OCT-99 Nº 207 |
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Ésta sería una de tantas definiciones que reflejan esa situación, algo que todo ser humano, desde que tiene uso de conciencia trata de encontrar, pues las satisfacciones que ofrece son tantas y tan ventajosas a todos los niveles que no creo que estuviéramos exagerando al pensar que es el objetivo principal de todo ser humano.
Pero, ¿cómo hallarla?. ¿Por qué hay personas que la encuentran sin apenas esforzarse por buscarla?. ¿Es acaso algo injusto que unos puedan disfrutar de todos los placeres imaginables que nuestro planeta les puede aportar y otros sin embargo viven sumidos en la pobreza, en la marginación y en la tristeza?
A simple vista veremos que, ciertamente algo parecido ocurre con nuestra humanidad donde las riquezas y disfrutes materiales corresponden a unos pocos y los problemas y situaciones dificultosas afectan a una amplia mayoría. Problemas de nuestro planeta todavía sin resolver y lo que es más preocupante, sin nadie que verdaderamente trate de solucionar.
Sería algo maravilloso saber la forma inmediata de hallar la felicidad, que de repente todo ese mundo injusto y cruel con nuestra persona se transformara y se cumplieran todos nuestros deseos y objetivos pero, lamentablemente, no estamos en posesión de esa varita mágica que consiga todo esto, aunque sí que podemos disponer de unos parámetros y formas de actuación que pueden permitirnos encontrar ese gran tesoro que todos, sin excepción, ansiamos encontrar.
No todos somos iguales, tenemos problemas y dificultades en el camino de muy diversa índole e importancia en relación a nuestro ambiente familiar, amistades y comportamiento personal. Situaciones que nos afectan particularmente y que sólo nosotros podemos ser capaces de solucionar si de verdad estamos en predisposición de esa renovación y cambio interior.
Si estamos interesados en salvar todos esos obstáculos que interfieren en nuestro camino para encontrar la estabilidad, es preciso que sepamos con qué tenemos que luchar para así poder afrontar con éxito la gran empresa de nuestro progreso espiritual.
Llegados a este punto, no podemos ignorar que todo lo que nos acontece obedece a una causalidad y nunca a algo casual, que somos seres en evolución y que tenemos un camino que nosotros mismos trazamos y que será el que, en definitiva, plasme nuestros esfuerzos o pérdida de tiempo en su consecución.
Si tenemos inquietudes por saber algo más de nuestra vida, el por qué estamos aquí y qué nos depara el futuro, analizando todos estos interrogantes desde un punto de vista más espiritual, comprenderemos que estamos regidos por unas Leyes Divinas que son una guía para nuestras realizaciones y para dar un sentido más justo a todo cuanto nos ocurre.
Desde que encarnamos, es obligación, primero de nuestros progenitores, darnos una educación, unas pautas de comportamiento y de relación con el entorno. Bases que a la larga serán las que nos muestren como personas dispuestas para la vida, seguras de nuestros ideales y conscientes de las dificultades que existirán en el camino y que con nuestra perseverancia y firmeza emocional y estabilidad serán los valores que facilitarán nuestra andadura.
Obviamente, la educación y preocupación de nuestros padres es de vital importancia para desenvolvernos diariamente, pero no recae todo el peso de nuestros actos en ellos pues hemos de ser conscientes que, a medida que vamos creciendo, también hemos de aceptar una serie de compromisos y obligaciones para con los demás que no nos beneficiaría en nada si los evadiéramos.
El valorar el esfuerzo realizado por nuestros mayores para hacernos cada día más agradable, así como la protección que nos ofrecen, no ha de ser menospreciada, ni mucho menos hacer un uso indebido de su ayuda.
No olvidemos que somos seres individuales con una trayectoria diferente y hay un momento en nuestra vida en que acaban las obligaciones de los demás para dar comienzo nuestra responsabilidad. No todo es derecho a hacer o pensar como queramos sin tener en cuenta las consecuencias que determinados comportamientos pueden acarrearnos. Esto, sería obrar desde una actitud infantil, como cuando el niño hace algo mal y espera la reprimenda de sus mayores. Hemos de adaptarnos a un círculo social donde cada cual ha de respetar a sus semejantes así como intentar ayudar a crear un ambiente armónico y tranquilo, siendo conscientes que las experiencias que vivimos, deben de ser asimiladas, no aparcadas sin reconocer en qué hemos podido equivocarnos.
Pienso que son factores éstos determinantes para conseguir o no lo que deseamos. Porque tener una existencia fácil, donde los problemas brillen por su ausencia (ya que tenemos el respaldo de nuestros padres para solucionarlos), provoca que nos adentremos en un mundo particular donde veamos injusticias y falta de atención con nosotros, aparte de experimentar un vacío interior y necesidad de vivir nuevas sensaciones con la idea de que nos darán felicidad, cuando son totalmente irreales y faltas de contenido.
La pasividad y actitud acomodaticia ante los inconvenientes de quienes nos rodean debido a nuestro egoísmo, obedece, en la mayoría de las ocasiones, únicamente a nuestras propias tendencias y defectos personales.
Cuando tengamos algún problema, no tratemos de escondernos en la inseguridad y los temores que nos acechan cuando algo no sale como teníamos planeado. Tenemos un futuro por delante y muchas experiencias por asimilar y no debemos de caer en el pesimismo, en creer que cualquier acto que hagamos será negativo para nuestra persona. Seamos conscientes de nuestro cometido principal, el progreso, aprovechar el tiempo de que disponemos en ayudar a los demás teniendo siempre presente que, siempre hay alguien en cualquier lugar del planeta que, por desgracia, se encuentra en una situación más crítica que nosotros.
Tampoco caigamos en el error de querer buscar otras alternativas para buscar la ilusión, algo a lo que la juventud actual está muy abocada, pues se cree erróneamente que experimentando nuevas fórmulas de vida (muchas veces al límite) se pueden lograr cosas que de otra forma sería más difícil.
Simplemente por evitar lo que nuestro destino nos tiene preparado, nos adentramos en un callejón sin salida donde luchamos contra nosotros mismos, con el inconformismo, con nuestra conciencia de que el camino elegido no es verdaderamente aquél que nos aportará la tranquilidad de saber que estamos obrando adecuadamente.
Otra equivocación, a mi parecer, sería pensar que la acumulación de bienes materiales y riquezas es la pieza más importante del entramado que compone nuestra existencia. Como dice esa frase, “El dinero, no hace la felicidad”.
Creo que hay valores intangibles pero que alguna vez hemos experimentado, tales como: alegría, ilusión, ayuda, amor a los demás... que el dinero no puede comprar porque son sensaciones que no ocurren al azar, sino que tienen un porqué y una causa que no es otra que nuestra propia seguridad y convencimiento de que estamos ocupando un lugar en la sociedad que nos corresponde y que, el ambiente positivo que prevalece a nuestro alrededor nos alienta a seguir hacia delante porque estamos satisfechos de nuestras acciones.
Busquemos la felicidad allí donde
realmente está, en nuestro interior, teniendo la certeza que ningún
bien ni posesión material nos va a devolver esas ganas por vivir
que transmite aquella persona fiel a sus ideales. Aunemos nuestros mejores
valores para conseguir ese bien tan querido, la felicidad.