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Todos antes de encarnar tenemos propuestos unos fines existenciales, hay unas pruebas que hemos de pasar, de superar con el fin de nuestro progreso interno. Pero aunque una vez en la Tierra no tengamos esto presente en cada momento, cada uno puede intuir esos fines.
Existe un destino, unos obstáculos... pero en último momento todo depende de lo que haga cada uno, del sentido que le dé a la propia vida, de la senda que decidamos seguir y esto es así porque poseemos el libre albedrío. Todos tenemos en nuestras manos llevar a cabo unas cosas o realizar otras. Existe la libertad, preciada y deseada por todo el mundo, pero muchas veces nos olvidamos de que esa libertad, que todos y cada uno de nosotros poseemos como espíritus en evolución, conlleva en cada actuación una responsabilidad. Esto es algo a tener en cuenta en todo momento, pues según utilicemos y aprovechemos esa libertad nos servirá de provecho para nuestra propia evolución o por otra parte nos estancaremos, perderemos el tiempo y oportunidades que no volverán a presentarse.
Un aspecto a tener siempre en mente es que, tener la posibilidad de poder actuar con una determinada libertad no significa poder interferir en todo momento en el libre albedrío de los demás porque así nos interese y creamos que nos beneficia.
La libertad tenemos que aprovecharla, utilizarla para tomar iniciativas, para llegar a unos fines determinados por nosotros mismos, porque nuestra capacidad de escoger libremente nos permite decidir el camino que creemos más conveniente. Por medio de la libertad cada persona va tomando el rumbo espiritual que más necesita, es decir cada uno debe escoger el modo que crea más conveniente para avanzar, pues al ver lo que más necesita por sí mismo más empeño pondrá luego en alcanzar algo.
Todos sabemos que poder elegir un camino no significa que estemos exentos de sufrimiento, porque todos los aquí encarnados somos espíritus en evolución, estamos para progresar y por tanto está claro que no somos perfectos y vamos a equivocarnos.
Si esos fallos han sido realizados por decisión propia, y sabemos el porqué hemos realizado algo, a la hora de ver el error se comprenderá todo más fácilmente y por tanto luego poseeremos la capacidad suficiente y una base más amplia basada en las experiencias para llevar a cabo una actuación más correcta. Las situaciones pasan, no son eternas, y por tanto no hay que centrar toda nuestra existencia en una experiencia que pueda habernos marcado. Las pruebas se nos dan para que aprendamos; para que saquemos la enseñanza que de cada uno se deriva. Esto es lo que hay que tener en cuenta, lo que debe quedar grabado en nuestra mente, pues si comprendemos el porqué, y el para qué de cada una, seguro que nos servirá para existencias futuras, para actuar con más convencimiento, más seguridad y conocimiento de causa.
La libertad es una de las cosas más importantes y necesarias para el progreso espiritual, sin el libre albedrío no se podría dar la evolución, no podríamos aprender. Para que cada uno asimile mejor las cosas es necesario comprender, saber qué se hace, porqué se está haciendo algo. Pero si este conocimiento está coartado por la imposición de otro, es decir si esas cosas se hacen porque así se nos ha obligado, al final actuaremos sin pensar, sin saber, como títeres que se mueven a voluntad de unos pocos, y por tanto no se valoran las cosas cuando están bien hechas ni cuando están mal, de este modo cabe la posibilidad de la rebeldía y seguro que permanecerá la ignorancia.
Cuando las cosas se hacen por convencimiento de uno mismo todo se hace con la mejor disposición posible, y son asimiladas mejor las consecuencias que se derivan, siempre y cuando haya predisposición a ello, si se quiere todo puede hacerse mejor. Necesario es tener en cuenta que la última palabra ante cada situación que se nos proponga la tenemos nosotros, cada uno es responsable de sus propios actos, somos todos espíritus individuales que poseen la libertad de actuación y pensamiento y por tanto cada uno responderá ante lo que ha realizado. Así es que no nos dejemos llevar por nadie, seamos nosotros mismos en todo momento, no caigamos en errores por el simple hecho de no decir a algo que no, por no renunciar a unas cosas determinadas, a algo en lo que no creemos.
Haciendo las cosas con convencimiento propio, poseeremos una mayor fortaleza para actuar, y nos hará ver las situaciones de una u otra forma. En nuestras manos está el que se lleven a cabo los propósitos y las metas espirituales que nos hemos fijado.
Aprovechemos la oportunidad de poseer
esa libertad, valorémosla como importante y necesaria que es, no
caigamos en el error de ignorarla, porque luego nos podemos arrepentir,
y echarnos en cara el no aprovecharla para evolucionar. "Las cosas no se
valoran lo suficiente hasta que no se pierden", no dejemos que esta frase
se haga realidad. Luchemos por nuestros ideales, seamos valientes y enfrentémonos
a los obstáculos que se nos presenten. En nosotros está el
caminar más rápido, el ayudar y ayudarnos. El esfuerzo
no será en vano.