ENE-00 Nº 210 |
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De algún modo no existen unas directrices marcadas que indiquen por dónde hay que caminar. Casi todo se cuestiona hoy día y asistimos a una pérdida de valores como por ejemplo; el matrimonio, la familia, la convivencia, la fe en el hombre, etc. Esta situación, si no se poseen unas convicciones internas firmes nos conduce a la desorientación y a caer en lo que se denomina sociedad de consumo sin otras alternativas.
Desgraciadamente resulta muy fácil y hasta cómodo dejarse arrastrar por dicha sociedad consumista, pues para poseer y vivir unas ideas distintas a la mayoría hay que ir en muchas ocasiones contra corriente, con los inconvenientes que esto reporta, sobre todo cuando se camina en solitario. Hasta incluso puede significar un rechazo por parte de los demás el manifestar ideas o formas de vivir diferentes.
Por otra parte, también existe un grupo numeroso de personas que tratan de explicar los problemas esenciales del hombre con ciertas ideas espirituales haciendo una especie de cóctel, mezclando rituales varios con ideas orientalistas y filosofías esotéricas e incluyendo los poderes psíquicos. En definitiva, asistimos a un “decorado social” que se antoja cada vez más complejo y difícil, y en donde los espíritas podemos jugar un papel muy importante.
Como ya sabemos aquellos que estudiamos la doctrina espirita, ésta contiene todas las respuestas necesarias para comprender el porqué y para qué estamos en el mundo; nos aclara las vidas sucesivas o reencarnación, las desigualdades humanas, la superación de las imperfecciones como medio de liberación y camino seguro hacia la felicidad, la vida en el mundo espiritual y su relación con el mundo de los encarnados, las leyes universales, etc. En definitiva todos los argumentos que nos pueden ayudar a vivir mejor y a que nos podamos marcar unos objetivos a conseguir netamente espirituales, llenos de esperanza y fe en el porvenir.
Por lo tanto, los espíritas tenemos los conocimientos necesarios que debemos no sólo practicar, sino también transmitir a los demás. Pero para que esa tarea divulgativa pueda ser efectiva, primero debemos de ser nosotros los que debemos dar el primer paso en nuestra regeneración moral e interna y al mismo tiempo, en el grupo espírita al que pertenezcamos, debemos de realizar un esfuerzo de unificación en todos los sentidos a través de la convivencia diaria. Esto es muy importante pues debemos de ofrecer un ejemplo a la sociedad no sólo personal sino también colectivo. Debemos demostrar que es posible la convivencia en armonía y en sintonía entre diferentes generaciones: niños, adolescentes, adultos, ancianos. Cada cual aportando los aspectos positivos de su condición.
Además se requiere claridad en los objetivos comunes, es decir, aquellos que no tengan unas intenciones limpias y voluntad sincera de cambio no pueden pertenecer a un grupo que se considera verdaderamente espírita o que sigue las directrices codificadas por Allan Kardec. La imagen hacia los demás debe ser coherente y verdadera, para que cuando acudan a nosotros en busca de ayuda encuentren un comportamiento que secunde las ideas que se predican.
En conclusión, las deficiencias y lagunas que presenta
nuestra sociedad a buen seguro que empujará a muchísima gente
hacia la búsqueda de algo auténtico y que llene ese vacío
interior. En ese momento es cuando los grupos espíritas, no sólo
por el hecho de llamarse como tal sino en función a lo que se hayan
querido preparar podrán ofrecer la cobertura necesaria para quien
lo solicite, cumpliendo de ese modo, el compromiso adquirido antes de encarnar.
Por tanto, es mucha la responsabilidad y una oportunidad única;
no la desaprovechemos.