Como ya hemos explicado en otras ocasiones, la ley de vibración es consecuencia del estado espiritual de cada persona. Cuando un espíritu se encamina en la obra del bien y del amor, sus vibraciones son sutiles, elevadas, y poseen una frecuencia inalcanzable para otros; tanto es así que este estado vibratorio les hace más sensibles que los demás y por ende, poseen más facilidad y son más receptivos a la conexión con el mundo espiritual positivo.
¿Por qué positivo?, porque la vibración no es más que el reflejo de un estado de conciencia interior que por medio de la otra ley, la de afinidad, nos acerca a aquellos espíritus que sienten, piensan y actúan como nosotros. De ahí que, si vibramos en amor y en pensamientos de bien, nuestros pensamientos serán afines a los de muchas entidades espirituales de alta condición que trabajan en el espacio y por este motivo les será mucho más fácil ayudarnos en todas las dificultades que tengamos.
Por el contrario, si nuestros pensamientos son de baja condición, si nuestras acciones son ruines y egoístas y nuestros sentimientos se ven dominados por la ira, la envidia o el rencor, apenas podremos establecer contacto con planos de luz, pues la misma ley de afinidad atraerá hacia nosotros seres de nuestra misma calaña.
Es realmente difícil explicar el mecanismo de atracción de esta ley, no obstante, si comparamos con el mundo material nos daremos cuenta que las personas que son afines en gustos y tendencias suelen reunirse y coincidir entre ellas. Pues lo mismo ocurre en el campo de la espiritualidad. Demostrado está sobradamente que el pensamiento humano es una fuerza poderosa que, al igual que otras, puede ser susceptible de influir más allá de la propia persona; casos como la hipnosis, o la telequinesia lo demuestran científicamente.
Pues bien, al igual que el pensamiento, los sentimientos y las emociones son fuerzas que poseen también un gran poder magnético de atracción y afinidad. Es por ello que, cuando varias personas se unen para poner su esfuerzo común al servicio de una causa, esta iniciativa consigue dinamizar fuerzas extraordinarias. Este hecho es una realidad en los grupos espirituales donde, cuando la unión de voluntades y sentimientos se dirige hacia el bien del prójimo, los resultados que se consiguen son extraordinarios.
No es sólo ya la fuerza de los sentimientos de todos los que se reúnen sino también el hecho de que, por ley de afinidad, ante una petición de ayuda desinteresada y altruista en beneficio del prójimo acuden por afinidad fuerzas espirituales importantísimas que colaboran en que esta obra se lleve a cabo con el mejor de los resultados.
Es así como debemos entender las fuerzas y ayudas espirituales que desde lo alto se reciben. Todo parte inicialmente del interior del ser humano; a mayor sentimiento, deseo de ayuda altruista y puesta en práctica del mismo, la asistencia espiritual en los colectivos e instituciones espirituales es mucho mayor y por ende el trabajo que puede realizar es más eficaz, efectivo y de extraordinarios resultados.
Es entre todas las voluntades, entre todos los sentimientos de bien y de altruismo, donde se encuentran las verdaderas fuerzas que podemos liberar para ayudar a los demás. Individualmente podemos colaborar, podemos ayudar pero si esta ayuda se hace de forma colectiva la fuerza se multiplica de forma extraordinaria. La vibración en el amor de las conciencias de todos los que realizan un trabajo espiritual altruista posibilita una enorme fuerza que es recogida por el plano espiritual facilitando enormemente la asistencia de estas entidades y consiguiendo ofrecer una ayuda impresionante ante las dificultades que puedan presentarse.
Así es como deberíamos comprender que estas leyes nos afectan y nos ayudan a superarnos día a día, esforzándonos por ser mejores cotidianamente, controlando nuestros pensamientos y transmutando nuestros sentimientos perniciosos por otros más nobles, más caritativos, en una palabra: más fraternos.
Lo que hemos explicado en el aspecto positivo puede trasladarse al negativo; así pues, cuando nos obstinamos en no cambiar nuestras actitudes egoístas y permanecemos rebeldes ante las pruebas que la vida nos presenta, es cuando somos presa fácil de las vibraciones negativas, estamos en sintonía en nuestros pensamientos y sentimientos con seres de baja condición que aprovechan estas circunstancias para influenciarnos y potenciar en nosotros todas las tendencias negativas que tengamos intentando incentivarlas.
Debemos ser conscientes de estas situaciones pues, en los grupos e instituciones de índole espiritual ocurre con frecuencia que no se saben controlar estas actitudes y el resultado final es la destrucción o desaparición de estos colectivos motivado por la desunión y los enfrentamientos que estas entidades de baja condición propician a través de los defectos morales de sus integrantes.
Permanezcamos pues vigilantes ante estas circunstancias y recordemos siempre que la unión entre un grupo de personas que persiguen un ideal espiritual ha de ser de corazón, con nobleza y limpieza de sentimientos y actuaciones. Sólo así se finalizará con éxito el trabajo o la misión que a tal colectivo le corresponda realizar. Es tarea de todos los integrantes del colectivo propiciar la unión no sólo mediante las palabras sino a través de la confianza, el afecto y la nobleza de intenciones para de esta forma conseguir un grupo unido, fuerte y compacto.
Vibremos en amor hacia nuestros semejantes y por ley de afinidad nuestras actuaciones se verán impregnadas de acierto, claridad y lucidez, por difíciles o complicadas que nos parezcan las pruebas que debamos superar.