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Hablar de solidaridad en unos momentos que vive nuestro planeta de avances materiales en todos los sentidos: tecnológicos, científicos, filosóficos, etc.., sería un contrasentido, sabiendo que ha habido una gran transformación de las cosas, muchos descubrimientos, respuesta a grandes incógnitas, pero... parece que siguen habiendo problemas que nuestra humanidad se ve incapaz de solucionar. Temas, que con la inteligencia que se tiene para lograr grandes resultados en otros campos, en éste que hoy nos ocupa como es la solidaridad, no hay una respuesta, un camino a seguir que sea en conjunto para lograr unos objetivos con un mínimo de éxito.
Pero podríamos preguntarnos ¿solidaridad con quién o qué? Obviamente cuando hay situaciones dificultosas en cualquier lugar de nuestro planeta pero que vemos a través de los diarios u otros medios de comunicación, le damos una importancia relativa ya que no son problemas que, a primera vista, puedan afectarnos.
Además, es posible que hallemos muchos inconvenientes si queremos ver más allá de donde lo hacemos normalmente. Somos personas que nos esforzamos diariamente por favorecer a nuestra gente, es decir, familiares y amigos, ocupamos mucho tiempo trabajando porque es algo necesario, pero, y qué más se puede hacer si intentamos tener un buen comportamiento cada jornada y cumplimos con nuestras obligaciones. Parece ser que, ciertamente, no queda tiempo para más realizaciones pero si lo pensamos fríamente, veremos que todas esas acciones, aunque imprescindibles para un buen desarrollo y estabilidad material, pueden resultar insuficientes porque la mayoría de éstas tienen unos fines meramente materiales, como es la adquisición de un estatus económico y por ende un reconocimiento a nuestro esfuerzo.
El trabajo cotidiano no suele ser altruista, lógicamente, pues se obtiene un lucro con el cual podemos subsistir y desenvolvernos en la sociedad, y las otras actividades que generalmente se realizan, es cierto que son beneficiosas para las buenas relaciones con los demás, como sería la convivencia y el tiempo de ocio, pero, de verdad ¿nos sentimos llenos totalmente o nos falta algo para conseguir esa paz interior y ver que realmente estamos contentos con nuestras acciones?
Valorando todo esto bajo un prisma material, se puede hacer mucho más pero cuando nuestras vivencias y objetivos son dirigidos hacia un progreso espiritual, el campo de realizaciones se amplía y hemos de abrir nuestro corazón a la posibilidad de nuestra aportación para aliviar penas y sufrimientos allá donde nos encontremos.
Conociendo la vida espiritual y las leyes por las que se rige, no podemos hacer caso omiso a la máxima que dijo el Maestro "amaos los unos a los otros como yo os he amado". Aquí se sintetiza claramente cuál es nuestro principal cometido en la vida, el servicio a los demás, la puesta en práctica efectiva de nuestra ayuda para bien general sin intereses y con una actitud altruista. Pero esto requiere un compromiso de renuncia, de hacernos cargo de los problemas que existen a nuestro alrededor e intentar buscar soluciones urgentes, adoptando cada caso como si fuera algo nuestro.
Con el ejemplo que se puede ofrecer a nuestros semejantes cada día, conseguiremos, si no la solidaridad mundial, sí el comienzo de algo que quizás nadie se hubiera preocupado por analizar y así nuestro mundo tendría otras miras de índole más espiritual.
Teniendo esa inquietud de cambio, estamos en el camino de conseguir que, en un día no muy lejano, se trate a nivel de Estados los problemas del Tercer Mundo, los problemas sociales y otros temas, desde un punto de vista diferente, donde los intereses de los más ricos, se olviden a favor de la comprensión y el aprecio sincero por las clases más desfavorecidas.
No creo que sea mucho pedir que se busque una estabilidad del nivel de vida de las personas, pues es un problema de conciencia que si queremos estamos en disposición de poder subsanar. Es un llamamiento a nuestro interior, a la búsqueda de nuevos caminos donde poder lograr ocupar ese tiempo que aún nos queda en labores comprometidas con los demás, que sea posible mostrar nuestros deseos de bien y concordia de los humanos, creando un clima de camaradería y amistad sin distinción alguna, con el único fin de cooperar en algo que no es difícil si ponemos más el corazón y menos nuestra cabeza que, en muchas ocasiones, nos dice que actuemos de forma equivocada.
Conocer la vida espiritual en todo su significado, no exime en absoluto de poner en práctica todas esas enseñanzas de las que tenemos conocimiento porque nuestra evolución depende principalmente del buen uso que se haga de nuestros valores, no basta con saber que están ahí, que tenemos unas características determinadas como espíritus encarnados que somos.
Todo lo aprendido de otras existencias, hemos de saber plasmarlo ahora y tratar que de cada vivencia obtengamos una consecuencia y asimilemos las experiencias para enriquecernos y poder así transmitir todo cuanto conocemos para alentar a quienes nos rodean a que sientan que hay mucho por lo que luchar, y que esta es una batalla contra nuestras imperfecciones y por el progreso, no está perdida pero es con el apoyo a causas nobles donde conseguiremos mayor éxito.
Solos no podemos realizar tareas que
un conjunto lograría. Por ello si se aúnan esfuerzos por
los mismos fines y, de verdad, nos comprometemos y demostramos a esas personas
que no están abandonadas a esa causa, sino que nos importan, poco
a poco encontraremos un camino de diálogo consensuado y afín
que nos permitirá además de la inestimable ayuda, a conocernos
y saber que podemos contar unos con otros sin condiciones, porque somos
conscientes que la persona a la que nos dirigimos va a reaccionar de forma
positiva con nuestras ideas.