FEB-00 Nº 211 |
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Ante muchas situaciones que se nos plantean es necesario una actuación por nuestra parte, por lo que será preciso valorar si nuestras reacciones y actitudes son del todo correctas y procurar acercarse a ese ideal equilibrado de justicia y ecuanimidad al que debemos aspirar. De ese análisis observaremos que en muchas ocasiones seguimos equivocándonos y precisamos rectificar. Pero aún así debemos mirar hacia adelante con optimismo, aprendiendo de las propias limitaciones y de los ejemplos que nos dan los demás. Desde esa perspectiva no nos debe asustar equivocarnos, siempre que reconozcamos y rectifiquemos el error.
Ser justos o totalmente ecuánimes en nuestro trato y desenvolvimiento diario significaría de alguna forma que nos hallamos en un nivel espiritual tal que podemos comprender en todo momento lo que está bien y lo que está mal, actuando en consecuencia con respecto a aquella persona o situación que ha provocado una acción correcta o incorrecta. De todos modos, no siempre se halla en nuestra mano la posibillidad de impartir justicia cuando creemos en un error a los demás, dependerá de nuestro trato, relación y la posible responsabilidad que tengamos sobre esas personas para tener o no obligación de actuar. De otra forma será mejor ser prudente y no pretender que los demás piensen como nosotros.
Por otra parte, sería más conveniente ser capaces de juzgarnos a nosotros mismos con la misma objetividad que creemos aplicar a los demás, emitiendo un juicio exacto y preciso de los motivos que nos han llevado a actuar de una forma determinada, para después decidir con imparcialidad qué debemos hacer para enmendar el posible daño causado o rectificar aquellas actitudes inadecuadas que nos conducen a un retroceso en nuestras metas y objetivos trascendentes o a causar serios perjuicios a los que nos rodean.
Cuando la persona se encuentra convencida de una serie de principios, ideas, patrones de conducta ético-morales... que le han ayudado desde su infancia-juventud a orientarse ante la vida y las posibles dificultades que ha encontrado en su camino, es habitual pensar que esos "ideales" pueden servir a los demás para encaminarse con la misma firmeza y seguridad con la que lo hemos hecho nosotros. De alguna forma, si encontramos válidos esos principios, es totalmente lícito y positivo que pretendamos ofrecerlos a los demás, siempre que ellos se encuentren predispuestos a escucharnos e incluso a admitirlos, pero desde luego sin imposiciones de ningún tipo sino como una propia experiencia que les puede ayudar si ellos saben aplicarla a su caso particular.
De otro modo, intentando convencer por la fuerza de los hechos o las palabras, por muy válidas que puedan ser nuestras experiencias, la otra persona necesitará vivir por sí misma la mayor parte de esas situaciones hasta extraer sus propias conclusiones. Únicamente si conseguimos que nos vean como amigos y no como a “maestros que pretendemos enseñarles” es como quizás nos atiendan y puedan evitarse más de un tropiezo si les sirven nuestras vivencias.
Nuestras responsabilidades, deberes y obligaciones nos exigen una acción continuada donde será preciso curtirse en experiencias para adquirir una mayor preparación interna que nos permita actuar cada día mejor. En especial en nuestra familia, con nuestros hijos, se hace preciso que les eduquemos de la mejor forma posible, fomentando sus cualidades y apoyándoles en todo momento para que reconozcan sus propios fallos y aprendan a corregirse a sí mismos. Esto significa ser justos y no dejarse llevar por sentimentalismos, protegiéndolos en exceso o dándoles todo lo que nos piden, pues de ese modo les hacemos vivir en un mundo irreal y les estamos convirtiendo en seres inútiles que se refugiarán en nosotros ante el más mínimo problema o dificultad.
Tampoco podemos ser inflexibles en nuestras decisiones o actitudes, hemos de entender que las personas pueden cambiar y hemos de ofrecerles siempre una nueva oportunidad. El concepto de justicia se halla asociado además al del perdón, para no actuar sólo con nuestra mente sino también con el corazón, poniéndonos en el lugar de la otra persona y valorando lo que necesita desde un punto de vista espiritual.
Toda acción conlleva una reacción, así si nosotros actuamos de forma negativa ante los demás no esperemos que ellos nos ofrezcan lo contrario, lo normal será recoger lo que antes hemos sembrado. Por nuestra parte, si alguien actúa incorrectamente con nosotros (o por lo menos eso es lo que nos parece) no debemos pagarle con la misma moneda, es preciso valorar sus motivos y ofrecerle nuestra comprensión y perdón en la medida de lo posible. Ello no quiere decir que hemos de dejar que nos avasallen sin respuesta alguna ni réplica por nuestra parte, debemos saber ponernos en nuestro lugar, pero evitando rencores y actitudes intolerantes que nos harán ver esa "ofensa recibida" como algo mucho mayor de lo que quizás sea en realidad; será mejor, por el contrario, que por nuestra parte tendamos una mano al entendimiento y al posible diálogo cuando la tempestad haya amainado.
Es importante que los demás nos vean efectivamente como amigos, no como a personas inflexibles e intransigentes con los fallos de los demás, que se preocupan únicamente de "hacer justicia" y corregir a aquellos que no actúan conforme creemos que deben hacerlo. Recordemos que los más necesitados en corregirnos somos precisamente nosotros, pues los conocimientos espirituales nos ofrecen un mayor entendimiento y nos dan la posibilidad de conocernos mejor, sirvámonos de ellos en ese sentido pues "la caridad empieza por uno mismo", ofrezcamos a los demás el fruto de nuestro trabajo, tratándoles como se merecen, con respeto y consideración, dando mayor valor a sus cualidades que a esas imperfecciones que todos tenemos.
En la misma medida que seamos capaces de despertar en ellos simpatía y confianza, así nos sentiremos internamente: satisfechos de nuestros actos o disconformes con lo que nos rodea respirando infelicidad por donde pasemos y creyendo que el fallo está siempre en los demás.
No creamos que tenemos que irnos muy lejos para poner en práctica
lo anterior, cada cual nos encontramos en la situación que precisamos
para nuestra evolución, basta que observemos a nuestro alrededor
para entender que tenemos un trabajo por hacer, una ayuda por ofrecer,
un amigo al que recuperar, alguien que precisa que le escuchen y atiendan...
y hasta que no lo realicemos no nos encontraremos del todo satisfechos,
pues estamos aquí para ser útiles a nuestros semejantes.