ENE-00 Nº 210 |
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alegría es la juventud eterna del ánimo” |
A pesar de todo, lo importante es que en el día a día demos valor a nuestra existencia, demostremos nuestro apoyo, tengamos en cuenta a todos los demás en el caminar, como compañeros de experiencias, de sentimientos y no como simples personas que las tomamos y valoramos cuando a cada uno le interesa.
Tal vez a partir de la adolescencia, la juventud sea la época a partir de la cual una persona tiene guardados en su interior recuerdos con mayor nitidez. En éstos, la cantidad de circunstancias nuevas que comienzan a vivirse, a conocerse, de responsabilidades que aparecen, son bastantes y éstas nos van a ir cambiando, modelando nuestra forma de pensar, de ver la vida, de desenvolvernos ante aquello que se nos va presentando.
Es a partir de estas etapas donde junto a la gente que nos rodea y aquello que sentimos, que vemos, que experimentamos, cuando vamos fortaleciéndonos, formándonos como personas. Es por ello que la juventud ha de ser para todos una etapa necesaria tanto a nivel de conocimientos, como de sentimientos y de fortalecimiento personal.
Los jóvenes aportan a la sociedad la fuerza e iniciativa que desde siempre les ha caracterizado. Es necesaria, pues, la conjunción de jóvenes y adultos en el trayecto diario para que así haya un apoyo mutuo, una mejor dirección donde los mayores aporten en la medida necesaria el aprendizaje y consejos de aquellas experiencias pasadas a aquellos que están "empezando a vivir" y a los que puede presentárseles situaciones parecidas a las vividas por ellos.
La juventud puede llegar a ser una etapa importante en el caminar de cada uno, pero no por esto se ha de restar importancia a todas las demás que se sucederán, puesto que las circunstancias que rodean a cada momento son muy relativas y depende de muchos y diversos aspectos el que tomemos un camino u otro, que nos demos cuenta de lo que a nuestro alrededor sucede y de lo que se necesita de nosotros, el que llegue a marcar nuestro día a día de uno u otro modo.
Cada capítulo de nuestra vida tiene su porqué y puede llegar a tomar una importancia mayor que la anterior si vamos asimilando todo aquello que se nos presenta. Sería importante tener en cuenta que cada etapa de la vida lleva consigo sus pruebas, sus enseñanzas, su forma de ver el mundo y de afrontarla.
Esto es así, todo llega en su justo momento, en el debido tiempo y aporta con esto sus cosas bonitas. Por lo tanto no resultará acertado el que intentemos adelantarnos a aquello que tiene una lógica, a aquello que en su momento llegará, no intentemos vivir unas circunstancias adelantándonos a la etapa en la que nos encontramos, pues estaremos pasando de largo de aquello que nos toca vivir, de aquello que de algún modo nos pertenece y es necesario que aceptemos y valoremos para vivirlo lo más intensa y acertadamente.
Algo a tener en cuenta es que la juventud física es una parte de un ciclo que sigue su curso independientemente de lo que cada uno haga y otra muy distinta es la juventud de espíritu la cual no se crea artificialmente, sino que es algo que se lleva dentro, es la actitud con la que cada uno vive la vida y la afronta, la sonrisa con la que se dirige hacia delante, es la mirada por medio de la cual se observa el mundo. Puede que todos hayamos oído decir: hay viejos a los 20 años y jóvenes de espíritu a los 80. La edad física no es equivalente a las ganas de vivir, de aprender, a la cantidad de ilusiones y proyectos que se tengan, por tanto no hay una regla que indique valores, actitudes,... que se tengan a cada paso que se da, sino que depende de cada uno ver que la vida nos sonríe más o menos, y hacer las cosas para ir variando el rumbo o mantenerlo.
La jovialidad es algo que no tiene edad, se lleva por dentro, cada uno en distinto grado y su máxima expresión es la alegría.
Alegría con la que se ven las cosas y se llevan adelante, con la que se observa la vida y se participa de ella, es decisiva en todo lo que hagamos y determinará que sintamos o pensemos de uno u otro modo.
Decisiva es esta actitud de espíritu para nuestra salud mental, para nuestra forma de enfocar nuestro caminar diario, nuestra relación con los demás, nuestra propia opinión sobre lo que somos o creemos ser y determinará de forma extensa nuestra manera de actuar y de ver a los demás y al mundo que nos rodea.
No podemos pues, tener una actitud negativa,
unos pensamientos pesimistas ante lo que nos sucede ya que en ocasiones
las circunstancias no son como creemos y si encima les damos un sentido
erróneo todo parece complicarse y nos es mucho más difícil
diferenciar y entresacar de cada situación lo superfluo de lo que
en realidad tiene importancia. Esto es algo que hemos de tener en cuenta
para poder dar un sentido u otro a todo lo que hacemos y lo que nos rodea
y es esencial para encaminar los pasos diarios, nuestra vida hacia algo
que merezca realmente la pena y todo posea un sentido. Por tanto ¿no
creéis que merece la pena ver y vivir la vida con una pequeña
dosis de alegría al menos? No es tan difícil. Propóntelo.