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Son psíquicos
esos estados anormales considerados como neurosis, psicosis en manifestación
diversa, así como psicopatías en diversos grados; resultando,
en su gran parte, de las tensiones emocionales, sentimientos de índole
inferior, o de actitud mental desacertada frente a la vida, así
como deseos de baja naturaleza.
Y son sufrimientos
espirituales, las sensaciones de reproche y acusación que el Espíritu
manifiesta en la persona, conocidos con esa frase: "La conciencia acusa".
Resultante de la debilidad del Espíritu ante los requerimientos
negativos que hacen el egoísmo, la ambición, el rencor, la
concupiscencia, etc. Sensaciones y reproches que no pueden ser acallados
con las diversiones ni placeres pasajeros; llegando en ciertos casos a
la desesperación.
El dolor,
en sus comienzos con diversos síntomas o aspectos, es una llamada
de atención a la ley violada, llamada que el ser humano recibe a
fin de que pueda atender su amenazada salud física, psíquica
o espiritual, y buscar las causas. Y cuando se desatiende esa llamada,
el dolor se intensifica.
Las leyes
que rigen la Vida, en sus tres aspectos: físico, psíquico
y espiritual, están concebidas por la Sabiduría Cósmica
dentro de un plan perfecto para un funcionamiento perfecto. Pero, los humanos
en su acendrado egoísmo y ambiciones, o dominados por las pasiones,
o en la búsqueda de los placeres; han ido adquiriendo hábitos
contrarios a esas leyes. Y como consecuencia, reciben la reacción
de las mismas, en forma de dolencias y enfermedades, así como trastornos
psíquicos en diverso modo.
Desde tiempo
inmemorial, el hombre, en su egoísmo, no se preocupó por
el dolor que ocasionaba a los demás, buscando satisfacer sus ambiciones;
ni pensó en el mal que se hacía a sí mismo, transformando
en aparentes placeres sus necesidades de vida; placeres que pronto se transformaron
en vicios que le dominaron, debilitando su cuerpo y su alma. Y así,
ha venido creando hábitos de placeres morbosos en la alimentación
y excesos sexuales que van agotando las energías, restando posibilidades
de acción al Espíritu que, a través de la materia
-su cuerpo físico- debe trabajar y experimentar en la Tierra para
su progreso.
Sabemos
ya que toda acción buena o mala que el ser humano realiza, crea
una vibración que a él queda unida. Y como el hombre ha venido
transitando por los caminos del egoísmo, engaños y falsedades,
haciendo sufrir a sus semejantes; la Ley le devuelve, tarde o temprano,
el sufrimiento y dolor que haya ocasionado o deseado ocasionar; para que
aprenda a vivir dentro de la Ley del Amor, único modo de liberarse
del dolor.
Si por
negligencia o egoísmo, causamos sufrimiento o pérdidas a
otras personas, la Ley de Consecuencias nos traerá fatalmente condiciones
semejantes en fechas posteriores. Y no es que en ello haya castigo alguno
de la Divinidad, no; sino que, con nuestra acción de mal hemos violado
la Ley, y consecuencialmente la Ley nos lo devolverá.
La idea
del castigo de Dios es incongruente con el concepto de un Dios infinitamente
bueno. Inadmisible a la razón es el concepto de un Dios castigador,
mientras que por otro lado, nos manda perdonar las ofensas, por la voz
de Sus enviados, los mesías. Por ello, necesario es desechar
tal concepto, y grabar bien en la mente que, las desventuras humanas son
la consecuencia de sus propias actuaciones en el pasado, son la cosecha
de la siembra. Dios es Amor, aun cuando en nuestra limitada capacidad intelectiva
no seamos capaces de comprenderlo. Grabad bien en vuestra mente que, los
dolores humanos son consecuencia de los errores humanos, cometidos en una
u otra de las vidas sucesivas que el Espíritu inmortal vive, hasta
conquistar la purificación que le da derecho a alcanzar los reinos
de felicidad sublime que el Dios-Amor ofrece a sus criaturas.