|
|
|
|
Por lo tanto, nuestro objetivo es aportar un granito de arena con la sana intención de que pueda servir a otros, sin grandes pretensiones, y sin intención de establecer axiomas irrefutables. Los conceptos esenciales así como las grandes ideas están recogidas y codificadas en las grandes obras de la humanidad que a lo largo de la Historia se nos ha legado.
La cuestión a tratar en esta ocasión como indica el título de este artículo es la VERDAD. Como es obvio, existen muchas dimensiones e interpretaciones sobre la “verdad”, cada cual según sus experiencias y grado de evolución recoge e interpreta con mayor o menor facilidad esa porción de verdad. Por ejemplo, cuando hablamos del AMOR, nos pueden surgir un sinfín de ideas, sugerencias, conceptos, impresiones.... A otros les vendrán a la mente otras ideas, quizás muy semejantes a las nuestras o probablemente diferentes, pero sin embargo estamos todos hablando de una misma palabra: AMOR.
Citemos otro ejemplo, desde la ladera de un monte observamos una luz, desde nuestra posición la vemos con un colorido y unas tonalidades determinadas, otras personas que se encuentran en otra posición de dicho monte también ven la misma luz pero desde otra perspectiva diferente. Conclusión, todos vemos esa luz, nadie está equivocado, pero tampoco podemos decir que abarcamos plenamente dicha luz pues nuestras limitaciones sólo nos permiten captar una “pequeña” porción de aquello que vemos. Es más, siguiendo el ejemplo, si lográsemos realizar una encuesta entre las personas que transitaban por la zona, también nos podríamos encontrar con algunos que no se habrían percatado ni tan siquiera de la existencia de alguna luz.
Otro aspecto no menos importante es la cuestión interior, es decir, según sea nuestro estado interno así podremos comprender y asimilar nuevos conceptos e ideas, o dicho de otro modo, una nueva porción de esa VERDAD que anhelamos. De ahí la importancia del conocimiento de nuestras imperfecciones y defectos. Si somos capaces de percatarnos de esa realidad y trabajar sobre ella para mejorarla, habremos dado un paso de gigante en nuestra evolución. Lo bien cierto es que se trata de un aspecto fundamental de nuestra vida y el motivo por el cual hemos encarnado. Dicho trabajo nos puede servir entre otras cosas para poder realizar una labor espiritual y hacer el bien a los demás.
No es fácil ayudar a otros, puede ser relativamente sencillo ofrecer una limosna a un pobre, pero lo que significa “la caridad” en su máxima expresión no es tarea fácil y no todos estamos en condiciones siempre de poder practicarla. Esta idea que puede sonar extraña es una realidad a poco que observemos nuestro estado interno. ¡Cuántas veces nos hemos dejado vencer por el orgullo o el egoísmo! ¡Cuántas veces nos hemos dejado arrastrar por lo material sin observar las necesidades ajenas! ¡Cuántas veces hemos olvidado nuestros compromisos tanto a nivel familiar, social y con todos aquellos que nos rodean, dejándonos llevar por la comodidad o la apatía!
A poco que seamos honestos con nosotros mismos nos daremos cuenta de que todavía nos falta un largo camino por recorrer. Que esa “porción” de verdad que cada cual somos capaces de captar y que es la síntesis del trabajo realizado, no sólo en esta existencia sino en otras anteriores, nos debe servir para seguir avanzando y engrandeciendo nuestra vida con el esfuerzo diario.
En definitiva, si nuestra intención es la de hacer las cosas bien y ayudar a los demás, primero tendremos que prepararnos, no nos queda otra alternativa; con la buena voluntad sólo no basta.
No obstante, aquellos que tienen la posibilidad de realizar un trabajo dentro de un grupo espiritual lo pueden tener mucho más fácil que a nivel individual, pues entre varias personas con un mismo ideal las fuerzas no se suman sino que se multiplican. Pero como apuntábamos anteriormente se necesita una preparación previa para aunar conceptos y objetivos que sean comunes.
No quisiera finalizar sin abordar un aspecto importante que entorpece enormemente la evolución del espíritu: el fanatismo. Cuando nos dejamos arrastrar por esta lacra, nuestro sentido del raciocinio queda perturbado, perdemos la objetividad y se merma la capacidad de análisis, dando por buenos conceptos e ideas que pueden estar desvirtuadas o pueden ser totalmente equivocadas. De ahí la necesidad de ser abiertos, juiciosos, tolerantes y comprensivos. No es bueno elevar falsos estandartes, ni hacer juicios a la ligera.
Tomemos como ejemplo al Maestro Jesús en su humildad y sencillez de actos, preocupándose y ocupándose de aquellos que necesitaban ayuda. Seamos conscientes de que si consentimos que este entorpecimiento arraigue en nuestras vidas, podemos perder una oportunidad de hacer el bien ya que esta “nube” anula nuestras capacidades y nos desvía del camino recto. La Historia está llena de casos de existencias perdidas y oportunidades para hacer el bien que han quedado truncadas. ¡No cometamos el mismo error!