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Es fundamental en nuestra vida que cada día sintamos ilusión, amor, etc., hacia nuestros semejantes.
Ese es el sentimiento que hay que conseguir, aquél que siempre lleva a un acercamiento hacia los demás, de corazón a corazón, que sea nuestra mayor alegría para dedicarnos por completo a nuestro trabajo espiritual, que es el de mejorar cada día que pasa.
En la vida podemos hacer las cosas de muchas formas: por obligación, por la responsabilidad que tenemos, por interés nuestro o porque realmente lo sentimos así. Muchas veces se hace por amor verdadero y quizás nuestra aspiración aquí es la de actuar con ese sentimiento de cariño y caridad, de bondad y de justicia, etc.
Si actuamos por obligación, no podremos evitar la monotonía y la apatía, dejando que la desgana se haga con nosotros y a partir de ahí empezamos a pensar en abandonar un poco a los demás y a creer que nos hemos equivocado de camino.
Por el contrario, si ponemos ilusión y ganas percibimos una sensación de paz, que será la fuerza que nos indicará que realmente nuestras intenciones son buenas.
Si sentimos esto lograremos actuar de manera natural y con una felicidad que servirá para desarrollar nuestra labor.
Toda acción que nos lleva a un acercamiento hacia nuestros semejantes es una semilla que sembraremos en su corazón, y ese es el sentimiento de donde viene la solución de muchos de nuestros problemas, tanto internos como externos.
Internos porque sólo ese sentimiento puede hacernos felices al haber cumplido con nuestro deber espiritual y externos porque cuando actuamos con limpieza de sentimientos logramos una amistad y una convivencia sincera.
Las obras son muy importantes y necesarias, pero el sentimiento
con que se realizan es lo que cuenta ya que es necesario para mejorar nuestro
espíritu, porque todo sentimiento queda grabado en nuestra alma,
en el verdadero carnet de identidad mediante el cual se nos reconoce, y
que luego al pasar al plano espiritual nos conducirá al lugar que
nos corresponda.