JUL-99 Nº 204 |
|
|
|
“Análogamente -sigue diciendo- si enviamos una corriente de esperanza, amor, simpatía, gozo, benevolencia, generosidad y nobleza; no cesará hasta que, a través de nuestro sistema nervioso haya puesto todas las células de nuestro cuerpo en el mismo estado de vibración, estampando esperanza, gozo, generosidad y nobleza en los tejidos del cuerpo y en las facultades de la mente. Cada átomo de nuestro ser, asumirá el carácter e índole del pensamiento, actitud o emoción que lo puso en movimiento”.
Son muchas las personas que echan la culpa a los demás o al destino, de sus dificultades y desventuras, y andan empeñados buscando quienes les liberen de ellas; por desconocimiento de que en sí mismas está la causa y la solución.
La causa, por la actitud mental y afectiva desacertada en contraposición a las leyes de la Vida, en sus aspectos espiritual, psicológico y biológico, y por ende en completa desarmonía vibratoria que amarga sus vidas.
Y la solución está en adaptar su vida al orden y armonía universal, comenzando por cambiar de actitud mental depresiva, desechando todo pensamiento negativo y sentimientos contrarios al bien; que son los productores de esos estados desarmónicos.
Si observamos en nuestras relaciones humanas, notaremos que las personas pesimistas y amargadas, no gozan de tan buena salud como las optimistas y alegres. ¿A qué se debe? Pues, sencillamente, a que las vibraciones emanadas de las mentes pesimistas, son depresivas. Los pensamientos temerosos de enfermedad, por ejemplo, crean una desarmonía mental-emocional generadoras de vibraciones cargadas de magnetismo mórbido que influyen sobre las glándulas de secreción interna, especialmente la pituitaria, que es muy sensible a los estados afectivos y emotivos.
Todas las miserias y desventuras de este mundo derivan de que el ser humano no acierta a comprender que nunca será verdaderamente dichoso hasta que se armonice con su naturaleza superior y domine su naturaleza inferior. Pues, mientras el individuo vaya tras el espejismo de los placeres o se deje dominar por las pasiones en que su ego inferior le envuelve, vivirá desarmonizado y consiguientemente la infelicidad será su compañera.
Si nuestra vida es desdichada es porque hay desarmonía interna. Las tristezas, desdichas e infortunios, son otros tantos acusadores de nuestra conducta. Son el riguroso cumplimiento de la Ley de Causa y Efecto, causas creadas por nosotros mismos, pero cuyos efectos podemos modificar. Modifiquemos nuestra actitud mental frente a las circunstancias desagradables que la vida diaria nos presenta, y ésta nos reflejará su otra cara, su otro aspecto.
Actuemos siempre dentro de los dictados de nuestra conciencia, que son la manifestación de nuestro Ego superior, y vivamos en armonía con las leyes de la Vida, único modo de alcanzar la felicidad, la felicidad alcanzable en nuestro mundo.
Realicemos con agrado, siempre, nuestras obligaciones, y demos un poco más de lo que sea nuestra obligación si queremos progresar en la vida y conformar una vida más agradable.
Vivir en armonía, es la base de la felicidad. En los hogares donde no hay armonía, todos se sienten desdichados. En cambio, en aquellos hogares donde hay armonía, hay felicidad; porque en esos hogares hay buenos sentimientos, hay amor, y la armonía es consustancial con el amor.
De todo lo expuesto se desprende la conveniencia, diré mejor, la necesidad, de mantenerse en armonía para una vida más feliz y progreso espiritual.
Si anhelamos una vida más dichosa y libre de amarguras, cambiamos nuestra actitud mental, manteniendo la mente libre de pensamientos negativos, y el alma libre de todo sentimiento de egoísmo, rencor, resentimientos, malquerencias, etc. Actuemos siempre con comprensión, bondad y justicia. Dignifiquemos nuestra vida, actuando sin egoísmos, con amor fraterno en nuestras relaciones humanas; y con ello cumpliremos el nuevo mandato que el Mesías indicó: “Amaos los unos a los otros”. Porque, solamente amando podremos ser felices.