JUN-99 Nº 203 |
|
|
|
El descanso y el tiempo de ocio también resultan necesarios, tomados en las dosis precisas y orientándolos siempre hacia entretenimientos o distracciones lo más positivas y enriquecedoras posibles, sin que las mismas puedan dañar a nadie ni tampoco que puedan ir en el propio perjuicio. Así pues, enfocar nuestra existencia únicamente hacia la adquisición y disfrute de los aspectos materiales puede ser un error del que más pronto o más tarde nos lamentaremos, sobre todo al observar que hemos perdido un tiempo precioso para pasar en compañía de nuestros familiares y amigos, compartiendo con ellos momentos de fraternidad y bienestar, o para desarrollar ciertas actividades más o menos altruistas que puedan resultar positivas para nuestra sociedad en diversas facetas: sociales, educativas, solidarias, etc.
No todas las personas se plantean si pueden hacer algo más en su vida que simplemente atender y satisfacer sus propias necesidades; sin embargo existe un creciente interés por orientar nuestro tiempo libre hacia ocupaciones menos ociosas y más activas, en las que la meta fundamental es la ayuda al semejante y la preocupación por el entorno: voluntariado social, participación en ONGs, asociaciones de utilidad pública, colaboración con entidades humanitarias, etc. Todo esto resulta muy conveniente y en cierta forma demuestra que existen importantes expectativas ante tanta ola de materialismo y egoísmo como se respira en nuestra sociedad.
Una de las metas de todo ser humano es la felicidad, aunque éste es un concepto donde es difícil ponerse de acuerdo porque existen muchas opiniones diferentes, todas respetables, lo cierto es que de alguna forma todos queremos alcanzarla y no nos duelen prendas en los esfuerzos que creemos que tenemos que realizar para obtenerla. La experiencia y valoración de los grandes personajes de nuestra humanidad: filósofos, hombres de ciencia, religiosos, avatares espirituales... debería de servirnos una vez más para aprovechar nuestro tiempo y aprender de la Historia. Todos han coincidido en que los bienes materiales no nos dan la felicidad, que ésta está más cerca de nosotros, en nuestro propio interior, en el desarrollo de esos valores humanos que todos llevamos dentro y que nos invitan a relacionarnos con los demás, a tratarles mejor como a iguales que son, también a incentivar cualidades y potenciales artísticos, intelectuales, creativos, morales, etc.
De alguna forma,
todos sabemos, porque en algún momento lo hemos llegado a sentir,
que al realizar ciertas obras de bien hemos percibido una felicidad interna
inenarrable, sin embargo, quizás porque nuestra evolución
aún se encuentra en sus inicios, nos dejamos llevar por muchas tendencias
y hábitos perniciosos que anulan buena parte de nuestra personalidad
positiva y nos desvían de propósitos más elevados.
Escuchemos nuestro interior, porque él nos avisa constantemente
del camino a seguir, nos envía sensaciones de apatía e insatisfacción
cuando no estamos llevando una actuación adecuada, por el contrario
nos hace sentirnos alegres y entusiastas cuando pensamos, sentimos y obramos
correctamente.