OCT-99 Nº 207 |
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Como ya es sabido, casi todas las creencias así como la mayoría de las religiones nos hablan de un tiempo de cambio. Del final de una era, en que el “hombre viejo” da paso al “hombre nuevo”, y en el que todas las prioridades sociales y materiales a las que tanta importancia les damos actualmente, origen de guerras, desastres y todo tipo de pasiones darán paso a una etapa de nuevos valores, desarrollo vertiginoso de las artes y de las ciencias, también una paz definitiva sin posibilidad de retroceso, y lo que es más importante, cooperación estrecha entre el plano espiritual superior con los encarnados que merezcan estar en ese nuevo orden planetario.
Para los espíritas no nos deben resultar extrañas las ideas anteriormente expuestas. Los conocimientos que nos proporciona la doctrina codificada por Kardec nos ofrecen una comprensión espiritual muy clara respecto al porqué y para qué estamos aquí, y sobre la evolución de los planetas. Sabemos también que cuando un espíritu al que se le han dado múltiples oportunidades a lo largo de las diferentes existencias persiste en el error y sigue perjudicando a sus semejantes, LA LEY DIVINA actúa y somete al espíritu rebelde, en contra de su voluntad viciada por los defectos, a tener que encarnar en circunstancias dolorosas para que ese espíritu se sensibilice y comience su regeneración espiritual.
El caso anterior lo podemos llamar reajuste o karma. Pues del mismo modo en que la ley de causa o efecto actúa a nivel individual también actúa a nivel colectivo o de grandes masas. Ejemplos a través de la historia tenemos; pueblos arrasados por guerras o cataclismos naturales que han mermado parcialmente o totalmente poblaciones enteras, como es el caso de Pompeya, Sodoma y Gomorra, etc.
También sabemos que la Ley espiritual actúa cuando existe un grave riesgo no sólo para el que persiste en el error sino también para el resto de personas que también traen un compromiso espiritual a realizar en el plano físico. Por lo tanto, se nos respeta el libre albedrío hasta llegar a un límite, a partir de ahí los planos superiores se ven obligados a intervenir para que esa “desviación” espiritual nunca pueda ser irreversible, y no afecte el libre albedrío de los demás.
Partiendo de estas premisas anteriormente expuestas y fielmente reflejadas en la codificación, no nos parecerá exagerada la idea de que se puede estar acercando un reajuste espiritual a este planeta. La “vieja humanidad” debe dar paso a una “nueva humanidad”, es la ley de la evolución. Y quizás alguien podrá pensar que ese reajuste no tiene límites de tiempo y que depende exclusivamente de la voluntad de los encarnados. Pues bien, recordemos los casos antes citados de poblaciones arrasadas por cataclismos o guerras. ¿Acaso no merecían también una prórroga; por qué ellos tuvieron que pasar por esas circunstancias dolorosas en un momento determinado de sus vidas y otros no? Reflexionemos sobre este asunto.
Por otra parte, la diferencia sustancial entre el gran cambio que se avecina con respecto a cambios parciales anteriores radica en que los espíritus que no se encuentren con un mínimo moral ya no gozarán de nuevas oportunidades reencarnatorias en este planeta, su tarea se deberá de reanudar en otro planeta similar a este, donde podrá seguir su proceso de evolución sin interrumpir ni entorpecer a los que merezcan continuar su ascensión espiritual aquí.
En definitiva, cuando hablamos del cambio de ciclo no tratamos de infundir temor sino prevención. Analizando la situación social en que vivimos, con la ausencia generalizada de valores, nos podemos dar cuenta de la proximidad de un cambio. Como dice el refrán: Mejor prevenir que curar. Es importante que utilicemos la libertad que el Padre nos da para reflexionar sobre nuestro comportamiento y poner los medios necesarios para realizar un cambio moral que nos sintonice con ese Nuevo Orden que se avecina.
A los espíritas nos corresponde, en base a los conocimientos
espirituales que nos proporciona esta doctrina, aclarar con argumentos
razonados las posibilidades y los acontecimientos que se pueden avecinar,
así como del porqué del cambio, y sobre todo, la JUSTICIA
que habrá en todo momento durante el transcurso de dicho proceso
selectivo y natural.