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A diario vemos personas con una tendencia bien marcada hacia la práctica del bien, así como otras personas inclinadas al mal. Y en los tiempos actuales podemos apreciar ya la existencia de organizaciones humanas orientadas hacia el bien, pero también organizaciones humanas orientadas hacia el mal en los diversos y lamentables aspectos; por lo que, algunas personas, juzgando por las apariencias, creen que el mal existe y que es algo esencialmente negativo. Sin embargo, el mal no es más que una consecuencia, un efecto de las actuaciones del ser humano (encarnado y desencarnado) haciendo uso de su libertad. Y en el próximo mes, será explicada brevemente la influencia y acción de los seres del mal (desencarnados) y como se contrarrestan.
Como ya conocemos, el Universo todo está regido por leyes sabias y justas. Leyes emanadas de la Sabiduría Cósmica, en un funcionamiento perfecto para el progreso y felicidad de todo lo creado. Y siendo el mal contrario al progreso y a la felicidad, la más elemental lógica nos lleva a la conclusión que el mal no es creación de Dios, sino de los hombres. Luego, el mal no tiene existencia propia sino resultado de la acción del hombre en el uso de su libertad. El bien, es la manifestación de la Ley del Amor. El mal es el efecto de la transmutación de la vibración positiva en negativa, cuando el individuo, desoyendo la “voz de la conciencia” (que es la llamada del Espíritu), se deja dominar por alguna pasión que le obceca y le torna intransigente, o por el egoísmo y ambición económica y de poder, que llegan a turbar la razón.
¡Cuántos se enredan en los caminos del mal, llevados por una ambición material que acaso les dé lo que anhelan; pero, perturbando su paz interna que vale más que la riqueza material, hipotecando la felicidad de vidas futuras!
Otros, en su ambición de autoridad, sacrifican su propia conciencia y dignidad, prestándose para abusos de autoridad, creando con ello destinos futuros de dolor.
Ciertas mentalidades miopes que sólo buscan el dinero y posesión de bienes materiales a cualquier precio, sin percatarse que van creando en su psiquismo una desarmonía vibratoria que les arrastrará irremisiblemente a la frustración. Y lo curioso es que no se percatan de ello hasta que han caído en ese estado, cuyos síntomas primeros son: el tedio, hastío y aburrimiento (que tratan de disiparlo en las diversiones) hasta caer en la ansiedad y desesperación. Porque, la riqueza material por sí sola, es incapaz de crear felicidad. Sólo el bien, en sentimiento y acción, puede generar felicidad. La ambición humana va creando para sí destinos de dolor en sus acciones de mal, efectuadas en su ceguera psíquica. La ambición, el orgullo y el amor propio, dominan a muchos y no les deja ver el precipicio de la frustración hacia el cual se encaminan inconscientemente.
Aquellos que, cegados por una pasión hacen sufrir o en algún modo hacen daño a sus semejantes, están creando y alimentando inconscientemente unas fuerzas que actuarán contra ellos mismos en el futuro, pasando por el sufrimiento y daño causado.
Aquellos que, para imponer su conveniencia o capricho pisotean la dignidad y los derechos de los más débiles, serán a su vez pisoteados. Aquellos que, para obtener un beneficio económico o posición, engañen o perjudiquen a los demás; están engañándose y perjudicándose a sí mismos.
Y de estas reflexiones fundamentadas en la Ley de Consecuencias o Causa y Efecto, podéis sacar conclusiones en los varios otros aspectos de la vida.
La práctica del mal es el mayor error que el ser humano pueda cometer. Y dado el primer paso en el camino del mal, se desciende rápidamente en la pendiente de ese camino, en el que medra el vicio y el crimen. Es en el comienzo cuando se debe reflexionar, antes de continuar descendiendo y caer en la perversidad.
Y, ¿por
qué las gentes practican el mal? Sencillamente, por ignorancia,
por desconocimiento de las consecuencias. Por tanto, es necesario llevar
a las gentes el conocimiento de estos conceptos de verdad, y con ello estaremos
contribuyendo a reducir el sufrimiento (al contribuir a evitar las causas),
así como a la felicidad de esas gentes.