|
|
|
|
En el día a día contamos con muchas posibilidades para desarrollar ese trato y relación con todas las personas que se cruzan en nuestro camino, sean conocidas o desconocidas, de hecho tenemos la obligación moral de actuar correctamente y sentir por ellas auténtico respeto y consideración. Esto sólo será posible cuando veamos en el otro a un hermano, a alguien que nos necesita al igual que nosotros le necesitamos.
Es preciso que nos olvidemos de nuestros intereses egoístas, transcendiendo a nuestros gustos y deseos, sobre todo a nuestra comodidad pues es la causante de anular las mejores intenciones y objetivos altruistas que podamos tener.
No podemos considerarnos superiores ni mejores a nadie, pues ello nos coloca en una posición de autosuficiencia en la que no les necesitamos, llegándoles a tratar con indiferencia e incluso menosprecio al creer que no tienen nada que ofrecernos o nada que nos puedan enseñar. Las personas captan con mucha facilidad esos sentimientos negativos y huyen y desconfían de todos aquellos que los manifiestan.
El respeto y la tolerancia hacia las denominadas “diferencias” es fundamental en una sociedad rica en pluralismos de todo tipo. Existen muchos problemas de xenofobia, racismo, marginación... que atentan contra los más elementales derechos humanos, y que están resurgiendo inexplicablemente en muchas sociedades que nos decimos “civilizadas”. Deberíamos de ponernos en el lugar de esas personas que están atravesando por esos problemas para ver cómo se pueden sentir y qué pueden pensar de aquellos que pretenden anularlos y desterrarlos por completo.
En este punto cabe una reflexión que cada cual debemos plantearnos individualmente, ¿estoy haciendo algo para solucionar o mitigar en la medida de mis posibilidades esas actuaciones equivocadas?
Los cambios que nuestra humanidad está experimentando nos llevan a comprobar que los países más desarrollados son cada día más ricos mientras que los más pobres, lamentablemente todavía se hunden más en su pobreza. Prima por encima de todo la ley del dinero, los intereses económicos por encima de los sociales. Todo eso explica lo que ocurre pero no lo soluciona, como siempre la solución ha de ser a nivel personal, fomentando actividades, organizaciones, movimientos que intenten solidarizarse con esas necesidades que está atravesando una gran parte de nuestra humanidad. Si a eso unimos las calamidades naturales que parece que se ceban en ciertos territorios, aún se hace más necesaria una colaboración por parte de todos los que observan esa cruda realidad y no desean permanecer ajenos a la misma.
“Ojos que no ven,
corazón que no siente”, muchas personas lamentablemente hasta que
no pasamos en nuestras propias carnes ciertos problemas, no somos capaces
de ponernos en el lugar de los demás, preferimos echar la culpa
a los otros, a la sociedad... pero nunca nos planteamos ¿qué
puedo hacer yo? Reflexionemos un poco sobre todo esto y aún más
aquellas personas que defendemos unos planteamientos y creencias espirituales,
seamos un poco más autocríticos y veamos hasta qué
punto estamos cumpliendo con nuestro compromiso con los demás.