ENERO-00 Nº 210 |
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De alguna forma la convivencia diaria genera infinidad de experiencias que nos ayudan en nuestro enriquecimiento personal, al tiempo que en algunas ocasiones también fruto de ella pueden surgir conflictos, desacuerdos o desavenencias, que será preciso solucionar para evitar enemistades o malentendidos que pueden desarmonizar nuestra existencia.
La persona es social por naturaleza y suele buscar a otras que le son más o menos afines con el fin de relacionarse y entablar amistades duraderas. En ocasiones los gustos, costumbres o aficiones suelen ser un punto en común que puede hacernos sentir cierta simpatía o interés por alguien y de ahí podría surgir una relación más consistente. Aunque también podemos llegar a sentir cierta afinidad con personas que casi no conocemos o con las que en apariencia tenemos muy poco en común. Ocurre también el fenómeno contrario, sentirse extraño o incómodo con ciertas personas desde el primer momento. Estas primeras sensaciones no siempre son del todo acertadas por eso es conveniente no dejarse llevar por ellas y tratar a todos con el mayor interés y consideración.
Nuestra predisposición a la hora de tratar a los demás suele ser determinante tanto en positivo como en negativo, si procuramos ser simpáticos, agradables, amables,... sin duda estaremos creando con la otra persona un vínculo de buena armonía y afectividad, mientras que si estamos malhumorados, somos irrespetuosos y les tratamos con desinterés y desgana, estamos colocando una barrera entre ellos y nosotros que en ocasiones, si persistimos en nuestra actitud, será difícil para la otra persona franquear.
A todos nos gusta que los demás nos traten bien, que se preocupen cuando estamos atravesando un mal momento, que sean respetuosos y educados con nosotros... Sin embargo, cabría preguntarse ¿ofrecemos nosotros eso mismo a los demás? ¿O esperamos a que sean otros los que comiencen? Es fácil echar la culpa a otros de cualquier deficiencia en el trato, aunque es preferible valorar cuál es nuestra responsabilidad para cambiar o suavizar esas dificultades de entendimiento o relación que se aprecian.
Es importante buscar en nuestras relaciones con los demás puntos de unión, comunicación y entendimiento, procurando no conceder demasiada importancia a aquellos aspectos que no terminemos de aceptar en los demás, pensemos que ellos tienen su propia personalidad y libre albedrío, y debemos respetarlo al igual que queremos que hagan con nosotros.
Si logramos ver en los demás antes sus cualidades y aspectos positivos que sus debilidades o defectos, les trataremos un poco mejor y a buen seguro que nos granjearemos su amistad y respeto. La frase "amigo es aquél que te sigue apreciando a pesar de conocerte tal y como eres", de alguna forma nos ayuda a comprender que no podemos cambiar a los demás con una actitud de rechazo sino más bien al contrario, nos será más fácil entendernos y ayudarnos si entre las diferentes partes existe aprecio y consideración.
Seamos cuidadosos
en nuestras relaciones y no infravaloremos a nadie, porque así ayudaremos
a muchos que habitualmente, quizás por diferentes sectores sociales
puedan estar marginados o rechazados. Encontrarán en nosotros a
compañeros que ante todo se preocupan por ellos y les tratan bien,
de alguna forma esto les ayudará a reafirmarse como personas y a
sentirse valoradas en una sociedad que a menudo se despreocupa de todo
aquello que no suponga un beneficio material.