JUL-99 Nº 204 |
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Nuestra vida siempre está basada en una continua búsqueda de tranquilidad, de estabilidad, de felicidad, pero depende mucho del camino que se escoja, que lamentablemente en la mayoría de las ocasiones, debido a las tendencias propias de nuestra persona, los defectos y ambientes, hacen que sea más dificultosa la consecución de nuestros propósitos.
Somos ciudadanos encarnados en un planeta acorde a nuestro progreso espiritual que tenemos un bagaje adquirido de otras existencias. Todo lo aprendido y vivido, tanto positivo como negativo influirá de manera determinante en nuestras acciones si éstas se encaminan en un sentido material o por el contrario tenemos unas miras mucho más profundas, un deseo de búsqueda de algo más, de ver en realidad cuál es el verdadero significado de nuestra vida, de por qué tenemos unas vivencias que pueden ser diferentes a otras personas y qué motiva que nos sucedan situaciones que a simple vista carecen de importancia porque vivimos con una actitud acomodaticia, sin problemas, pues las dificultades son de otros.
Lamentablemente, el ser humano, la mayoría de las ocasiones, enfoca su existencia con objetivos meramente particulares sin importarle la forma de obtenerlos y sin pararse a pensar si es lícito o no mostrar una postura de servidumbre donde creemos que todo lo merecemos y los demás han de estar dispuestos en cualquier momento a favorecer nuestros intereses, pienso que es algo contraproducente ya que comportándonos de esta manera sólo conseguiremos en un breve plazo de tiempo, alejarnos de personas altruistas y solidarias con los obstáculos de otros porque creeremos que no son situaciones que nos afecten ni que tengamos obligación de ayudar a subsanar.
Si bien hay muchos obstáculos que hemos de salvar y asimilar en nuestro camino, también tenemos que ser conscientes de los instrumentos que tenemos a nuestra disposición para que todo pueda ser más sencillo de conseguir. Sólo es cuestión de plantearnos unas cuantas preguntas que seguramente, si estamos en disposición de encontrar un sentido más espiritual a nuestra existencia, seguramente nos formularemos.
Pero, ¿qué podemos hacer por los demás? ¿Cómo sabemos que efectivamente una persona está necesitada?. Son cuestiones que cuando se obra con el corazón, dejando a un lado nuestros gustos y apetencias, preocupándonos por los problemas de quienes están alrededor, es mucho más fácil comprender el verdadero significado de nuestra existencia.
Obviamente, todos estos planteamientos se presentan si previamente ha habido una base de preocupación en el entorno como es la familia. Los padres y educadores juegan un papel esencial en las inclinaciones del menor, en su desarrollo interior y en la búsqueda de otras alternativas más espirituales que llenen verdaderamente su vida y les motive a luchar por construir un mundo mejor.
Por este motivo, si desde pequeños se les influye a los niños en las decisiones particulares, en sus obras sin dejar libertad de acción y de sacar a relucir tanto los valores como defectos, es difícil que lleguen a plantearse qué pueden hacer para conseguir la felicidad de sus compañeros y amigos.
La forma en que se aporte nuestra ayuda también podría ser decisiva para beneficiar a la persona ávida de cariño y afecto, de una sonrisa que le haga afrontar de manera diferente sus dificultades. Ofreciendo nuestro auxilio con una actitud empática y desinteresada, sobre todo, lograremos metas y objetivos que nunca hubiéramos pensado que estarían a la altura de nuestras posibilidades. Además de conseguir algo que muy pocas cosas pueden superar, que es el sentirnos queridos.
Comprendiendo objetivamente las adversidades de los demás y siendo justos con las situaciones que las provocan, hemos de valorar el momento y obrar con el corazón, pero sin olvidar que una sugerencia mal enfocada por nuestra parte puede perjudicar más que colaborar con las personas. Es cuestión de ser nosotros mismos, ofreciendo todo lo que tenemos y actuar con sinceridad con quien pida nuestra opinión.
Con el fin de ser realistas con las circunstancias que han llevado a los compañeros a ese extremo, es conveniente que haya una base de sinceridad y de deseos de cambiar los acontecimientos por las dos partes con el ánimo de conseguir una complicidad ante la adversidad y la unión de esfuerzos por un mismo objetivo.
Respetar decisiones aunque nos duelan porque puedan afectarnos particularmente, es una muestra de nuestra verdadera amistad, de ese sentimiento tan difícil de explicar pero que cuando ocurre sabemos que el dolor, la tristeza y el desencanto del otro, también es nuestro. Pues así comprenderemos que el momento dificultoso por el que atraviesa esa persona querida, no es más que una deformación de la verdadera imagen que para nosotros representa, porque sabemos que interiormente alberga unos valores de índole espiritual muy superiores a las tendencias y actitudes que, a simple vista, podamos apreciar.
El camino de nuestro progreso puede ser arduo y tortuoso pero con el esfuerzo y apoyo de unos y otros lograremos, si no cambiar la corriente de materialismo egoísta imperante en nuestra sociedad, sí que participaremos, al menos, en conseguir un ambiente feliz y espiritual.
Es obligación, para quienes creemos
que tenemos esa intención de apoyar, y que sabemos positivamente
que fuerza y ayuda espiritual no nos falta porque somos conscientes de
cuál es nuestro cometido en la Tierra, poner “manos a la obra” sin
más demora porque es mucho el provecho que podemos obtener además
de la satisfacción que produce el hacer algo por los demás
y ver que con el paso del tiempo podemos conseguir ser queridos y estar
en los corazones de aquellos que se sienten seguros con nuestra compañía.