|
|
|
|
Se podría definir como una actitud de rechazo o inconformismo hacia ideas, hechos, situaciones o personas, originando un gran desasosiego interno, provocando con ello que la mente no razone con lógica y adoptando comportamientos incorrectos.
La rebeldía es una consecuencia del orgullo y del amor propio, pues estos defectos nos hacen sentirnos poseedores de la verdad y merecedores de todo aquello que nos gusta o deseamos, y cuando algún hecho se interpone o nos indica otra dirección a seguir, entonces surge la rebeldía, rechazando por sistema y sin razonar todo y cuanto no se adapte a lo que pensamos o queremos.
Ello no significa que debamos caer en el servilismo, ser sumisos y hacer todo y cuanto nos digan los demás, lo correcto es tener un discernimiento propio, llevando a cabo aquello que consideremos más correcto, útil o justo en cada momento y situación.
Lo que ocurre es que cuando aflora la rebeldía, no estamos en condiciones de pensar y obrar con acierto, es necesario que nuestra actitud interna esté serena y lúcida para saber en todo momento lo que debemos hacer, así como para separar con claridad lo lógico y sensato de lo que es perjudicial o no tiene sentido.
Es muy importante que comprendamos que para progresar espiritualmente necesitamos ser dóciles, flexibles, abiertos de mente y sabernos adaptar a las circunstancias de cada momento para ir en concordancia con la evolución natural de todas las cosas.
Cuando nos encerramos en nosotros mismos, aferrándonos a ideas o costumbres que con el paso del tiempo se van desfasando, nos puede ocurrir que caigamos en una actitud de rebeldía, de no querer admitir nada que no vaya en la línea de lo que hemos hecho o pensado durante tiempo. O podemos caer también en el caso opuesto, creer que todo lo anterior no sirve para nada, no valorando en absoluto aquello positivo que otras personas nos hayan podido dejar como legado, fruto de su trabajo, esfuerzo y dedicación. Ambas posturas son desacertadas y rozan el extremismo, lo ideal es tratar de mejorar lo que hay, tanto del presente como del pasado, pero sin rebeldías ni críticas destructivas, es decir, colaborando con la mejor buena voluntad y aportando lo mejor de nosotros mismos.
Por eso, no debemos pretender conseguir únicamente aquello que más nos gusta partiendo de deseos personales y egoístas, o lo que nos resulte más fácil y cómodo, debemos aspirar a realizar siempre lo más correcto, lo más positivo, perseguir el bien común, pero para ello es imprescindible desterrar totalmente la rebeldía, optar por una postura de obediencia cuando ésta signifique cumplir con nuestro deber, ya sea en el terreno material o en el espiritual.
Todos tenemos compromisos adquiridos, y por lo tanto, deberes que cumplir, unas veces los desempeñamos por propia iniciativa, pero en otras, son los demás quienes nos lo tienen que recordar para que los llevemos a cabo, y esto no debe ser nunca un pretexto para rebelarnos, para no querer admitir esos deberes que necesitamos desempeñar para nuestro propio bien o el de los demás.
Cuando esos compromisos abarcan el campo espiritual, como puede ser por ejemplo el ejercicio de alguna facultad, rebelarnos ante ella puede significar perder la existencia en la Tierra, simplemente porque llevarla a la práctica requiera un sacrificio, renunciar a determinados aspectos materiales, etc. De ahí el peligro de este defecto de cara al progreso moral o espiritual.
Si ese compromiso, además comprende toda una importante misión en la Tierra, rebelarse y no querer desempeñarla puede conllevar unas consecuencias kármicas muy difíciles y dolorosas de reparar, ya que las oportunidades de encarnar son escasas, y por lo tanto, no aprovechar bien una existencia cargada de responsabilidades, entraña un gran sufrimiento cuando se deja la materia y comprobar todo aquello que no se ha querido hacer.
Seamos pues dóciles, haciendo siempre lo que nos marca la conciencia, admitiendo de buena gana los consejos o sugerencias que otras personas que desean nuestro bien nos puedan dar, y en definitiva, seamos fieles y obedientes seguidores de los postulados morales que los grandes seres que han encarnado en la Tierra nos han dejado como normas de conducta a seguir, son el medio más eficaz para poder ser felices y de alcanzar un mayor grado de perfección.