Es evidente que el ambiente en el que nos desenvolvemos es un ambiente material en el que de manera perentoria hemos de ganarnos diariamente el pan nuestro y el de nuestra familia. A medida que el hombre ha ido desarrollando su capacidad intelectiva ha dominado cada vez más ese entorno. Lejos quedan ya las épocas en las que la vida era simplemente una lucha por subsistir y cubrir las necesidades básicas del ser humano. En la actualidad el progreso nos ha permitido tener una serie de aspiraciones que anteriormente no podíamos gozar. El progreso material es necesario ya que bien conducido lleva al espíritu a poder desarrollarse de una manera mucho más eficiente y continuada en las diversas existencias terrenales. Ya no necesita estar continuamente luchando por mantener su supervivencia, eso, por lo menos en las sociedades occidentales, ya se encuentra garantizado por una serie de logros sociales alcanzados a lo largo del tiempo; así aspectos necesarios para la evolución espiritual del hombre como pueden ser las artes, las relaciones personales, la cultura, la medicina, etc., pasan a convertirse en actividades que aquél que lo desee puede realizar con lo que de positivo tiene para su propio progreso.
Sin embargo, aquel fin para el cual el Padre creó todo el entramado del Universo con todos sus planetas, estrellas y, en definitiva, todas aquellas leyes universales que tan perfectas son y que tienen como único objetivo servirnos de ayuda en nuestro caminar espiritual, se ha desvirtuado profundamente. El hombre ciego en su evolución y guiado por sus instintos más materiales ha hecho uso equivocado de todas esas armas que nuestro Padre puso en nuestras manos, convirtiendo el planeta en lo que es: un mundo en el que la solidaridad, el amor y los principios morales son escasos, y lo que es peor todavía, son valores en decadencia.
Somos nosotros lo únicos culpables de que la sociedad actual se encuentre en estas circunstancias y que a pesar de que en unos pocos se encuentre concentrada una gran riqueza y unos adelantos materiales muy valiosos, gran parte del planeta viva en la miseria, muchas veces careciendo de los medios mínimos para subsistir. Y es así porque aunque no queramos reconocerlo y damos infinidad de excusas para ello, tenemos en nuestras manos la solución a todo este tipo de situaciones que ponen en evidencia la talla espiritual y moral que poseemos.
El problema no constituye una enfermedad que haya aparecido en estos momentos, todo lo contrario, existe desde que el hombre es hombre. La historia pone de manifiesto esta realidad y los libros están llenos de situaciones en las que de haber actuado de una forma diferente no se hubiera llegado a estos extremos. En infinidad de ocasiones hemos hecho referencia a un detalle: el progreso de un espíritu es la suma de otros dos progresos claramente diferenciados: el material y el espiritual. El uno sin el otro se queda cojo, pero los dos compaginados y a la par lo llevan a la sabiduría y a la grandeza espiritual.
Para que esto sea así se ha de poner todo el empeño y la buena voluntad en intentar aplicar aquellos conocimientos que el ser humano va adquiriendo poco a poco correctamente y bajo directrices meramente espirituales. Es decir, buscar en todo momento el beneficio de nuestros semejantes antes que nuestro particular, en la aplicación de los conocimientos.
Nuevamente, si analizamos nuestro pasado y vemos los descubrimientos efectuados por el hombre en los distintos campos de la vida física, podremos comprobar como a cualquier logro alcanzado se le ha dado la vuelta y se le ha buscado la aplicación negativa que éste tenía pues con ella lográbamos objetivos que de la aplicación normal no se obtenían.
Sin ir más lejos en el tiempo, la propia energía radioactiva que aplicada correctamente nos permite curar enfermedades hoy en día todavía incurables por otros métodos, observar a través de la materia y ver los órganos internos para determinar en qué estado se encuentran, tardamos menos tiempo en buscar el enfoque armamentista y destructivo pues de esa manera el poder que podríamos alcanzar sería inmenso.
No hace falta más que echar una mirada a los presupuestos de las naciones desarrolladas y podremos observar como una parte importante de ellos se destinan a armamento, espionaje, etc.
Tenemos en la actualidad tecnología y recursos humanos suficientes para erradicar el hambre y la necesidad de nuestro planeta. Con una estructuración y aprovechamiento correcto de los recursos planetarios podríamos racionalizar las producciones agrarias e industriales de manera que hubiera para todos y no llegar a los extremos que tenemos en la actualidad en los que muchas veces destruimos cosechas para que el precio del mercado aumente y obtener así mayores beneficios.
Son errores que hemos estado cometiendo a lo largo de los tiempos y que lamentablemente pocos visos de solución tienen en la actualidad. Solamente el compromiso verdadero de todos los componentes de la sociedad y del mundo espiritual que conforman el planeta Tierra puede lograr que cambiemos esta tendencia arraigada en nuestro interior.