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También hay que tener en cuenta que la misma experiencia nos demuestra la necesidad de adaptarse a los nuevos tiempos y a las nuevas circunstancias que rodean nuestras vidas. Los acontecimientos se suceden uno tras otro y nos obligan a reaccionar, a responder en función de nuestro nivel y necesidades evolutivas. A nadie le ocurre algo que no le pueda ser necesario y provechoso. De todos los acontecimientos se puede aprender si nosotros queremos y reaccionamos bien. En definitiva, en eso consiste la evolución.
Cuando no tenemos en cuenta lo anteriormente expuesto y reaccionamos negativamente, estamos dando paso a la rebeldía que es la que nos hace ver las situaciones desde una óptica equivocada, viendo a los demás en ocasiones como los culpables de todos los males. Con esa actitud demostramos que no estamos por la labor de ver más allá de las primeras impresiones recibidas, nos cerramos en nuestros planteamientos y no deseamos ver nada más. Creemos que tenemos la razón y que son los demás los equivocados y los que deben cambiar en sus posturas.
No obstante, el hecho de tomar una actitud crítica respecto a nuestro comportamiento no significa que no podamos ver fallos y errores en los demás. Está en la actitud y la postura que tomamos ante esos errores lo que puede hacernos justos o injustos, tolerantes o intolerantes, comprensivos o intransigentes, etc.
Es por ello que a la hora de valorar una situación concreta sea conveniente tener una mayor amplitud de miras, que observemos los problemas desde varios ángulos, sobre todo colocándonos en el lugar de los demás. Nuestras razones son importantes pero también hay que valorar los motivos y circunstancias de los demás, muchas veces desconocidas para quien las juzga.
Además es importante ilusionarse, salir del círculo que en ocasiones creamos alrededor de nuestros problemas, dando paso a la esperanza, dándole una bocanada de aire fresco y renovador a nuestras vidas. Tengamos en cuenta que las situaciones pueden ser más graves o más leves, pero en definitiva, depende de nuestra forma de enfocarlas, el que las mismas se puedan resolver con más o menos facilidad. Acordémonos del famoso ejemplo de la botella; la podemos ver medio llena, (lo cual significa que todavía le queda contenido para disfrutar), o medio vacía (lo que supone un perjuicio para el consumidor).
Por otra parte, no sabemos a lo que nos hemos comprometido antes de venir al mundo, debemos ser dóciles y responsables en nuestras resoluciones; nada ocurre por azar, y muchas situaciones obedecen a una planificación espiritual que asumimos antes de encarnar. Por lo tanto, no debemos extrañarnos cuando las cosas no respondan como sería nuestro deseo. Bien es cierto que nuestro mayor anhelo es la felicidad, pero en la medida en que avanzamos en el sendero espiritual, debemos ser cada vez más conscientes del mundo en el que estamos, "expiación y prueba", y que en consecuencia, no es el lugar adecuado para las constantes alegrías. La felicidad relativa podemos encontrarla en las cosas bien hechas, en el trabajo diario en pro de los demás, en las situaciones que vamos resolviendo y en las tendencias que vamos dominando. Ahí, en ese conjunto de aspectos es donde podemos encontrar la dicha y sobre todo la paz interior.
Para concluir recordar las palabras del maestro de maestros JESÚS,
cuando nos dice: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Tomemos pues
ejemplo de sus enseñanzas, que sean el faro que nos iluminen en
esas noches de oscuridad para que seamos capaces de caminar con paso firme,
levantándonos en las caídas, no perdiendo la fe ni la esperanza
en el porvenir. Con la esperanza de retornar a nuestra patria espiritual
con la lección aprendida, contemplando nuestro pasaje por el plano
físico con la satisfacción del trabajo bien hecho.