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Los denominados médiums que son capaces de contactar con el más allá, percibir hechos y sucesos que están ocurriendo a miles de kilómetros de distancia, diagnosticar en trance enfermedades de pacientes que no están presentes, sanación por imposición de manos o las diferentes modalidades de mediumnidad curativa, percibir el mundo espiritual (videncia, audición, captación de fluidos y ambientes positivos o negativos...), no son una invención de nuestra sociedad industrializada y sensacionalista, sino una profunda realidad de la que nos han hablado todas las culturas y así lo confirman la historia y los mismos libros sagrados de las grandes religiones.
Se dice que todos somos médiums y que de alguna forma podemos captar aspectos del más allá, aunque la realidad es que no todos tienen una facultad espiritual o mediúmnica más o menos desarrollada. De hecho muchas facultades aparecen rodeadas de una serie de entorpecimientos psíquicos e incluso físicos, dado que se trata de una facultad no adquirida por los propios méritos evolutivos de la persona sino que es una concesión espiritual que desarrollan las protecciones espirituales desde el otro lado, para que cumplamos con un programa establecido antes de encarnar.
La responsabilidad de la persona que comienza a tener esos principios en los que aflora la mediumnidad es manifiesta, debe estudiar lo que le ocurre, informarse adecuadamente de la necesidad de su reforma interior en cuanto a sus hábitos y conducta diaria para ajustarla a los principios evangélicos que nos muestra la codificación espírita kardeciana, con el fin de que no atraiga hacia sí fluidos negativos que le entorpezcan y desvíen. Los desequilibrios que suelen aparecer en ese proceso de desarrollo tienen mucho que ver con la moralidad de la persona y sobre todo del conocimiento que ésta tenga sobre lo que le está aconteciendo.
No hemos de descartar la ayuda de la medicina, psicología y psiquiatría en esos casos, aunque también resulta positivo acudir a las explicaciones que nos ofrece el Espiritismo para aprender a controlar esos estados emocionales, depresivos y desequilibrantes que en ocasiones pueden aparecer, pues se trata de una de las pocas filosofías que nos aclara qué son los médiums, de dónde provienen sus facultades y cómo deben orientarlas.
Muchas personas que se autodenominan médiums dicen que pueden ayudar a esas "personas en desarrollo", hemos de llevar mucho cuidado con aquello que nos dicen, en ocasiones pueden confundirnos más que beneficiarnos, por tanto prudencia y buen juicio, pues aunque sí existen personas con verdaderas facultades cuya experiencia puede ayudarnos, también hay muchos vividores y farsantes que sin ningún escrúpulo pretenderán hacernos sus acólitos, creando en torno de ellos una aureola de fantasía, misticismo y fanatismo.
La realidad de los médiums es innegable, no tanto quizás de donde provienen esas facultades, si de la propia mente o gracias a la intervención del mundo espiritual. Lo cierto es que existen facultades de la propia persona (telequinesia, telepatía, desdoblamiento astral...), sin embargo hay otras que nos ponen de manifiesto la existencia de otro plano que está intentando comunicarse con nosotros bien para ayudarnos (astral superior) o para perjudicarnos (astral inferior).
La mediumnidad curativa responde precisamente a una facultad mediante la cual el mundo espiritual positivo puede enviar energías positivas para aliviar ciertas enfermedades o traumatismos, realizar diagnósticos precisos sobre ciertas dolencias e incluso cómo solucionarlas. Existen en numerosos pueblos los denominados curanderos, muchos de ellos dicen tener un guía espiritual que les ayuda, reconocen que no son ellos los que curan sino que es un "don especial" que les han dado para ayudar a los demás; otros en cambio se dedican al mercantilismo, a cobrar por sus servicios, rodeándose de un halo de misticismo y fanatismo que suele arrastrar tras de sí a muchas personas... pero lo cierto es que algunas de esas facultades curan a muchas personas de males que por otras vías no tenían remedio. Eso debe de hacernos pensar que se trata de una prueba más de la existencia del mundo espiritual superior que busca cualquier oportunidad para ayudarnos.
La videncia y clarividencia son facultades en las que también suele intervenir el mundo espiritual, y que son de mucha responsabilidad porque las personas con esas facultades tienen acceso a ciertas informaciones que pueden ayudar mucho o por el contrario también perjudicar a las personas que acuden a ellos para pedir consejo sobre problemas que les afectan. La preparación moral aquí se hace todavía mucho más patente, principalmente para evitar que el endiosamiento y la vanidad puedan perjudicarles y hacerles confundir el camino, aunque también es importante que conozcan claramente que la mayoría de las facultades no se tienen por méritos propios sino porque tenemos mucho por recuperar de existencias anteriores y se nos ha dado una oportunidad en ésta de ayudar a los demás, ofreciendo un ejemplo fidedigno de lo que es una facultad y a la vez manifestar que es el mundo espiritual el que en realidad hace el trabajo y nosotros somos meros instrumentos.
El conocimiento una vez más de la filosofía espírita, en este sentido, es fundamental porque nos ayuda a orientarnos correctamente y a sacar un partido positivo de esas facultades, no sólo para nuestro propio progreso espiritual sino también para servir de apoyo a las personas que nos rodean.
Concluyamos con esta frase del Evangelio
según el Espiritismo, cap. I, punto 5: “El
Espiritismo es la nueva ciencia que viene a revelar a los hombres, con
pruebas irrecusables, la existencia y la naturaleza del mundo espiritual
y sus relaciones con el mundo corporal; nos lo presenta, no como una cosa
sobrenatural, sino, al contrario, como una de las fuerzas vivas que incesantemente
obran en la Naturaleza, como el origen de una multitud de fenómenos
incomprensibles hasta ahora y relegados, por esta razón, al dominio
de lo fantástico y de lo maravilloso...”