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En base a la reencarnación sabemos que contraemos un compromiso espiritual cuando encarnamos con un cuerpo físico, venimos al mundo para aprovechar el tiempo, rescatar deudas contraídas, superar pruebas que es posible que no superáramos en otras existencias, o simplemente para un mayor progreso y evolución.
Como es obvio, no partimos de cero, vamos desarrollando las cualidades y adquirimos experiencia, cada existencia supone un "eslabón" más, dentro de la larga cadena que nos transportará hacia la perfección una vez cumplida la divina tarea encomendada.
En el espacio permanecemos un tiempo que sirve de intervalo entre existencia y existencia, y proporciona la posibilidad de hacer balance de la última vida así como de preparación para la siguiente. Una vez que tomamos materia, sabemos interiormente la naturaleza de las pruebas a las que nos tendremos que someter aunque no recordemos nada.
Una idea que es fundamental es la siguiente: "Dios nos dota de la suficiente energía espiritual para superar todas las pruebas y vicisitudes que tengamos que someternos durante el periplo terrestre". Sin embargo, en ocasiones creemos que no tenemos suficiente fuerza o que las situaciones difíciles sobrepasan nuestra capacidad de reacción. Sin duda esto no es así, como resaltábamos anteriormente el Padre nos dota de suficiente capacidad, si no fuera de ese modo, no habría justicia y supondría una enorme contradicción ya que estaríamos hablando de una trasgresión de las leyes espirituales que El mismo implantó.
Lo bien cierto es que si observamos a nuestro alrededor, podemos comprobar cómo la sociedad en la que nos desenvolvemos está llena de ejemplos claros de fuerza de voluntad, de superación de dificultades. Por ejemplo, el caso de una persona normal que de repente por culpa de un accidente de tráfico se queda paralítica y tiene que luchar para rehacer su vida y adaptarse a la nueva situación. En estos casos podemos observar verdaderos esfuerzos donde el "yo interno" saca todas sus energías y se impone ante la adversidad, adaptándose a la nueva forma de vida.
Otros sin embargo, se arrugan y se acobardan o se rebelan ante estos trágicos contratiempos. En definitiva, depende de nuestro estado evolutivo y de nuestra predisposición el que reaccionemos en un sentido u otro.
No obstante, un elemento que sirve de sostén y de poderoso aliado es la fe traducida en esperanza y seguridad en el porvenir. Ésta nos puede ser de gran utilidad para superar todos los obstáculos. También la certeza de la ayuda espiritual que nunca nos abandona, y de un porvenir dichoso. Como dice el evangelio: "La fe transporta montañas", lo que parece imposible de lograr, con esfuerzo, tesón y voluntad lo podemos lograr.
Lo que ocurre en ocasiones es que nos guardamos la fuerza de voluntad en el bolsillo, pedimos ayuda a lo Alto pero como se suele decir, con la boca pequeña, sin convicción, sin las suficientes ganas. A partir de ese momento nos dejamos llevar por las situaciones, nos lamentamos y nos sentimos desgraciados porque las cosas no van como sería nuestro deseo.
Nos olvidamos de lo que la psicología actual propugna, que es movilizar los recursos internos, en una palabra reeducar nuestros hábitos y cambiar actitudes y posturas erróneas por otras más positivas, más coherentes. De ese modo, apoyando a las filosofías espiritualistas, la ciencia moderna también nos demuestra que somos susceptibles de cambios en la personalidad y que podemos conseguir grandes cosas si nos lo proponemos.
En definitiva, la llave del éxito en nuestra actual existencia la tenemos nosotros, ayuda no nos va a faltar nunca. No podemos olvidar que cuando desencarnemos viviremos condicionados por lo que hayamos hecho durante la actual vida física, la felicidad o las penas futuras dependen de ahora. Pongamos pues toda la carne en el asador y démosle al momento actual la importancia que merece, centrándonos en nuestro trabajo interno e intentando ayudar a los demás sin condiciones.