|
|
|
|
Así y analizando la evolución del hombre, se puede observar que todas esas facetas las podríamos encuadrar en dos vertientes totalmente antagónicas, que serían los defectos y las virtudes, elementos éstos íntimamente ligados que irán aflorando cuando se nos presenten experiencias y situaciones que el espíritu experimentará y que, de acuerdo a su nivel evolutivo y capacidad de asimilación, logrará sacar mayor o menor provecho en un espacio de tiempo que él mismo determinará con su actitud personal.
Conociendo esto, es sabido que esas cualidades personales, esos valores o defectos corresponden a una escala de progreso, muy diferente a los objetivos materiales que tengamos pero que indudablemente, y al hallarnos en un planeta donde el materialismo y la forma de obtener más sin importar cómo se adquiera, juegan un papel determinante en nuestra persona. Por esto, tener un conocimiento, una conciencia de lo que está bien y lo que no, implica que nos paremos a analizar el porqué de las cosas y el significado que puede tener para nosotros todo cuanto acontece a nuestro alrededor.
Obviamente, si únicamente vemos nuestra existencia desde un punto de vista en el que los fines sean meramente objetivos materiales podríamos estar evadiendo la necesidad de comprender o quizá querer entender por qué estamos aquí, por qué somos individuos diferentes a los demás y disfrutamos o por el contrario sufrimos penalidades que no merecemos, o así lo creemos.
En la sociedad de hoy día, el ser humano se rige por unas normas de conducta y comportamiento generales creadas por la mano del hombre, a menudo hechas al gusto de unos pocos. Si bien con esto no quiero decir que actuemos de forma autómata, en muchas ocasiones, nos dejamos llevar por la moda, por tendencias que asumimos como nuestras sin pararnos a pensar si van con nuestra forma de ser o por el contrario pueden ser perniciosas en nuestro caminar.
Pero si nos adentramos en el estudio de nuestra personalidad, observaremos que en determinadas ocasiones nuestro comportamiento obedece a sensaciones y sentimientos íntimos, imposibles de explicar pero que nos hacen actuar de forma muy diferente a como otro individuo obraría. Cada cual tiene su propia tabla de valores más o menos perfectos, que se ha ido formando con el paso del tiempo.
Por ello, si sentimos en nuestro interior esa inquietud, la llamada de la conciencia que nos advierte de las consecuencias que nos puede acarrear cualquier acción que emprendamos, nos percataremos de la importancia que tiene dar un sentido más espiritual a nuestras vidas.
Para caminar, sin caer en la apatía o falta de motivación, en los diferentes órdenes de nuestra existencia, hemos de fijarnos unos retos a cumplir, algo que nos haga esforzarnos en conseguir lo que nos propongamos.
Aquí es donde nuestros valores personales, pienso que juegan un papel de vital importancia y, la firmeza y decisión con que afrontemos las situaciones, nos permitirán enfrentarnos a las adversidades que la vida nos depara con mayor optimismo y esperanza de cambio. Pero para que esto ocurra es necesario un autoconvencimiento interior una confianza en nosotros mismos y en nuestras posibilidades.
La estabilidad emocional que ofrece saber que somos espíritus en aprendizaje y que de nuestras acciones y la forma en que las enfoquemos nos reportará un efecto u otro, facilita en gran medida la comprensión de nuestra persona y los rasgos que la definen.
En alguna ocasión habremos oído que cierta persona tiene una "personalidad fuerte", ¿qué quiere decir esto? A mi entender, tendría dos lecturas diferentes y totalmente opuestas y podrían ser un arma de doble filo que, dependiendo de la intención y el corazón que se ponga en las acciones, será positivo o negativo.
Estas situaciones serían las siguientes:
1ª La persona que muestra una rectitud y voluntad de actuar sin mayor dilación, pensando en transmitir siempre esos ideales de forma altruista y decidida a quienes le rodean. Teniendo en cuenta que esa fortaleza y capacidad de asumir responsabilidades sea un medio eficaz para irradiar a los demás nuestros sentimientos e ilusiones, disculpando sus debilidades y potenciando sus valores. De ésta forma contamos en nuestro entorno con personas convencidas de que lo que se propongan pueden lograrlo, sin miedo a los escollos que se presenten en su camino.
