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Es por ello necesario que cada uno intente dar una respuesta al sentido que tiene la vida y qué estamos haciendo para que merezca la pena y nos daremos cuenta de que para contestarla sinceramente es necesario que el sentido de la vida esté orientado hacia la vida espiritual. Para alcanzar cualquier meta espiritual ha de haber inicialmente un conocimiento interno para ir trabajando cada día en la fortaleza y limpieza espiritual. No somos perfectos y la vida actual es una oportunidad que el Padre nos ofreció para ir adelantando pasos en este camino, para progresar, y hacer más llevadera de algún modo la vida de los que nos rodean.
Hay que tener presente que cualquier acción que llevemos a cabo ha de ser realizada por convencimiento propio, porque así lo creemos nosotros y no para obtener por parte de los demás un "reconocimiento por la buena obra". Si no hay una correlación entre lo que pensamos y lo que hacemos llegará un momento en que nos daremos cuenta del engaño en el que estamos viviendo. Se ha de ser en todo momento sinceros con los demás y con nosotros mismos pues de nada sirve la hipocresía, el mentir, ya que los primeros afectados negativamente somos nosotros.
Del mismo modo cuando realizamos algo por nuestros familiares, amigos, o cualquier otra persona, en su beneficio y sacrificamos parte de nuestros gustos personales, de nuestro tiempo, si realmente el hecho ha supuesto una renuncia al "yo" de corazón, el beneficiado además es la persona que ha realizado la obra, pues a pesar de que los resultados del beneficio propio puede que no se presenten inmediatamente, seguro que habrá alguna recompensa por parte del Padre en un futuro, pues se nos juzga de todo lo que hacemos tanto lo bueno como lo malo.
Es digno de admirar el esfuerzo y renuncia de algunos hermanos. Si nos fijamos bien nos podremos dar cuenta de que muchas veces dan más aquellos que menos pueden en la medida de sus posibilidades. Es por esto que muchas veces las personas que no destacan en la sociedad actual pueden servirnos de ejemplo.
Jesús es para todos un ejemplo. Su vida estuvo encaminada a ayudar al prójimo, a pensar en sus semejantes antes que en él mismo, nos mostró cual debía ser la mejor orientación de nuestra vida y depende de nosotros comprender y sentir que sus enseñanzas formen parte de nuestra base para encauzar la actual existencia.
Si sentimos de verdad que el camino a seguir es el espiritual y que el material nos deja un vacío interno, será cada vez menos difícil, pues el empeño en llevar a buen término nuestras obras y la ayuda espiritual que nos asiste, hacen que vayamos avanzando sin sentirnos desgraciados por aquello a lo que hemos renunciado sino todo lo contrario.
Recorramos el día a día fijándonos en lo que se sucede a nuestro alrededor, comunicándonos más con la gente con la que compartimos tantos momentos. Es imprescindible que para ir avanzando en el camino espiritual demos lo mejor de nosotros, intentemos que todo sea cada vez mejor.
A veces es tanto lo que puede significar una simple sonrisa, un gesto de apoyo, una mirada,... y sin embargo parece contradictorio que algo que puede hacer tanto bien nos pueda costar tanto llevarlo a cabo.
En demasiadas ocasiones somos egoístas y ya es hora de que pensemos más en los demás si es que de verdad sentimos el camino de la perfección espiritual. Pensemos en los beneficios que puede significar el esfuerzo por mejorar, como personas, como espíritus que intentan conseguir un lugar en la nueva humanidad.
No es necesario hacer grandes obras, sino que la mayoría de las veces la discreción, la sencillez, la humildad, la tolerancia, etc., pueden ser los mejores aliados para hacer que un detalle insignificante a nuestro parecer sea en realidad de mayor importancia que cualquier otra que creamos que posee mayor valor.
Al igual que no es bueno hacer las cosas para que los demás nos vean, tampoco es bueno hacer cosas y e un determinado momento recriminar a otros lo que en una ocasión hicimos, puesto que de este modo estamos echando a perder lo que podríamos estar consiguiendo, estamos exigiendo a los demás que nos tengan en cuenta, que nos valoren más y hemos de tener presente que lo que hacemos lo realizamos porque así queremos y no para que un día creamos tener el derecho de echar en cara las cosas.
Lo que importa no son los "premios materiales" sino los espirituales, pues son los que en realidad hacen que nos sintamos personas realizadas, espíritus satisfechos de estar comprometidos a realizar un trabajo por medio del esfuerzo. Esa dedicación de cada uno por mejorar es lo que se va premiando a lo largo del camino y lo que realmente va colmando de felicidad al espíritu.
Soñemos por un momento e imaginemos
un mundo donde la gente vive por ofrecer a los demás, por crear
un mundo lleno de ilusión, de amor, solidaridad, etc. Pensemos que
ese mundo llegará a existir y nosotros podemos aportar nuestro granito
de arena, comenzando desde este mismo instante. Hagamos que el sueño
se haga pronto realidad, pues todos sabemos que no es imposible. Depende
de nosotros hacer que cueste más o menos.