OCT-99 Nº 207 |
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Además de esa honestidad en nuestros propósitos es preciso una determinación clara acerca de aquellas metas y objetivos que consideramos conveniente afrontar con prioridad sobre otros. Toda persona tiene un deseo central en su vida que de alguna forma influye en sus decisiones y actuaciones diarias, por esa razón es importante conocerlo y valorar si es positivo o más bien tiene que ver con nuestras debilidades y tendencias egoístas. Tengamos en cuenta que en nuestro interior podemos encontrar muchos valores que es preciso fomentar y otras actitudes que es necesario corregir y mejorar.
La ventaja de tener unos conocimientos y creencias espirituales es importante pero no determinante a la hora de actuar y tomar decisiones, más bien se constituye en una responsabilidad ante las leyes espirituales pues debemos actuar conforme nos indican esas premisas y no podemos alegar ignorancia. El valor de nuestras actuaciones es mucho más importante que nuestras ideas por muy elevadas que éstas puedan ser, no en vano se han cometido verdaderas barbaridades en nombre de las creencias espirituales.
¿Qué valor tiene creer que es bueno ayudar a los demás si cuando llega el momento ponemos mil excusas antes de ayudarles? ¿Qué pensaríamos de aquellos que con facilidad hablan de las ventajas de ser solidario, altruista y fraternal si a la primera ocasión dan la espalda a los que le rodean, incluso a aquellos que consideraba amigos? Creer es una cosa y actuar otra bien distinta, es preferible saber aplicar esas creencias en la vida diaria, allá donde cada cual se encuentre y se desenvuelva. Las ideas espirituales pretenden ayudarnos a nosotros en primer lugar, fomentan nuestro cambio interior, nos invitan a respetar, tolerar y amar a los demás, a ver la vida con mayor optimismo y fe ante las dificultades y pruebas cotidianas. Conseguir esto no es fácil aunque ello no quiere decir que primeramente tengamos que llegar a un estado de evolución espiritual importante para comenzar a ayudar a los demás con ciertas garantías de éxito, es mucho más interesante esforzarse en el día a día en ser mejores con los demás y actuar con ellos conforme nos gustaría que nos tratasen.
Ese trabajo de adecuación del ideal a nuestra vida diaria comienza precisamente allá donde nos desenvolvemos: familia, amigos, trabajo... allí concretamente es donde debemos ofrecer ese cambio de actitud para con ellos buscando siempre la mejor manera de ser útiles, serviciales, comprensivos, prudentes, tolerantes, humildes, respetuosos... en una palabra verdaderos amigos en los que poder confiar y contar ante las dificultades.
Tampoco hemos de limitarnos a un determinado círculo de amistades y no salirnos nunca de ahí porque de alguna forma caeríamos en actitudes acomodaticias que a nada nos conducen sino al estancamiento y a la apatía. Es conveniente implicarse en todas aquellas tareas que repercutan en aspectos positivos para nuestra sociedad, lo que significa que de alguna forma vamos a entrar en contacto con muchas personas a lo largo de nuestra existencia que también persiguen objetivos altruistas y, fruto de esa convivencia y mutua colaboración, se lograrán metas mucho más transcendentes, a la vez que enriquecedoras pues todos aprendemos de todos.
En esa dinámica
de trabajo y esfuerzo personal, comprendiendo que por encima de todo hemos
de ser los primeros en aplicar esos conocimientos espirituales en nuestro
propio interior, es como se consigue lograr una paz interior y una tranquilidad
de conciencia al saberse en el camino adecuado. Serán los demás
los que observarán ese cambio de una forma evidente y percibirán
ese deseo de acercamiento y amistad que queremos compartir con ellos.