2ª El tipo de individuos que exhiben tal seguridad y autoconfianza en ellos mismos que llegan a tener tal autosuficiencia que es prácticamente imposible entablar una conversación, más o menos constructiva, con ellos pues creen que están en la posesión de la verdad absoluta y que saben tanto que ven en los demás compañeros a personas inferiores. El afán de protagonismo y de "figurar" les hace actuar de manera ficticia y con cierta soberbia e intransigencia pues son conscientes que la única posibilidad de que no salgan a la luz sus defectos y errores es adoptando esa postura.
Al comportarnos así, lo único que conseguimos es que aquelllos que están con nosotros, no tengan libertad de opinar, de expresar sus sentimientos e ideas porque el autoritarismo con que nos mostramos les hace caer en el recelo y la inseguridad de sus acciones, volviéndoles seres débiles y atemorizados ante cualquier mínimo escollo que haya que superar.
Así nos engañamos a nosotros mismos pues enmascaramos, en muchas ocasiones, esa falta de sinceridad y de claridad en nuestros verdaderos intereses, mostrando una verdad, no exenta de temores y falta de autenticidad y siendo cobardes al no saber o no querer enfrentarnos a nuestros defectos.
Ahora bien, si mantenemos nuestros ideales de evolución firmes y basados siempre desde una óptica totalmente espiritual, siendo conscientes del gran compromiso que contrajímos antes de encarnar, y de nuestra realidad interior que no podemos ignorar, tendremos la obligación de encauzar ese potencial, el deseo de actuar sin mayor dilación, por el bien de quienes están ávidos de continuar por el camino antes fijado y que posiblemente no tengan esa faceta desarrollada pero, sin lugar a dudas, pueden enseñarnos mucho en otros apartados de la vida espiritual que vivimos y que en definitiva servirá para un progreso mutuo.
Podríamos preguntarnos ¿cuál es la forma de desarrollar esa firmeza que todos poseemos en nuestro interior?
Esto es algo que vamos poniendo en práctica a medida que se suceden las situaciones y es en los momentos de mayor incertidumbre y desconcierto donde la estabilidad y, sobre todo, como comentaba anteriormente, la prioridad en los intereses generales, nos da la certeza de que estamos en el buen camino. Posiblemente tengamos que optar por dejar a un lado sentimentalismos y problemas personales pero actuar transmitiendo alicientes a aquellos que muestren interés sería más beneficioso que pararnos a esperar a quienes, cerrándose en sus inconvenientes, no son capaces de reaccionar y ponerse a trabajar en los ideales deseados.
El polo opuesto a la firmeza es la inestabilidad, la veleidad, el actuar como veletas, transformándonos en individuos carentes de amor propio que valoramos tan poco nuestra propia persona y que sin saberlo somos presa fácil del desánimo y de la apatía, actuando de manera inconsciente, pero contraproducente por no analizar los motivos que han podido llevarnos a encontrarnos en esa circunstancia.
Ante la presión, lo más fácil es echar la culpa de nuestros despropósitos a los demás y a la injusticia con que se actúa contra nosotros. Creo que el mejor antídoto ante esta avalancha de adversidades consiste en intentar comprender si nuestro modo de actuar y pensar es lo que realmente sentimos o por el contrario, estamos siendo manipulados por ambientes perniciosos, no dando opción a quienes tienen depósitadas muchas esperanzas en nuestras posibilidades.
Para finalizar quisiera apuntar que el día de mañana
amanecerá tal y como nosotros queramos que sea, pues siendo fuertes
y optimistas con la vida que nos ha tocado vivir, sin desalentarnos, pues
como decía aquella frase “no es más grande el que triunfa,
sino el que jamás se desalienta”.