millones de fotones por partícula nuclear&emdash;es h cantidad crucial aue tuvo que ser derivada de la observación para ehaborar el modelo corriente del Universo
A medida que la esplosión continuó, la temperatura disminuyó, hasta llegar a los treinta mil millones (3 x 1010) de grados centígrados después de una décima de segundo, diez mil millones de grados después de un segundo y tres mil millones de grados después de unos catorce segundos. Esta temperatura era suficientemente baja como para que los electrones y positrones comenzaran a aniquilarse más rápidamente de lo que podian er recreados a partir de los fotones y los neutrinos. La energía liberada en este aniquilamiento de materia hizo disminuir temporalmente la velocidad a la que se enfriaba el Universo, pero la temperatura continuó cayendo, para llegar a los mil millones de grados al final de los tres primeros minutos. Esta temperatura fue entonces suficiente para que los protones y neutrones comenzaran a formar núcleos complejos, comenzando con el núcleo del hidrógeno pesado (o deuterio), que consiste en un protón y un neutrón. La densidad era aún bastante elevada (un poco menor que la del agua), de modo que estos núcleos ligeros pudieron unirse rápidamente en el núcleo ligero más estable, el del helio, que consiste en dos protones y dos neutrones.
Al fnal de los tres primeros minutos, el Universo contenía principalmente luz, neutrinos y antineutrinos. Había también una pequeña cantidad de material nuclear, formado ahora por un 73 por ciento de hidrógeno y un 27 por ciento de helio, aproximadamente y por un número igualmente pequeño de electrones que habían quedado de la época del aniquilamiento entre electrones y positrones. Esta materia siguió separandose y se volvió cada vez más fría y menos densa. Mucho más tarde, después de algunos cientos de miles de años, se hizo suficientemente fría como para que los electrones se unieran a los núcleos para formar átomos de hidrógeno y de helio. El gas resultante, bajo la influencia de la gravitación, comenzaría a tomar agrupamientos que finalmente se condensari4n para formar las galaxias y las estrellas del Universo actual. Pero los ingredientes con los que empezarían su vida las estrellas serían exactamente los preparados en los tres primeros minutos.
Steven Weinberg «Los tres primeros minutos del Universo»; Madrid 1978 Págs. 16-18.