DIC-99 Nº 209 |
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Son innumerables la cantidad de pruebas que se nos van planteando a lo largo de nuestra vida, unas porque es necesario que las vivamos para nuestro progreso espiritual, para limar asperezas con aquellas personas que nos rodean en la vida, y que tal vez vivieron junto a nosotros en existencias anteriores, para aprender o simplemente situaciones que propiciamos nosotros mismos por medio de nuestros actos en la elección del camino por nuestro libre albedrío, e incluso algunas puede que pasen de manera desapercibida, pues se nos puede probar para medir en qué grado somos capaces de dar, de renunciar a nuestros gustos y apetencias, de nuestras posesiones...
Resultaría imposible recordarlas todas, pero aunque esto no sea posible sí que es cierto que por medio de todas ellas cada persona va dando una orientación a su existencia, a su persona, va formando una idea interna de lo que significa la vida, del medio por el cual nos iremos forjando un camino en la sociedad, de lo que las personas que nos acompañan significan para nosotros...
Fechas importantes en la vida de cada uno hay muchas, fechas que nos traen algún recuerdo pasado que marcó un antes y un después, el inicio de una amistad, el final de una forma de vida que no nos convenía o que simplemente acabó porque así tenía que suceder. Tal vez dentro de esta lista de recuerdos hayan algunos que rodeen estas fechas que vivimos ahora, estos momentos en los cuales la gente parece estar más sensibilizada con todo aquello que sucede alrededor, con lo que cada uno vive, fechas en las que prima la importancia de la unión familiar, con los amigos, con todos aquellos que por uno u otro motivo tienen un hueco en el largo caminar del día a día. Es algo realmente hermoso ver como las personas puedan llegar a querer y desear con tanta ilusión, esperanza, y algo más de alegría que en otras fechas caminar junto con todos aquellos que comparten vivencias, pensamientos, deseos que puede que algún día se lleguen a conseguir.
Conforme pasa el tiempo y vamos teniendo una perspectiva más amplia de lo que ha sucedido, lo analizamos de manera más objetiva, valorando con mayor justicia aquello que ha pasado. Puede que sea cierta esa frase que dice: las cosas no se valoran bien hasta que no se han perdido, pero de todos modos también es cierto que cuando se están viviendo unas experiencias, momentos buenos de relación de unos con otros, momentos difíciles en los que se pone todo el corazón para dar una solución, ya se están estimando de alguna forma esas situaciones, se está dando un valor a esa amistad, a esas vivencias que tenemos certeza de que con otras personas, en otras o similares circunstancias no podríamos llegar a sentir de la misma forma. Y todo ello porque en los momentos en los que hemos de decidir, de actuar, lo hacemos siguiendo un sentimiento puro, se sienten de corazón y se llevan a cabo con la mejor intención y porque hay un aprecio, un afecto muy especial de unos con otros.
De la misma manera que vamos valorando a la gente que forman parte de nuestra vida, también se va estimando la importancia de todo aquello que se nos ofrece, de todo aquello que nos acompaña en el camino, de todos aquellos pequeños detalles que en un momento dado significan un mundo, una esperanza, una puerta abierta hacia un futuro mejor.
Es por ello necesario que cada persona viva diferentes situaciones, nuevas vivencias que le hagan pensar, que le hagan cambiar hacia mejor, hacia un corazón más limpio y sincero. Y esto no se puede conseguir de pleno en una sola existencia, pues la perfección es difícil de alcanzar y se precisa de una gran cantidad de experiencias con las que contar y a partir de las cuales aprender lo preciso de cada una, valores humanos, conocimientos que son esenciales para cada espíritu y que antes o después habremos de alcanzar. Por ello la importancia de que cada uno fortalezca su propia personalidad, para enfrentarse por sí solo, actuando por medio de decisiones propias, sinceras, ante todo aquello que le haga flaquear, poner en duda aspectos que se creían tener claros. Es ahí donde tenemos que llevar adelante nuestras expectativas e ideales, pues es algo que precisa de una continuidad.
Pero para darnos cuenta de lo que significa dar un cambio, actuar con fuerza, decisión, pensar de forma optimista ante lo que acontece... es imprescindible ver qué valor posee para cada uno la vida, todo lo que a su alrededor sucede, todo por lo que ella pasa, y que a veces por insignificante que resulte puede tener más importancia de lo que uno cree.
No es cuestión de fijarse en lo negativo, de ver todo aquello que no nos gusta o de lo que podrían ser las cosas si... No, no se trata de eso, sino de luchar por lo que hay ahora, de lo que queremos obtener, de lo que queremos ser, de valorar todo aquello que de algún modo interviene en que seamos lo que somos, que está determinando las circunstancias en las cuales es necesario que nos desenvolvamos para nuestro progreso. Hay que vivir aquello que se nos presenta, pues la imaginación puede llevarnos demasiado alto y no ver con claridad lo que en realidad está pasando a nuestro lado, los gestos de apoyo, una mirada de ánimo, una ocasión de cambio, una mano que se extiende en el momento más inesperado.
Si de verdad pensamos en todo aquello que tenemos, si de verdad sentimos lo que significa ser un espíritu en evolución, con las oportunidades de progreso que se ofrecen, con la cantidad de situaciones en las que poder sentir de verdad lo que significa vivir, aprender, estar rodeado de personas con las que se comparten verdaderas y sinceras etapas de nuestra vida, o simplemente situaciones que en un momento dado pueden llegar a significar mucho, todo tendrá más sentido.
Resultaría imposible llegar a agradecer grandes cosas cuando no se tiene en cuenta lo que puede significar una sencilla sonrisa. Si no somos capaces de sentir la importancia de un simple gesto no podremos hacer que la vida de los demás sea más agradable, pues la cuestión no radica en realizar grandes obras que puedan significar más o menos, sino de llevar a cabo pequeñas obras, que puede que a cada uno no le cuesten pero que puedan adquirir una importancia extraordinaria en los demás, ofrecer pequeños detalles que con el día a día van tomando forma y se van convirtiendo en algo maravilloso, amistad, apoyo, junto a una gran cantidad de sentimientos que lo afirman. Para ello hemos de ser conscientes que la voluntad, la humildad, la fuerza, han de salir de cada uno, pues es un trabajo interno, propio.
Es realmente de sabios saber apreciar la importancia de los pequeños detalles, pues de las grandes obras es más fácil darse cuenta.
Caminemos sin cesar y avancemos hacia delante
observando que todo aquello que vamos consiguiendo es gracias a la vida
que se nos ha dado, gracias a todo lo que nos rodea y nos acompaña
y dependerá de nosotros el que todavía merezca más
la pena luchar por algo mejor.