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Pero si observamos imparcial y objetivamente la forma que tiene el ser humano de programar su existencia desde que tiene uso de razón o unas obligaciones a realizar, sin duda la vida se basa principalmente en la consecución de unos objetivos, generalmente de carácter material, siguiendo unos patrones generales preestablecidos por la sociedad consumista y materialista en la que nos desenvolvemos.
Lamentablemente, todo se rige por el dinero, las riquezas y la forma de ascender en la escala social aunque ello vaya en detrimento o perjuicio del semejante, con el único fin de conseguir una estabilidad material que, en definitiva, es algo ficticio porque cuando morimos ningún bien podemos llevarnos, sólo nuestras acciones y pensamientos.
Por ello y desde ese punto de vista, es lógico pensar que el tiempo libre nos pertenece, nos lo hemos ganado y merecemos un descanso después de una larga jornada laboral. Es cierto, pero en la mayoría de las ocasiones ese descanso es el asueto total, el aislamiento de todo cuanto nos rodea.
Pienso que manteniendo esta postura ante la vida donde el trabajo es lo único que vale, cada vez se ambiciona más, llegando a extremos en los que absorbe todo nuestro tiempo, hemos de comprender que esto puede llegar a crear graves crisis de valores fundamentales tales como: la familia, la comunicación, los hijos, los amigos, etc. Esto provoca un malestar interno debido a la actitud negativa por la rutina y la falta de motivación.
Todo lo expresado anteriormente, crea conflictos personales en los que el individuo puede llegar a plantearse si sólo de esto se compone la vida, en trabajar y luchar por subsistir o si posiblemente hay algo más.
Es bueno que llegados a este punto pensemos cómo está enfocada nuestra existencia, pues si nos dejamos llevar por las costumbres y vicios materiales podremos llegar a un callejón sin salida donde esa enfermedad del siglo XXI, la depresión, se adueñe de nosotros y todo valor carezca de importancia en nuestra vida.
Si en cambio, lo analizamos desde otra perspectiva diferente y aceptamos que el tiempo es un bien muy valioso que la vida nos regala y damos gracias al Padre por amanecer cada día, adoptando una actitud positiva ante la nueva jornada y afrontando las dificultades con optimismo y decisión, veremos que disponemos de muchas opciones para emplear el tiempo de ocio y que serán productivas y muy eficaces para lograr la paz interior.
Así se fortalece nuestro espíritu al sentirnos más seguros del camino que deseamos seguir, donde el amor, el altruismo y pensar en los demás sea parte esencial de nuestra vida. Es un tiempo que ocupamos en solucionar problemas que seguramente son cercanos a nosotros pero que al ser situaciones que no nos afectan directamente tratamos de evitar, cuando probablemente una opinión o la aportación de una experiencia solucionaría conflictos creados por la falta de comunicación sincera entre las personas.
Al ser cierto que hay muchas situaciones catastróficas y terribles en el mundo podríamos preguntarnos ¿cómo puedo yo evitar las lacras como la violencia, la pobreza...? Simplemente si quisiéramos poner en práctica las buenas acciones que todos sabemos hacer se conseguiría, pero como esto es una utopía debido a los intereses creados en nuestra sociedad, podremos ayudar en la medida de nuestras posibilidades, como hemos comentado anteriormente, en nuestro entorno inmediato, donde ciertamente hay problemas que en nuestra despreocupación dejamos a un lado y que realmente requieren una atención por nuestra parte.
Solamente consiste en querer ver la manera
de ser útiles a los demás, dejarnos de egoísmos y
gustos personales para poder vislumbrar con claridad los problemas del
semejante porque como bien dice el refrán: “Querer
es Poder”.