JUN-99 Nº 203 |
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La armonía es consecuencia natural del amor y de la actitud mental positiva. No está en armonía, ni podrá estarlo, quien se aparte de la Ley del Amor, manteniendo sentimientos negativos como los de egoísmo, envidia, rencor, malquerencia, celos, etc., y no ejercite control sobre sus pensamientos. Porque, esos estados afectivos con una actitud mental desordenada, sin control, generan fuerzas psíquicas desarmonizantes en alto grado, que inducen a cometer errores.
Todos los aspectos de la Naturaleza son armónicos por excelencia, porque están impregnados de esa vibración cósmica: AMOR. Vibración que también llega al ser humano, como parte de esa Naturaleza; y crea, o puede crear, ese estado de armonía mental-emocional generador de paz, cuando se le da cabida a esa vibración divina. Pero, por desventura, el ser humano la polariza con su egoísmo, transmutando la armonía en desarmonía, creando para sí mismo esos estados de infelicidad y amarguras.
“La armonía se obtiene por la virtud” -decía Platón. Y ¿qué es la virtud, sino la observancia de las leyes naturales y espirituales? Porque, es actuando dentro de las leyes que rigen la Vida, en su aspecto humano y en su aspecto espiritual (moral) que podremos mantenernos armónicos. Y esto es de suma importancia para el progreso espiritual, que es el verdadero objeto de las vidas humanas.
Cuando sintamos deseos de bien, cuando pensemos y actuemos con amor en nuestras relaciones humanas y en nuestro hogar, estaremos en armonía; nos colocaremos en sintonía con la vibración divina del Amor, transcendente en el Universo todo, que nos proporcionará esa sensación de paz interna tan necesaria. Y esa sensación de paz y felicidad, no es una ilusión, sino una realidad que el Alma superior percibe y proyecta a la mente y alma humana, produciendo ese estado de armonía psicofísica tan necesaria para una vida más agradable y feliz.
La desarmonía en la vida de algunas personas es consecuencia de su actitud mental y sentimental desacertada, al mantener esa actitud de egocentrismo que les enceguece y no les deja ver más allá de su inmediata y aparente conveniencia; actitud ésta, que crea un estado desarmónico y de fricción en las relaciones humanas y del hogar. Esas personas exigen de los demás lo que ellas mismas no dan, con lo cual amargan la vida de quienes con ellas conviven o se relacionan.
Todas las desarmonías en la vida, con sus discordias, asperezas y amarguras, tienen su origen en el individuo mismo, por falta de control sobre sus pensamientos, sentimientos y emociones. Son consecuencia de la desarmonía creada por esos estados mentales y afectivos. Los pensamientos y sentimientos elevados mantendrán en armonía a todo aquél que los sustente, ya que ellos están dentro de la Ley del Amor, que es armonía perfecta; mientras que los pensamientos y sentimientos bajos; ruines, conducen irremisiblemente a la desarmonía mental-emocional, que amargan la vida.
Todos construimos nuestro mundo con el material imponderable de nuestros pensamientos y sentimientos. Las vibraciones que emitamos determinarán la índole de nuestro mundo individual. Si las vibraciones emitidas por los pensamientos y sentimientos son armónicas, producirán salud, dicha y fortaleza, ya que por afinidad atraerán a nosotros otras vibraciones análogas que fortalecerán nuestra mente y alma. Pero, si son discordantes, desarmónicas, producirán dolencias, desdicha y debilidad; provocando un envejecimiento prematuro.
También las pasiones y toda esa retahíla de imperfecciones del carácter mantienen al individuo en constante desarmonía mental-emocional, que le arrastran a cometer errores que nuevamente son causa de más desarmonía. Y esos estados de desarmonía influyen grandemente sobre el sistema nervioso y sobre las glándulas de secreción interna afectando la salud.