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A lo largo de la historia la palabra ha cobrado protagonismo en infinidad de circunstancias, unas veces ha tenido un gran papel, pero otras veces no ha sido tan buena debido a su mala utilización. Lamentablemente este uso continúa utilizándose con relativa frecuencia en la sociedad actual. La palabra es utilizada en multitud de ocasiones para convencer a la gente, para buscar seguidores, pero no para buscar la verdad. La gente aprende a dominar la palabra de manera que saben como embaucar sutilmente a una parte de los que les escuchan, de los que tienen inquietudes, se aprovechan de la ignorancia de los demás para conseguir lo que se proponen.
Situaciones así se nos presentan en un sinfín de veces en nuestro camino y por ello es necesario que cada uno tenga su propia personalidad, el conocimiento de uno mismo de modo que así se pueda valorar todo lo que se oiga y vea para no dejarse arrastrar y poder dar un razonamiento crítico, una opinión propia de cada cosa que acontezca. Hoy en día hay mucha gente que habla y habla para decirnos y explicarnos cuál es el rumbo que debe seguir nuestra vida,... pero la mayoría de ellos eso es lo único que hacen, no ofrecen lo que realmente llega al resto de las personas: que las actuaciones se correspondan a las palabras que repiten una y otra vez. Muchos son como charlatanes que dan una cara al público pero que a la hora de la verdad se muestran como se les antoja, como más les conviene.
Observaremos que lo importante no es que se adornen las palabras de forma espléndida, sino actuar en relación a lo que se dice, pues se supone que todo en conjunto es un reflejo de lo que uno cree. Todo debe llegar a un máximo equilibrio. Hay que actuar de forma que se esté convencido de lo que se hace para poder aprender, corregir y evolucionar espiritualmente conforme se avanza. De este modo se piensan las cosas, se analizan y se realizan por convencimiento propio, no porque los demás lo hacen. Además lo que uno realiza lo intenta hacer de la mejor forma posible, porque así se siente que debe hacerse todo.
Las palabras si no se refuerzan mediante los hechos, se las lleva el viento. ¿Cuántas veces hemos pensado, imaginado algo... y simplemente ha quedado en eso porque no hemos puesto la suficiente fuerza de voluntad para llevar a cabo la acción? Tenemos dos opciones y depende de nosotros elegir la más adecuada. Podemos caer en la comodidad y hacer lo que a nosotros nos convenga, (lo cual no es lo más indicado para progresar) o armarnos de valor y enfrentarnos a cada situación con la fuerza suficiente para superar las pruebas y seguir adelante sin miedos ni indecisiones. Haciendo caso de lo que nos muestra nuestro corazón, nuestra conciencia y apartando de lado todo aquello que nos hace flaquear, lo que nuestra mente nos quiere mostrar, la cual muchas veces nos hace dar vueltas a las cosas y nos debilita más.
Cuantas más experiencias tengamos más aprenderemos, siempre y cuando actuemos razonando y comprendiendo, porque de nada nos sirven si no extraemos de cada experiencia su sentido, su enseñanza, lo que hay que rectificar lo más rápidamente posible en las siguientes veces que se nos presenten aquellas situaciones en las que todavía no controlamos nuestros defectos. Con lo dicho hasta ahora no se pretende decir que no hay que escuchar a los demás, puesto que el diálogo es necesario, intercambiar opiniones, comentar y aclarar situaciones... siempre y cuando haya una predisposición por escuchar y respetar opiniones contrarias y con ánimos de analizar lo comentado.
Jesucristo predicó con el ejemplo. Lo que nos enseñó por medio de la palabra luego estaba respaldado de forma abundante con sus actuaciones. Él mismo dijo: "por sus obras los conoceréis". La teoría se aprende fácilmente, pero lo que realmente cuesta es llevarlo a la práctica, "poner las cartas sobre la mesa" y mostrar cómo es cada uno, ver en qué fallamos para esforzarnos por mejorar, y hasta qué punto estamos dispuestos a hacer por los demás. El ejemplo es lo que mejor recordamos todos en cualquier situación, en los hechos de la vida cotidiana, los ejemplos de las aclaraciones y explicaciones... Muchas veces es lo que nos pone alerta, pues nos llaman la atención y nos ayudan a poder comprender mejor las cosas, a entender la teoría.
A cada uno de nosotros cuando desencarnemos se nos juzgará según los hechos que hayamos realizado en esta existencia en la Tierra, según los pensamientos, los sentimientos... Se verá si hemos realizado la labor que teníamos que desempeñar, si hemos superado los obstáculos que nos han aparecido y aprendido de los errores, o si por el contrario, nos hemos aislado del resto creyendo que todos los demás estaban equivocados; nos hemos rebelado... Depende de cada uno dar una imagen u otra al mundo, a la gente que nos rodea y nos aprecia y también depende de nosotros el mantenerla o cambiar esa imagen.
Siempre hay algo que mejorar y por tanto
algo en lo que trabajar para acercarnos a esa perfección espiritual
a la cual todos aspiramos. Hemos de ser exigentes con nosotros mismos y
demostrar nuestro afán y trabajo en los hechos, siendo constantes
en lo que hagamos, teniendo presente que si las cosas se hacen con ilusión,
consciencia de lo que se hace y en conjunto, todo es mucho mejor. Tengamos
presente que si por medio de nuestro ejemplo diario podemos facilitar el
camino a aquellos que se fijen en nosotros, el esfuerzo merece la pena.