NOV-99 Nº 208 |
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Esta actitud es totalmente loable si sabemos entenderla correctamente y le buscamos un sentido espiritual a nuestra vida. De otro modo, si únicamente nos preocupamos por mejorar, cambiar, superar los aspectos materiales que ya poseemos, sin tener en cuenta que quizás por las situaciones que estamos viviendo eso no sea posible o tal vez tengamos que sacrificar demasiado para conseguirlo (familia, amigos, honestidad...), entonces habremos caído en un actitud excesivamente obsesiva y descontrolada donde aceptaremos cualquier cosa con tal de conseguir lo que nos proponemos.
Normalmente nunca estamos conformes con lo que nos ha deparado la providencia, sobre todo si nos comparamos con la aparente buena suerte que otras personas tienen... pero ¿no sería mejor que miráramos hacia atrás y nos comparáramos con aquellos que tienen menos, que están atravesando situaciones difíciles, incluso dolorosas? A buen seguro que desaparecerán esos sentimientos de desacuerdo y rebeldía que pudiéramos albergar. Aceptar de buena gana lo que nos ha deparado el destino es fundamental si queremos progresar en esta existencia.
Si nos encontramos disconformes con lo que poseemos a nivel exterior: salud, dinero, posición, etc., procuremos hacer méritos para obtenerlo en un futuro de una forma positiva, como consecuencia de nuestro esfuerzo y trabajo personal, teniendo muy claro que si hoy no lo tenemos es porque quizás no lo necesitamos y porque así es más fácil desarrollar otras cualidades internas mucho más positivas. Recuperemos la confianza en Dios y en sus Leyes perfectas.
Nuestra principal preocupación debe dirigirse hacia lo que podemos solucionar y mejorar, sobre todo a nivel interior, superando aquellas debilidades que nos conducen al error, al egoísmo, a hacer oídos sordos a las necesidades de los demás... y fomentando, por el contrario, cualidades y valores morales que nos abren la puerta del corazón de nuestros semejantes.
Mejoremos nuestras relaciones humanas, procuremos tratar bien a todas las personas, sin excepciones de ninguna clase, evitemos caer en la comodidad y seamos capaces de compartir con aquellos que carecen de lo necesario... son tantas y tantas las cosas que sí podemos mejorar, que es preferible dedicarles nuestra vida y tiempo antes que en lamentarse de nuestra "suerte" y envidiar continuamente la de los demás.
Nuestra actitud también es mejorable, tengamos presente que por muy numerosos que sean nuestros bienes materiales es mucho más importante tener alegría y optimismo ante la vida, pues de esa forma haremos un buen uso de lo que nos ha brindado la Divina Providencia, recordando así mismo que al que más se le da más se le exigirá y, por esa razón, no hemos de creernos superiores a nadie, al contrario, contamos con una mayor responsabilidad y un deber a cumplir. Seamos humildes para reconocer lo poco que somos y lo mucho que podemos hacer por mejorar.